Carlos Vallina y Luis Barreras |
El nuevo escenario comunicacional argentino
definido por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
definido por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
Palabras clave
Ley de Servicios de comunicación audiovisual – cultura - comunicación
El nuevo escenario nacional que domina la problemática de la comunicación audiovisual en el campo político- institucional derivado por la aprobación legislativa de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, constituye un nuevo capítulo en la construcción de una cultura regional, en particular la proposición de abrir canales universitarios de televisión que exigen problematizar científicamente las perspectivas que afecten los lenguajes, las creaciones, las producciones y las recepciones consecuentes.
Se impone así también considerar, además de los aspectos estéticos comunicacionales, la disputa jurídico- política que inhabilita temporariamente la vigencia de la Ley mencionada. De modo conjunto los complejos y muy significativos efectos socio-económicos que implicarán en lo futuro la posibilidad de manifestaciones de la diversidad o de restricciones beneficiosas para los altos niveles de concentración existentes en la actualidad.
La obra del comunicólogo hispano-colombiano Dr. Jesús Martín-Barbero posibilitó el comienzo de una comprensión cuya amplitud nos haría entender que la cultura contemporánea no puede desarrollarse sin los públicos masivos.
Este autor ha sido objeto de una intensa referencialidad académica por su aporte en la consideración de las influencias de los Medios Masivos de Comunicación en la etapa histórica que denominamos, genéricamente, globalización o según otros autores, mundialización.
La situación del espacio audiovisual argentino, a partir de la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y el debate jurídico-político en curso suponen una fuente académica fecunda para ubicar las posibles consecuencias socioculturales del territorio en disputa.
Los factores históricos, políticos y esencialmente los culturales fueron revisados drásticamente por el mencionado autor, haciendo hincapié en su principal tesis, que las estructuras sociales no son objetos pasivos sino agentes críticos y activos en las recepciones y en su modo de producir significación.
El uso académico de sus innumerables artículos, la profusión y diseminación de su pesimismo científico y de su optimismo cultural, han establecido como efecto no deseado una potencial disociación entre los medios en tanto productores autónomos de sentido, y las mediaciones sociales consideradas de quizás excesivamente independientes en sus construcciones críticas.
La hipótesis principal de la presente investigación reside en proponer la tesis que implique pensar que las autonomías referidas, están fuertemente vinculadas, que sus influencias son mutuas, dependen unas de otras, y ambos territorios requieren diagnósticos y cartografías que releven la naturaleza compleja de una nueva cultura atravesada por los medios, influida por ellos, así como ellos mismos transformados en la incorporación de formatos inéditos, originales representaciones, narrativas no pensadas, y formas cuyas figuras de racionalidad, superan decididamente las esquemáticas consideraciones tradicionales.
En síntesis, que la actual comunicación audiovisual digital, es el lugar político de lo simbólico siendo junto a la profundización de una democracia real, efectiva y social, la necesaria condición de la confluencia actual para una cultura crítica que asuma la revolución tecnológica, y la de los imaginarios.
JÓVENES, VIOLENCIA Y MEDIOS. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN DESDE LO AUDIOVISUAL
Luis Barreras
¿Qué mayor evidencia de que algo no marcha bien en nuestras sociedades y del malestar profundo que nos habita que pensar en Junior? Él no encontró en la sociedad a la que pertenece razones suficientes para valorar la vida de los otros, la suya propia y sentirse responsable. Contemplar la muerte de los otros jóvenes es mirar de frente el espejo que devuelve lo que se pretende eludir: la responsabilidad social, cuya disolución hace posible que tanto en Litletton (la Columbine de Michael Moore), como en Inglaterra, como en la Argentina y México, aparezcan jóvenes y niños asesinados. (Reguillo Cruz, 2005: 6).
Los hechos de violencia, ocurridos en estos años, que involucran a la juventud nos obligan a deliberar realizando un ejercicio del criterio que demande serenidad y que permita evitar la “sentencia social”, el juicio fácil, para interpretar lo que está sucediendo en nuestras sociedades y la construcción que hacen de ella los medios masivos de comunicación.
Pero, en esta última década, las noticias de los adolescentes, de la escuela, se han trasladado del “género” educativo al policial. El trágico episodio de Carmen de Patagones ha puesto sobre el tapete público la “violencia escolar”. En las aulas argentinas y fuera de ellas, se registraron acontecimientos violentos protagonizados por alumnos armados, disputas entre jóvenes, discriminación por parte de compañeros o profesores y hechos graves de docentes agredidos por los propios estudiantes o por los padres de los adolescentes.
Uno de los ejes principales para reflexionar sobre dicha problemática, es comprender el significado que adquiere la noción de violencia en el ámbito escolar. Para ello, debemos preguntarnos, ¿qué se señala como violencia en las escuelas?, ¿qué universo construyen los medios de comunicación sobre la violencia y las causas de ella?, ¿cómo opera la escuela frente a los hechos violentos? ¿Por qué las instituciones escolares no detectan que hay un chico aislado? ¿Qué factores contribuyen a la existencia de armas en las escuelas?, ¿qué visión tienen los jóvenes sobre el tema? De este modo, podemos reconstruir los diferentes sentidos que adquiere este concepto en el imaginario social y de qué manera interfieren ¿o no?, los medios de comunicación en esa constitución.
Las violencias
La violencia es una categoría clasificatoria, no hay algo que sea la violencia, sino que las sociedades utilizan la noción de violencia para catalogar ciertas prácticas que en algún período pueden ser vistas como violentas, pero esas prácticas en otro tiempo histórico no necesariamente son enunciadas como tales.
En ese sentido, deberíamos hablar de las violencias en plural, reconociendo que la sociedad está atravesada por violencias simbólicas que han permitido la solución o resolución de todo tipo de conflicto a través de esa idea.
Asimismo, aparece como un fuerte problema esta tendencia de adscribir la violencia en función de su escenario (violencia escolar, violencia en el fútbol, violencia juvenil), “estatus social” o su edad, como si por sí solos fueran portadores de explicaciones a priori de la ocurrencia de la violencia. Dichas expresiones en las escuelas son una continuación del modo en que la violencia se instala como lengua franca en esta actualidad.
Ante estos hechos se produce una significación en las formas de expresar tanto la violencia juvenil como la “violencia escolar”, que es el modo en cómo se reduce el análisis posible de esta problemática al encasillarla en un tipo de sujeto, en una zona determinada, eludiendo el contexto y su historia.
Cuando se habla de la cultura juvenil se desarrolla un paradigma de joven, un estereotipo de actor social que no representa a toda la sociedad, sino que se lo reduce a un actor. Como así también, cuando se habla de la cultura escolar se asocia la violencia como una dimensión de esta cultura escolar y se mira, simplemente, la violencia en el plano de la escuela, en el plano de la institución y no se profundiza el diagnóstico de situación apuntando a las prácticas sociales y culturales.
Cuando se habla de “violencia escolar”, deberíamos preguntarnos, si ocurre en la escuela, qué características disímiles posee de la que se da en otros espacios; es decir, el planteo que etiquetan los medios de comunicación y la sociedad como un paquete de la “violencia escolar”, como un producto de la escuela y que inclusive se circunscribe a los límites geográficos de la institución y se analiza, de forma banal, desde el sentido común.
De esta forma, muchas veces las prácticas violentas que se dan en las escuelas tienen que ver con relaciones sociales que se dan por fuera del establecimiento y que se reproducen en el ámbito escolar, por lo cual no existe “el planeta escuela”; de la misma manera cuando se habla de violencia juvenil “no existe el planeta joven” y los jóvenes no están por fuera del espacio social.
La primera estrategia que propongo para pensar este debate sería no enunciar más estos hechos como “Violencia Escolar”, o por lo menos usar las comillas, para poder entender que la escuela y los jóvenes que son parte de estos acontecimientos, no están en un más allá de lo social y esos acontecimientos son parte de una trama compleja que debe ser tratada con racionalidad, serenidad y evitando fundamentalmente la sentencia social.
Los jóvenes
El concepto de juventud ha sido bastante manoseado a lo largo de la historia y esa concepción que antes se planteaba en una idea de futuro hoy deja paso a un conocimiento que habla de una etapa no solo de turbulencia, sino de una moratoria social (postergar las responsabilidades establecidas por la cultura, como la familia, la procreación, etc.). Se la presenta como una edad en la que se eluden los compromisos sociales, pero podemos decir que, en realidad, no existe una única juventud.
Para posicionar el surgimiento de esta noción, muchos autores la sitúan en el fin de la primera guerra mundial y sus años posteriores, sobre todo en la reafirmación de ciertos movimientos juveniles de principios del siglo XX en Alemania e Inglaterra. Pero especialmente, la Dra. Rossana Reguillo Cruz, es quien plantea un debate interesante en esta irrupción, y es que: se empieza a concebir al joven, no como sujeto de derecho, sino como objeto de consumo.
Existe hoy una dramatización relacionada con un imaginario de la violencia de los adolescentes que sirve como estandarte para represiones, baja de edad de imputabilidad y aumento de penas que enarbolan las banderas de la juventud como un riesgo social. De esta forma, ante cada acontecimiento se cuestiona los consumos culturales y las prácticas que los jóvenes establecen en el seno de la sociedad., Estos relatos son en términos de crónicas policiales, caracterizando a los jóvenes como alocados, con armas, apolítico y desenfrenado.
Los jóvenes son aquellos adultos del futuro que tendrían que cumplir con ciertas obligaciones institucionales; pasar por la escuela, formar una familia, conseguir un trabajo, y cumplir sus deberes de ciudadanos cívicos. Pero el problema es que esta idea de ser adulto, desprendida de la modernidad, entró en crisis. La familia, el trabajo y la escuela están siendo cuestionadas como instituciones. Podríamos decir, que ser joven hoy significa moverse en un terreno de puro presente, de futuro incierto y vulnerable. (Saintout, 2006)
En este terreno es donde la TV se vuelve, en palabras de los semiólogos, una institución analizable en tanto lugar donde no solo se representan sino se construyen las identidades juveniles.
La representación mediática de las “violencias juveniles”
En estas construcciones de diversos acontecimientos como el caso de Carmen de Patagones, aparece la victimización del sujeto o la criminalización del mismo, la voz de autoridad y raramente se ve la voz de los jóvenes. Pero cuando ella aparece, se habla de un joven con rasgos sospechosos, violentos que se manifiesta a través del consumo de alcohol, drogas, la utilización de armas o un joven que parece desmembrado socialmente, que no tiene articulación con el resto de sus pares y de la sociedad toda.
En esta idea planteada desde la cobertura de los acontecimientos, hay un reduccionismo que es el buscar una única causa a la violencia: la droga, el alcohol, la televisión, los videos juegos, las nuevas tecnologías. Ninguna de ellas por sí solas logra generar este tipo de manifestaciones sociales y culturales que estamos viviendo hoy. En realidad, se construye una coartada que nos indulta para reflexionar sobre el rol de la sociedad y consigue correr del foco de la escena a los jóvenes de estos sucesos, que son uno de nosotros, son parte de la sociedad, y esa tendencia son intentos de mantener acotadas las expresiones de la violencia.
A lo largo de la historia se ha ido configurando un imaginario social que los medios toman, fortalecen y sostienen: hay jóvenes mucho más violentos que en otras generaciones. En esta construcción se generaron diferentes miedos que se han representado histórica y culturalmente y que además poseen una fuerte impronta en el terreno social. Diferentes actores han sido caracterizados como sujetos del deterioro. En la actualidad el sujeto al que hay que temer son los jóvenes, sobre todo ciertos jóvenes; cuando se habla de “violencia escolar” se los ubica en ciertas zonas, en determinadas escuelas, en franjas de la periferia y cuando acontece un hecho en una escuela del centro hay mucha sorpresa.
Resulta importante revisar la doble hipótesis sobre los medios de comunicación que define Jesús Martín-Barbero (1989) quien ante la tesis de la omnipresente manipulación y sus efectos propone que:
La influencia – social, política, cultural– de los medios no es explicable ni por los dispositivos psicotécnicos del aparato comunicacional ni por los intereses económicos o ideológicos a los que sirve, sino que está profundamente ligada a su capacidad de representar en algún modo los conflictos sociales y de otorgar a la gente algún tipo de identidad. Y en segundo lugar explica que la desproporción del espacio social ocupado por los medios de comunicación es proporcional a la ausencia de espacios políticos institucionales de expresión y negociación de los conflictos, y a la no representación en el discurso cultural de dimensiones claves de la vida y de los modos de sentir de las mayorías (Martín-Barbero, 1989).
Las violencias se diversifican, alimentándose a sí mismas del miedo, de la incertidumbre, de la desesperanza y de la disolución del vínculo social. Desde esta perspectiva este texto pretende ser un ensayo crítico que permita comprender cuál es la relación existente entre los jóvenes, la violencia y los medios señalando la importancia de los hechos como vínculos simbólicos desde los contextos, representando sus realidades sociales, culturales, políticas, económicas, históricas.
Omar Rincón y Jorge Bonilla aportan la idea de la existencia de dos tipos de violencia en la televisión, la que está presente en los géneros narrativos y formatos televisivos tradicionalmente asociados con la entretención; y aquella otra que tiene que ver con los sucesos que presenta la información. En este caso los jóvenes afirman que los noticieros son los programas más violentos, de esta afirmación los autores esbozan dos hipótesis: la primera de ellas es que los procesos de comunicación son el campo clave de reconocimiento social y cultural. En los telenoticieros los jóvenes reconocen las violencias con que están hechas sus realidades locales, nacionales y mundiales. La segunda responde a un posicionamiento de la violencia y de la crisis política como los insumos principales de la agenda informativa de los noticieros de televisión.
Lo que queremos afirmar es que no basta con denunciar lo violenta que es la televisión si a la vez no se intenta preguntar cómo están elaboradas las mediaciones televisivas que se refieren a la violencia y de qué manera éstas retoman y procesan formas de comunicación que desde la vida cotidiana (escuela, familia, amigos) y escenarios de lo público (instituciones políticas, sociales, culturales) promueven el autoritarismo, la exclusión y la negación de formas dignas de convivencia en sociedad. (Rincón y Bonilla, 2012)
Podríamos preguntarnos, entonces, ¿qué significa socialmente esta asociación entre violencia, juventud y medios? Lo que está pasando es que a través de otros relatos sociales se está demonizando nuevamente a la juventud, y aparece esta idea de que hoy el problema de los argentinos es el problema de la seguridad. Hoy se muere más gente en accidentes de tránsito evitables que con la violencia en las calles, sin embargo, el problema está focalizado en la violencia y además tiene ciertos actores que son estos jóvenes construidos como que no tienen posibilidad de futuro.
“Violencia Escolar”. La herramienta audiovisual como modo de intervención
Actualmente, las personas configuran gran parte de su identidad a través de los medios de comunicación, y en ese sentido un modelo de prevención de la violencia tiene que, en primer lugar, enseñarnos a leer y a descifrar lo que construyen los medios. Las violencias se diversifican, alimentándose a sí mismas del miedo, de la incertidumbre, de la desesperanza y de la disolución del vínculo social. El problema no es llevar la cuenta estadística de los hechos de violencia, sino tratar de entender qué pasa. De esta forma, se deberían analizar los casos desde los contextos, representando sus realidades sociales, culturales, económicas, etc. No tomándolos como casos aislados o estancos si no como vínculos simbólicos que nos permitirán obtener un diagnóstico para poder planificar políticas públicas sobre dicha problemática.
Observar comunicacionalmente, la televisión, la cinematografía actual y el rol de los jóvenes al interior de las mismas, en sus representaciones y en los modos de relatar las violencias, propone a la educación un compromiso profundo, dada su prevalencia en la sociedad contemporánea; en la reconfiguración de las agendas públicas y en las formas de representación de las políticas, en su acción con el Estado, con el mercado y con la sociedad.
Los estudios científicos realizados en torno a este tema permiten pensar en la posibilidad y conveniencia de utilizar la tecnología de lo audiovisual con carácter educativo, para prevenir estos fenómenos.
Una de las estrategias sería propiciar en las aulas una lectura analítico-crítica de las publicaciones de los medios de comunicación, documentos televisivos, films, etc.
Películas como Bowling For Clumbine o Elefhant nos permiten entender lo siguiente:
- Una de las principales marcas identitarias señaladas como detonante de estos episodios es la enseñanza que se brinda desde la televisión, pero ya Michael Moore nos enseñó en Blowing For Columbine, en la que intenta reconstruir la masacre ocurrida en Litletton, que en muchos países se consumían películas violentas, o videos Juegos, pero en los casos de Francia y Japón había menos muertes por el uso de las armas que en EE.UU. Por otra parte, se descarta otra de las ideas en la que se plantea a las rupturas familiares como el gran desencadenante de estos hechos; pero Inglaterra, el país de mayor cantidad de divorcios, no tiene la misma suma de tragedias por armas como Norteamérica. Como así también, se critica otra de las reducciones que se piensan a la hora de estos sucesos, como es el Rock, y señalan la particularidad de que Alemania, cuna del Rock Gótico, tiene menor cantidad de causas fatales que la sociedad estadounidense. Estos planteos intentan profundizar la problemática, cuando generalmente se trata de simplicarla.
- Elephant (Elefante), de Gus Van Sant, vuelve sobre la tragedia del instituto americano y hace hincapié en el difícil mundo de los adolescentes. En este film, el director plantea la idea de que los jóvenes están viviendo en una subcultura impuesta por la cultura del mundo adulto. La película muestra un vacío de significación, pero aun así no podemos reducirlo al episodio de unos jóvenes perturbados, aunque quizá lo fuesen. Aparecen en el film nuevos emergentes de significaciones, de decepción escolar, de violencia, de consumo de drogas y alcohol, de anorexia y bulimia. Además del prototipo de jóvenes atletas, bellos, etcétera.
Desde estos y otros films los relatos nos obligan a una reflexión, no sólo estética sino social y política. Que es, precisamente, lo que una obra artística debe provocar.
Asimismo, se puede pensar en diseñar productos comunicacionales, destinados a prevenir situaciones de violencia. En este sentido, con un grupo de investigadores estamos generando cortos documentales que son relatos sobre estos acontecimientos que pueden servir para que la comunidad educativa en su conjunto pueda debatir sobre estos hechos. Entendiendo que una de los pilares fundamentales de esta comunidad es la familia, y que en los últimos tiempos se ha alejado de los establecimientos, recargando sobre ellos no sólo la formación sino también la contención y educación que antes le otorgaba el hogar.
Escuchar a los jóvenes
Las constantes señales de la violencia son actos de crimen y terror, disturbios civiles, conflictos internacionales. Pero deberíamos aprender a distanciarnos, apartarnos del señuelo fascinante de esta violencia subjetiva, directamente visible, practicada por un agente que podemos identificar al instante. Necesitamos percibir los contornos del trasfondo que generan tales arrebatos. Distanciarnos nos permitirá identificar una violencia que sostenga nuestro esfuerzo para luchar contra ella y promover la tolerancia. (Zizek, 2005)
Estas reflexiones surgen a partir de los interrogantes que plantea la relación jóvenes, violencia y medios, e intenta aportar una mirada crítica que no sólo advierta sobre los aspectos manipulatorios de la televisión sino en la profunda relación que la sociedad, el Estado y el medio de comunicación comparten y las mediaciones que de este vínculo se desprenden. Pensar en la violencia aislada de la revisión de la historicidad de la Argentina, su construcción política, económica y cultural no permitiría comprender la complejidad de los relatos mediáticos de la violencia y de los jóvenes en la actualidad. En este contexto, reconocemos que la sociedad está atravesada por violencias simbólicas que han permitido la solución o resolución de todo tipo de conflicto a través de esa idea. Por lo que contener estos modos de violencia sería un eje fundamental, para reconstruir el habla, la ruptura del diálogo que reina en algunos sectores, sobre la base del reconocimiento, la diversidad y el respeto por el otro en tanto sujeto.
Se debe promover la intervención en el sistema educativo a través de la herramienta audiovisual como lugar de ruptura y creación donde cada vez más jóvenes puedan intervenir en los procesos de producción y no solo de recepción de las nuevas obras. El avance de las nuevas tecnologías puede ser un aspecto alentador si los jóvenes pueden ser parte de ellas, crear a partir de ellas y ser vistos en ellas. Hoy, los jóvenes son los protagonistas de ese leguaje, son ese lenguaje a definir, esa imagen a relatar.
En contrapartida, al pensamiento hegemónico sobre la juventud, en los medios de comunicación pocos narran o invisibilizan la incorporación, desde la llegada de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia de la nación Argentina, de una gran cantidad de jóvenes a la militancia política, contrariando al pensamiento que se ha anquilosado en el seno social “los jóvenes no creen en la política”. Los adolescentes recuperaron las banderas de lo político como lugar de transformación de las realidades, volvieron a creer en la idea de futuro y encontraron un crecimiento progresivo en lo educativo y en lo laboral, gracias a un Estado que los representa y los interpela constantemente.
El optimismo que implica la sanción de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en la Argentina, en una nueva concepción de los medios y su relación con el Estado, para comprender y transformar la TV, el cine como espacios de la diversidad de los relatos, donde puedan participar activamente nuevas voces, implica un posible futuro donde las formas de narrar la violencia no sirvan a los fines de la estigmatización y la manipulación sino en la representación y en la reflexión crítica que de ella se desprendan, es decir, relatos donde, en palabras de Walter Benjamin, el contenido de lo real esté presente, pero mucho más importante, donde del contenido de verdad sea el que predomine.
Por último, un eximio periodista Fabián Polosecki declaró “Comunicarse es sentarse a hablar con el corazón en la mano y tratar de encontrar alguna de las formas de la verdad”. Nuestro mayor desafío es escuchar y comprender a estos jóvenes, algo que pocos han realizado hasta ahora, sólo así podremos prevenir esta compleja problemática.
Bibliografía
Martín-Barbero, Jesús. (1989), Violencias televisadas, Ponencia presentada en la I Conferencia de Facultades de Comunicación y Periodismo, convocada por la Unión de Universidades de América Latina, (UDUAL), Bogotá, realizada en la Universidad Central de Bogotá del 13 al 16 de septiembre de 1988, y publicada en la Hojas universitarias, Vol. IV, N° 33.
Reguillo, Rossana. (2000), Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto juvenil, Bogotá, Norma.
Rincón, Omar; Bonilla, Jorge. (Enero de 2012), “Violencia en pantalla: televisión, jóvenes y violencia en Colombia”, en Diálogos, fecha de consulta: 09/07/2013, disponible en:
http://www.dialogosfelafacs.net/violencia-en-pantalla-television-jovenes-y-violencia-en-colombia/
Saintout, Florencia. (2006), Jóvenes: El futuro llegó hace rato, La Plata, Ediciones de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata.
Zizek, Slavoj. (2009), Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Buenos Aire, Paidós.
PENSAR LA IMAGEN HOY. LOS LENGUAJES AUDIOVISUALES
Cintia Bugin/Lía Gómez
Desde el principio la imagen fue a la vez medio de expresión, de comunicación y también de adivinación e iniciación, de encantamiento y curación. (…) De ahí su condena platónica al mundo del engaño, su reclusión/confinamiento en el campo del arte, y su asimilación a instrumento de manipuladora persuasión contagiosa, ideológica. Y su sentido estético está siempre impregnado de residuos mágicos o amenazado de travestismos del poder, político o mercantil. Es contra toda esa larga y pesada carga de sospechas y descalificaciones que se abre paso a una mirada nueva que, de un lado rescata la imagen como lugar de una estratégica batalla cultural, y de otro descubre la envergadura de su mediación cognitiva en la lógica tanto del pensar científico como técnico. (Martín-Barbero: 1997)
Abordar la temática de la imagen en el mundo audiovisual contemporáneo es sin duda una de las tareas con mayores dificultades –dada la complejidad del objeto– y al mismo tiempo, más interesante que tiene por delante el comunicador. Desde este lugar, analizar críticamente la imagen, implica comprender su rol en la actualidad.
Pensar desde una mirada crítica este mundo es poner en relieve el trabajo del mediólogo, aquel que observa lo que en los medios no solo se produce, sino sus mediaciones, observar los paisajes mediáticos, que proveen de un gigantesco y complejo repertorio de imágenes, narraciones y paisajes étnicos a espectadores de todo el mundo, donde el mundo de las mercancías culturales, el mundo de las noticias y el mundo de la política se encuentran profundamente mezclados (A. Appadurai,2001: 26), donde la sociedad mediática puede ser comprendida sólo a partir de estar atravesada e imbricada en y con los medios de comunicación, especialmente en su relación con las imágenes que emanan de la pantalla.
Este mundo audiovisual puede ser comprendido en su dedicación prioritaria a la tarea de representación, desempeñando un papel fundamental en la actividad simbólica del hombre contemporáneo dada su elocuencia propia. La prevalencia del espacio audiovisual emerge dado que se convierte en el lugar por excelencia donde enunciar las nuevas expresividades sociales. Siguiendo la lectura de W. Benjamin, podríamos afirmar que los medios (y en mayor intensidad los audiovisuales) son hoy la clave del sensorium de nuestra modernidad en crisis.
En particular nos interesa plantear que el Cine y la TV contemporánea son sin dudas los dos lugares en los que en mayor medida se despliega la complejidad de la imagen. El título entre la convención y la creación es el primer escalón de la crítica para repensar cuáles son las posibilidades de transformación en favor de una mayor producción, diversa y de calidad, apostando a un público -que es ya activo – a que amplíe sus posibilidades de espectación y a la vez creación de nuevos mundos posibles. Ambos textos indagarán sobre la forma y la importancia de pensar la imagen, en primer término, en la cinematografía desde los procesos de mayor creatividad, en su vinculación con la Comunicación y el Arte; y en un segundo momento, desde el actual panorama televisivos y sus contradicciones y continuidades en la convención y en forma más esporádica, en la creación.
El arte de la comunicación / La comunicación del arte
La nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (Ley 26.526) abrió un panorama nuevo para la comunicación en la argentina. En cuanto al cine específicamente, la ley establece una legislación de pantallas, por decirlo de alguna manera, donde los canales de televisión deberán exhibir ocho films nacionales por año, sumando a la cuota de pantalla que ya regía pero no se cumplía en la ley de cine anterior.
En términos de producción, se debería implementar que el 60% de los canales tengan producción de contenidos propios, por lo cual la imagen va a ser un fuerte campo (ya lo es en la actualidad) de disputa para los discursos sociales.
Este nuevo contexto comunicacional, que empezando por la denominación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual nos permite y nos pide que pensemos la imagen contemporánea. Una imagen que es signo, pero también es sentido, que se deja ver, pero también muestra, que construye y reproduce discursos sociales, que es nuestra pero es ajena, es universal, es histórica. Una imagen que comunica más allá de sus formas, bordes, sombreados, y voces, que nos habla, que percibe y que mira.
Consideramos a la investigación académica como un espacio donde reflexionar sobre el arte, el realizador y su producción, circulación y recepción, donde pensar la obra el realizador y el espectador, donde en definitiva pensar la imagen.
Jesús Martín-Barbero (2005), sostiene que “es un hecho que las mayorías en América Latina se están incorporando a la modernidad no de la mano del libro sino desde los discursos y las narrativas, los saberes y los lenguajes, de la industria y la experiencia audiovisual”. Por ello es importante el estudio del cine en el campo de la comunicación, porque a partir de ello comprendemos las nuevas sensibilidades, concepciones y modos de conocer que están circulando.
La historia del cine no solo proyecta el desarrollo fílmico a lo largo de las distintas épocas, sino también signos de cada cultura, de cada momento, y de cada espacio. Y es además la historia de la evolución tecnológica de los modos de producción de la imagen en movimiento. Esto, hace imposible hablar del cine hoy sin hablar de la televisión, de internet y de la tecnología como herramienta de comunicación, pero también como factor importante a la hora de plantear las modificaciones en los modos de la comunicación, de la emisión, de la recepción y del sentido que se genera.
En la revista KM 111 Dominic Chion (2003) citando a Silverman concibe al cine “no como un conjunto de imágenes por donde pasa la representación histórica, sino el lugar mismo en el que el pasado ocurre”. Todo el campo audiovisual entonces no permite solo la posibilidad de entretener, sino de la existencia de un archivo de la memoria en imágenes interesante para ser utilizado en el campo pedagógico -académico.
En la década del ‘20 Aby Warburg (1866- 1929), un banquero judío alemán, dejó toda su fortuna en manos de su hermano para dedicarse a la construcción de un atlas con imágenes denominado Atlas Mnemosyne que recientemente se vuelve a editar junto con el estudio sobre el mismo del filósofo francés George Didi Huberman en su libro La imagen superviviente (2009) donde plantea que la imagen es un fenómeno complejo e histórico que va más allá de su forma, trabajando la idea de la imagen como la trabaja Walter Benjamin, como vestigio, como un espacio - tiempo policrónico, como una “mariposa” que destella su belleza pero que solo podemos apreciarla al atraparla para abrir sus alas. Dice Didi Huberman:
Si realmente quieres verle las alas a una mariposa primero tienes que matarla y luego ponerla en una vitrina. Una vez muerta, y sóolo entonces, puedes contemplarla tranquilamente. Pero si quieres conservar la vida, que al fin y al cabo es lo más interesante, sóolo veráas las alas fugazmente, muy poco tiempo, un abrir y cerrar de ojos. Eso es la imagen. La imagen es una mariposa. Una imagen es algo que vive y que sólo nos muestra su capacidad de verdad en un destello. (Huberman en Romero, 2007)
Por eso es interesante analizarla en estos términos, porque nos habla de un pasado, de un presente y también de un futuro, es un documento de la memoria de los conocimientos del mundo. Y siguiendo al mismo autor, la pregunta en comunicación debería ser por la complejidad de la imagen y su posibilidad de orientarnos a un conocimiento.
La palabra como la imagen son aquellas por las cuales significamos el mundo, lo interiorizamos, y luego lo comprendemos, lo cargamos de valor y de sentido, de historicidad y de contexto. Lo que nos interesa como lo hizo Warbug (Benjamin también trabajó en ese sentido) es pensar la forma como comunicación de contenidos culturales, es decir, la imagen como universo de detalles de conocimiento del mundo.
Cuando investigamos sobre artes audiovisuales en comunicación, no solo hablamos de lo audiovisual sino de las significaciones del mundo en el cine y por ello la palabra como las imágenes nos permiten pensar en ello.
Walter Benjamin planteaba ya en su época el cambio histórico en cuanto al valor y al aporte de la imagen señalando los prejuicios contra ella. Sostenía que la imagen no solo representaba un avance tecnológico, sino también un avance político y del campo del conocimiento.
Mucho se preocupó Benjamin por este desconocimiento de la fotografía y del cine por los letrados. En su época, el cine era un entretenimiento de masas y nada podía dar a la cultura alta. Sin embargo él confiaba en el poder de la imagen como expresión de algo y su valor estaba dado por el vestigio que dejaba de aquello que fue, por una ráfaga de pasado que traía al presente, por la serie de signos que comunicaban.
Dice Benjamin (en Barbero: 2005):
De las contradicciones que atraviesa la modernidad, el primer movimiento de des-orden en la cultura lo introdujo el cine. Al conectar con el nuevo sensorium de las masas, con la experiencia de la multitud que vive el paseante en las avenidas de la gran ciudad, el cine vino a acercar el cine a las cosas, pues ‘quitarle su envoltura a cada objeto, triturar su aura, es la signatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que, incluso por medio de la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible’.
Consideraciones Finales
La continuidad de la democracia formal, unida a la revolución tecnológica, el extraordinario desarrollo de los medios de comunicación masivos urgidos por el desarrollo de nuevos actores sociales, y específicamente la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual permiten vislumbrar alguna posibilidad de cambio. La llegada de la Televisión Digital Pública abre dimensiones nuevas para el productor-espectador necesitado de relatos distintos, de modos de representar más cercanos a una conciencia social transformadora, ansioso de espacios donde sentirse reconocidos, en especial, los más jóvenes que no encuentran en los medios masivos propuestas que los incluyan ni donde sientan la responsabilidad de participar.
La televisión pública puede experimentar con la potencialidad expresiva del medio. No se trata, dice Jesús Martín-Barbero, de crear franjas de programación con contenido cultural o político, sino de darse la cultura como proyecto que atraviesa cualquiera de los contenidos y los géneros. No se trataría de asegurar la calidad transmitiendo la cultura ya distinguida, sino con una concepción multidimensional de la competitividad: profesionalidad, innovación y relevancia social de su producción (Martín Barbero, 2001, pp. 15-16). Se tratar de incorporar los debates estéticos de los años recientes acerca de la posibilidad de pensar sobre el valor y la calidad en otro lugar que no sea el mercado “por ejemplo en los movimientos que trabajan por la memoria, la comprensión densa de la significación social y la experimentación de los lenguajes como recurso para decir y hacer de otras maneras” (García Canclini, 2008).
Cine y Televisión no son lo mismo, pero sin duda sus puntos de contacto requieren de una mirada atenta. Metz decía que el cine es una técnica de lo imaginario y Carlon lo sigue acentuando como superior a los otros lenguajes, debido a que los contiene. Como lenguaje, esta riqueza perceptiva inhabitual es la que lo llevó en el siglo XX a ser un extraordinario productor de ficciones y no ficciones (ambos desarrollos están contenidos en lo televisivo, constituyen la parte “cinematográfica” de lo televisivo, las producidas bajo la modalidad grabado, que no son en directo). Y en este sentido la televisión siempre ha sido considerada como un lenguaje menor o hasta a veces como un objeto carente de importancia para la crítica y la práctica académica.
Jean Baudillard señala que es la TV donde se da a ver, donde el propio público resulta movilizado como voyeur y juez. Más allá del control, los sujetos involucrados dejan de ser víctimas de la imagen. Se convierten ellos mismos en imagen. Entonces, necesitamos como señala Barbero ir hacia una comprensión de lo que esa mediación de las imágenes produce socialmente, único modo de poder intervenir sobre ese proceso.
Entonces, la lucha hoy es por lograr las imágenes significativas, por hacerlas más cercanas e imaginativas en dispositivos globales, pero desde expectativas locales. El espacio audiovisual se abre ante la mirada de los receptores como un gran escenario donde reconocerse, donde los procesos creativos no sean espacios aislados llevados adelante por un realizador arriesgado sino, así como en el actual cine argentino, la TV abra las puertas a nuevas formas de la imaginería y por tanto a otros modos de conocer y por tanto transformar la realidad que se critica.
Bibliografía
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