Claudio Gómez




Informe sobre viejos diarios argentinos.
-Y algunas consideraciones sobre la batalla
entre el papel y la pantalla-*



Contenido
Albores editoriales
La Prensa
La Nación
La Razón
¿El fin de los diarios?
Notas

Como producto editorial, un diario no escapa a la versatilidad que imponen los cambios en el tiempo: la incorporación de tecnología a las redacciones e imprentas alteró desde la estética hasta los tiempos de producción y edición de los medios gráficos.

En el marco del proyecto denominado “Problemas y desafíos de los medios gráficos locales ante la capitalino-federalización de la información en Argentina. El caso de los periódicos del interior bonaerense durante el año 2000”, se abrieron diferentes perspectivas de análisis sobre dinámica editorial, periodística y artística de los diarios.

Para este trabajo, la revisión histórica de los primeros diarios y periódicos que latieron al ritmo de los acontecimientos sociales del país y del mundo aparece como una condición interesante e ineludible.

Este repaso arroja, además de información sobre la identidad del periodismo argentino, antecedentes y datos poco conocidos, a la vez que anécdotas que hablan también de la idiosincrasia del cuarto poder vernáculo.

Albores editoriales

Un martes 19 de junio de 1764 se distribuyeron, acaso por primera vez por el puerto de Buenos Aires, las gacetas o gazetas manuscritas, en hojas de 25 por 15 centímetros de diámetro, cuyo contenido refería básicamente información relativa a actividades comerciales o mercantiles.

Sin embargo, la mayoría de los historiadores e investigadores de la actividad periodística en Argentina prefieren ir unos años más adelante y puntualizar el nacimiento de la gráfica informativa nacional en un producto más elaborado, con un formato definido y de periódica circulación. Así, señalan como punto de partida a la vida editorial a El Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de La Plata(1), cuyo nacimiento data del 1 de abril de 1801 y su muerte del 17 de octubre de 1802. Su dueño y editor, Francisco Antonio Cabello y Mesa, lo sacaba dos veces por semana, con 8 páginas y lo imprimía en la imprenta de Los Niños Expósitos.

El 7 de junio de 1810, Mariano Moreno –secretario de la Primera Junta- inauguró La Gazeta de Buenos Aires, ideada como instrumento de difusión y defensa de los intereses revolucionarios e independientistas de la hora. “Rara felicidad de los tiempos en los que se puede sentir lo que se quiere y decir lo que se siente” era el lema del diario.

En el Río de La Plata, entre 1810 y 1820, aparecen y desaparecen más de cien periódicos: hojas, hojitas, panfletos y otros de mayor acabado editorial surgen y se desvanecen en unos cuantos números.

Recién en 1867 aparece el primer diario noticioso y de interés general: La Capital, de Rosario. Estuvo en las calles de esa ciudad un 15 de noviembre de 1867. En ese tiempo el diario fundado por Ovidio Lagos era vespertino y sus ediciones eran anunciadas con la estampida de un cañón. Para 1905, la edición tenía 16 páginas; en 1906 el diario ofrece su primer suplemento ilustrado, de 28 páginas, con portada a todo color.

Una verdadera revolución en la comercialización de los diarios de la época la introduce Manuel Bilbao(2), cuando funda La República. Para la venta de su producto contrata unos cuantos muchachos con el propósito de que vocearan el diario, cuyo precio alcanzaba 1 peso. Hasta entonces, en promedio, el valor de una suscripción mensual era de 40 pesos y el de un número suelto de 3 pesos. Los lectores podían utilizar ese mecanismo o buscar el diario directamente en las imprentas. A partir de la idea comercial de Bilbao, el producto llegaba al público en la calle(3). Se trata, claro, de un antecedente del canillita.

La Prensa

Cuando el 18 de octubre de 1869, a las tres de la tarde, salió a la calle el primer ejemplar de La Prensa, se concretaba un anhelo personal y comunitario de José C. Paz(4). Curiosamente, hoy es un tabloide de circulación nacional adquirido por la misma empresa del matutino La Capital de Mar del Plata. En sus inicios fue una hoja inmensa de 50 por 56 centímetros. La Prensa llegó a ser el diario más popular de la Argentina -contaba con corresponsalías en cada provincia, en todas las capitales americanas, en la de los Estados Unidos y en las más importantes de Europa, y colaboraban en sus páginas las firmas más importantes de las letras.

Por entonces, José C. Paz vigilaba la marcha de la redacción, de la impresora y junto con su señora, Zelmira Díaz, hasta se ocupaban del atado de los paquetes de ejemplares para su distribución posterior.

En sus primeros años, según relata quien fuera director del diario en 1996, Gerardo Ancarola, La Prensa toma una tendencia ascendente de venta y llega a los 25.000 ejemplares. A fines del siglo XIX, vendía 77.000 ejemplares y en los primeros años del XX supera los 100.000. En las primeras ediciones tenían sólo 5 avisos, en 1899, tiempo en el que ponen en funcionamiento sus nuevas rotativas, las publicidades totalizaban 1581.

La Nación

Nueve socios tuvo que reunir el ex presidente, general y abogado Bartolomé Mitre para que financiaran su proyecto. El 4 de enero de 1870, con una tirada de 1.000 ejemplares y un capital de 800.000 pesos nace La Nación(5). Era una inmensa hoja de casi un metro de alto por medio de ancho, que salió de la imprenta, situada en los bajos de la casa del doctor José María Gutiérrez, en la calle San Martín 124, de la numeración antigua.

En abril de ese año se traslada a la residencia particular de Mitre, que es hoy el museo que lleva su nombre. En 1885 se inauguró en el solar adyacente a esa mansión uno de los edificios que sobre la calle San Martín se extendería en dirección a Corrientes. En esas casas La Nación estuvo hasta 1979, año en que se instaló en su actual sede de la calle Bouchard, entre Tucumán y Lavalle. En 1929 salió el edificio del diario a la calle Florida, con el frente concebido en notable estilo colonial.

En los primeros tiempos La Nación se imprimía en máquinas planas en las que había que poner pliego por pliego y, a veces, poner el mismo pliego primero de una cara y luego de la otra. Se componía tipo por tipo, a mano, letra por letra.

A fines del siglo pasado la impresión pasó a hacerse con las rotativas de la casa Marinoni, de París, en cuyo diseño colaboró el ingeniero Emilio Mitre. En 1901, incorporó a sus talleres las linotipias, máquinas que reemplazaron a la composición manual.

La Razón

La Razón renueva la idea del diario de noticias de interés general, intentando alejarse de tendencias partidistas. Fue creado por Emilio B. Morales el 1 de marzo de 1905. Sin embargo, sería José A. Cortejarena, profesor de letras y destacado periodista de la redacción quien le otorgaría al producto una particular impronta(6). En 1907, Cortejarena compra La Razón, un diario sábana de 7 columnas, estructuralmente muy parecido a La Prensa y La Nación. Su nuevo dueño le cambió la tipografía y pasó de una edición casi artesanal a otra de características industriales. Ya en la década del ’30, Guillermo Salazar Altamira lo convierte en vespertino y apela a tapas vendedoras para diferenciarse de la competencia.

Las consecuencias de la Ley de Educación Común N° 1420, de 1884, influyó definitivamente en la proliferación de la prensa escrita. Argentina se constituyó en el tercer país del mundo en imponer una norma de alfabetización. Así, el analfabetismo descendió más del 40 por ciento. Con la Primera Guerra Mundial, el papel comienza a escasear, cuando la celulosa se utiliza en la fabricación de explosivos. En 1926, Argentina consume el 66 por ciento del papel de diario que circula por toda América Latina. Por entonces, los lectores, por estadística, adquirían dos matutinos y una revista regularmente.

Precisamente, muchas de las atractivas ilustraciones y personajes de historieta en las revistas serían reemplazados por dibujos y aún seres humanos que aparecerían en la pantalla grande como entremeses de importantes filmes, muchos de ellos de tinte histórico.

En efecto, en la década de 1920 la radio y el cine comienzan a disputar un espacio informativo que había sido dominado por los medios gráficos.(7)

¿El fin de los diarios?

No bien ingresado el siglo, entre los muchos cambios que se esperaban (y aún se esperan) figura la muerte del diario en su soporte de papel. Algunos le auguran un pronto deceso y su reemplazo por las ediciones digitales, otros, en cambio, suponen, es cierto, una disminución en las ventas, pero su continuidad a partir del consumo que pueden hacer del producto lectores que no permitirán su ocaso y profundizarán sus exigencias editoriales.

Los cierto es que podrían argumentarse ejemplos internacionales y nacionales de desapariciones y regresos de diarios permanentemente en el mercado periodístico; y también voces que justifican cada una de las teorías sobre muerte y resurrección de los matutinos y aún otras que hablan de zonas grises y de convivencia entre los diarios y los medios electrónicos.(8)

Así como reflejamos el surgimiento de algunos de los pioneros diarios del país, aparece oportuno e interesante echar una mirada a los primeros pasos de la red de redes, menos para develar su futura competencia con los medios gráficos tradicionales que para entender su presente.

En los años 70, con fuerza y singular protagonismo la microelectrónica irrumpe en las redacciones. Se trata de un instrumento nuevo que, por cierto, pregona mejoras inmediatas en los niveles de edición, pero que recién se verán efectivamente acabados cuando los hombres de la prensa aprendan adecuadamente su utilización. De esa forma, el tradicional sistema de producción de los medios de comunicación basado en la máquina de escribir y el plomo fue sustituido por la microelectrónica, en particular en los principales periódicos del mundo occidental.

Como todo cambio, este también fue rechazado. La incorporación de la nueva tecnología, era verdad, habilitaba velocidad y calidad en términos de edición editorial, pero, a la vez, dejaba sin trabajo a una buena parte del personal de los diarios.(9)

Una vez los ordenadores en las redacciones, en las oficinas y en los domicilios, se abre una flamante prospectiva sobre la distribución de la información y también, por supuesto, sobre la entrega de la información periodística. En 1969, se realizó el primer ensayo de cuatro ordenadores interconectados en diferentes universidades de EEUU. Nacía un nuevo espacio, un espacio virtual, cuyas características fueron definidas por los técnicos e ingenieros que lo diseñaron como una "Red de Arquitectura Abierta" (RAA).

Las características de la red serían ambiciosas: el contenido lo pondrían los usuarios; su acceso sería universal y simultáneo, no dependería ni de distancia, ni de tiempo, siempre que el usuario lograra conectarse a un ordenador de la Red. Además, en esa red, ningún ordenador controlaría las funciones de los demás. En poco tiempo, el sistema contó con un nuevo servicio: el correo electrónico.

Desde ese momento, la red no ha ido sino en permanente crecimiento. En la actualidad se calcula que existen más 80 millones de computadoras interconectadas, que alimentan más de 400 millones de usuarios.

A principios de los 90, cuando el Ministerio de Defensa y la National Science Foundation (NFS) deciden que ya no invierten más en aquella red (denominada ArpaNet), comienza el proceso de interconexión de todas las redes basadas en su protocolo de comunicación --TCP/IP-- que habían florecido durante los años 80: ArpaNet, Compuserve, AOL, APC, Prodigy, redes académicas, comunitarias, "free-nets", etc). Así nace Internet (Internetworks, Entre-redes).

Por ahora, los diarios que conocen la conveniencia del servicio Internet, utilizan la red para anticipar noticias y copiar de manera más o menos fiel su edición en papel para reflejarla en la pantalla. De a poco, pequeñas empresas periodísticas, junto a sitios de entretenimiento y correo gratuito, incursionan en la aventura de publicar su propio diario virtual.

La convivencia del papel y la microelectrónica en materia de información periodística parece apacible y estancada. Nadie acierta a pronosticar el futuro de uno y de otro, pero, se sabe, hay una nueva forma de diario. El tiempo dirá cómo será leído.

Notas



* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación “Problemas y desafíos de los medios gráficos locales ante la capitalinofederalización de la información en Argentina. El caso de los periódicos del interior bonaerense durante el año 2000” dirigido Reynaldo Claudio Gómez e iniciado el 01/05/00. Forman parte del equipo de investigación: Natalia Iñiguez Rímoli, codirectora; Florencia Burgos, Paula Pedelaborde, María Elena Beneítez, Carlos Dana, Mariana Pascual, María Angélica Gómez y Walter Romero Gauna.
1 En la página web www.almargen.com.ar/sitio/sección/historia/cabello, puede verse la portada del Telégrafo Mercantil de Francisco Antonio Cabello y Mesa.
2 Manuel Bilbao, jurisconsulto y periodista, nació en Santiago de Chile en 1828. Estudió leyes y recibió el título de abogado en 1850. En ese año contribuyó a la formación de la “Sociedad de la Igualdad”, fundada por su hermano Francisco, y para ella redactó el Periódico La Barra. El movimiento revolucionario del 20 de abril de 1851, organizado por su hermano, lo condujo al destierro. Radicado en Lima, redactó la Revista independiente y se dio a conocer como novelista publicando El inquisidor mayor o historia de unos amores, poco después escribió su obra Historia del General Salaverry.
Pretendió intervenir en la política interior peruana, lo que movió al gobierno de ese país a desterrarlo al Ecuador en 1854. Dos años más tarde, de regreso en Lima, publicó dos libros: Compendio de la geografía del Perú y Compendio de la historia política del Perú.
Establecido en Buenos Aires se dedicó al periodismo, en 1866 redactó el diario La República -con el cual se inició el periodismo moderno en nuestro país- y en 1873 fundó La Libertad, desde donde sostuvo violentas polémicas con Sarmiento. Clausurado este diario escribió en La Prensa.
3 (...) “Los dueños de otros periódicos, en cambio, seguían sugiriendo a los lectores que los recibieran (a los diarios) por suscripción o que fueran a retirarlos directamente en las imprentas, pero no eran partidarios de vocearlos porque consideraban que andar a los gritos por las calles era una costumbre más para vendedores de pastelitos que de papeles impresos”. Del libro Paren las rotativas, de Carlos Ullanovsky, pág. 15.
4 (...) “José C. Paz murió en Francia en 1912 dejando tras él una empresa floreciente y un diario único para la Argentina, que contaba ya entonces con consultorios médicos y jurídicos gratuitos, además de la biblioteca pública que sigue cumpliendo con sus funciones hasta ahora.
Los tiempos de bonanza habían hecho posible que La Prensa levantara su monumental edificio provisto de transmisores y receptores de cables noticiosos y teléfonos -aún no había
comenzado el siglo XX- en la recién inaugurada Avenida de Mayo. Esa construcción, rematada por la farola característica que sirvió -por encima del espacio del laboratorio meteorológico- de faro a los barcos y sería luego un símbolo de la libertad de expresión, es ahora la Casa de la Cultura del Gobierno porteño”. De Esta es la historia del diario. La Prensa, institucional.
5 (...) “Lejos de ser el fruto de la abundancia, LA NACIÓN nace del esfuerzo modesto y obstinado de quien no posee otros bienes que los del espíritu y los de la voluntad. “Entre diez amigos -escribe el fundador al general Paunero- he levantado el capital necesario, que son ochocientos mil pesos" y añade, haciendo un recurso somero de su estado anímico: "En fin, tengo energía para trabajar, no siento ninguna amargura para volver a empezar mi carrera, volviendo a ser en mi país lo que era en la emigración.
“Varones distinguidos, en una época en la que el país contaba con tantas personalidades eminentes, le brindaron su apoyo. A su lado, como en tantas ocasiones venturosas y adversas, unidos por el mismo ideal y la misma esperanza, José María Gutiérrez, Rufino y Francisco de Elizalde, Juan Agustín García, Delfín B. Huergo, Cándido Galván, Anacarsis Lanús, Adriano E. Rossi y Ambrosio P. Lezica”. De Síntesis Histórica. La Nación, institucional.
6 (...) “Aunque en ese entonces no se hablaba de “bajada de línea”, eso fue lo que el señor Cortejarena le hizo a sus redactores al hacerse cargo. Les dijo que no confundan la moral con los sentimientos, ni mezclaran los principios con las instituciones, además de sugerirles que fueran parcos en el elogio y serenos en el ataque”. Del libro Paren las rotativas, de Carlos Ullanovsky, pág. 25.
7 “Si algo caracteriza al mundo editorial de esas décadas es la consolidación de empresas multimedia, fenómeno derivado del desarrollo de la radio (...) Las editoriales más poderosas –Haynes, Crítica, La Nación y Atlántida- adquieren emisoras de radio y otros medios gráficos y, a veces, como Botana, también se dedican al cine”. De un ensayo del historiador Sergio Pujol.
8 “En este sentido, resulta interesante el ensayo de Héctor Schmucler y Patricia Terrero, cuyo título aparece como muy significativo: “El incierto destino de la prensa informativa”. (En: Rivera, Jorge – Eduardo Romano (Comp.). Claves del periodismo argentino actual. Bs. As., Ediciones Tarso, 1987.) Los autores se interrogan acerca de si se está ante la muerte o un nuevo nacimiento de los medios gráficos.
“’¿Cuál es el porvenir de los medios gráficos impresos frente a la expansión de las nuevas tecnologías informáticas y de telecomunicaciones? ¿Estamos viviendo el amanecer de una nueva historia de la prensa escrita? ¿O estamos presenciando su ocaso definitivo arrastrada por un movimiento que parece terminar con la escritura material (huella ejemplar de la cultura humana) en favor de los puros impulsos lumínico-electrónicos? Cualquiera sea el pronóstico –y ninguno es sólidamente demostrable- lo cierto es que se están imponiendo cambios sustantivos que seguirán en aumento y que afectan desde el proceso de trabajo en la redacción e impresión hasta el papel socio-político que tradicionalmente se le asignó a la prensa de Occidente. Las alteraciones previsibles reasignan lugares en las jerarquías internas del periódico y también reubican la concepción misma del periodismo y el periodista: la cultura del oficio tiende a redefinirse’.
“Lo relevante del cuestionamiento de los autores es que plantean a la vez dos aspectos problemáticos y complementarios: por un lado, el cambio socio-cultural provocado por la irrupción de lo audio-visual y su impacto sobre la prensa, y por el otro lado y simultáneamente, los cambios provocados en el propio quehacer del periodismo gráfico por la aparición y la aplicación de nuevas tecnologías para la elaboración y producción del diario”. Del artículo “A propósito de la prensa escrita ¿ocaso o renacimiento?”, de María Elena Sanucci. Oficios Terrestres N° 1.
9 “Hubo conflictos épicos en Fleet Street (sede de los grandes medios británicos), en The New York Times, The Washington Post y muchos otros periódicos. Se cerraron algunos medios y muchas huelgas desembocaron en asaltos a talleres gráficos.
Cuando el polvo se asentó tras la batalla, el paisaje había cambiado considerablemente. Aparte de los cambios más evidentes en las redacciones y los talleres de los medios de comunicación, había aparecido un nuevo sistema de procesar, almacenar y distribuir información, barato en comparación a sus prestaciones y ubicuo en cuanto a sus funciones”. Del texto que sirvió de base a la Conferencia sobre Periodismo y Globalización en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona el 25/6/01. En el evento, organizado por el Sindicato de Periodistas de Catalunya, también participaron el sociólogo Manuel Castells y Alfredo Maia, presidente del Sindicato dos Journalistas de Portugal.