Marcelo Belinche y Rossana Viñas




Leer y escribir en la universidad: inclusión y sueños
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BELINCHE, Marcelo y VIÑAS, Rossana: “Leer y escribir en la universidad: inclusión y sueños”, en Anuario de investigaciones 2012, La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, 2013.





La problemática de la lectura y la escritura tanto en el ámbito escolar, como en el universitario es muy debatida, criticada y analizada desde las más variadas perspectivas y disciplinas.

En el caso específico de la universidad, y particularmente en el ingreso a la misma, el escenario se vuelve más complejo y los debates, más intensos.

La investigadora de Flacso Andrea Brito (2010, 124) plantea que es un tema que se ha convertido en preocupación de quienes trabajan en los distintos niveles educativos, manifestando que los alumnos presentan dificultades a la hora de organizar un texto, que se expresan de manera ineficaz por escrito, entre otros.

Por otra parte, la Prof. Paula Carlino, opina “que la escritura plantee problemas en la educación superior no se debe, sólo a que los estudiantes vengan mal formados de los niveles educativos previos. (…). Lo que ha de ser reconocido es que los modos de escritura esperados por las comunidades académicas universitarias no son la prolongación de lo que los alumnos debieron haber aprendido previamente. Son nuevas formas discursivas que desafían a todos los principiantes y, que para muchos de ellos, suelen convertirse en barreras insalvables si no cuentan con docentes que los ayuden a atravesarlas” (2005, 23).

Por eso mismo es importante tener en cuenta el término de alfabetización académica, desarrollado por la investigadora Carlino (2005, 13): “el concepto de alfabetización académica se viene desarrollando en el entorno anglosajón desde hace algo más de una década. Señala el conjunto de nociones y estrategias necesarias para participar en la cultura discursiva de las disciplinas así como en las actividades de producción y análisis de textos, requeridas para aprender en la universidad. Apunta, de esta manera, a las prácticas de lenguaje y pensamiento propias del ámbito académico superior. Designa también el proceso por el cual se llega a pertenecer a una comunidad científica y/o profesional, precisamente en virtud de haberse apropiado de sus formas de razonamiento instituidas a través de ciertas convenciones del discurso”.

En cada nivel educativo existe una alfabetización determinada. Leer y escribir son prácticas que no se enseñan de una vez y para siempre, sino que se enseñan y se aprenden en cada nivel educativo. Son procesos continuos e implican una herramienta para encarar cualquier desafío que la universidad, el mercado laboral o la vida presenten.

Por ello, la lectura y la escritura, en este trabajo, se conciben desde el campo de la comunicación social, como proceso de construcción de sentido; un proceso interpretativo y contextualizado que nos permite integrarnos en el mundo letrado. Tal como asevera el Prof. Jorge Huergo (2011), “comunicación, en términos de producción social de sentidos y educación, como proceso de formación de sujetos y subjetividades”.

Leer y escribir no son actos aislados; se desarrollan a lo largo de la vida y se pueden aprender y aprehender día a día en los distintos contextos que transitamos.

En este sentido, la palabra es una herramienta esencial en la formación y la labor de los comunicadores. Con ella, desarrolla sus actividades, siendo observador y testigo directo de los hechos que lo rodean, analizándolos y también interviniendo en ellos; transmiten e informan aquello que han visto y vivido. Al revisar cualquier actividad tanto de un periodista, planificador o docente, inmediatamente se advierte la importancia que tiene el texto escrito en cualquiera de las formas de intervención de un comunicador.

Por lo tanto, es necesario académica y políticamente, ampliar la mirada y establecer la propia mirada respecto a esta temática. Debemos poder leer el mundo y escribirlo para ser comprendido, desde la precisión y claridad de la comunicación y la sensibilidad del arte.

Asimismo, y coincidiendo con la investigadora Brito, “la otra cuestión que consideramos importante hacer jugar a la hora de analizar la desigualdad en el dominio de la lectura y la escritura en tiempo presente es el impacto de los cambios producidos por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación” (2010, 24).

Al respecto, Feixa (2006, 13) opina que,
“no se trata sólo de que los jóvenes sean el grupo de edad con el acceso más grande a los ordenadores y a Internet, ni de que la mayor parte de sus componentes vivan rodeados de bites, chats, e-mails y webs; lo esencial es el impacto cultural de estas nuevas tecnologías: desde que tienen uso de razón les han rodeado instrumentos electrónicos (de videojuegos a relojes digitales) que han configurado su visión de la vida y del mundo.
Mientras en otros momentos la brecha generacional venía marcada por grandes hechos históricos (la guerra civil, mayo del 68) o bien por rupturas musicales (los Beatles, los Sex Pistols), los autores y autoras hablan de la generación bc (before computer) y ac (after computer)”.

El presente tan cambiante –inundado de avances tecnológicos- y la intensidad de los intercambios de ideas y opiniones entre los distintos actores de la sociedad hacen necesario e ineludible avanzar sobre una perspectiva propia, demarcar el propio campo de la lectura y la escritura, y así analizarlo y formular estrategias para su fortalecimiento y su desarrollo. De esta manera, y en el caso específico de la universidad, se podrá guiar a los estudiantes en su proceso formativo, otorgándoles herramientas, contenidos, metodologías, para evitar el fracaso en el ingreso y en el posterior desarrollo de su carrera universitaria.

El campo profesional, académico, científico y laboral de la Comunicación Social hoy fija y reconoce zonas propias en el debate de las ciencias sociales. La lectura y la escritura y un abordaje específico de ellas demarcan nuestro territorio particular: el de las palabras.

Leer y escribir como herramienta y objetos de estudio

Para poder hablar de la lectura y la escritura en los estudios superiores, es importante analizar la situación con respecto a ella con la que los alumnos llegan a la Universidad. “Más allá de las propias falencias con las que ingresan los estudiantes, el lenguaje técnico y las características textuales de los materiales bibliográficos, podríamos agregar que el ingreso a la Universidad representa un cambio en las formas de leer y escribir y abordar el conocimiento, que posiblemente los alumnos desconocen”, afirma la Prof. Estienne (2004, 37-53).

Y hay algo que de debe destacar como una dimensión importante a tener en cuenta: lo que se espera de los estudiantes ingresantes a la universidad es que ya dispongan de las herramientas necesarias para el trabajo académico universitario.

Porque además, tal como lo manifiesta la Mg. Casco (2009), “las prácticas de enseñanza del nivel superior, por su parte, continúan dominadas por la representación de un estudiante-receptor pasivo. La exposición monológica y la demostración magistral, por ejemplo, todavía tienen un peso muy importante en las aulas universitarias. Una pedagogía de la “cabeza bien llena”, presidida por un docente-fuente y transmisor de informaciones (Arnaud) no hace más que reforzar, antes que desalentar, la pasividad intelectual y los hábitos contenidistas de los ingresantes. A veces, la práctica docente subraya involuntariamente un presupuesto de los “novatos”: el problema de estudiar en la universidad es la cantidad que hay que leer, escuchar y aprender”.

A este presupuesto de “novatos” que menciona Casco (2009), se puede sumar el de “alumno esperado”, con conocimientos y habilidades que se dan por supuestos y que son parte de la estructura académica dominante en la universidad. Parafraseando a Pierre Bourdieu (2005), un novato con un capital cultural esperado en un habitus académico dominante.

En relación a esto,
“es importante resaltar que para Bourdieu la distinción entre las clases está dada por la posición que ocupan sus miembros en la estructura productiva, además de que la forma en que se distribuyen los bienes materiales simbólicos está íntimamente vinculada a la circulación y acceso a los bienes antes mencionados. Así, la cultura dominante se define como hegemónica, cuando se reconoce arbitrariamente su valor en el campo de lo simbólico, donde la cultura y la educación juegan importantes papeles en la reproducción de las diferencias de clases. De esta manera, la posesión o carencia de capital cultural, puede existir como disposiciones duraderas de instituciones como la escuela o también bajo la forma de de bienes culturales como libros, diccionarios, instrumentos, máquinas, etc. El poseer o no un capital cultural ”favorable”, adquirido básicamente en el ámbito familiar, arma las distinciones que día a día hacen notables las diferencias de clases. Por tanto, en la medida en que existe una relación estrecha entre la posición de clase y la cultura, realidades que parecieran tener relativa autonomía, en realidad guardan una profunda interrelación, las relaciones de poder, y por tanto la configuración de las mismas se somete a procesos constantes de confirmación, producción y renovación” (López Saaverda: 2011).

Entonces, contribuir, desde la educación, a la adquisición de ese capital cultural  debe ser una meta. Y escribir es parte importante de ese capital.

En este sentido, la articulación de contenidos Educación Secundaria-Universidad[1], y la escritura en los jóvenes han sido una preocupación desde hace algunos años para el Centro de Investigación en Lectura y Escritura (CILE) y para las cátedras Taller de Comprensión y Producción de Textos I y II[2].

De estos espacios, se entiende a la escritura como una herramienta central en el ejercicio profesional del campo de la comunicación y la lectura contextual o lectura profunda como el punto de vista de la disciplina frente al abordaje de un texto. Trabajando con el alumno de manera personal, para que el proceso de aprendizaje se desarrolle sin discontinuidades ni rupturas, o intentando, por lo menos reducirlas al mínimo posible.

Por eso mismo, la importancia de trabajar con los estudiantes desde sus singularidades, tal como lo afirma Gustavo Bombini (2007), para reinventar la enseñanza de la lectura y escritura en los espacios áulicos por parte de los docentes para de esta manera incentivar a los estudiantes en estas prácticas.

En este sentido, es importante remarcar nuevamente el concepto de alfabetización académica ya ésta no es una habilidad básica que se logra de una vez y para siempre. En las instituciones, particularmente en la Universidad, se tiende a pensar que: “que aprender a producir e interpretar lenguaje escrito es un asunto concluido al ingresar en la educación superior.

Ahora bien, ¿pueden nuestras Universidades seguir ajenas a esta problemática? ¿Continuarán las quejas acerca de lo mal que leen y escriben los estudiantes? ¿Persistirá la idea de que deberían ya poder hacerlo solos? ¿Se seguirá culpando por lo que no ocurre a niveles anteriores del sistema educativo? ¿Se mantendrá la creencia de que leer y escribir conciernen sólo a los especialistas, por ejemplo, en un taller inicial contemplado en algunas instituciones?”, se pregunta la investigadora Carlino (2005).

Escribir en la Universidad desde la comunicación: inclusión, retención y permanencia

Somos docentes universitarios y nuestra labor –atravesada en la actualidad por una serie de interrogantes e incertidumbres acerca de su sentido, sus propósitos y el modo de resolver la práctica de estos desafíos constantes- en las aulas debe ser acompañada en todas y cada una de nuestras prácticas y propuestas por las diferentes instancias de capacitación, investigación y transferencia de las currículas y programas que llevamos adelante. Asimismo, por el trabajo en diálogo con otros docentes que comparten áreas temáticas.

Particularmente, la lectura y la escritura en la educación establecen una relación compleja que invita a ser reflexionada a cada momento, tal como afirma Ana Brito en su libro Lectura, escritura y educación.

Coincidiendo con la mirada del Dr. Daniel Cassany (1997),
“si preguntáramos a los alumnos "qué es la escritura, muy probablemente responderían con palabras como “ortografía, gramática, corrección”, que tienen poco o ningún atractivo para una niña o un joven. Quizás asociarían a la pregunta el libro de texto de gramática o de lengua, o el diccionario. ¡Qué idea tan alejada de la realidad! Usamos las reglas de gramática, pero la escritura es mucho más. Se trata de un instrumento apasionante para relacionarse con la realidad. Podemos compararla a una lupa, a un binóculo o a un telescopio, que permiten explorar objetos, paisajes o estrellas con más detalle y precisión; nos permiten observar todo lo que deseemos y mejor, más a fondo: darnos cuenta de los detalles, aprender, imaginar, reflexionar y gozar de belleza de la realidad (¡o de la invención!). La escritura puede ser comunicativa, creativa, pedagógica o terapéutica.
Sólo si conseguimos cambiar esta percepción pobre y limitada de la escritura, podremos motivar a los alumnos. Sólo si éstos experimentan por si mismos el provecho, las funciones y el placer derivados de la letra, estarán realmente interesados en escribir y en desarrollar los procesos necesarios para hacerlo. A mi entender, sólo hay un camino posible para conseguirlo: buscar experiencias que impliquen emocionalmente a las personas de los alumnos; usar lo escrito para explorar su mundo personal: lo que les gusta, interesa o preocupa”.

En este sentido, la actualización de programas de estudio y de materias que componen el recorrido de nuestras carreras de grado, la formación de equipos de investigación y extensión, la formación y capacitación continua de auxiliares docentes y ayudantes alumnos que trabajen articuladamente conforman una parte importante en el desafío que representa enseñar a escribir en la Universidad.

Nos toca ser docentes en un contexto muy particular de país y eso implica estar atravesados por él. Debemos saber cómo accionar frente a ello.

Por eso mismo, inclusión, retención y permanencia son premisas a no perder de vista en el marco del proceso de enseñanza de la escritura y retomando a Bourdieu (2005), la adquisición de técnicas del trabajo intelectual y arte organizar el aprendizaje para de esta manera,  lograr un proceso formativo contextualizado.

“Las reglas de la cultura universitaria pueden estar muy alejadas de los saberes, representaciones y valores estudiantiles, pero éstos no son todos descartables. Conocer la medida de esa disonancia parece el primer imperativo para mitigarla. Claro que esto no significa solamente detectar las carencias estudiantiles sino también identificar las contradicciones de un sistema de enseñanza en el que perviven prácticas no favorecedoras de aprendizajes legítimos”, afirma la Mg. Casco (2009).

Debemos saber y tener en cuenta que hoy en día, en el ámbito áulico nos enfrentamos con la convivencia de la falta o desactualización de materiales, con las realidades sociales y económicas de nuestros estudiantes, con sus penas y postergaciones, con saberes ausentes que idealmente pensábamos ellos contaban, con la desigualdad social, con el uso/abuso de las nuevas tecnologías de la comunicación… La lectura y la escritura, en ese marco, se constituyen en un desafío a enfrentar para lograr la formación y la inclusión igualitaria, y luego, pensar en su perfeccionamiento.

Leer y escribir son requeridos fuertemente en el campo laboral y profesional de la comunicación, cada vez más competitivo y exigente. En este sentido, es importante adoptar una mirada crítica, en especial, en el pasaje de la Escuela Secundaria a la Universidad, que no debieran ser instancias educativas independientes sino más bien articuladas. De esta manera, se debe pensar en la selección de herramientas y contenidos posibles en las áreas de la lectura y la escritura que dejen atrás las instancias dilemáticas que hostigan no sólo a los niveles educativos sino también a nuestros alumnos.

Porque si los jóvenes estudiantes “quedan fuera del acceso a la cultura escrita, en consecuencia, también lo hace de los procesos de inclusión social. Poder participar del universo de la lectura y de la escritura permite el recorrido de los distintos laberintos que la cultura en general nos presenta día a día como desafío” (Belinche; Díaz; Viñas: 2009, 172-176).

El acceso a la cultura escrita es clave en los procesos de socialización e inclusión social. Y por ello se deben tener en cuenta sus biografías y trayectorias escolares y sociales.

Tal como asevera Huergo (2011) la vida cotidiana no lleva por distintos caminos y lugares que en los cuales cargamos con nuestras modalidades, usos y prácticas, por ende, es imposible separarnos de ese “mundo cultural” que nos da los marcos de comprensión de nuestra realidad más inmediata. En consecuencia, la educación debiera necesariamente preguntarse por esos mundos culturales de los sujetos que está formando.

Leer y escribir bien significan inclusión. Trabajarlas como procesos es incluir; es transformar no sólo a los individuos, sino también a la sociedad.

“Más allá de que la lectura y la escritura son demandas permanentes de la vida profesionales de diversas maneras en las múltiples carreras que se pueden seguir, leer no es sólo un modo de aprender; escribir tampoco se reduce a una manera de demostrar lo aprendido. Una y otra práctica constituyen indiscutiblemente vías de desarrollo intelectual y de integración social; escribir, por ejemplo, es en sí mismo, un aprendizaje, una vía singular de conocimiento, una estrategia cognitiva particular; implica, además, el contacto con el sujeto con convenciones comunicativas de su sociedad en variados grados de compromiso (de la asimilación a la resistencia)”, afirma la investigadora Sylvia Noguera (2007).

Cabe mencionar aquí a Michel Foucault (1994): "la educación es una liberación, la pedagogía una forma de producir la libertad, y tanto la educación como la pedagogía han de preocuparse no de lo disciplinar o producir saber, sino de transformar sujetos. No producir sujetos, sino llevarlos a procesos de transformación de su propia subjetividad”.

Pensar la lectura y la escritura desde la comunicación, en la especificidad de la disciplina, y articularla en una currícula que desarrolle una formación específica en el campo es entenderla como herramienta fundamental para la construcción de sentidos y la comprensión de la realidad, en un territorio donde las palabras son, justamente, territorio propio de quienes la ejercen.

Las palabras son bienes finitos, limitados, deseables, útiles –piensa Foucault (1994)- que plantean desde su mera existencia la cuestión del poder. Por lo cual poder y saber se articulan en el discurso. Todo comunicador, a través de la palabra, tiene un poder que debe saber cómo utilizar. Es una responsabilidad social, cultural y política.

Y la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP lo plantea a través de la currícula de sus carreras, en las que relaciona los contenidos en el grado y posibilita el acceso a un posgrado, la Especialización en Edición (EspE), para la formación especializada en las áreas de lectura y escritura. Porque el editor es un comunicador que debe tener competencias específicas en lectura y escritura y debe estar formado desde la disciplina de la comunicación misma. No sólo debe ser un buen escritor, sino también un excelente lector.

Es decir, es un proceso en el que se produce un trabajo escalonado: desde el ingreso a las carreras, transitando el territorio de las palabras, hasta los estudios de posgrado.

“Expresarnos por escrito es una de las actividades más difíciles, fascinantes y perturbadoras que hayamos podido inventar… (…) he visto a profesionales talentosos que, cuando se deciden a escribir sobre algún tema de su área, enfrentan dificultades similares y pronto caen en un balbuceo ilegible. Créase o no, lo mismo les sucede a muchísimos profesores de gramática e incluso a periodistas, por mencionar a gente cuyo trabajo cotidiano tiene que ver necesariamente con la palabra” (Di Marco: 2010, 11).

Investigar hoy temáticas como la lectura y la escritura y los jóvenes en el ingreso a la Universidad, debido a la actualidad de los debates en torno a ellas, resultan una necesidad académica, política y social. Leer y escribir es inclusión. Es tener posibilidades. Es poder soñar…

Bibliografía

- Belinche y otros. “Jóvenes, lectura, escritura, ingreso a la Universidad y medios” (Ponencia presentada en el 1er Encuentro sobre Juventud, Medios de Comunicación e Industrias Culturales (JUMIC). Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, 9 y 10 de septiembre de 2009).
- Belinche, M. – Viñas, R. – Díaz, C. (2009). “Palabras”, en Anuario de Investigaciones 2006. Ediciones de Periodismo y Comunicación, La Plata, pp. 172-176.
- Brito Andrea (dir.) (2010). Lectura, escritura y educación. Rosario: Flacso Argentina-HomoSapiens Ediciones, Colección Pensar la Educación, p. 124.
- Bombini, Gustavo (2007). Reinventar la enseñanza de la lengua y la literatura. Buenos Aires: Libros del Zorzal.
- Bordieu, Pierre (2005). Capital cultural, escuela y espacio social. Buenos Aires: Siglo XXI.
- Carlino, Paula (2005). Escribir, leer y aprender en la Universidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
- Casco, Miriam (2009). “Afiliación intelectual y prácticas comunicativas de los ingresantes a la universidad”. En Revista Coherencia. Vol. 6 Nro. 11. Colombia, pp. 223-260.
- Cassany, Daniel. “Ideas para desarrollar los procesos de redacción”. Publicado en Cuadernos de pedagogía, 216, p. 82-84. Barcelona: 1993. ISSN: 0210-0630. Monográfico Leer y escribir. Versión mexicana -¡sin autorización del autor!- en Ynclán, G (comp.): Una historia sin fin. Crear y recrear el texto. Fundación SNTE para la Cultura del Maestro Mexicano. México DF, 1997. p. 163-172. ISBN: 970080077-6. Disponible en: http://www.upf.edu/pdi/dtf/daniel_cassany/ideases.htm. Fecha de consulta: 18/02/2013.
- Di Marco, Marcelo (2010). Taller de corte y corrección (3era. Edición). Buenos Aires: Del Bolsillo, p. 11.
- Estienne, Viviana (2004). “Leer y escribir en la Universidad. Un estudio exploratorio sobre las dificultades en el abordaje de la lectura de los alumnos ingresantes”, en revista científica UCES 12, pp. 37-53.
- Ezcurra, Ana María (2011). Igualdad en la educación superior. Un desafío mundial. Los Polvorines, General Sarmiento: Instituto de Estudios y Capacitación, Federación Nacional de Docentes Universitarios, Colección Educación, Serie Universidad.
- Feixa, Carles (2006). “Generación XX. Teorías sobre la juventud en la era contemporánea”, en Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales. Niñez y Juventud. Volumen 4. Nro. 2. Universidad de Manizales, Colombia, Julio-Diciembre, p. 13.
- Foucault, Michel (1994). “Poder y saber” en Mc Laren, Meter, La vida en las escuelas. México: Siglo XXI.
- Huergo, Jorge (2011). “Comunicación/Educación: un acercamiento al campo”. Documento de cátedra Comunicación/Educación. Facultad de Periodismo y Comunicación Social. UNLP. Fecha de consulta: 17/03/2013. Disponible en: http://comeduc.blogspot.com
- López Saavedra, Libert (2011). “Bordieu y Canclini: sus enfoques frente a la globalización cultural”, en Contribuciones a las ciencias sociales. Disponible en: http://www.eumed.net/rev/cccss/12/lls2.htm. Fecha de consulta: 14/02/2014.
- Martínez, Tomás Eloy (1997). “Periodismo y narración: desafíos para el siglo XXI”. Conferencia pronunciada ante la Asamblea de la SIP. 26/10/97. Guadalajara, México.
-  Noguera, Sylvia (coordinadora) (2007). La lectura y la escritura en el inicio de los estudios superiores. Buenos Aires: Editorial Biblos Metodologías.

Notas

[1] El Proyecto antecedente de este es “Articulación Secundaria-Universidad. Saberes comunes y no comunes. Caso de estudio: la escritura y la lecto-comprensión en la Universidad Nacional de La Plata y en la Escuela Secundaria de la Región 1 del Sistema Educativo Bonaerense (La Plata-Berisso-Ensenada- Brandsen-Punta Indio-Magdalena)”, acreditado en Incentivos (2010-2011). Director: Lic. Carlos Guerrero. Código: P/176.
[2] Cátedras fundantes del CILE en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social. UNLP.