María Teresa Bonet y Carlos Ciappina |
Representaciones, discurso y comunicación.
El peronismo, 1945-1973.
El peronismo, 1945-1973.
Forma de citar | BONET, María Teresa y CIAPPINA Carlos: “Representaciones, discurso y comunicación. El peronismo, 1945-1973”, en Anuario de investigaciones 2011, La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, 2012. |
Prólogo
Todo el aprendizaje había sido inútil. Un nombre repetido hasta el agotamiento era lo único que conglomeraba y movía, y hacía saltar y llorar [...]. Y ya también empezaba a fascinarnos.
David Viñas, Centro
Este libro presenta tres grandes dimensiones, analítica, filosófica e historiográfica, desde las cuales es posible continuar indagando sobre el significado del peronismo como hecho histórico que, procesado por múltiples narraciones, permanece constituyéndose en un debate que este presente político actualiza.
Los itinerarios de los autores que aquí se reúnen tienen procedencias variadas respecto de los campos en los que se inscriben sus temas de interés, siendo a la vez convocados por los estudios sobre el peronismo. De ese modo los aportes de especialistas en la Comunicación así como en la Historiografía y la Filosofía poética permiten dar un paso más hacia la comprensión de lo que ha significado, para la historia política de nuestro país, la antinomia peronismo-antiperonismo: el desdoblamiento interno y externo que provocó su irrupción entre los intelectuales de izquierda; la convicción de la lucha dentro y fuera del partido peronista de la izquierda nacional; la compleja posición de una prensa específica motivada por la cercanía, no sin contradicciones políticas, con el programa del peronismo de los años cuarenta; la narrativa del diario La Prensa en manos de la CGT durante los años peronistas, publicación simbólica tanto para el peronismo como para el antiperonismo; la narrativa del cine sobre el mito de Pueblo y Nación contenido y revisado a la luz de otro modo de representar el significado del peronismo donde perdura lo mítico como deseo profundo de un pueblo dignificado y desde donde también una ética que exige mirar la realidad con afán superador, despoja a los símbolos de su idealización.
Cuando hablamos de discursos históricos nos referimos a la configuración que supone el propio acontecer y los diferentes modos con los que las narraciones le confieren su sentido. Nos referimos al discurso metahistórico cuyo entramado expresa una posición política sobre un futuro deseable. Polémico, poético, descriptivo, analítico o reflexivo, el discurso presente sobre el pasado contiene siempre una proyección hacia el futuro de la sociedad a la que se aspira.
Así, como condensación heterogénea de imágenes, retazos de variadas ideologías, el peronismo fue uno en sus orígenes, habiendo nacido con la intención de constituirse en una configuración policlasista. Otro, cuando la irreverencia cultural o el modo de irrupción política de las masas desdeñadas por la cultura y los intereses dominantes, fueron confinando al propio Perón a una más nítida definición por los excluidos. Otro, cuando la expresión más dramática de la antinomia peronistas- antiperonistas llegó hasta el desenlace brutal de los segundos hacia 1955. De ahí en más, lejos de destruirlo, la proscripción conduciría a una resistencia que sumaba cada vez más trabajadores dispuestos no solo a defender al peronismo sino a transformarlo. Misión que ya Cooke había iniciado en los años cincuenta y que profundizaría mucho más a partir del golpe militar de 1955. Hacia 1973 el peronismo volvería a ser experiencia en el gobierno ahora con un programa mucho más radicalizado que en su etapa clásica. Mutilado y destruido como toda la sociedad politizada, emergió hacia 1989 con su cara más oscura: “el peronismo contra el Estado”. Su resurgimiento bajo otras formas histórico-políticas a partir de 2003, hace posible la recuperación de un debate sobre los peronismos a propósito de la política, cercenado durante los años noventa.
Lo cierto es que los discursos sobre el peronismo a partir de 1955, a pesar de una declamada pretensión de asepsia político-ideológica desde el campo académico, se impregnaron de una profunda subjetividad que alcanzó las mismas dimensiones del impacto emocional y racional que la formidable distribución social de la riqueza había producido en los sectores populares y en la propia burguesía a partir de 1944.
Introducción
Una primera parte del libro se dedica a “Las representaciones en los discursos históricos” y, dentro de ella, en el primer capítulo Patricia Berrotarán y Alejandro Kaufman escriben “La construcción de la tiranía: el Libro negro”.
A lo largo de su texto y a través del análisis exhaustivo de un discurso, los autores desnudan el efecto retórico con que el Libro Negro constituyó “una matriz sobre los modos de hablar del peronismo” para justificar, con amplio consenso, su prohibición. Apoyándose en la sociología del lenguaje, economía de los intercambios simbólicos, demuestran cómo fue posible construir un léxico capaz de consolidar al peronismo “como objeto de prohibición, rechazo y silencio”. Como configuración narrativa en la que el entramado entre realidad y ficción fue construido por el discurso hegemónico, la intención inmanente a su estructura consistió en la naturalización de una práctica difamatoria tanto en el hablar corriente como en el intelectual.
En primer lugar los autores ponen relevancia en las analogías con los regímenes totalitarios europeos de las que el peronismo fuera objeto en aquellos años y cuyo efecto, con algunos matices, aún perdura. En este texto, la construcción de ese discurso tuvo como causa ausente y, sin embargo, omnipresente, el fracaso de la proscripción del peronismo. Pero fundamentalmente, esos rasgos analógicos, pretendieron generar efecto de realidad acerca de un hecho “de naturaleza perversa” sin la necesidad de contrastar su verificación con lo realmente acontecido.
En efecto, con anterioridad a la publicación del Libro negro, se reeditaban otros que acusaban a Perón y a Eva de su relación con el nazismo y que notificaban de forma escrita rumores de enriquecimiento ilícito con los que se pretendía crear “un antimito”.
Las consecuencias no intencionales que la desperonización produjo en la mayor parte de la sociedad, “un peronismo cuya fuerza y vigencia también se visualizaba en las calles y en distintas demostraciones populares”, se presentaron como un presagio de que algunos juicios de la libertadora debían ser revisados. El Libro negro se presentaría, entonces, como “la verdad”, una verdad autosustentada “en los archivos de aquello que había sido ocultado y negado por la tiranía”.
El Libro, declamación de frases reprobatorias que, en la hipótesis de los autores, estaba destinado a confirmar aquello que la amplia identidad antiperonista ya pensaba, se constituyó en la biblia de quienes aún consideraban a “la Revolución libertadora como la redención de todos los males”.
Con la dilución de la masacre producida por el bombardeo del 16 de junio en Plaza de Mayo dentro de la información sobre “los incendios de los templos católicos”, y la identificación del brutal avasallamiento con la inmediata convocatoria de la CGT , asociación capciosa que los autores develan con agudeza, el Libro recurre a “la culpabilización de la víctima”, “clásico instrumento del racismo”.
Más de cuarenta adjetivos, reiterados y adversativos sobre la persona de Perón, se exponen en este libro cuyos efectos retóricos, volviendo a sus ideas iniciales, el presente texto pone al descubierto: “Quien se vea acusado como perteneciente al objeto de la aversión, se verá reducido al silencio…”
En el capítulo segundo, “John William Cooke. El peronismo en los años sesenta”, Carlos Ciappina analiza dos libros centrales en el pensamiento y el discurso político de Cooke: Peronismo y revolución y Apuntes para la militancia. El clima social signado por los efectos de la radicalización política a partir de la Revolución cubana, proclamada socialista desde 1961, así como las categorías Tercer Mundo, Movimiento de No Alineados, Descolonización, Socialismo, Imperialismo impregnan de sentido el lenguaje latinoamericano hacia el socialismo. En ese contexto político e ideológico el autor presenta el pensamiento y la acción de John William Cooke desde el interior del movimiento peronista hacia la heterogénea formación del socialismo nacional.
El texto va desplegando la precisión ideológica y la praxis que el discurso de Cooke va alcanzando al compás del compromiso de su acción política con la lucha revolucionaria en Cuba y en su propio país.
De ese modo el autor nos presenta los puntos críticos que el político, militante y escritor señalará constantemente al peronismo burocratizado en su afán docente por trabajar por su transformación hacia el Movimiento de Liberación Nacional anticapitalista.
Así, tanto en su oculta correspondencia con Perón como en Apuntes para la militancia observamos sus advertencias sobre las contradicciones que el peronismo contiene: “la política de ‘bendecir a todos’ los miembros del movimiento y la resistencia a transformar al peronismo en un partido obrero de carácter revolucionario”. Esa tarea para la transformación se hará mucho más pujante hacia 1966, luego del Golpe Militar de Onganía.
A lo largo de esos libros, Cooke desarrolla una historia del país que Carlos Ciappina analiza a partir de una extensa selección de citas que se centran en los sucesos posteriores a 1943 para hablar allí de una verdadera Revolución. Sus definiciones nos presentan a un movimiento que debe entenderse como un nacionalismo industrialista de carácter proletario cuya experiencia en el gobierno solo duró diez años sin lograr despojarse totalmente de la “oligarquía”.
Como cambio político incompleto, necesariamente para Cooke el Peronismo no será igual al de sus orígenes en 1955 y más aún en 1964. Sus definiciones más profundas se producirán hacia 1955 cuando la alianza policlasista deje de existir para dar paso a la lucha de clases y al lugar de la clase obrera como soporte del único apoyo a Juan Perón.
Enfáticamente, durante la imposición del “Estado Burocrático Autoritario” de Onganía, Cooke continuará alertando al movimiento acerca de la imposibilidad de una construcción de cambio profundo desde la negociación política posible en 1945, para afirmar con certeza que la persistencia de la burocratización del peronismo ortodoxo se debe a la ausencia de una teoría revolucionaria que posibilite una verdadera transformación.
Sobre el final del texto el autor despeja ya no el significado del Peronismo en Cooke sino de aquello que deberá ser a partir de un Estado que centra su acción en la exclusión política de las mayorías: “el burocratismo confunde la composición policlasista con la ideología policlasista”. “Para Cooke no había medias tintas”, el peronismo debe ser un movimiento “clasista” capaz de expresar las aspiraciones nacionales “a través” de los intereses de la clase obrera.
En el capítulo tercero, “El quiebre de un relato, el peronismo en Contorno”, María Teresa Bonet trabaja sobre un grupo de intelectuales que se formó, hacia los años cincuenta, a partir de la edición de una revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires: Contorno.
Dentro del amplio espectro de conmociones que para los escritores de la época significaron tanto el triunfo como la caída del peronismo, Contorno pretendió construirse a sí misma bajo el rechazo de posiciones rígidas y el cuestionamiento a las figuras emblemáticas de un pasado valorado por sus maestros.
Ellos son, como se los calificara una vez, la generación “parricida”, la generación hija del peronismo, la intelectualidad de la sospecha. Contorno rompe con las interpretaciones tradicionales del peronismo e introduce otras categorías para analizar el movimiento socio-político, la culpa del intelectual burgués (David e Ismael Viñas), el concepto de experiencia histórica (León Rozitchner), la ironía escéptica (Tulio Halperín Donghi).
En “Orden y progreso” (1959) y “Miedos, complejos y malentendidos” (1956) de Ismael Viñas, artículos, luego libros, se descubre la mortificación del intelectual de clase media que puede separar por un lado la acción de Perón y, por otro las razones de la adhesión popular. Pero no puede comprender totalmente a esta última señalando que para hacerlo es necesario -en sus palabras- “darse vuelta como un guante y esa es una operación profunda y penosa”.
Como miembro de Contorno y mucho más vinculado al campo de análisis que brinda el vínculo entre Historia y Psicoanálisis se destaca también la interpretación de León Rozitchner en “Experiencia proletaria y experiencia burguesa” (1956).
El capítulo dedica un espacio más amplio a un artículo, “Del fascismo al peronismo” que la revista publicó en 1956 y, que años más tarde se compiló con otros en un libro. Argentina en el Callejón (1995) de Tulio Halperín Donghi.
Allí se pretende mostrar cómo en esa obra el problema del peronismo como fascismo, su negación-afirmación acerca de su identificación con una revolución social, la emergencia contingente de un líder carismático así como la acción de una intención racional, la adhesión a Perón de un “pueblo bueno” y a la vez potente a la hora de decidir sobre su elección política, queda disuelto dentro del modo irónico que predomina en su relato. La ironía como tropo lingüístico con efecto retórico, expresa el sentido pesimista de una historia que así comienza a insinuarse hacia 1961, para consolidarse de ese modo en su Larga agonía de la Argentina Peronista (1994).
El libro dedica una segunda parte a las “Representaciones a través del lenguaje del cine”. En el capítulo cuarto, Adrián Cangi escribe “Infancia e historia. Del acontecimiento a los acontecidos en Leonardo Favio”. Su poética nos muestra una Sinfonía del sentimiento que entrama al pueblo peronista entre elementos de la infancia y de la historia. La infancia como el mundo de los instintos que evoca siempre un deseo de redención de ese pueblo solo, olvidado, “que no nace para vivir sino para estar andando”; heroico, cuya causa presente es dominar un destino que se obstina en aparecer como inexorable, fondo constante de una esperanza de salvación. Sinfonía del sentimiento es, en este texto, “una leyenda de reparación”, es “la súbita elevación de los olvidados a la cúspide del reconocimiento”.
Ese mundo de la infancia que Cangi describe entre Crónica de un niño solo y Soñar, soñar así como en el Romance del Aniceto y la Francisca , parece anticiparse al significado del impacto que el peronismo introdujo “en la estructura del sentimiento” popular. Así, Sinfonía de un sentimiento es un documental dominado por la ficción a través de la que se manifiesta la fuerza del pueblo de los instintos, del mito y su confrontación con la historia: “la obra de Favio convoca simultáneamente bajo un principio de fabulación integral, la eternidad del mito y el intervalo mesiánico entre instantes de tiempo histórico”. Esos instantes del tiempo histórico son, en esta interpretación, la experiencia histórica en la que se recupera “el habla”, lo humano. El autor entra permanentemente en la tensión individual y colectiva que supone, en Favio, el pasaje de la protohistoria a la historia, de lo mágico a lo humano, imbuido de un aire de tragedia.
El texto da cuenta de la precariedad, que Favio transmite como si hubiera vivido, de las vidas del pueblo y de su enfrentamiento con fortunas inexorables y violentas en su lucha contra el destino. Así lo expresa al describir a Juan Moreira, “gigante épico, dramático y sinfónico” que introduce el lenguaje del pueblo como cuerpo colectivo. En su decir, Moreira representa la eficacia de la identificación a través de las emociones. Como Gatica y Nazareno su gesta heroica, agónica y ejemplar convocará al deseo de la identificación popular: “al Moreira que todos llevan dentro”. Esa identificación con la ejemplaridad es retomada por el autor al analizar las escenas en las que Perón y Eva, a través de su lenguaje gestual y verbal, son envueltos en una multitud que en ese acto se hermana.
En este trabajo se descubre la obra de Favio teñida de una ficción que representa a un mundo dividido entre el bien y el mal. Ese modo de construir su relato nos muestra a un sujeto popular que se identifica con figuras casi místicas, únicas portadoras de una fuerza capaz de transformar lo malo en lo bueno, de “torcer con milagros la voluntad histórica”. Así, “el mito requiere de proezas, de triunfos, de muertes trágicas y de amores puros.”
El Perón de Favio, con su ascenso, exilio y retorno, es “el Perón del amor”, el de los derechos de los trabajadores, el de la dignificación de los obreros, el de la justicia, el de la resistencia peronista y, también, el héroe ausente capaz de suavizar las tensiones que desde de sus mil caras van desde Cooke hasta Valle.
Con la imagen “entre la fábula y la historia”, el autor permite comprender cómo el peronismo representado como gesta evangélica omite la posibilidad real de incluir la acción militante y revolucionaria de Cooke durante la resistencia, aunque mencione su correspondencia con Perón. Sin embrago, ese nombre ausente en este relato cinematográfico, para quien “los mitos son parte de la praxis”, estará siempre presente en la historia de la resistencia, cuando la concordia entre las clases fuera superada por la lucha.
Esta manera de desvanecer la fuerte y persistente identidad que la izquierda peronista construyó dentro del movimiento en los años sesenta y setenta, recuerda las amnesias y tabúes de una memoria que pretende mantener una imagen unívoca del pasado y de la política: “la imagen del líder para la eternidad del Pueblo”. Idealización como marca en el peronismo que el autor señala, sin dejar de valorar la reconstrucción emotiva y romántica de Favio, retomando las reflexiones de Horacio González y León Rozitchner.
En su tercera parte, el libro presenta dos trabajos sobre la relación ente la prensa y el peronismo. El primero de ellos, “La CGT tiene su periódico: la experiencia del diario La Prensa (1951-1955)”, escrito por Claudio Panella, se refiere al aspecto simbólico que este periódico adquirió tanto para el peronismo como para el antiperonismo a partir de su expropiación en abril de 1951 y su entrega posterior a la Confederación General del Trabajo.
Como símbolo del antiperonismo, la confiscación constituiría una carta de triunfo para hablar sin vacilaciones de una imposición autoritaria sobre las libertades fundamentales. Como canal comunicador de la central obrera, develaba la carga simbólica de ese hecho inédito a través de sus principales títulos, entre otros, “Por decisión de cinco millones de trabajadores reanuda hoy La Prensa sus actividades” y “La Prensa al servicio del pueblo”, entre otros. Con esa ironía presentaba su diferenciación radical respecto de su anterior función como “capitalismo de un reducido número de propietarios”, y pronunciaba su misión de actuar al servicio del Pueblo, del País, de la Nación.
Las figuras de Perón y Eva aparecían entre sus primeras páginas invocando, metafóricamente, a “un nuevo sentido de liberación” que nacía “sobre los despojos de un coloso con corazón de barro”.
En su conjunto dirigido a los trabajadores peronistas, el diario contenía una página gremial de la que el autor abstrae dos grupos clasificables dentro de una amplísima materia. El primero refería a la organización gremial dentro de los ideales del justicialismo, así como a la nueva legislación social impulsada por Juan Perón y sostenida por la defensa de los trabajadores. Allí, expresaba una nueva concepción ideológica del sindicalismo que, después del 17 de octubre de 1945, superaba la lucha de clases al abogar por un Estado regulador de las relaciones obrero-patronales y guardián de la dignificación popular. La mayoría de los editoriales gremiales de este grupo hacía constantes referencias a la comparación entre la actual situación de los trabajadores y sus frustradas reivindicaciones precedentes a partir de una interpretación propiamente justicialista para cada uno de los derechos del trabajador consolidados a partir del Estatuto del Peón Rural. Dentro de este tópico, el autor destaca también cómo después del fallecimiento de Eva Perón, la página dedicó un importante espacio donde se recordaba su espíritu de hermandad con el pueblo, su afán por el compromiso sindical, el sentido de la amistad y el compañerismo entre los trabajadores.
El segundo grupo de editoriales priorizaba el estado de la clase obrera mundial y denunciaba la expoliación sufrida por los trabajadores mineros bolivianos y chilenos, agrarios centroamericanos, petroleros venezolanos y estatales uruguayos, así como la discriminación racial, económica y social como condición inherente al sistema de dominación norteamericano. No obstante, el texto enfatiza los cambios radicales en las opiniones editoriales frente a la Revolución Nacional boliviana de 1952 así como a las reformas del gobierno de Arbenz en Guatemala, expresión de apoyo a la aspiración peronista de contribuir a consolidar la unidad de la clase obrera latinoamericana.
Con el título “Un apoyo incondicional”, Claudio Panella expresa la actitud militante del periódico al difundir permanentemente las políticas publicas del gobierno, en este caso las diseñadas para el Segundo Plan Quinquenal. Respecto del Congreso de la Productividad el texto muestra la posición de la central obrera al reafirmar su apoyo a Perón sin retroceder en ninguna de las conquistas logradas. El conflicto con la Iglesia es analizado a través de la existencia de un “clericalismo inquisitorial” que, núcleo convocante del amplio campo de oposición al Estado regulador, se desplegará con el golpe militar de 1955. Del mismo modo, frente al bombardeo de junio de ese año La Prensa hablará de un país en duelo por la sangre derramada de un pueblo indefenso.
En el segundo capítulo de este apartado, Myriam Pelazas expone su análisis sobre “El diario Democracia (diciembre 1945-enero 1947): dilemas entre la singularidad y el fracaso”. El trabajo describe como atípico a este medio dirigido a lectores peronistas cuyos escritores se proclamaban liberales y defensores de la Reforma Agraria a la vez. Democracia, en su paso fugaz por la escena política no solo se dedicó a temas de interés de pequeños chacareros sino también a aquellos que preocupaban a un público más amplio, para quienes sostenía un estilo cuidado e instruido. Intención a través de la cual permaneció en constante disputa con Clarín. Como fuente original y poco explorada, la autora sostiene que la importancia de su estudio permite contribuir con el conocimiento de la heterogeneidad del peronismo en sus orígenes y fundamentalmente destacar las tensiones de la relación entre la prensa y el gobierno. Ella comprende no solo a los diarios que apoyaron a Perón en sus momentos de campaña electoral sino, y sobre todo, a aquellos que con declamadas pretensiones de independencia fueron verdaderas expresiones de la oposición política al peronismo, tema actualizado en este presente político.
Democracia nace en un momento en que pocos diarios apoyaban el ascenso de Perón al gobierno. Algunos de sus dilemas se manifiestan en la relación que sostuvo con otros medios de la época. En ese sentido, sus ideas se acercaban al campo captado por el nacionalismo en materia de concepciones sobre la prensa, las agencias informativas internacionales e incluso su valorización sobre los cuadros técnicos pero se distanciaban del mismo respecto de lo que consideraba “liberalismo” y también de la posición que la Argentina debía tomar frente a la Segunda Guerra Mundial. Compartía con los laboristas su defensa de la Reforma Agraria así como la importancia de su autonomía política. Y en ese sentido se acercaba a postulados del socialismo aunque consideraba a este partido así como al comunismo representaciones distantes de los “trabajadores de carne y hueso”.
Una de sus preocupaciones fundamentales con las que mostró sus diferencias con Clarín, consistió en demostrar que Perón no era “ni nazi, ni yankee, ni marxista” y que ciertos directores de diarios de la oposición presentaban posiciones claramente fascistas.
En su defensa de un liberalismo con cierta intervención estatal, Democracia sostenía que el liberalismo se había aplicado mal en la Argentina , favoreciendo la proliferación de los grandes latifundios. El texto desnuda ese dilema ideológico, equívoco tal vez, que hacía pensar a los escritores del diario que la independencia económica proclamada por Perón significaba un “antídoto” contra la colectivización. Abogaban por una moderada intervención del Estado, de allí su apoyo a Perón ante su aspiración de independencia frente a la derecha y a la izquierda. En realidad esa defensa del liberalismo se centraba en la defensa de las libertades políticas más que en las económicas, dado que, señala la autora, “el medio a menudo pretendía dar la idea de que era libre para criticar al gobierno puesto que eso era constructivo y a su vez ubicaba esa crítica en las antípodas de la que hacían los diarios de la oposición”.