Gustavo González |
El plan Cóndor Universitario.
Un sistema de persecución política e ideológica en las universidades
de los países que integraban el plan cóndor*
Un sistema de persecución política e ideológica en las universidades
de los países que integraban el plan cóndor*
Los medios de comunicación
Los medios de comunicación fueron un espacio privilegiado de acción de la dictadura militar. Como ejemplo podemos citar la siguiente editorial del diario Clarín del 29 de julio de 1977, que dice:
Cuestiones universitarias (Editorial). En la presente semana, altos funcionarios del Ministerio de Cultura y Educación de La Nación, han asumido en sus declaraciones el tema universitario que, por cierto, siempre resulta de especial interés para la opinión pública, como que desde hace demasiado tiempo se plantean los problemas y no se acierta en soluciones concretas, imaginativas y operantes. Se abunda en diagnósticos y escasean las terapéuticas idóneas; y lo que es muy grave: las respuestas se enredan frecuentemente en el párrafo de las controversias ideológicas, y en la dimensión menor de los planteos sectarios y los intereses facciosos. La Universidad del país necesita la generosa actitud de la grandeza, la visión realista de la Argentina que somos, y la que queremos conquistar con el esfuerzo y el talento de todos; la convicción firme y constructiva, de que el aporte de la formación y la capacitación de las más altas instituciones del sistema educativo, deberá servir como instrumento y avanzada científico-cultural de la transformación nacional. En este marco, la Universidad podrá definir su estructura y su rumbo.
El espacio universitario fue objeto, durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional, de un mordaz ataque por parte de las Fuerzas Armadas. Dicho ataque puede comprobarse a través del análisis de las leyes universitarias que especificaban claramente esa persecución por la vía del encuadre institucional, dictaminado tanto por el Ministerio de Educación de La Nación como por las propias Universidades nacionales. La estrategia represora se instrumentaba a través de la Ley N° 20.654, dictada en el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, y del Decreto Ley N° 21.276 promulgado por Junta Militar. Este marco legal se complementaba con el sistema de información interuniversitario que, a través del envío de expedientes con las actuaciones realizadas, ponía en conocimiento formal a todas las universidades sobre los alumnos expulsados o sancionados. El fin de esta estructura comunicacional, tenía como principal objetivo la persecución de aquellos que habían sido expulsados, para que no tuvieran ninguna oportunidad de reingresar al sistema educativo, dado que eran considerados como “enemigos del orden” o “sujetos peligrosos”. Esta calificación permitía la delación, el despido, la expulsión y la sanción, a todos los actores del ámbito universitario.
La estructura represiva hacia la comunidad universitaria se complementaba con los medios de comunicación nacionales. En ellos se informaba, por ejemplo, de las expulsiones de alumnos. La Nación (22 de mayo de 1976), así lo hizo con las producidas en mayo de 1976 en la Universidad Nacional de Córdoba: 107 expulsiones, utilizando el artículo 7 de la ley 21.276. Este diario también publicó la sanción de una nueva ley universitaria en mayo de 1979, que institucionalizaba la prohibición expresa de cualquier desarrollo político y público. En un breve resumen se ha mostrado cómo la dictadura militar hizo uso de las universidades, convocó a la familia, y empleó los medios de comunicación como parte de un sistema destinado a reprimir y deslegitimar la protesta social. Cada una de estas instituciones, Althusser las denomina Aparatos Ideológicos del Estado (AIE).
LOS MEDIOS COMO APARATOS IDEOLÓGICOS DEL ESTADO (AIE)
José Barbero, Ramón Flores y Gustavo F González
En Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Althusser presentó una exhaustiva propuesta sobre esos dos conceptos del título (1988). Los AIE fueron una propuesta novedosa. A continuación se presentarán los aspectos principales de aquel texto con la nueva propuesta conceptual.
En primer lugar, habría que situar el contexto discursivo del cual emerge ese concepto. Althusser, en las primeras líneas del texto, dice que “para existir, toda formación social, al mismo tiempo que produce y para poder producir, debe reproducir las condiciones de su producción”. Es decir, toda sociedad concreta necesita no solo de la reproducción material sino también simbólica: “reproducir el sometimiento ideológico”.
Para hacer progresar la teoría del Estado es indispensable tener en cuenta no solo la distinción entre poder de Estado y aparato de Estado, sino también otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no se confunde con él. Llamaremos a esa realidad por su concepto: los aparatos ideológicos de Estado. ¿Qué son los AIE)? ¿No se confunden con el aparato (represivo) de Estado?
Los AIE no se confunden con el Estado por diversas cuestiones que se pueden desplegar por comparación: a) aquellos están dispersos, éste este unificado; b) privados unos, público el otro; c) funcionan a través de la ideología aquellos, y con la violencia este otro. Pero a pesar de estas diferencias iniciales, tanto los AIE como el Estado, comparten una misma naturaleza: “la ideología de la clase dominante”. La dictadura pretendió unificar bajo su ideología, no soólo a los medios de comunicación sino también a la familia y a la universidad. A pesar de su dispersión “bajo la forma de instituciones distintas y especializadas”, los AIE están unificados por y para la ideología dominante. Althusser también presenta su propia visión de la ideología, la cual nos servirá para describir la funcionalidad de los medios masivos de comunicación para con la dictadura militar.
1. La ideología es una 'representación' de la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones de existencia: lo que se imaginan ellos que son sus relaciones con otros sujetos y con la sociedad como totalidad.
2. La ideología tiene una existencia material: la creación imaginaria que el sujeto se hace de su relación con sus condiciones de existencia, son parte de un dispositivo conceptual en su conciencia. Y este dispositivo depende de un aparato ideológico, que posee prácticas rituales y reguladas que el individuo realiza.
3. La ideología interpela a los individuos como sujetos: Althusser dice que “no hay ideología sino por el sujeto y para los sujetos”. Es decir, no hay ideología sino porque el sujeto las realiza, no hay sujeto que no sea ideológico porque la ideología lo constituye como tal.
La versión estereotipada de la familia que presentan los medios, no solo en las noticias sino en otras secciones como la carta de lectores, es un lugar fundamental para librar la guerra contra la subversión que amenaza destruirlo todo: la mente de los hijos es el lugar privilegiado de ataque. Así se puede caracterizar a ese imaginario social que surge desde la familia como AIE; así se representa la burguesía su relación con la formación social de ese “tiempo criminal” (Tesis 1ª: la ideología es un imaginario). En ese espacio se interpela a las madres, que son las únicas capaces de “desbaratar esa estrategia si dedican más tiempo que nunca al cuidado de sus hijos". Solo se es madre frente a los hijos, el sujeto solo se constituye como tal si acepta la interpelación de la ideología (3ª Tesis: la ideología interpela). Finalmente, ellas debe hacer algo que materialice esa ideología (2ª Tesis): dedicar “más tiempo” al cuidado de sus hijos. Surge así una regulación sobre la práctica maternal por excelencia para la burguesía.
Respecto a la Universidad, el medio masivo como AIE (El Diario Clarín), no solo interpela al propio Estado a asumir su rol en la universidad sino que interpela a ésta y regula su actividad. Solo es Universidad si se constituye “como instrumento y avanzada científico-cultural de la transformación nacional”. Despliega un imaginario donde “las respuestas se enredan frecuentemente en el párrafo de las controversias ideológicas y en la dimensión menor de los planteos sectarios y los intereses facciosos”. Finalmente, la Universidad en ese “tiempo criminal” respondió con los rituales de los juicios académicos expulsivos y la circulación de expedientes con esas resoluciones.
Para Ti, Clarín y La Nación respondieron con holgura en su función de Aparatos Ideológicos del Estado, desplegando un imaginario donde se representaba las relaciones sociales de producción desde la más pura reacción burguesa (1ª Tesis), materializando en sus rutinas informativas la ideología de la dictadura (2ª Tesis) e interpelando a los sujetos so pena de no ser “madres”, “Universidad”, “argentinos” si no respondían afirmativamente (3ª tesis).
MEDIOS Y PODER
Gabriel Negri, Carlos Toledo y Cristian Varnier
La represión no se limitó a las universidades porque en la resistencia al autoritarismo si bien inicialmente, los movimientos sociales no estaban al frente, la resistencia se dio a partir de los sectores progresistas de la clase media:
Obispos y curas, profesores, periodistas, familiares de presos políticos. Antes que nada era una acción de ejemplaridad, de pocos, y en general, realizada por personalidades que por su eminencia social o cultural, estaban más protegidas de la represión. Pero lo que convirtió a los regímenes militares en más vulnerables fue la acción conjunta de los efectos liberalizadores desencadenados por estas luchas con la reivindicación social más amplia” (Cardoso, 1985: p.23).
Si como sostiene Bobbio “el poder ideológico es el que se sirve de la posesión de ciertas formas de saber, doctrinas, conocimientos, incluso solamente de información, o de códigos de conducta, para ejercer influencia en el comportamiento ajeno, e inducir a los miembros del grupo a realizar o dejar de realizar una acción” (1999: 110-111), podemos observar cómo la dictadura promovió la delación, el despido, la expulsión y la sanción de todos los actores del ámbito universitario y tuvo su correlato en otros espacios del poder: la comunicación. Vale destacar que estas acciones se articularon con otros países de Latinoamérica por medio del Plan Cóndor.
Martín Almada relata un encuentro casual, que luego le servirá de eslabón para confirmar la existencia del Plan Cóndor:
Mi experiencia personal con el Plan Cóndor en el ámbito universitario, fue en la Universidad Nacional de Plata, en abril de 1972, donde realicé mis estudios de doctorado en Ciencias de la Educación, en calidad de becario del Gobierno argentino. En forma muy casual me encontré en dicha Universidad con el agregado militar de Argentina en Paraguay, el Coronel Juan Carlos Moreno. Lo conocía porque fui director del Instituto Juan Bautista Alberdi de Paraguay, que mantenía una estrecha relación con dicha representación diplomática en Asunción. Me explicó que se había jubilado como militar y que en ese momento se desempeñaba como asesor técnico del Rector, el doctor Guillermo Gallo, también ex militar. Ex asesor de las universidades brasileñas también controladas por los militares. (Almada, 2009: 33)
Reviste gran interés ver las páginas de los dos medios gráficos más importantes del país, en particular, los diarios Clarín y La Nación. La manera de dar cuenta de las expulsiones de 107 alumnos, por medio del artículo 7 de la Ley Nº 21.276, producidas en mayo de 1976 en la Universidad Nacional de Córdoba, publicada en el diario La Nación el día 22 de mayo de 1976, o la sanción de una nueva Ley Universitaria en mayo de 1979, que institucionalizaba la prohibición expresa de cualquier desarrollo político y público.
Este vínculo entre la instrumentación institucional de las universidades nacionales y los medios de comunicación gráficos, como el soporte ideológico, simbólico y cultural, permiten establecer un espacio de análisis crítico de los poderes fácticos, trabajando en consonancia para vehiculizar la metodología de represión, desaparición y muerte, rasgos distintivos de la dictadura militar que en 1976 derrocó al Gobierno constitucional. Porque “ya no se trata solamente del ‘cuarto poder’, del cual se comenzó a hablar en el siglo XIX. Se trata de un desarrollo nuevo, intenso y generalizado, abarcador y predominante de los medios en el ámbito de todo lo que se refiere a la política” (Ianni, 2004: 26).
Otro dato singular:
La forma que ha tomado el mal en el siglo XX no tiene nada que ver con ninguno de los siete pecados capitales. Está asociada con la muerte de unos hombres por otros, pero no es ni el homicidio ni la matanza que todos los siglos han conocido. El mal de nuestra época es también el exterminio, aunque con un sello distintivo nunca antes conocido: el exterminio metódico. (Bilbeny, 1996: 130)
El poder de la dictadura militar tuvo varios rasgos salientes, pero hay dos dimensiones que revisten particular interés y están relacionadas: las magnitudes sin precedentes de poder a disposición del Estado y la característica de una singular abstracción, y las torturas y los secuestros; los desaparecidos “no están, no existen, están desaparecidos”.[1]
La edición dominical del 2 de marzo de 1976, del diario La Nación, presentaba en sociedad una fuerte noticia bajo el título: “Cesantías en el ámbito universitario platense. El delegado militar en la Universidad Nacional dispuso la cesantía de los miembros del personal docente”.[2]
Entre información y expresión de felicidad, en su edición del 10 de mayo de 1976, La Nación afirma: “Plena actividad en el ámbito de la UBA. Por primera vez hay militares a cargo de la Universidad. A nadie escapa que el operativo militar que se desarrolla en la institución, está íntimamente relacionado con el problema de la subversión, que encontró en las universidades un campo propicio para su desenvolvimiento”.
El matutino La Nación, brinda una amplia difusión a las primeras medidas de la dictadura. El miércoles 6 de octubre de 1976, en la nota “La corrupción lógica” dice:
El Presidente de La Nación, al cumplirse 6 meses del Proceso del 24 de marzo último, dijo en su discurso: ‘un proceso de corrupción ideológica penetró en escuelas, colegios, universidades y centros culturales, y trató de poner la educación al servicio de un perverso apetito del poder. Los ámbitos universitarios padecían esta corrupción ideológica, desde hacer varios lustros, y ello fue lo que permitió la explosión casi de delirio triunfante, con la cual, a partir de mayo del '73, las casas de altos estudios se convirtieron en simples cursos de adoctrinamiento’.
El lunes 11 de octubre del 1976, en “Reúnense los rectores de las universidades”, se explica que la idea es impulsar investigaciones, y plantearon la necesidad de regionalizar los estudios para evitar la masiva concurrencia a determinadas casas de Altos Estudios, como La Plata, Buenos Aires y Córdoba.
La dictadura promovió un estigma sobre el distinto y no hablamos de estigma en el sentido griego, como referencia a signos corporales intentando exhibir algo mal o en el estigma de la primera etapa del cristianismo, -en alusión metafórica a los signos corporales de la gracia divina-, sino al sentido actual para designar preferentemente al mal en sí mismo. Y en esta dirección, la persecución a los estudiantes extranjeros mostró sus peculiaridades[3]. El 3 de mayo de 1976, La Nación brinda un generoso espacio a esta información: “Censo de alumnos extranjeros”. Más llamativo es leer un comunicado de la Juventud Sindical Peronista de Córdoba, apoyando el límite al ingreso de alumnos latinoamericanos o extranjeros.
También en La Nación del miércoles 2 de marzo de 1977:
El Ministro de Cultura y Educación, dijo que el objetivo de reestructurar y avanzar podrá cumplirse gracias a la acción desarrollada en todas las universidades, por los hombres de las Fuerzas Armadas que detuvieron a la subversión enquistada en su seno. Fue una tarea de saneamiento, —que se debe destacar— y de reordenamiento, realizada con ponderación.
Dos días después, el 4 de marzo de 1977, Guillermo Ferrari, rector de la Universidad del Comahue, afirma: "La universidad argentina debe tener un papel de faro, en el que se debatan al más alto nivel científico las posibles soluciones que el país requiere, abandonando para siempre el triste rol de semillero de subversión y cátedra de confusión, para las jóvenes generaciones argentinas". La Nación, el 4 de marzo de 1977, en su artículo: La Universidad de Rosario, señala:
La misión que se impuso el rector de la Universidad de Rosario, doctor Humberto Ricomi, es definida por él como de reordenamiento académico que, alejado del deterioro anterior, vuelva a formar profesionales de primera línea. Advirtió el rector que esas enojosas situaciones no se repetirán si se comienza a preparar a los estudiantes para que actúen como profesionales dentro de 6 a 10 años, porque las distorsiones observadas en los claustros universitarios en años anteriores, provocaron en última instancia campañas como la señalada. Hay que reafirmar la posición argentina –destacó– desde las aulas hasta las más altas posiciones científicas.
Por su parte, el diario Clarín sostuvo una línea editorial similar a la de La Nación. En su edición del 14 de julio de 1977, titula: “El ingreso universitario”. Entre los puntos más importantes de la reunión, que presidió el por entonces Rector de la Universidad Nacional de La Plata, Carlos Gallo, destaca: “Ciclo básico y planes de estudio (reuniones de decanos por áreas de disciplinas); régimen de incompatibilidad docente; presupuesto de las universidades nacionales; consideración de los despachos producidos en las reuniones de comisiones, del 9 y 10 de Mayo y del 8 de Junio”.
Unos días después destaca con especial énfasis:
En la presente semana, altos funcionarios del Ministerio de Cultura y Educación de La Nación, han asumido en sus declaraciones el tema universitario que, por cierto, siempre resulta de especial interés para la opinión pública, como que desde hace demasiado tiempo se plantean los problemas y no se acierta en soluciones concretas, imaginativas y operantes. Se abunda en diagnósticos y escasean las terapéuticas idóneas, y lo que es muy grave: las respuestas se enredan frecuentemente en el párrafo de las controversias ideológicas y en la dimensión menor, de los planteos sectarios y los intereses facciosos. La Universidad del país necesita la generosa actitud de la grandeza, la visión realista de la Argentina que somos y la que queremos conquistar con el esfuerzo y el talento de todos, la convicción firme y constructiva, de que el aporte de la formación y la capacitación de las más altas instituciones del sistema educativo, deberá servir como instrumento y avanzada científico-cultural de la transformación nacional. En este marco, la Universidad podrá definir su estructura y su rumbo. (Clarín, 1977)
Clarín, en su edición del 19 de agosto de 1977, reproduce en una nota titulada “Reordenamiento del campo universitario”, las palabras del secretario de Educación de La Nación, Gustavo Perramón, quien afirmó que “se está estudiando un redimensionamiento universitario para determinar claramente qué organismos van a subsistir como universidades nacionales, y cuáles van a quedar bajo el amparo académico de institutos ya arraigados, que tengan sólida estructura y un afianzamiento en el campo educativo”. El secretario añadió: “La educación es prioridad fundamental del actual gobierno y en este momento la Argentina está saliendo de una situación prácticamente bélica, es decir, que ha debido empeñar sus fuerzas en una lucha muy difícil para terminar con la expresión de superficie de la guerrilla, que quiso copar políticamente a La Nación”.
El matutino La Nación, en su edición del jueves 5 de octubre de 1978, publica una nota titulada: “La cartera educativa y la política universitaria”. Allí el ministro interino de Cultura y Educación, General de División Albano Eduardo Harguindeguy, informaba que el Poder Ejecutivo ejercerá la facultad que le confiere el artículo 10 del decreto N° 2584/77, en el sentido de disponer directamente la aceptación de renuncias, limitación de servicios, cesantías y exoneraciones de rectores o decanos, y sus sustitutos.
Por su parte el diario Clarín, en su edición del martes 3 de abril de 1979, tiene como titular: “Asumieron dos rectores”. En el cuerpo principal de la nota, el Ministro de Cultura y Educación de La Nación, Juan Llerena Amadeo, expresaba:
No quiero volver al pasado, pero no puedo dejar de tener memoria y agradecer a los señores delegados militares que tomaron a las universidades, víctimas del caos y la corrupción, y las devolvieron al país. La comunidad universitaria, la civilidad, tienen una deuda prácticamente impagable con ellos, igual que la tienen con rectores como el que hoy despedimos en esta casa.
Juan Llerena Amadeo, era un hombre de la derecha católica y fue el Ministro que impulsó -con particular interés- la privatización de la educación, y el debilitamiento del carácter público de la educación, al tiempo que definía el papel central de la Iglesia y la Familia en la educación.
Dos semanas después, el miércoles 18 de abril de 1979, Clarín da cuenta del proyecto de una Ley Universitaria cuyo rasgo más saliente es la prohibición de ejercer actividades políticos en salvaguarda de “la transmisión de la cultura y en especial del patrimonio común de valores espirituales.”[4]
De las lecturas de las noticias, puede observarse el despliegue de acciones de inteligencia en las distintas casas de estudios del país. El artículo 7 de la Ley N°21.276, era claro respecto a la prohibición en “el recinto de las universidades, de toda actividad que asuma formas de adoctrinamiento, propaganda, proselitismo o agitación de carácter político o gremial, docente, estudiantil y no docente”. Los recursos solían ser más sutiles, como el caso de la Universidad de Rosario donde “los titulares de ciertas cátedras de la Facultad de Derecho de Rosario, recibieron una comunicación administrativa por la cualque se les hizo saber que había vencido la periodicidad a sus asignaciones”. Se trataba de: Adolfo Albarado Velloso; René Belestra; Sergio Díaz De Brito; Alberto Natale; Colixto Amas Barea; Fernando Brebbia; Carlos Battcock. (La Nación, 1976).
Finalmente, es oportuno recordar que desde 1930 a 1980 la democracia no es un valor compartido ni por la sociedad ni por los países centrales hacia América Latina. Proliferan los golpes militares en distintos años en los países del cono sur.
El Estado es una solución para el desarrollo, pero al mismo tiempo ejerce el monopolio de la fuerza de una manera inédita., En este contexto, resulta clara la importancia de los periodistas y de los medios a la hora de hacer visible un acontecimiento.
No hay duda de que los periodistas no inventan en su totalidad los problemas que hablan; incluso pueden llegar a pensar, no sin razón, que contribuyen a hacerlos conocer y a incorporarlos, como suele decirse, al debate público. Lo cierto es que sería ingenuo quedarse en esa constatación. No todos los malestares son igualmente mediáticos, y los que lo son, sufren inevitablemente una cierta cantidad de deformaciones desde el momento en que los medios los abordan, puesto que, lejos de limitarse a registrarlos, el trabajo periodístico los somete a un verdadero trabajo de construcción, que depende en gran medida de los intereses propios de ese sector de actividad. (Champagne, 2000: 1-2)
Bibliografía
ALMADA, M. Paraguay: la cárcel olvidada, el país exilado, Buenos Aires, Artes Gráficas, 2009.
ALTHUSSER, L. Ideología y aparatos ideológicos del Estado, Freud y Lacan, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.
BILBENY, N. “Exterminio metódico y apatía moral”, en revista Occidente, 1996.
CARDOZO, F. E. “La sociedad y el Estado, en Pensamiento Iberoamericano”, en Revista de Economía Política, Nº 5, Tomo A, Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana y CEPAL, 1984.
CHAMPAGNE, P. “La visión mediática”, en Bourdieu, Pierre, La miseria del mundo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000.
DI NELLA, Y. Psicología de la dictadura. El experimento argentino pisco-militar, Buenos Aires, Editorial Koyatun, 2007.
GOFFMAN, E. Estigma. La identidad deteriorada, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1963.
IANNI, O. “El príncipe electrónico”, en Revista de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes, 2004.
[1] Palabra pronunciada en conferencia de prensa por el presidente de facto, Jorge R. Videla, ante periodistas extranjeros en diciembre de 1977.
[2] Listado de docentes cesanteados: René Saúl Orsi, Carlos Emérito Gonzales, Luis Zeofilo Carreño, Juan Carlos Hitters, Luis Reinaldo Agunsli (Ciencias Jurídicas y Sociales), Roberto Rómulo Fomenti, Osvaldo Mateo Repetto (Ciencia Veterinarias), Ricardo Nazario Ingratta, Santiago Jorge Viale, Fernando y Enrique D’Amelio (Ciencias Médicas) , Rosa Antonia de Lio de Brizzio, Alberto Emilio Brienliuberm, Reinaldo Felipe Bajzaj, Nestor Omar Cortazzo, Hector Luis Dieguez, Alberto Francisco Santacluta, Marta Luisa Blanco de Dieguez, Julio Cesar Nelfa, Orlando Daniel Zabari, Nora Beatriz Campuamo (Ciencia Económicas), David José Alsina (Ingeniería), Norberto Rodolfo Rodríguez Bustamante, Ricardo Juan Ildefenso Gómez, Amalia Haide Latrubesse de Díaz, Rodolfo Antonio Merediz, Nelva Luisa Benítez, Alfredo Llanos, Maria Celia Mercedez de Corsico, Dora Santa Gola de Juiser, Amelia Podetti, Nelida Lomos Balli (Humanidades y Ciencias de la Educación), CarlosS Felipe Mosguera , Juan Rodolfo Roche, Jose Luis Vicente (Ciencias Exactas), Nelly Sofia Kristiansen (Bellas Artes), Elena Kirilowsky , Carlos Juan Lavaguiero, Adela Emilia Ringuelet (Instituto Superior del O. Astronómico), Patricio Mario Villalon (Estudios Superiores de Periodismo), Nelly Sofia Kristiansen, Enriqueta Elena Ribe, Mario Ibarra, Santiago Wallace (Colegio Nacional Rafael Hernandez), Enriqueta Elena Ribe (Liceo Victor Mercante), Nelly Sofia Kristiansen (Bachillerato de Bellas Artes).
[3] Diario La Nación. Domingo 7 de marzo de 1976. “Apoyan una discriminación universitaria”. “La Juventud Sindical Peronista de Córdoba emitió una declaración por la que aprueba las medidas adoptadas por el rector de la Universidad Nacional de Córdoba, doctor Mario Víctor Menso, que limita el ingreso de alumnos latinoamericanos o extranjeros”.
[4] Algunos apartados importantes del proyecto: “Art 2°: Fines de la Universidad. d) La preservación, difusión y transmisión de la cultura y en especial del patrimonio común de valores espirituales de la Nación. Art 3°: Funciones de la Universidad. a) Procurar la educación general de nivel superior, estimulando y disciplinando la creación personal, el espíritu crítico y las cualidades que habilitan con idoneidad, patriotismo y dignidad moral, en la vida pública y privada. f) Contribuir, mediante publicaciones y todo otro tipo de actividad apropiada, a la difusión y a la preservación de la cultura en el país. Art 4°: Prohibiciones. Prohíbase en los ámbitos universitarios toda actividad que signifique propaganda, adoctrinamiento, proselitismo o agitación de carácter político. El ejercicio de cargos directivos es incompatible con toda actividad política partidaria. Las autoridades universitarias se abstendrán de formular declaraciones de carácter político”.
* El plan Cóndor Universitario. Un sistema de persecución política e ideológica en las universidades de los países que integraban el Plan Cóndor. Análisis de leyes, resoluciones y normativas sobre el sistema universitario, en las décadas del ‘70 y ‘80 en los países del Cono Sur, Proyecto P175/11, enmarcado en el Programa de Incentivos del Ministerio de Educación de la Nación. Director: Gustavo González. Colaboradores en la redacción del artículo: Guillermo Cavia, Nancy Fernández y Cesar Valicenti.