Carlos Vallina y Luis Barreras




Relectura crítica de la obra de Jesús Martín Barbero
ante el espacio audiovisual argentino*



Contenido
Jóvenes violencia y medios. Una mirada a las pantallas argentinas desde la perspectiva comunicacional de Jesús Martín-Barbero
- Los jóvenes y la TV
- Las violencias y las pantallas
- Consideraciones Finales
Bibliografía
Notas

Palabras clave
Comunicación – cultura – sociedad – medios de comunicación -

La obra del comunicólogo hispano-colombiano Dr. Jesús Martín-Barbero enfrentó a las sociedades modernas y a la cultura contemporánea con las nociones restrictivas, dogmáticas y reduccionistas de los lugares comunes del aristocratismo y del populismo. En su texto, De los Medios a la mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía (1987), posibilitó el comienzo de una comprensión cuya amplitud nos haría entender que la cultura contemporánea no puede desarrollarse sin los públicos masivos.

Además disolvió las conceptualizaciones que eludían el hecho por el cual la cultura de élite y la popular hacía tiempo que habían sido incorporadas al mercado, a la comunicación industrializada, dejando sus reductos incontaminados. De este modo, permitió concebir una modernidad que incorporara decididamente el carácter mercantil y a los conflictos actuales por la hegemonía.

Al estudiar la reformulación del aura artística en la gran ciudad y el proceso de formación de lo popular ofreció una de las refutaciones teóricas más consistentes a las resistencias románticas tardías, y a los reduccionismos economicistas y a las consecuencias negativas de la escuela Frankfurtiana.

La propuesta del presente proyecto, intenta abarcar la totalidad de la obra del pensador latinoamericano, señalar sus aportes, establecer críticamente los rasgos fundamentales de sus concepciones teóricas para validar las mismas ante la comunicación y el espacio y las prácticas respectivas de la Argentina, que han sufrido transformaciones socio-culturales altamente significativas en los últimos años.

Consideramos útil definir el marco teórico revisando las fundamentaciones de los proyectos anteriores de nuestro equipo de investigación, que poseen la vigencia necesaria ante el estudio comparativo propuesto. Las condiciones de producción, de creación, circulación, crítica y de consumo desarrolladas desde el comienzo del siglo XXI hasta la actualidad, permiten repensar el ciclo histórico con una perspectiva crítica superadora.

La dialéctica establecida por Jesús Martín Barbero: De los medios a las mediaciones puede ser puesta a prueba señalando un conjunto de interrogaciones conceptuales respecto a la supuesta solidez de las reservas culturales de la sociedad ante el avance hegemónico de los Medios y la necesidad de retornar a los mismos en una tarea de democratización, que no incurra en rasgos idealistas ni en negaciones radicales.

Es decir que en el presente proyecto las tesis fundamentales debieran exponer que tanto los Medios como las Mediaciones, pueden ser objeto de intervenciones críticas que reconozcan la necesidad de establecer nuevos aportes científicos, otras influencias sobre las políticas públicas, y un mayor conocimiento desprejuiciado de las prácticas comunicacionales de las sociedad, en el seno de los medios masivos de comunicación y ante toda práctica expresiva, artística y cultural que reconozca la construcción de los nuevos imaginarios.


Jóvenes violencia y medios. Una mirada a las pantallas argentinas desde la perspectiva comunicacional de Jesús Martín-Barbero

Luis Barreras
Cintia Bugin

Los medios de comunicación (especialmente la televisión) nos ponen en contacto casi permanente con la violencia, con la que existe en nuestra sociedad y con la que se crea de forma imaginaria. Probablemente por eso son considerados con frecuencia como una de las principales causas que originan dichos conflictos. Por ello, observar comunicacionalmente, la televisión argentina actual y el rol de los jóvenes al interior de la misma, en sus representaciones y en los modos de relatar la violencia, propone al investigador un compromiso profundo, dada su prevalencia en la sociedad contemporánea; en su relación en la reconfiguración de las agendas públicas y en las formas de representación de las políticas, en su acción con el Estado, con el mercado y con la sociedad.

Los estudios científicos realizados en torno a este tema permiten pensar en la posibilidad y conveniencia de utilizar la tecnología de la televisión con carácter educativo, para prevenir estos fenómenos. Pero la influencia de la televisión a largo plazo depende del resto de las relaciones que el sujeto establece, a partir de las cuales interpreta todo lo que lo rodea, incluyendo lo que ve en la televisión. De la misma forma, se debería promover en la sociedad una actitud reflexiva y crítica respecto a la violencia que les circunda y analizar lo que llega a través de los medios.

Resulta importante para nuestro trabajo plantear la doble hipótesis que define Jesús Martin-Barbero quien ante la tesis de la omnipresente manipulación y sus efectos propone:

La influencia –social, política, cultural– de los medios no es explicable ni por los dispositivos psicotécnicos del aparato comunicacional ni por los intereses económicos o ideológicos a los que sirve, sino que está profundamente ligada a su capacidad de representar en algún modo los conflictos sociales y de otorgar a la gente algún tipo de identidad. Y en segundo lugar explica que la desproporción del espacio social ocupado por los medios de comunicación es proporcional a la ausencia de espacios políticos institucionales de expresión y negociación de los conflictos, y a la no representación en el discurso cultural de dimensiones claves de la vida y de los modos de sentir de las mayorías (Martin-Barbero, 1989).

Toda sociedad ha intentado dar respuesta a cuestiones fundamentales, el colectivo social necesita definir su identidad, su articulación, el mundo, sus relaciones con él, sus necesidades y sus deseos. La vida social procede de una memoria colectiva y lo que somos se cimienta en nuestros modos de relacionarnos y nuestras construcciones imaginarias acerca de nosotros mismos. Cuando observamos un hecho violento, no estamos examinando acerca de lo que aconteció, estamos analizando nuestra realidad. Consideramos que hoy las personas configuran gran parte de su identidad a través de los medios de comunicación, y en ese sentido un modelo de prevención de la violencia tiene que, en primer lugar, enseñarnos a “leer” y a descifrar lo que construyen los medios. Las violencias se diversifican, alimentándose a si mismas del miedo, de la incertidumbre, de la desesperanza y de la disolución del vínculo social. Desde esta perspectiva, este trabajo pretende ser un ensayo crítico que permita comprender cual es la relación existente entre los jóvenes, la violencia y los medios señalando la importancia de los hechos como vínculos simbólicos desde los contextos, representando sus realidades sociales, culturales, políticas, económicas, históricas.

El espacio audiovisual, y en particular el televisivo, se abre ante la mirada de los jóvenes como un gran escenario donde reconocerse, donde vuelven a presentarse los lazos de la vida cotidiana, donde, y citamos aquí el ejemplo que Z. Bauman (2003: 35) expone acerca de la relación entre la pantalla actual y el texto 1984 de Orwell, donde ya no hay “un Gran Hermano observándote”; ahora la tarea es observar las crecientes filas de Grandes Hermanos y Grandes Hermanas, observarlos atenta y ávidamente, para encontrar algo que pueda servir: un ejemplo a imitar o un consejo sobre cómo enfrentar los problemas que, como los problemas de quién mira, deben y sólo pueden ser enfrentados individualmente. Entonces, la lucha hoy es por lograr las imágenes significativas, por hacerlas más cercanas e imaginativas en dispositivos globales pero desde expectativas locales.

Existe una hipótesis teórica que define a la TV en potencial culpable de la violencia reinante en la sociedad. Resulta importante para este trabajo releer la mirada que plantea el COMFER (en la actualidad AFSCA) en sus informes presentados durante el período 2005-2006 donde delimita y marca una creciente de la violencia en la TV y resalta el aumento de las cifras de emisión sobre dicha temática, incluso creó el IVTV (índice de violencia de la televisión argentina).Este índice dice que, en abril de 2005 se detectó la irrupción en pantalla de un acto de violencia cada 16 minutos y 23 segundos, y la difusión de una noticia con las mismas características cada 15 minutos. El estudio calculó, además, que una persona expuesta a diferentes géneros que integran la grilla de los canales en los horarios de mayor audiencia presenciará alrededor de dos actos de violencia física (golpes, disparos, suicidios, homicidios, etc.), un acto de violencia psicológica (insulto, amenaza, intimidación) y un acto de violencia accidental durante sólo una hora de programación[1]. Como así también, agrega el informe, el 84% de los programas de ficción, difundidos en Televisión abierta en horario de alta audiencia (20 a 24hs), tuvieron escenas de violencia en ese lapso.

Durante enero de 2006, el 90% de los programas de ficción (series, películas, comedias, telenovelas, etc.), emitido en prime time, difundieron escenas de violencia: en este período la pantalla exhibió un acto de violencia cada 6 minutos. Un 60% de esta violencia estuvo asociada a actos agresivos. En cambio, la violencia en los noticieros (durante enero de 2006), el 100% de los noticieros de Televisión abierta difundieron informaciones con actos de violencia. El 18% de esas noticias correspondieron a delitos contra las personas; y aproximadamente un 12% de las informaciones sobre hechos violentos fueron móviles en directo[2]. Sin embargo, consideramos que esta cuantificación de hechos sirve sólo para poder interpretar como se traduce en la mediación dado que no es que la cantidad de tiempo dedicado o el tipo de programa frecuentado no cuente, lo que estamos planteando es que el peso político o cultural de la televisión, como el de cualquier otro Medio, no es medible en términos de contacto directo e inmediato, sólo puede ser evaluado en términos de la mediación social que logran sus imágenes.

La televisión argentina actual tiene en el aire una amplia gama de programas que tienden a representar la violencia directamente vinculada a las acciones de los jóvenes y en la mayoría de los casos pertenecientes a las clases populares. Observamos que esta tendencia se profundizó en los últimos tiempos produciendo un cambio en las agendas informativas de los noticieros, donde prevalece la temática de la inseguridad vinculada a las violencias medibles. De la misma forma, proliferaron programas de TV cuyo principal argumento es la estigmatización de los jóvenes. Algunos ejemplos de ellos son “GPS”, “Calles Salvajes”, “Policías en Acción”, “Cámara Testigo”, entre otros; todos con una estética de no ficción, cámara subjetiva, con la falsa apariencia de la realidad en crudo, pseudo documental simulando (Jost) el aparente reflejo con lo real, dando como producto final una gran influencia en el imaginario colectivo y en la construcción de la figura del joven enajenado, sin futuro y lejos de pertenecer a la sociedad.

Por ello, el problema es ver a los medios de comunicación como compartimientos estancos, aislados de la sociedad y que son ellos los que imponen que se hable o se cree determinada temática, por el contrario, creemos que hay que concebir que los medios son actores que construyen la realidad junto a otros representantes. Este debate de la mediatización de la violencia, pasa por una operación social, política y mediática, de tratar de contener las expresiones de la violencia a ámbitos acotados, y esas expresiones de violencia en los medios, en la escuela, en la sociedad enuncian una continuidad de los modos de violentos y de cómo se instalan en esta contemporaneidad.

A continuación este trabajo releva algunas concepciones teóricas que ayudan a la interpretación de los vínculos entre la televisión, los jóvenes y la violencia.

Los jóvenes y la TV

Si entendemos a la comunicación desde una perspectiva sociocultural como producción social de significaciones, los jóvenes desde esta mirada se presentan como un objeto de estudio. Habría que preguntarse ¿cómo otorgan sentido a sus prácticas en la vida cotidiana?, ¿cómo se definen?, ¿cuál es su forma de relacionarse con el otro?, en fin ¿qué implica ser joven?

La categoría de joven ha sido trabajada desde variados teóricos y a los efectos de esta indagación sin duda las postulaciones de Margaret Mead ayudan para comprender la importancia de la TV en los jóvenes, entendiendo desde la cultura prefigurativa dado el cambio en la naturaleza del proceso, desprendimiento de los padres y abuelos como modelos y donde los jóvenes no encuentran la narración de sus experiencias en la linealidad de la palabra impresa sino la velocidad de las imágenes. Es decir, como señala también Jesús Martin-Barbero, la figura del flujo televisivo, con su discontinuidad que introduce la permanente fragmentación y la práctica del zapping que conlleva modos de ver que se pueden emparentar con los modos de habitar, desde el atravesamiento del palimpsesto de los géneros y los discursos, se convierte hoy en la forma de presentación de la experiencia cultural de los jóvenes. Una nueva generación donde las identidades dejan de desplazarse en los tiempos sólidos de la modernidad y por ende, a pesar de su fragilidad, son más elásticas y flexibles y pueden congregar y convivir en distintas territorialidades. En mundos distantes y heterogéneos.

El joven, zappea, navega, es parte y reniega de la pantalla, pero también es en la pantalla. Una cultura de la fragmentación que se expresa en la identificación de los jóvenes con los relatos fragmentados de lo audiovisual.
Ante el actual panorama de transformaciones los jóvenes han sido afectados en su percepción de la política, del espacio y del futuro,es en el campo de las expresiones culturales donde los jóvenes se vuelven visibles como actores sociales” (Reguillo, 2000: 52).

En este sentido coincidimos con aquellas miradas teóricas que más allá de la franja etaria, existen distintas maneras de ser joven; como explica Urresti, no existe una única juventud: en la ciudad moderna las juventudes son múltiples, y la diversidad, el pluralismo y el estallido cultural se manifiestan entre los jóvenes que ofrecen un panorama variado y móvil que abarca sus comportamientos, referencias identitarias, lenguajes y formas de sociabilidad.

Otra reflexión que aporta a este análisis es la mirada de Florencia Saintout:

Los jóvenes son aquellos adultos del futuro que tendrían que cumplir con ciertas obligaciones institucionales, pasar por la escuela, formar una familia, conseguir un trabajo, y cumplir sus deberes de ciudadanos cívicos. Pero el problema es que esta idea de ser adulto, desprendida de la modernidad, entró en crisis. La familia, el trabajo y la escuela están siendo cuestionadas como instituciones. Podríamos decir, que ser joven hoy significa moverse en un terreno de puro presente, de futuro incierto y vulnerable. (Saintout, 2006)

En este terreno es donde la TV se vuelve en palabras de los semiólogos una institución analizable en tanto lugar donde no solo se representan sino se construyen las identidades juveniles.

Las violencias y las pantallas

Frente a la relación violencia/medios las posiciones se confunden y se debate entre el moralismo y el oportunismo.

En el intento por exorcizar la pesadilla cotidiana que estamos viviendo no sólo la clase política, también buena parte de la intelectualidad crítica, ha encontrado en los Medios de Comunicación – en especial en la Televisión– el chivo expiatorio a quien cargar las cuentas de la pasividad política, de la dimensión moral y la agresividad social acumuladas. La violencia es el tema, pero lo que está en juego es el peso social que está cobrando las imágenes que este país se hace de sí mismo cotidianamente en la Radio y la Televisión, y las contradictorias concepciones de la comunicación que mediatizan lo que creíamos saber acerca de los medios (Martin-Barbero, 1989).

Para comprender esta relación de las violencias y las pantallas se debe tener en cuenta el momento de privatización de la vida y la disolución del espacio público donde se pierde el sentido de la calle como ámbito de comunicación y reconocimiento. En este contexto consideramos importante el aporte que hace Luis Hornstein (2006):

Las depresiones son el flagelo de la época, que es una enfermedad social, y que luego de la sociedad industrial y la sociedad del ocio, se ha instalado una sociedad depresiva. El Depresivo es aquel que sufre una perdida y retraimiento que lo agobia y le produce una pérdida de autoestima, es decir del valor del yo. La autoestima supone una interrogación permanente a partir de los logros, las relaciones, la historia, el presente y sobre todo el futuro.

La falta de futuro, mejor dicho la falta de credibilidad del mismo hace que el presente se convierta en el único escenario posible para el desarrollo de la vida. La desocupación, la pobreza creciente, la falta de redes de contención social y la sensación de impunidad han contribuido al aumento del delito, el desmembramiento de las familias y la proliferación de patologías como la depresión y la ansiedad. En este sentido, se empieza a concebir la violencia como único medio de solución de conflictos.

Omar Rincón y Jorge Bonilla aportan la idea de la existencia de dos tipos de violencia en la televisión, la que está presente en los géneros narrativos y formatos televisivos tradicionalmente asociados con la entretención; y aquella otra que tiene que ver con los sucesos que presenta la información. En este caso los jóvenes afirman que los noticieros son los programas más violentos, de esta afirmación los autores esbozan dos hipótesis: La primera de ellas es que los procesos de comunicación son el campo clave de reconocimiento social y cultural. En los telenoticieros los jóvenes reconocen las violencias con que están hechas sus realidades locales, nacionales y mundiales. La segunda responde a un “posicionamiento” de la violencia y de la crisis política como los insumos principales de la agenda informativa de los noticieros de televisión.

Lo que queremos afirmar es que no basta con denunciar lo violenta que es la Televisión si a la vez no se intenta preguntar cómo están elaboradas las mediaciones televisivas que se refieren a la violencia y de qué manera éstas retoman y procesan formas de comunicación que desde la vida cotidiana (escuela, familia, amigos) y escenarios de lo público (instituciones políticas, sociales, culturales) promueven el autoritarismo, la exclusión y la negación de formas dignas de convivencia en sociedad. (Rincón)

Ante ello no podemos pedir que la TV responda a lo real, como lo hacía gran parte del funcionalismo de la década del ‘60. Lo que vemos en las pantallas son complejos campos simbólicos, metáforas que refieren a lo real, que no deben ser consideradas como autónomas al contexto social, allí se ve la resignificación del Estado, la reconstrucción de las instituciones.

A partir de ello, la gran pregunta de hoy es ¿qué significa socialmente esta asociación entre violencia, juventud y medios? Lo que está pasando es que a través de otros relatos sociales se está demonizando nuevamente a la juventud, y aparece esta idea de que hoy el problema de los argentinos es el problema de la seguridad. Hoy se muere más gente en accidentes de tránsito evitables que con la violencia en las calles, sin embargo el problema está focalizado en la violencia y además tiene ciertos actores que son estos jóvenes construidos como que no tienen posibilidad de futuro y por ello pueden atentar contra cualquiera.

Consideraciones finales

En estas primeras reflexiones que surgen a partir de los interrogantes que plantea la relación jóvenes, violencia y tv consideramos significativo aportar una mirada crítica que no sólo advierta sobre los aspectos manipulatorios de la televisión sino en la profunda relación que la sociedad, el Estado y el medio de comunicación comparten y las mediaciones que de este vínculo se desprenden. Pensar en la violencia aislada de la revisión de la historicidad de la Argentina, su construcción política, económica y cultural no permitiría comprender la complejidad de lo que los relatos mediáticos de la violencia y de los jóvenes en la actualidad. En este contexto, reconocemos que la sociedad está atravesada por violencias simbólicas que han permitido la solución o resolución de todo tipo de conflicto a través de esa idea. Por lo que contener estos modos de violencia sería un eje fundamental, para reconstruir el habla, la ruptura del diálogo que reina en algunos sectores, sobre la base del reconocimiento, la diversidad y el respeto por el otro en tanto sujeto.

Y en tanto su protagonismo en nuestra sociedad, la importancia de promover a la TV como lugar de ruptura y creación donde cada vez más jóvenes puedan intervenir en los procesos de producción y no solo de recepción de las nuevas obras. Expresar el nuevo sensorium, el palimpsesto que constituye la identidad del joven actual, una mirada minada de fragilidad, de fluidez, de indefinición pero al mismo tiempo de consolidación de nuevos modos de representación, de la certidumbre de crear nuevos lenguajes donde encontrar las maneras de nominar la razón de su ser social. El avance de las nuevas tecnologías puede ser un aspecto alentador si los jóvenes pueden ser parte de ellas, crear a partir de ellas y ser vistos en ellas. Hoy, los jóvenes son los protagonistas de ese leguaje, son ese lenguaje a definir, esa imagen a relatar.

Vemos con expectativas de avance la sanción de la Nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en la Argentina, en una nueva concepción de los medios y su relación con el Estado. Comprender y transformar la TV como espacio de la diversidad de los relatos donde puedan participar activamente nuevas voces implica un posible futuro donde las formas de narrar la violencia no sirvan a los fines de la estigmatización y la manipulación sino en la representación y en la reflexión crítica que de ella se desprendan, es decir, relatos donde, en palabras de Walter Benjamin, el contenido de lo real este presente pero mucho más importante, donde del contenido de verdad sea el que predomine. Cuanta mayor verdad encuentre este lenguaje mayor cercanía a la comprensión de los jóvenes y su nuevo rol social en la Argentina y por ende una menor presencia de las violencias en la sociedad y por tanto también en las pantallas.

Bibliografía

Martín-Barbero, Jesús. Violencias televisadas, Ponencia presentada en la I Conferencia de Facultades de Comunicación y Periodismo, convocada por la Unión de Universidades de América Latina, (UDUAL), realizada en la Universidad Central de Bogotá del 13 al 16 de septiembre de 1988, y publicada en la Hojas universitarias, Vol. IV, N° 33, Bogotá, 1989.
Hornstein, Luis. Las depresiones, afectos y humores del vivir, segunda edición, Paidós, Buenos Aires, 2006.
Reguillo, Rossana. Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto juvenil, Norma, Bogotá, 2000.
Rincón, Omar y Bonilla, Jorge. “Violencia en pantalla: televisión, jóvenes y violencia en Colombia”, en Diálogos, enero de 2012. Disponible en:  http://www.dialogosfelafacs.net/violencia-en-pantalla-television-jovenes-y-violencia-en-colombia/ [Fecha de consulta: 09/07/2013]
Saintout, Florencia. Jóvenes: El futuro llegó hace rato, Ediciones de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 2006.

Notas

* Relectura crítica de la obra de Jesús Martín Barbero ante el espacio audiovisual argentino. Tiempos y comunicación digital. Mediaciones y Medios ante el desafío global. 2000-2008.Cine/TV/ TICS, Proyecto de Investigación enmarcado en el Programa de Incentivos. Director: Carlos A. Vallina. Integrantes: Luis Barreras, Camila Bejarano Petersen, Juan Manuel Bellini, Cintia Bugin, Andrés Caetano Madrigal, Fabio Benavides y Lía Gómez.
[1] Nota: el corpus del estudio estuvo integrado por 128 programas de ficción (series, largometrajes, dibujos animados, telecomedias y telenovelas) con577 actos de violencia y 241 noticieros con 2408 unidades informativas con violencia, correspondientes a las cinco emisoras argentinas de televisión de aire de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fueron excluidos los spots publicitarios y los avances promocionales de programación. El término prime time designa al espacio horario de mayor encendido; de conformidad con el alcance del presente estudio dicha franja abarca el período de 20 a 24.
[2] La violencia en los programas de entretenimiento incluye la programación que escapa a la definición de ficción tradicional: variedades, concursos, reality shows, humorísticos, etcétera. Sólo un 7% de estas emisiones que integran esta categoría difundieron violencia durante el mes de enero de 2006.