Carlos Guerrero y otros




Lectura, escritura, escuela media y universidad*


CARLOS GUERRERO
MARCELO BELINCHE
ROSSANA VIÑAS



Palabras clave
Escuela Secundaria – Universidad – lectura – escritura - articulación

El pasaje de la Escuela Media a la Universidad se considera uno de los más problemáticos en la vida de cualquier joven. Dudas, temores, un mundo con otros códigos, otros registros, otras necesidades. Y a pesar de las ganas con que llega, la pregunta que surge en ese joven, entonces, es: “¿y qué hago?”

Si pudiéramos establecer patrones noticiables comunes en un mismo medio de comunicación de acuerdo a un recorte temporal específico, podríamos anticipar —en más de una oportunidad— cuál es el título de impacto en función del período del año en curso.

Seguramente, encontraríamos titulares tales como “Aumentos de los alimentos que componen la canasta de Pascuas” durante el mes de abril; o algo similar en diciembre, en relación a la inminente llegada de la Navidad y el Año Nuevo. De igual manera, se haría evidente la noticia vinculada con las enfermedades respiratorias frente a la llegada de los primeros fríos o, en otro contexto temporal, el ranking de tragedias automovilísticas en las rutas producto de la inseguridad vial en épocas de receso estival o los jóvenes, el alcohol y el descontrol en la Costa en la misma época.

Asimismo, casi con una lógica de reloj, el mes de febrero (y en algunos casos marzo también) es el momento en el cual la noticia de rigor se vincula con la Universidad y el ingreso: miles de chicos han elegido su carrera universitaria y se enfrentan atemorizados a complejos sistemas de evaluación en los cursos de ingresos —en muchos casos irrestrictos, en otros eliminatorios—. Sin embargo, no sólo la Universidad es protagonista sino que también la Escuela Secundaria aparece en escena para ser parte culpable del problema.

Son muchos los jóvenes que se desplazan desde sus casas con el fin de arribar a una nueva ciudad para iniciar su primera etapa en la carrera universitaria elegida. Ya sea porque en algunos casos, proceden desde muy lejos y en otros, porque provienen de los alrededores de la ciudad, en ambos padecen la misma incertidumbre acerca de lo que les sucederá en esos primeros días de estudio con la ilusión de comenzar sus primeros pasos en la Facultad.

De cualquier forma, una gran cantidad de ellos, lamentablemente, son desplazados de los claustros universitarios. Es sabido que un importante porcentaje de ingresantes se autoexcluye sin lograr adaptarse al medio, a los cambios bruscos, a las nuevas modos de concebir el estudio, a las relaciones con los docentes o con sus pares. Tampoco logran adaptarse a una ciudad que, en muchas ocasiones, no les resulta para nada amigable; además de extrañar a su familia y su entorno; o por tener problemas económicos. Esto produce decepciones y frustraciones que, evidentemente, llevan al fracaso tanto al aspirante como a cualquier tipo de confirmación sobre las supuestas certezas del sistema educativo.

Al momento de ingresar a la Universidad, son muchas las expectativas que se generan desde un proyecto personal, pero también de un proceso de socialización que ha logrado instalar supuestos y un “deber ser” sobre lo que significa el paso por la Universidad y la concreción con éxito de la carrera.

Por supuesto, este tránsito de la Escuela Media a los Estudios Superiores genera diversas interpretaciones. Para un psicólogo, es el pasaje a la adultez. Para un docente, este pasaje deja al descubierto las falencias en el sistema educativo. Y para muchos jóvenes estudiantes es, simplemente, un desafío a enfrentar. La sensación de llegar a un país con otra cultura e idioma.

En relación a esto, la pregunta que surge es: ¿qué esperan y qué sienten los jóvenes estudiantes en ese pasaje de la Escuela Media a la Universidad? Un trabajo de investigación de la pedagoga Inés Dussel, denominado Más allá de la crisis, manifiesta que "los jóvenes entrevistados en esa investigación expresan su miedo a no adaptarse o miedo a tener que ver volver atrás”. Entonces, ¿por qué no ayudarlos en ese pasaje?

A modo de infeliz corolario de este contexto y volviendo a nuestra hipótesis inicial, con seguridad, observaremos que en los meses de febrero y marzo los medios gráficos colman sus páginas con titulares tales como “Otro bochazo en La Plata”, por citar un caso en particular.

“No saben nada, clama gran parte de la sociedad cuando en los medios de comunicación aparecen resultados de alguna prueba de ingreso a la universidad. De inmediato aparecen las miradas acusatorias” (IIPE, 2004).

Gracias a esta habitual instalación mediática, se suceden las consecuentes declaraciones de los supuestos expertos en cuestiones académicas, quienes pululan por radios, canales de televisión y redacciones suponiendo poder explicar los porqués de los “bochazos”, de las deserciones y de las faltas de expectativas de los aspirantes a los estudios superiores, de la mala preparación de la Escuela Media.

Esto no hace más que colaborar con la instalación de un discurso infundado que encuentra su eje en la baja tasa de graduación, en la diferencia entre duración teórica y la duración media real de la carrera; en los elevados índices de abandono de los estudios en el primer año de cursada en la universidad, independientemente del campo disciplinar que hubieran escogido, y en las deficiencias de la Educación Secundaria, entre otros factores.

“La contigüidad de niveles ha naturalizado la idea de que es el nivel superior y el universitario el que le pide una ‘rendición de cuentas’ al nivel precedente respecto de lo que han logrado en términos de logros en lectura y escritura los estudiantes en tránsito. Parece que el ‘nivel superior’ evalúa en definitiva al ‘nivel medio’ respecto de la calidad de su tarea” (Bombini, 2009).

A partir de aquí, surge un interrogante que echa por tierra cualquier especulación sobre evidentes y obligados cismas entre la Escuela Media y los Estudios Superiores, y que abre puertas a futuras reflexiones conjuntas: ¿si cualquier cambio es una cuestión traumática para los estudiantes, por qué no debería serlo también para las instituciones?

Esta pregunta sostiene que el hecho que se haya puesto en crisis, por ejemplo desde los medios de comunicación, a los jóvenes aspirantes a la Universidad, obliga a concentrar la mirada sobre la tensión que este fenómeno provoca, y dar cuenta acerca de la necesidad de vincular a estos dos niveles educativos. Sin dudas, las responsabilidades no recaen en un ámbito u otro ya que, como se sabe de antemano, múltiples factores han ido deteriorando el proceso educativo de varias generaciones hasta la actualidad.

La velocidad de los cambios sociales, culturales y económicos caracterizan los días que estamos viviendo. Esta situación, justamente, genera nuevas demandas a la educación formal y las instituciones educativas debieran verse obligadas a la revisión constante de sus propuestas. Justamente, porque es necesario prestar atención a la realidad en la que está inserta nuestra sociedad; no solo en lo que respecta a las cuestiones materiales que las condicionan como a las expectativas de las personas, en este caso, los jóvenes en el momento de pasaje de la Escuela Media a la Universidad.

De cara a estas cuestiones, desde diversos espacios, la Universidad ha debido poner en crisis su desempeño tradicional, proponiendo una reevaluación de los contenidos y del desempeño docente en los estudios superiores y su carácter contensivo.

“Si analizamos la historia de la educación y la génesis del sistema educativo, veremos que el mandato inclusor —si bien el concepto no aparecía en los términos en que hoy es usado— fue una consigna propia y original que se pensó para la enseñanza elemental o primaria. Por el contrario, el nivel medio y mucho más el superior, tuvieron en su origen una meta casi opuesta: eran mecanismos seleccionadores, formadores de las ‘elites’ políticas y de los cuadros gerenciales. No hace muchos años atrás, la pretensión de que sus hijos completaran la escuela secundaria era propia de sectores sociales medios o medios-altos. Por el contrario, estaba naturalizado el hecho de que a ese nivel, y mucho más al de los estudios superiores, no accedieran los sectores más populares, los más pobres” (Osuna, 2010). Hoy esto, en parte, ha cambiado, pero debe seguir cambiando.

Particularmente, si observamos a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la mirada arroja una concienzuda perspectiva sobre el estado en el que los alumnos se acercan a los claustros para resolver los posibles resultados y hace, año a año, un esfuerzo que pocos conocen para hacer efectiva la continuidad de los jóvenes en las aulas. Por ejemplo, implementando talleres de preparación y de apoyo en las áreas de la lecto-comprensión y la escritura, matemática, físico-química y ciencias naturales, o sistemas de tutorías para los alumnos ingresantes en cada una de las Facultades que la componen.

Ahora bien, frente a semejante panorama, la Universidad Pública se plantea la necesidad de ser un actor determinante en la elaboración de políticas de estado que tiendan a la contención, al acompañamiento de esos alumnos que desembarcan en las facultades y que, en muchas oportunidades se ven abrumados por un mundo que les es totalmente ajeno.

De esa manera, se construyen, desde el seno mismo de la Universidad, un conjunto de herramientas que abordan estos ejes problemáticos —a fin de transformarlos en sujetos de análisis y de estudio— que han sido producto de las políticas neoliberales implementadas durante la década del ‘90 y que han dejado marcas indelebles que, además, han profundizado la crisis en diversos ámbitos de nuestra sociedad. Uno de los más importantes es la educación, que es el caso en el cual se enmarca dicha problemática. Un claro ejemplo de esto es la “descentralización” que sufrió el sistema educativo; las reducciones presupuestarias y, a modo de golpe final, la reforma educativa.

Debido a que esta reforma ha profundizado no solo el distanciamiento entre los dos niveles —el de la escuela secundaria y el de la universidad respectivamente—, y ha incidido de modo gradual en la destrucción paulatina del peso de las asignaturas como las conocíamos; se ha producido una coyuntura compleja en la cual es en verdad complicado intervenir, dada la diversidad de actores que se ven involucrados en el abordaje de los diversos procesos evolutivos.

Teniendo en cuenta que la brecha entre los dos niveles produce un espacio complejo y de disociación, es indispensable investigar, analizar y pensar una articulación entre la Escuela Secundaria y la Universidad como una herramienta fundamental de convocatoria de estos espacios para resolver la continuidad pedagógica con efectividad, para redefinir los procesos educativos de una manera más sólida y categórica y para resistematizar las etapas de aprendizaje con el fin de graduar el pasaje de un ámbito a otro sin originar instancias de caos o de extrema complejidad. Este proceso, además, intentará demostrar que el proceso de articulación promoverá el desarrollo inclusivo de sujetos críticos y socialmente responsables.

La articulación entre la Universidad y la Escuela Secundaria, entonces, debe ser una de esas herramientas, edificada por una política de Estado orientada a diseñar y desarrollar sistemas y mecanismos que permitan elaborar diagnósticos comunes con el fin de desarrollar planes estratégicos como resultado de una labor conjunta.

“Es necesario someter a discusión la idea de conocimientos ‘básicos’ que todos los alumnos deberían poseer para ingresar a la universidad y que la escuela no les estaría ofreciendo, así como también la creencia arraigada de que el trabajo focalizado sobre ciertos tipos de textos que efectivamente los alumnos trabajarán en la Universidad, es una decisión de carácter funcional y pragmático que garantizará una entrada exitosa a los estudios superiores” (Bombini, 2009).

En este sentido, “el propósito de esta articulación no solo arroja beneficios a los estudiantes, también concurre a generar un mecanismo que orienta a restituir la equidad social, amplía los horizontes del sistema educativo sentando los fundamentos para una educación a lo largo de toda la vida y otorga consistencia a los derechos del ciudadano en consonancia con una sociedad democrática e inclusiva” (CPRES-PROA, 2007).

Es de fundamental importancia realizar, en este momento, el abordaje del tema de la articulación entre la Educación Media y la Universidad, más precisamente teniendo en cuenta las implicancias del conocimiento en relación con el desarrollo y la evolución de los individuos y de las sociedades en las que éstos se desenvuelven e interactúan.

La sociedad se configura cada día más competitiva y exigente. Sumado a esto, desde la década del ‘90 y en detrimento de la depreciación que la educación sufriera en este decenio, viene atravesando una profunda crisis que no es ajena a los ámbitos académicos. Es necesario adoptar una mirada objetiva sobre estos espacios —que desde una nueva mirada ya no son independientes uno de otro sino, más bien complementos— con el fin de debatir sobre la selección de las herramientas posibles, contenidos curriculares y capacitación docente que tendrán como objetivo solucionar las instancias dilemáticas que acosan a los diferentes estadios de la educación; en este caso específico del proyecto de investigación, la UNLP y las Escuelas Secundarias de la Región 1 del Sistema Educativo Bonaerense (La Plata-Berisso-Ensenada-Brandsen-Punta Indio-Magdalena) en las áreas que se ocupan de la lecto-comprensión y la escritura.

“El ingreso al ámbito universitario supone entrar a formar parte de una comunidad discursiva, la académica, la que, a su vez, según la carrera elegida, implica participar de un ámbito específico de conocimiento y de lenguaje que tiene sus propias convenciones discursivas y genéricas. El estudiante se encuentra sometido, entonces, a realizar actividades y evaluaciones propias del ámbito en el que se inserta” (Rosa-Waigandt, s/f).

“Procurar una educación universitaria integradora, que posibilite a todos hacer uso de sus derechos a la cultura, al ejercicio de la ciudadanía, a la formación para el trabajo, es una apuesta ineludible” (Osuna, 2010).

Si el estudiante no tiene la posibilidad del acceso articulado y progresivo a la educación y en particular, “a la cultura escrita, en consecuencia, tampoco la tiene con respecto a los procesos de inclusión social. Acceder al universo de la lectura y de la escritura permite transitar los distintos caminos que la cultura en general nos presenta día a día como desafío” (Belinche, 2007).

La actualidad de la problemática y el debate alrededor de ella demuestran la necesidad académica, social y política de investigarlas. Una política de articulación entre la Universidad y las Escuelas Secundarias es vital para la elaboración de un proceso educativo integral inclusivo que nuclee conocimientos, habilidades, prácticas y destrezas propias de los diferentes campos disciplinares.

Bibliografía

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* El presente informe forma parte del Proyecto de Investigación Intercátedra “Taller de Comprensión y Producción de Textos I y II de la FPyCS (UNLP): Articulación Secundaria-Universidad. Saberes comunes y no comunes. Caso de estudio: La escritura y la lecto-comprensión en la Universidad Nacional de La Plata y en la Escuela Secundaria de la Región 1 del Sistema Educativo Bonaerense (La Plata-Berisso-Ensenada-Brandsen-Punta Indio-Magdalena)” (acreditación INCENTIVOS P/176), realizado en el marco del Centro de Investigación en Lectura y Escritura (CILE) y dirigido por el Lic. Carlos Guerrero. Coordina esta investigación la Lic. Rossana Viñas y forman parte del equipo de investigación los siguientes docentes investigadores: Lic. Paula Pedelaborde, Lic. Claudio Gómez, Lic. Paula Di Matteo, Lic. Sandra Oliver, Lic. Cynthia Díaz, Lic. M. Felisa Stangatti, Lic. Luciano Altamirano, DVC Fabián Fornaroli, Per. Cristina López.