Alfredo Alfonso y otros |
Representación de los migrantes en la TV*
Palabras clave
Televisión - Industrias culturales - migración - discursos
Contenido
Acerca de las migraciones
Una frontera implica muchas fronteras
La vinculación del tema con el fenómeno de la migración
Material relevado
Principales temas y abordajes encontrados
El colmo de los colmos
Talleres clandestinos y “la mirada victimizante”
Bibliografía
Notas
Acerca de las migraciones
El actual flujo de personas en América Latina y en la Argentina debe enmarcarse en el contexto más amplio de la globalización, ese incesante flujo de capital, mercancías e informaciones, que a su vez es marca registrada del mundo contemporáneo.
En fríos números, según datos del Reporte Mundial de Migración 2005, llevado a cabo por la Organización Internacional de Migraciones (OIM), actualmente existen alrededor de 7 millones de latinoamericanos residiendo afuera de sus propios países.
De acuerdo al informe, bolivianos, paraguayos y peruanos cruzan a la Argentina en busca de trabajo, mientras que los brasileros lo hacen hacia Uruguay, los centroamericanos a México, los haitianos se desplazan a República Dominicana, los colombianos a Venezuela, y refugiados guatemaltecos y salvadoreños constituyen actualmente la quinta parte de la población total de Bélice, es decir, 200.000 habitantes (Archenti, 2007).
En la Argentina, los habitantes procedentes de otros países ascienden a 1,5 millones de personas, lo que representa el 4,2 por ciento de la población total, según los últimos datos disponibles (Censo 2001). El 2,2 por ciento de esa población proviene de países limítrofes.
En este punto, y dado que toda construcción social de sentido se da sobre personas o grupos sociales concretos, vale consignar que la mayor parte de los inmigrantes procedentes de Bolivia y de otros países vecinos se encuentra en situación de subempleo y que su ingreso medio es aproximadamente un 30 por ciento menor que el de la fuerza laboral nativa, ocupando puestos de trabajo de baja calificación (Caggiano, 2008).
La incorporación de los migrantes de países fronterizos o vecinos a la sociedad argentina, se ha caracterizado por el acceso desigual: son de otra comunidad, no tienen los mismos derechos y deberes, ya que mayoritariamente no están legalizados y no pertenecen al campo, en el sentido que postula Bourdieu, aunque participan en el espacio público de manera particular.
Sobre la dimensión cultural de ese proceso, el antropólogo Alejandro Grimson sostiene que “la Argentina nunca fue un país culturalmente homogéneo. Su diversidad cultural estaba invisibilizada en la vida social y eso marcaba a fuego el régimen de identificaciones políticas. Así, no se puede adjudicar la no visibilidad indígena a motivos demográficos, ya que proporcionalmente la Argentina cuenta con más personas que se consideran ‘indias’ que en Brasil” (Grimson, 2006).
Del mismo modo, desde 1869 hasta 2001, en todos los censos, los inmigrantes de países limítrofes representaron entre el 2 y el 3 por ciento de la población del país. Sin embargo, la segregación del “crisol de razas”, sufrida por estos migrantes hasta entrado el tercer milenio, mutó hacia la hipervisibilización.
Grimson explica el surgimiento de un relato acerca de una “nueva oleada” de inmigrantes, provenientes de Bolivia, Paraguay y Perú a partir de aspectos sociodemográficos y cambios culturales experimentados por la sociedad argentina, que sirven de marco para nuestro análisis.
En primer término destaca que los inmigrantes provenientes de esos países, que estaban históricamente asentados en zonas de frontera, se desplazaron paulatinamente a los principales centros urbanos, lo que los tornó más visibles para los medios de comunicación y el poder político.
En segundo lugar señala un punto de fácil comprobación empírica, y que está dado por el hecho de que, en ciertos contextos, los pobres son llamados “bolivianos”. Es significativo que la hinchada más popular del país, haya recibido el calificativo de “boliviana”, en cánticos de simpatizantes de equipos adversarios.
Una tercera causa está vinculada a la cuestión del trabajo, en el sentido que, históricamente, sostiene el autor, los inmigrantes de países limítrofes tendían a ocupar puestos que los nativos no aceptaban. Cuando en los noventa, las posibilidades de empleo disminuyeron, los argentinos comenzaron a aceptar empleos que antes no hubieran tomado, percibiendo a los inmigrantes como responsables de la escasez de trabajo.
A partir de aquí, podemos pensar a la territorialidad como la apropiación de un espacio geográfico y físico de una agrupación o colectivo social determinado, de tal manera que penetrar siendo extranjero en ese lugar reservado, es cometer sacrilegio, y por supuesto, implica desafiar a quienes se encuentran dentro de esa delimitación espacial.
Tratando de avanzar en una diferencia histórica, es que mientras en épocas anteriores ese sacrilegio era mágico-religioso, actualmente se ha secularizado transformándose en una cuestión jurídica. Sin embargo, en ambos casos el extranjero que invade territorios es considerado moralmente inferior.
De esta forma, el territorio podía vincularse desde elementos claves, como son la posesión de un nombre y un espacio para la tribu, hasta la idea misma y muy actual de soberanía política. Bajo este precepto teórico, los estados modernos reclaman su derecho exclusivo sobre el territorio y se imaginan a sí mismos como “familias”, como “comunidades horizontales” (Bennedith Anderson, s/f).
Paralelamente, la antropología de principios de siglo XX, colocó el énfasis en las transformaciones generadas a partir del contacto intercultural y la influencia de unos sobre otros, es decir el resultado del encuentro, del intercambio seguramente no siempre simétrico, ni pacifico. La concepción de análisis de culturas unitarias fue predominante e invisibilizó las zonas fronterizas, las zonas de préstamos y apropiaciones culturales. La búsqueda por estudiar la cultura del grupo haciendo a veces como si no existiera la situación colonial (que dominaba aun gran parte del mapa geopolítico internacional) contribuyó a un enfoque sobre cultura más que sobre las relaciones interculturales e intersocietales. La preocupación antes, fue más sobre territorios que sobre fronteras.
Así los conceptos de territorio y frontera se complejizaron a través del trabajo etnográfico, distinguiendo distancia física y distancia estructural. La distancia física nada nos dice respecto de su cercanía o distancia cultural, social y política.
La distancia estructural puede sintetizarse como la distancia entre grupos de personas en la estructura social que se refiere al carácter relacional de la identificación; un grupo político es un grupo solo en relación con otros grupos.
La distancia estructural se revela particularmente fructífera para comprender como se estructuran las situaciones de conflicto.
Más tarde se incorpora la discusión sobre cultura como categoría de sociedad: la cultura proporciona la forma, el vestido de la situación social. No hay ninguna razón intrínseca para que las fronteras significativas de los sistemas sociales coincidan siempre con las fronteras culturales.
Que dos grupos de personas tengan diferentes culturas no implica necesariamente que pertenezcan a dos sistemas sociales absolutamente distintos. Los habitantes de zonas cercanas tenderán a mantener relaciones mutuas, sin importar sus atributos culturales; y dentro de las relaciones que atraviesan las fronteras culturales, se encuentran implícita por supuesto, una estructura social.
Las fronteras así pensadas no son fronteras espaciales, sino entre distinciones colectivas de grupos sociales y la distribución de rasgos culturales. Se fundía así en ese momento, una línea de análisis de fronteras desde un sentido metafórico asentado en las relaciones sociales. Así pensamos a la etnicidad como una organización social y a las fronteras como situaciones y no como un primordialismo.
Las preguntas que nos hacemos implican comenzar a dar vuelta la perspectiva habitual de análisis de los procesos de integración regional, migraciones, xenofobias, discriminación, inclusión, circulación y reconocer que se trata de algo más que de procesos económicos y políticos.
Los nuevos proyectos regionales se insertan en complejas historias sociales y culturales, no exentas de conflictos y enfrentamientos, que perduran en el presente. Esto implica reconocer el papel que la cultura, en tanto construcciones colectivas de códigos y sistemas de imágenes sociales que permean las actividades económicas, sociales y políticas, tiene en los procesos de diálogo e interacción. Si en el pasado reciente la nación ha sido el parámetro más significativo para encuadrar la acción de actores y movimientos sociales, los procesos regionales en curso, al proporcionar un nuevo encuadre o marco para la acción, traen como consecuencia la posibilidad de modificar o ampliar marcos de identificación, organización y negociación.
Obligan a repensar las relaciones contemporáneas y en especial las nuevas relaciones entre el nosotros y los otros, y sus consecuencias.
Por ello los discursos periodísticos, políticos y académicos que afirman la desaparición de las naciones, la comunicación sin fronteras, la globalización como proceso de uniformización, son desmentidos por las investigaciones empíricas de las fronteras. Los trabajos reunidos muestran que las fronteras continúan siendo barreras arancelarias, migratorias e identitarias.
Una frontera implica muchas fronteras
Esa heterogeneidad tiende a ser anulada por miradas generalizantes y deshistorizadas. Una de las mayores generalizaciones que vacía de sentido histórico a las fronteras, afirma que todas las fronteras son separación y unión al mismo tiempo: en cada caso empírico esas dos ideas se encuentran ordenadas y jerarquizadas. Hay fronteras más permeables que otras, hay momentos más militarizados que otros, hay cruces fáciles y hay cruces plagados de persecución y humillación.
El estudio de las fronteras requiere escapar a las versiones estáticas y homogéneas de culturas unitarias. Primero porque las fronteras son muy diversas, segundo ese mismo modelo debe ser discutido incluso para las que parecen ser fronteras mas “amigables”, tercero y quizás lo más importante, porque el estudio de la frontera en sí plantea un desafío a cualquier noción estática, uniforme y no relacional de cultura e identidad, en la medida en que debería incorporar a su perspectiva analítica no solo la mezcla cultural sino la alianza y el conflicto social y por supuesto, la dimensión político de las relaciones sociales.
De la metáfora del cruzador de fronteras, devino una de las metáforas preferidas de la teoría social posmoderna. El problema es que la nueva conceptualización reemplazó de modo terminante la organización por el desorden, la pureza por el sincretismo y la frontera por su cruce. Y colocó el énfasis en la mezcla, al mismo tiempo que el control de la frontera se hacía más rígido y nuevas leyes afectaban los derechos de los migrantes. En contraposición a la teoría clásica dominante sabemos hoy que el reforzador de fronteras no es exclusivamente el Estado, sino un conjunto de agentes sociales, entre quienes pueden incluirse en muchos contextos a los ciudadanos e instituciones intermedias, no gubernamentales, los medios de comunicación, los discursos instituidos en la sociedad, los prejuicios, etcétera.
En nuestra región, el discurso de la hermandad latinoamericana, más allá de su efecto político, se ha convertido en un obstáculo para el estudio de estas relaciones, ya que niega la realidad cotidiana: los conflictos, las imágenes negativas de la vecindad, los intereses de cada una de las naciones.
En el escenario de la porosidad de ciertas fronteras, vemos la intensión de muchos estados de fortalecer controles y regulaciones; políticas proteccionistas, restricciones administrativas y documentaciones, planes de integración controlados y monitoreados, limitaciones temporales a través de visas y permisos laborales. Más que a una desterritorialización generalizada estamos en un periodo de nuevas territorialidades.
El mundo actual supone una interacción de un nuevo orden e intensidad. Hasta ahora las relaciones culturales se hallaban restringidas por barreras geográficas y por la resistencia a la imagen del otro.
Desde que el mundo es mundo lo que nos relacionaba con el otro eran las guerras, entre Estados y naciones, y las religiones, que por lo general derivaban en guerra. Pero el expansionismo occidental del siglo XV cambió esto: el colonialismo europeo por las mercancías y los mercados, el encuentro con las otras culturas americanas, asiáticas y africanas trasforma radicalmente el panorama y da inicio a un proceso que con el devenir de los siglos, se amplia, se torna más intenso y complejo.
Así comenzaron a surgir encuentros yuxtapuestos entre el comercio, las conquistas y las migraciones. Este proceso se acelero para el siglo XIX por el avance de las tecnologías y los medios de transporte.
Este nuevo mundo de encuentros, generó un tráfico de bienes y de personas, de pueblos y de identidades que dieron lugar a las nuevas comunidades imaginarias, sociedades que se unen y constituyen como tal a partir de símbolos y representaciones comunes aunque no tengan entre sí, relaciones personales y directas. Un primordialismo construido en base a producciones de sentidos comunes entre personas, individuales y colectivos, distantes geográficos y culturales.
Ahora vivimos una potencialización de esto; Internet, aviones, TV, cine: la aleda global de la que hablaba McLuhann.
La globalización propone una nueva formulación de la cultura potenciando las imágenes de encuentro e incorporación como discurso hegemonizador y simultáneamente a esto propone un ocultamiento de quienes quedan por fuera de esta integración.
Este trabajo se provoca a indagar en estas cuestiones tan actuales partiendo de una premisa poco habitual como es la de plantearnos giros conceptuales y teóricos que han servido de guía en la investigación tradicional de migraciones y fronteras. Porque lo que nos funciona como punto de partida es que las dinámicas históricas nos obligan a mirar desde otro lugar la relación entre territorio, cultura, identidad y estado
La vinculación del tema con el fenómeno de la migración
Los que no son de acá, los de otra comunidad que no son miembros, que no tienen los mismos derechos y deberes y que mayoritariamente no están legalizados, no pertenecen al campo pero participan en el espacio público de manera particular. Están incluidos en el mercado, pero excluidos de la ciudadanía, son los que producen mucho y consumen menos, para que otros realicen la operación contraria.
Una frontera geográfica se abrió, cerrando paralelamente una imaginaria. Se les relegó una parte del mercado, algunos barrios de la ciudad y se les relegó una sociabilización distinta por no ser acreedores de la identidad nacional.
Teniendo en cuenta lo anterior, podemos afirmar que la TV también es un espacio en el cual confluyen relaciones desiguales y diversas. Es un espacio donde se cumplimentan representaciones e imaginarios sociales. Pero además hoy es el campo privilegiado, ganando terreno incluso por sobre otras instituciones, a la hora de construir discursos de orden (hegemónicos) como prerrequisito del diseño hegemónico.
Es importante destacar, por ello, la relación que las industrias culturales tienen con las identidades locales y de qué manera la primacía de ciertos discursos mediáticos y narrativas, por sobre otros, posibilita unos procesos (identidad nacional y global), a la vez que restringe o limita el desarrollo de otros (identidad regional/local). Es decir, entendemos que si bien la mundialización de los intercambios y las nuevas tecnologías abren perspectivas positivas al integrar y generar mestizajes, también segregan y producen nuevas distinciones y desigualdades.
Material relevado
“Calles Salvajes”, América
Sábados 23:15 hs.
“Policías en Acción”, Canal 13
Sábados 20 hs.
“Vértigo”, Telefé
Martes 23:15 hs.
En los tres programas relevados no hubo mención alguna sobre migrantes.
El 1 de junio las notas fueron sobre Juan S. Verón, Carlos Bilardo, Florencia Peña, marcha contra matrimonio gay, Fuerza Bruta y Pablo Ruíz.
El 8 de junio las notas fueron sobre Juan S. Verón, Ricardo Darín y cyber adictos.
El 15 de junio las notas fueron todas realizadas por el conductor Matías Martin desde Sudáfrica.
El 22 de junio “Vértigo” no fue emitido. En su lugar transmitieron “Diario del mundial”.
“Telefé Noticias”, Telefé
Lunes a viernes 20 hs.
Fueron relevados todos los programas desde el 26 de mayo.
Los siguientes días son los que aparecieron notas sobre migrantes: 26, 27 y 31 de mayo; 31, 2, 3, 11, 15, 17 y 22 de junio.
“Telenueve”, Canal 9
Lunes a viernes 12:00 hs.
Fueron relevados todos los programas desde el 26 de mayo.
Los siguientes días son los que aparecieron notas sobre migrantes: 27 y 28 de mayo; 1, 2, 3, 4, 9 y 10 de junio.
Dejando en claro el punto de partida que aquí tomamos para enmarcar esta problemática, avanzamos sobre el corpus concreto de análisis, que tiene que ver con programas relevados, donde se pudo hacer un recorte de lo que se ve vinculado a la temática, cuántas emisiones tratan sobre este tema, cuántas no y un primer abordaje cualitativo sobre la forma en que estas representaciones aparecen.
Principales temas y abordajes encontrados
En el programa “Calles Salvajes” es uno de los escenarios en donde encontramos una construcción más fuerte y descarnada de la opinión social sobre los migrantes.
En la nota titulada “Territorio Abasto” se muestra a un entrevistado con una venda en su rostro, que comenta que un grupo de peruanos le cortó la cara.
El entrevistado insiste con el tema de que son peruanos los que generan todo este tipo de conflictos en el barrio. Pero sobre esto, se evidencia un interés particular por parte del notero, que repregunta insistentemente sobre esta cuestión.
En contrapartida, el entrevistado dice que el peruano tiene más compasión que el argentino y que perdona la vida si le suplican perdón. Sin embargo, sus gestos y entonación denotan que en realidad se los puede engañar fácilmente, aparentando un falso arrepentimiento. De este modo, se caracteriza al migrante como un individuo poco listo, que puede ser sencillamente estafado por los “vivos” argentinos.
A lo largo de la entrevista sigue relatando sus conflictos con los peruanos, a los que cataloga como los principales proveedores de drogas.
Otra entrevistada, en la misma nota, afirma: “lamentablemente hay gente de otro país que viene directamente a robar”.
Otro entrevistado asevera: “los peruanos esos son todos chorros”, señalando un grupo de jóvenes. No obstante, a lo largo de la nota le preguntan si es argentino, y él responde: “no, yo soy peruano”. Esto da cuenta, que desde la comunidad peruana emplean las mismas formas de descalificación que utiliza el discurso hegemónico.
Más adelante, otro sujeto menciona que todos los que roban en ese barrio son peruanos, y ante la pregunta sobre su nacionalidad, éste también afirma que es de Perú. A su vez, hace referencia a la “pica” entre argentinos y peruanos, y de las peleas a la salida de las discotecas de la zona.
El colmo de los colmos
Un argentino que comenta que recién hace una semana salió de la cárcel, se pelea ante cámara con un grupo de peruanos para robarles dinero. Luego de una larga riña se aleja y muestra que era para conseguir cuarenta pesos para no dormir esa noche en la calle con frío.
Un comerciante chino le facilita agua para que se higienice en reiteradas oportunidades, hasta que en un momento le cerró la puerta del lugar, y le pidió que no grite. El argentino, enojado, le comenta al cronista que “acá la onda, es ponerse en pedo y salir a bardear a los extranjeros, hay bronca con los chinos, los peruanos, los chilenos y los uruguayos”. El entrevistador pregunta: “¿Y por qué te gusta armar bardo con los extranjeros de acá?”, a lo que éste le responde: “¿Sabés qué pasa? Ellos se creen más que yo”. Situación que invita a la reflexión.
En el mismo programa, en la emisión del 19 de junio, hay una nota titulada “Moreno violento”. Desde el comienzo, se escucha un grito dirigido al notero, que dice “filma a los peruanos, gato”.
El primer entrevistado, en completo estado de ebriedad, comenta “soy inmigrante argentino”, sin especificar de dónde es. Explica que los fines de semana sale y se emborracha, pero que en la semana a veces trabaja de su oficio, plomero-gasista.
Con el correr de la extensa entrevista (de más de 11 minutos), agrega: “Soy un paraguayo inmigrante acá en argentina”
Entrevistador: “¿Te trata bien Argentina?”. Respuesta: “No me quejo”.
Transcurre la nota y él mismo, luego de comentar muchas desventuras y su propia situación dice, “soy un paraguayo de mierda”, demostrando claramente que la introyección de los atributos identificadores que el sujeto realiza, puede llegar hasta lo más profundo, es decir, asimilar y proponer desde sí mismo frases que dan cuenta de cómo el dominado ha asumido la mirada del dominador a favor de su propia dominación y, en este caso, de su exclusión.
En el caso de los noticieros, son programas que principalmente, retoman el tema de los migrantes a partir de dos elementos novedosos. El primero es la aparición de la “modelo narco” encontrada en nuestro país, asociando nuevamente al extranjero con las drogas. Y el segundo, mucho menos estigmatizador, tiene que ver con las diferentes comunidades entrevistadas con motivo de algún partido del mundial.
Talleres clandestinos y “la mirada victimizante”
Otra variante acerca de los sentidos de los migrantes de países vecinos en la televisión está representada por un discurso victimizante, donde el “carácter boliviano”, aparece asociado ya no a la idea de “chorro” o “peligroso”, sino al sentido de “débil”, “indefenso” o “indocumentado”.
Es el caso de la noticia emitida en el “Noticiero de Telefé” el 3 de junio de 2010, acerca del allanamiento de un taller textil clandestinos en Villa Celina. Las imágenes de la represión policial en el lugar, son acompañadas del siguiente relato periodístico realizado por el conductor del noticiero: “Graves incidentes en Villa Celina”. Así la gendarmería de la policía bonaerense disparó balas de goma contra las personas que rechazaban a piedrazos el allanamiento a un taller textil clandestino. La justicia ordenó el operativo y la policía descubrió el taller que explotaba a inmigrantes indocumentados, incluso a menores, en condiciones de esclavitud, pero los propios explotados repudiaron el procedimiento por temor de perder su fuente de trabajo.
Luego, es el turno del periodista que cubrió la noticia en el lugar de los hechos, quien agrega “son inmigrantes que no tienen documentos, que dicen que (trabajar allí) es la única manera de sobrevivir en la Argentina, trabajando todos los días de 8 de la mañana a 8 de la noche, por 1.500 pesos y un plato de comida”.
El conductor informa que había menores trabajando en el taller y luego acota que “es lo más insólito y dramático que se ha visto en los últimos días, ya que un juez ordena liberar y allanar a personas que estaban en condiciones de esclavitud, y éstas resisten la medida por no perder el trabajo”.
Al igual que en el ejemplo anterior, los bolivianos protagonistas de estos sucesos tampoco son interpelados. Con insert donde los trabajadores del taller aparecen llorando y en situaciones de forcejeo con la policía, el cronista agrega además que “se ven expulsados de sus países porque no tienen oportunidades, llegan a la Argentina, con permisos provisorios, documentación que nunca llega definitivamente, con muchos de sus hijos ya argentinos, porque hace años que viven acá, y que nos confiesan que esta es la única posibilidad que tienen de trabajar”.
El ejemplo sirve para ilustrar otro de los sentidos al que hoy aparecen ligados los migrantes que es el de “indocumentado”, “esclavo”, “pobre”, “sin oportunidades” y que atados al “carácter boliviano”, abonan el sentido de un “no sujeto”, “incapaz”, “imposibilitado”.
Si bien intenta abordar la temática desde un sentimiento de solidaridad, esta idea sumada al sentido de “peligroso y delincuente” ya analizado, contribuye al afianzamiento de las fronteras imaginarias establecidas en el proceso hegemónico.
Sobre esto, Archenti sostiene que “el discurso público hoy vincula a las migraciones al traslado de situaciones de pobreza antes que a una variable fundamental para el desarrollo, poniendo en evidencia los obstáculos a la construcción de ciudadanía por parte de los migrantes. Esto se hace patente en las dificultades para encontrar empleos dignos, la victimización, que marca y estabiliza al otro en esa categoría, los brotes de rechazo ante la supuesta amenaza a las fuentes de trabajo o las conquistas sociales de los locales.” (Archenti, 2007).
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Notas
* La TV, un gran escenario de construcción de nuevos de sentidos sociales y culturales. Formas de disputa analizadas a partir del caso de los migrantes en la pantalla chica, Proyecto de investigación enmarcado en el Programa de Incentivos del Ministerio de Educación de la Nación, período 2009/2010. Director: Alfredo Alfonso. Integrantes: Leonardo González, Silvina Pauloni, Rubén Liegl, Rodrigo Aramendi, María Cecilia Mainini, Anabel Manasanch, Sebastián Novomisky, Rocío Quintana, Edmundo Ferreti, Eleonora Spinelli, Federico Rodrigo, María Laura Di Cianni, Agustín Martinuzzi. Colaboradores en la redacción del artículo: Silvina Pauloni, Yael Letoile y Eleonora Spinelli.