Gabriela Cicalese*




Tensiones teóricas y políticas en la institucionalización del campo académico comunicacional en la Argentina


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¿De qué hablamos cuando hablamos de comunicación? 
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Comuni... ¿qué?

La diversidad a través de la cual se acercan las diferentes formaciones académicas, prácticas profesionales y líneas de investigación en relación a lo que podríamos englobar como “lo comunicacional”, son mucho más que un problema nominal y abren interrogantes epistemológicos e improntas heterogéneas en las conformaciones del campo, brechas ideológicas insoslayables y diseños de prácticas bien diferenciadas.

Comunicación: ¿Ciencia? ¿Ciencias? ¿Territorio transdisciplinario? ¿Estudios? ¿Teoría? ¿Disciplina? ¿Campo? ¿Enfoque? ¿Mirada? ¿Óptica? ¿Rama del conocimiento? Podemos armar una larga serie de implicancias directas que ha tenido -y seguirá teniendo- la elección de cualquiera de estos encuadres epistemológicos (o de otros aquí omitidos). A esta dispersión se suma el hecho de que las prácticas o las formaciones académicas, suscriptas muchas veces bajo la misma denominación (por ejemplo, la Comunicación Social) no responden, sin embargo, al mismo encuadre epistemológico. Y debemos referir, además, la falta de conexión entre algunas denominaciones o encuadres y sus prácticas concretas.(1)

La conformación de la Comunicación como identidad disciplinaria es reciente. Las referencias más antiguas hablan de insinuaciones de una especificidad académica a principios de 1960, pero con consolidación y conciencia de campo recién a partir de la década de 1970 en Latinoamérica.

La convergencia de referentes teóricos de diferentes ciencias sociales en el primer “objeto” de estudio de la comunicación(2), su marca de nacimiento ligada al periodismo y sus prácticas, y el proyecto político que acompañó los primeros desarrollos teóricos comunicacionales y semióticos, imprimieron el sello indeleble de la diversidad en la institucionalización académica. Prematuramente, según creo, se ha logrado saldar la diversidad con el denominador común que define la comunicación como “campo interdisciplinario”, capaz de englobar sin resolver las propuestas muchas veces antagónicas y epistemológicamente eclécticas que esta marca de nacimiento de los estudios comunicacionales ha generado.

Es desde hace pocos años que comienzan a aparecer en las góndolas de las librerías y en las oficinas de proyectos de investigación académica los aportes de los “nuevos investigadores”; jóvenes (al menos en lo que hace a la vida académica) que nos hemos formado en las Carreras de Comunicación y que hemos recibido como legado la necesidad de mirar la propia disciplina de un modo relacional: definiéndonos por lo que no éramos, reconociendo muy bien las incumbencias de otras áreas y otras ciencias, sabiendo muy bien en qué tipo de determinismo informacional no deberíamos caer a la hora de aspirar a un estatuto de “seriedad científica”... pero con dificultades serias para definirnos por la positiva, a partir de nuestro capital académico específico.

Especialmente en los ámbitos universitarios, se refuerza la atención hacia “lo comunicacional” a partir de una realidad social contundente en los últimos tiempos: las nuevas tecnologías y sus usos generalizados marcan un crecimiento de la presencia de “lo comunicacional” en las relaciones sociales. Dependiente de esta situación o no, las Carreras de Comunicación han tenido la mayor cantidad de inscriptos y estudiantes en los últimos años en relación con otras ciencias sociales. Por otra parte, proyectos como el Doctorado en Comunicación -en el que se encuadra este trabajo- muestran a las claras la madurez académica de un campo en condiciones de producir teoría, de encarar investigaciones originales y de realizar aportes desde una mirada comunicacional a los problemas sociales y culturales de este complejo, centralizado, mundializado, plural y productivo momento histórico.

Este particular estado de los saberes comunicacionales vuelve aún más inminente la necesidad de fotografiar y de historizar, de acordar, de recordar juntos, de delimitar y hacer visible una “identidad de campo”. Si en algún lugar pueden percibirse marcas de identidad es en la memoria compartida de experiencias también comunes. Memoria impregnada por posturas de viejos referentes (aquí también en relación a la trayectoria académica) que, acercándose a lo comunicacional a partir de sus formaciones desde otras ciencias y/o actividades profesionales, diseñaron una mirada “a imagen y semejanza” de las interpelaciones que los medios, las movilizaciones sociales o las resemantizaciones culturales han provocado en sus propias áreas de incumbencia. Pero, ¿cómo se perfila hoy la Comunicación por Comunicadores/as, aquella visión de campo que esbozamos quienes, formados desde la Comunicación, comenzamos a tomar posiciones en el diálogo teórico, a compartir prácticas con profesionales de otras disciplinas, a ocupar espacios académicos, a diseñar perfiles, a aportar “lo nuevo”?

En momentos en los que las Ciencias Sociales plantean el obstáculo de la compartimentación en disciplinas, y la especialización de los enfoques desde cada ciencia para abordar lo social en su complejidad general, una investigación como la que aquí se propone puede resultar un paso atrás en el debate. Sin embargo, a través de la experiencia profesional y académica, estoy convencida (me atrevo a decir, estamos) de que nuestra inclusión como comunicadores/as en el trabajo con otros cientistas sociales no puede carecer, precisamente, de una identidad clara y diferenciada que luego pueda incluirse en la inter, multi y transdisciplinariedad de los abordajes. De otro modo, caeremos en antiguos errores tales como sostenernos en los medios y sus efectos como recortadísimo objeto de estudio. O bien, plantear que “todo es comunicación” premisa que también es aporte de la comunicación como “mirada” desde lo cultural hacia lo social. La singularidad y la diferenciación son requisitos para que la integración se produzca. Sólo planteando nuestra especificidad, dentro de la Comunicación, podremos hablar de una auténtica inserción en pie de igualdad con las demás ciencias sociales al plantear cualquier proyecto, investigación o enfoque con vocación multidisciplinaria.

Tal vez esa misma dificultad que hoy percibimos en la constitución disciplinaria sea la condición de posibilidad para un nuevo desarrollo, ya que nos proporciona la movilidad para plantear nuevos sentidos y herramientas teóricas capaces de abordar estas épocas, que carecen de las seguridades que nos daba la adscripción a los grandes paradigmas.

¿De qué hablamos cuando hablamos de comunicación?

Se trata, entonces, de abordar un campo académico enunciado o percibido como inter o transdisciplinario3, lugar de cruces epistemológicos, de indefinición teórica y de difusas incumbencias... Aún tomando estas observaciones como válidas para pensar “lo comunicacional”, digamos que se trata de un espacio de cruces, pero no de cualquier cruce, sino de una confluencia específica, que implica una singularidad de enfoques y problemáticas; una mirada diferencial a otros campos. Para comprender esta especificidad se propone rastrear las condiciones históricas, materiales y político-sociales que posibilitaron y determinaron la conformación del campo académico comunicacional.(4)

Podemos establecer un circuito de relaciones que constituyen la trama del tejido de la Comunicación en la Argentina. Relaciones múltiples en lucha por la legitimidad y la hegemonía del campo, que se acotan y se propagan, se distancian y a la vez se influyen. Relaciones que podemos agrupar, en esta primera instancia de abordaje, en grandes esferas interconectadas. Obviamente, hablar de relaciones tiene que ver con entender la dinámica de los discursos sociales en pugna. Es por eso que la división se vuelve un simple recurso teórico.

1) Las carreras de comunicación. Su abordaje implica desentramar la tensa relación entre las diversidades de planes de estudio universitarios y terciarios; perfiles de egresados pensados por cada casa de estudios para sus carreras que abren (y circunscriben) posibilidades profesionales diversas y hasta antagónicas; las denominaciones mismas, así como la inclusión en diferentes Facultades(5); el imaginario de los cursantes; las líneas de cátedra; las políticas editoriales y de investigación; las líneas de extensión que han marcado tendencias y/o escuelas en las diferentes universidades y en diferentes épocas dentro de una misma universidad. Podemos, asimismo, hablar de distintas “escuelas” de Comunicación, es decir, de líneas teórico-epistemológicas que atraviesan diferentes universidades y que se han ido consolidando en la Argentina.

2) Las prácticas. Los perfiles curriculares han dialogado permanentemente con un tipo de práctica profesional: el periodismo y el trabajo en y con los medios masivos. Sin embargo, deberíamos incluir también otro tipo de propuestas en el diálogo. Abordar una serie de instituciones y trabajos realizados no sólo por profesionales, estudiantes, graduados e investigadores del campo, sino por otras iniciativas autodenominadas “proyectos de comunicación” (las radios comunitarias, los proyectos sostenidos en la visión crítica de medios, los trabajos con organizaciones de base y las propuestas de capacitación enmarcadas en la Teología de la Liberación, por ejemplo), cuya relación con los espacios académicos no ha sido aún objeto de análisis.

Se trata de prácticas que se inscriben en el debate en torno de la dualidad comunicación-democracia, entendiendo la comunicación como dinamizadora de la estructura social y facilitadora de proyectos políticos de cambio, e inscribiendo las prácticas en un movimiento dialéctico a través del cual cada una de ellas genera, y es generada, por la teoría. Por tanto, indagar sus historias, sus debates y sus sistematizaciones de trabajo, así como su interconexión con la formación académica universitaria, se torna indispensable para pensar sin reduccionismos la conformación del campo comunicacional.

3) Las líneas de investigación comunicacional. Desde la comunicación estas han sido resultado de múltiples influencias. Podemos diferenciar dos grandes etapas en la investigación comunicacional: la primera, hasta principios de la década de 1980, casi en su totalidad desarrollada por profesionales de otras ciencias sociales. Profesionales que daban la espalda, muchas veces, a la estructura universitaria de sus propias carreras de origen; que veían en los usos sociales de los medios de comunicación un tema menor para sus investigaciones tradicionales(6). La segunda, íntimamente relacionada con la consolidación de las Carreras de Comunicación, que generó un nuevo estilo (aún en construcción) de investigación, a partir de sus tesis de grado, los trabajos de campo de sus cátedras y los proyectos de extensión e investigación por Facultades.

A partir de la multiplicación de investigaciones que surgen en las universidades nacionales(7) con motivo de los “incentivos docentes”, muchos de los docentes graduados en Comunicación han quedado incorporados a la investigación. Es cierto que el número de “investigadores” que generan este tipo de programas no se traducen en producción teórica.(8) Muchas veces los proyectos de investigación tienen simplemente el objetivo de cumplir con horas en pos de un reconocimiento económico, que debiera estar reconocido por su labor docente. Sin embargo, ha habido un giro en la investigación que es interesante analizar en términos de aportes, cambios y nuevas perspectivas, capaces de esbozar una identidad de campo.

Estas tres esferas de producción teórica (carreras, prácticas democratizadoras, líneas de investigación) deben ser atravesadas por determinadas dimensiones que intervinieron e intervienen directamente en la conformación del campo comunicacional, entre las que propongo enfocar:

- Las miradas de otras ciencias sociales: los referentes históricos.

Las líneas de investigación que, desde el ámbito de las demás ciencias sociales, proyectan acercamientos al primer objeto de estudio de las ciencias de comunicación: los medios masivos. Así aparecen la Sociología de los medios, la Economía de la comunicación, la concepción de los medios en tanto nuevas instancias educativas, antropológicas, de conformación del espacio público, etc. Sociólogos, politicólogos, antropólogos y otros cientistas sociales; filósofos, periodistas, educadores y lingüistas se han visto interpelados por la problemática de la comunicación en aquellos aspectos lindantes con sus propias formaciones y/o puntos de interés. Podemos hablar de distintas líneas académicas (plasmadas en prácticas docentes, de investigación y/o de producción de materiales comunicacionales) lideradas por teóricos, docentes, autores y/o investigadores que hicieron investigación comunicacional desde la impronta propia de sus formaciones de origen. Las trayectorias y trayectos de estos/as teóricos/as y sus equipos de trabajo (integrados, ahora sí, por comunicadores/as), serán una perspectiva fundante en la investigación que aquí se plantea.

- Las corrientes de otros países que han anidado en nuestra formación y en nuestras prácticas.

Conceptos y marcos tomados como referencia en las publicaciones e investigaciones argentinas, especialmente en relación con otros países latinoamericanos; las “modas teóricas” a las que hemos adscripto desde las carreras de comunicación. En este sentido, basta con conocer los Programas de las materias teóricas o troncales en las Carreras de Comunicación, para armar claramente un itinerario. Se ve en ellos un cambio bien marcado: sociológico en sus primeras épocas (sociológico norteamericano, principalmente) y, luego, una tendencia a la semiología europea -especialmente francesa e italiana-, con la mirada puesta a la militancia política y un cambio de modelo social. Unido a la presencia de investigaciones de la Escuela de Frankfurt en Latinoamérica -particularmente en Chile y las líneas de investigación de CIESPAL en Latinoamérica-, los teóricos latinoamericanos conformarán un marco teórico específico y diferenciado de los desarrollos de los países centrales. Los debates sobre el NOMIC(9) pueden considerarse un punto clave en la producción de Teoría de la Dependencia Latinoamericana en Comunicación.

Más tarde, en un esfuerzo por trascender el mediocentrismo que -desde la producción o desde la crítica, había logrado consolidarse en el campo- las miradas teóricas se orientan más bien hacia otros campos: la antropológica, la etnográfica, los estudios culturales. De Franckfurt a Birmingham, de Palo Alto a Bologna, la conformación de la comunicación en la Argentina se ha teñido de las distintas transposiciones y reapropiaciones de Escuelas de otros países.

- La comunicación de mercado.

No se trata aquí de una moda teórica ni de autores, sino de una reactualizada aplicación de la comunicación como instrumento. En los inicios del funcionalismo comunicacional (los años ‘50 en USA) se hablaba de la comunicación -o mejor, del uso eficiente de los medios- como herramienta para persuadir a los ciudadanos. Desde su contracara teórica, encabezada por la Escuela de Frankfurt, hablaríamos de manipulación de los dominadores. Pero, más allá de la crítica ideológica, seguíamos enfrascados en el esquema emisor-todopoderoso-influyente-actor-generador/ receptores-pasivos-influidos-respondedores inanimados. Los medios se concebían así como los instrumentos capaces de imponer, por sí mismos, sus contenidos. McLuhan y su “el medio es el mensaje” adquiere aquí un lugar central para justificar las posturas de uno y otro tinte ideológico.

En los años ‘90, en la Argentina la euforia por la importación de nuevas tecnologías y la centralización en la escena pública del consumo como modo de acceso a la cultura implican una vuelta teórica a esta visión instrumentalista. Ha habido, entonces, por parte de las empresas y los grupos económicos un vuelco hacia la Comunicación como herramienta para resolver cuestiones relacionadas con la optimización de recursos humanos, la imagen corporativa y las ganancias surgidas del capital simbólico. Así, una proliferación de carreras en universidades privadas e institutos terciarios, la incorporación de tecnología y recursos comunicacionales a las escuelas medias, la solicitud de especialistas de comunicación empresarial, abren un nuevo círculo de actores al campo comunicacional.

La investigación mercadológica, ¿aplica las mismas variables que la investigación socio-cultural, académica o de las prácticas comunitarias? La finalidad y la aplicación de los resultados es contundente: mientras que en las primeras la orientación de objetivos sigue marcada por variables de lucro y rentabilidad, las segundas tienen a la comunicación no sólo como su modo de abordaje sino como su meta. La competencia de las carreras de las Universidades Públicas con este tipo de enfoques enarbolados por Universidades Privadas y, básicamente, el horizonte profesional y laboral de los egresados en épocas de crisis, ha logrado “derechizar” el campo.

- Las políticas culturales y de medios.

El reduccionismo de la comunicación a los medios masivos, la vocación universitaria de formar para los medios y para la producción discursiva de políticas de comunicación, ha jaqueado permanentemente la formación de comunicadores sociales a la luz y al ritmo de los cambios que requerían los medios. ¿Cuánto recibió la formación académica del campo a través de los imperativos condicionados por aquello que hacían (o no debían hacer) los medios masivos?

Me propongo aquí abordar la pregunta inversa: ¿Cuánto de lo que cambiaron los medios tiene relación con un cambio en los estudios académicos de Comunicación?

En la década de 1970, la militancia de los comunicadores proponía y exigía a los Estados Nacionales Latinoamericanos una Política Nacional de Comunicación. ¿Cuánto de las actuales políticas culturales, marcos regulatorios y legales del ámbito comunicacional han estado gerenciados por los avances y las reflexiones académicas de la Comunicación como campo de estudios?

Un lugar de entrada

Se propone analizar instancias claves en la conformación de las carreras de Comunicación en Universidades Públicas. Momentos fundacionales, constitutivos y refundacionales de cada carrera: institucionalización, cambio de planes y/o de líneas políticas de diseño curricular, cambio de estatuto (de Escuela a Facultad) o de pertenencia institucional (la dependencia de una Facultad a otra, por ejemplo). Es decir, procesos instituyentes en donde pueda verse con mayor claridad la tensión teórica y política; debates en donde aparezcan con un grado suficiente de explicitación la pugna de las diversas -y a veces enfrentadas- concepciones de comunicación y del consecuente modelo de formación universitaria que debía acompañar cada una de esas concepciones.

La elección de Universidades Públicas tiene un sentido claramente ideológico respecto de la producción teórica, en tanto constituyen -aún- un espacio con posibilidad relativamente autónoma de apuesta teórico-política crítica y no sujeta (o al menos, no directa y totalmente sujeta) a las tendencias del marketing y su vocación de capacitar para generar “recursos humanos”.(10)

Desde la sociología clásica de la cultura se sostiene que una diferenciación cultural coincide con una pertenencia social. Conservando esta lógica, entender lo comunicacional en términos de cultura/ pertenencia nos obligaría a pensar en la incumbencia disciplinaria como fundante de una especificidad. Así, se abriría una especie de correlato estructura/ superestructura según el cual una determinada formación y/o carrera universitaria indicaría necesariamente una cantidad de marcas identitarias. No es esta postura de centralidad en la pertenencia la que motiva la elección de las Carreras Universitarias en Comunicación como lugar de entrada para plantear las tensiones políticas y teóricas del campo en esta investigación. Tal adhesión teórica implicaría una visión “academicista” y lineal (carrera= campo, pertenencia= producción teórica). Contrariamente, las carreras, sus diseños y reformulaciones, sus validaciones y corrientes hegemónicas, sus producciones y debates, son elegidas por constituir un espacio privilegiado en donde analizar las prácticas. Como tal adquieren el lugar central como referente material de la investigación. A partir de Adorno, la comunicación concibe que cada una de sus prácticas redefine (por ratificación o por explosión) los límites de la teoría. Por lo tanto, el sentido de identidad no puede partir de esquematizaciones ni esencialismos, sino de experiencias concretas.

Al comenzar el relato de su Banquete, Platón pone en boca de Sócrates una invitación a cenar a casa de Agatón, a partir de la cual pregunta a su discípulo Aristodemo: “-¿Estarías dispuesto a ir conmigo al banquete sin ser invitado? -Haré lo que tú mandes, respondió Aristodemo. -Sígueme, pues -replicó-, para que alteremos el proverbio modificando los términos y se diga en adelante que espontáneamente los buenos van a comer con Agatón...”(11).

Desde entonces, la relación teoría-práctica, forma normatizada-experiencia ha sido largamente trabajada en la epistemología de la ciencia. Cassirer(12) nos advierte, en su lectura de Kant, que la mentada “articulación” entre práctica y teoría sostenida por la ciencia, piensa la práctica como una suerte de técnica que testea cómo funciona una teoría en una determinada situación. Luego de Kant, en cambio, es el propio punto de vista ligado a la reflexión, y ya no a la obediencia de las leyes generales, la que produce diferenciaciones. Entendemos entonces que se puede trascender la ubicación de la práctica como “aplicación de la teoría”. Sócrates sabe que la decisión de Aristodemo frente a ese banquete sin invitación hará más que ampliar la norma: la cuestionará, la reformulará, la redefinirá.

Mediar la teoría a través de las experiencias, transforma a éstas en diferenciaciones y singularidades sin las cuales es imposible pensar cualquier integración y, por ende, cualquier teoría. Por eso también, esta investigación pretenderá el estudio de la memoria, el rescate de las experiencias, las interacciones y los recorridos no sistematizados de las personalidades que se han constituido en referentes teóricos y que han intervenido en la conformación del campo: Schmucler, Verón, Muraro, Ford, Caletti, Bernetti, Entel, Sarlo, Matta... por nombrar sólo algunos/as de quienes continúan produciendo y generando debate dentro del campo.

La Comunicación impone la historización de sus materiales, porque trabaja permanentemente con materiales simbólicos que no tienen la misma historia. Dar cuenta de los problemas y condicionamientos históricos de producción de los materiales con los que trabaja, implica imponer como primer paso del método de abordaje la historización de esos mismos materiales a ser abordados. Historización como operación diferente del historicismo y más bien ligada a la filosofía de la praxis, es decir, una mirada que valida e incorpora en su estatuto la voluntad de intervención y cambio social.

Cuando el rastreo de las condiciones de producción se realiza, además, sobre la conformación del propio campo, enfatizando las contradicciones y los conflictos; cuando se pretende dar cuenta de las políticas de diseño de contenidos y sus resignificaciones; cuando se piensa que un campo académico no está aislado de las variables y condiciones externas, sino que se inscribe en una determinada sociedad, en un momento determinado y con específicas posibilidades de inserción en ella; cuando un campo de estudios se teje y se entreteje en el devenir histórico, y da cuenta de ello... estamos más cerca de una reflexión hacia la memoria compartida, hacia la identidad.

Una operación como la que propone, humildemente, mi Proyecto de Tesis Doctoral, tiende a incorporar como fundante en el permanente proceso instituyente del campo comunicacional la historicidad de sus planteos. Incorporación que pretende ser un aporte a la tan necesaria búsqueda de identidad.

Notas
* La autora es Lic. en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y se desempeña como docente de nivel universitario y terciario. Es capacitadora y asesora editorial del Centro de Comunicación “La Crujía” y presidente de AgraCiCom (Asoc. de Graduados en Ciencias de la Comunicación de la UNLZ). Actualmente es doctoranda en la carrera de posgrado: “Doctorado en Comunicación” que dicta la F.PyC.S de la UNLP. Este trabajo se encuadra en su Proyecto de Tesis Doctoral: “Tensiones teóricas y políticas en la institucionalización del campo comunicacional en la Argentina”.
 1 A modo de ejemplo, bajo el nombre de Ciencias de la Información, la carrera de la Universidad Nacional de Córdoba ha constituido uno de los centros de vanguardia en la producción teórica y el crecimiento de la Comunicación, precisamente distanciándola del modelo informacional que le dio origen.
2 Como desarrollaremos más adelante, entendemos el recorrido que ha ligado a la Comunicación en un primer momento a su objeto (básicamente mediático), para luego entenderla como parte de un todo en las ciencias sociales y para, finalmente, entenderla como una específica mirada sobre lo social.
3 Incluso muchos teóricos considerados referentes en las carreras e investigaciones comunicacionales (Verón en la actualidad, por ejemplo) afirman que la comunicación “no es campo”. A principios de los ‘80, por caso, una tendencia muy encarnada básicamente en teóricos de la UBA, pensaba incluso a la comunicación como una especialización de posgrado de Sociología.
4 El concepto de campo académico es, en principio, una referencia al concepto de Bourdieu, con el que trabajaré críticamente, en especial sometiendo su concepción de autonomía a la relación del campo comunicacional con el sistema socio-cultural en el que se inscribe en la Argentina.
5 Para dar algunos ejemplos, en la Universidad de Morón la carrera convive con Informática; en Córdoba, con Derecho; en Paraná, con Ciencias de la Educación.
6 Esto sucedió con la carrera de Sociología y las de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, como bien relata Jorge Rivera en La investigación en comunicación social en la Argentina, Bs. As., Ed. Puntosur, 1986.
7 Hasta entonces, los programas estaban circunscriptos a las apuestas presupuestarias de algunas casas de estudios: el ejemplo más paradigmático y continuado tal vez lo constituya UBACyT.
8 Los objetivos de estos planes de incentivo aparecen claramente desarrollados en el trabajo de Juan Carlos Navarro (editor): ¿Quiénes son los maestros? Carreras en incentivos docentes en América Latina para el Banco Interamericano de Desarrollo (Washington, 2002). Si bien el trabajo no aborda específicamente la situación de la educación superior, expone claramente la versión oficial e hipodérmica que se centra en la búsqueda de un eficientismo pro-sistema.
9 Nuevo Orden Mundial de la Comunicación y la Cultura, dentro del marco del planteo tercermundista por el nuevo orden económico ante la ONU. Al respecto puede verse: Un solo mundo. Voces Múltiples - Informe McBride, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
10 Idea que, además, cosifica lo humano al transformarlo en recurso y quitarle, precisamente, la riqueza de su condición de humanidad, base ontológica de la comunicación.
11 Platón: El banquete (173 E- 174 C) en El Banquete, Fedón, Fedro, Bs. As, Ediciones Orbis-Hyspamérica, 1984, p. 28.
12 Cassirer, Ernest. Kant, vida y doctrina, Capítulo VI: La crítica del juicio, México-Bs. As., Fondo de Cultura Económica, especialmente el desarrollo del punto 3: El problema, pp. 336 a 358.