Sergio Caggiano |
Proceso migratorio, filiaciones institucionales y sujetos*
Contenido
1- Introducción metodológica
2- Desarrollo analítico
2.a- Los ámbitos institucionales
2.b- Funciones generales de las inscripciones institucionales
3- Acercamiento interpretativo
3.a- Viejos derechos
3.b- Nuevas tensiones
3.c- Instituciones, naciones, identificaciones
4- Observaciones finalesNotas
Bibliografía
La investigación de la que este trabajo es producto intenta dar cuenta de lo que hemos llamado la construcción de sujetos en el proceso de inmigración proveniente de Bolivia hacia la ciudad de La Plata, en el marco de un interrogante general en torno de la constitución de identidades sociales. En dicha investigación se atiende tanto el proceso de autoidentificación como el de identificación desde el afuera (Romero, 1987; Piqueras Infante, 1996). Consecuentemente, y constituyendo los discursos sociales nuestro material de análisis, se trabaja sobre el discurso de los propios inmigrantes, como así también sobre el de miembros de la sociedad receptora y el de la prensa gráfica local.
El encuadre metodológico general está dado por una propuesta de análisis del discurso desde una perspectiva semiótica. Se parte de asumir que los discursos nos ofrecen un material privilegiado para reconocer los modos de constitución y definición de los fenómenos sociales en general, y del que nos interesa en particular. En el presente artículo se ofrece el análisis que, siguiendo estas pautas generales, se ha realizado sobre una parte de nuestro material: el discurso de los inmigrantes bolivianos.
Para dar cuenta de la construcción de los sujetos en el discurso de los inmigrantes, se utilizarán parcialmente algunas operaciones o pasos metodológicos propuestos en un trabajo publicado en la edición anterior de este Anuario de Investigaciones (Caggiano, 2002). Antes de presentar el análisis se recordarán en pocos párrafos las líneas salientes de aquella propuesta.
1- Introducción metodológica
Nuestro interés principal reside en reconocer cómo se da la emergencia del sujeto en el discurso. La aproximación está guiada por los postulados que en relación con esto hiciera Michel Foucault en La Arqueología del Saber. En este sentido, hablar de “la emergencia del sujeto” es hacerlo de la construcción histórica, contingente del sujeto en el discurso, y no de la aparición más o menos distorsionada de un núcleo esencial que estaría siempre más allá. Es decir, se trata de identificar en la proliferación de lo efectivamente dicho regularidades a partir de las cuales reconocer la constitución de diversas posiciones de sujeto (Foucault, 1970).
La idea de posiciones de sujeto, sin embargo, puede llevar al error de considerar que, en lugar de estar frente a aquella figura del sujeto centrado sobre sí, trascendente, pleno, tendríamos ahora ante nosotros la figura de la plenitud colocada en la estructura social. Es decir, una totalidad cerrada que definiría de antemano los lugares posibles en los cuales el sujeto podría aparecer. No se trata de reconducir todo el análisis a las ataduras que harían al sujeto hablar un sentido cuya esencia estaría ya dada en otra parte. Lo que se busca es abandonar las concepciones esencialistas tanto de uno como de otro polo, y ver en el sujeto la intervención discursiva que intenta saldar una indeterminación radical (en condiciones históricamente determinadas, desde luego), y en lo social las fijaciones siempre parciales del sentido.
Se hace necesario establecer una distinción entre los conceptos de sujeto y de posiciones de sujeto. Me permito citar largamente a Ernesto Laclau, buscando ser claro en esa distinción: “1) toda posición de sujeto es el efecto de una determinación estructural (o de una regla, lo cual viene a ser lo mismo) -no tiene el status de una conciencia sustancial constituida fuera de la estructura-; 2) como una estructura es, no obstante, constitutivamente indecidible, se requieren decisiones que la estructura (ya sea un código legal, una configuración institucional, roles familiares, etc.) no predetermina -este es el momento de la emergencia del sujeto como algo diferente de las posiciones de sujeto-; 3) como la decisión que constituye al sujeto es tomada en condiciones de indecidibilidad insuperable, ella no expresa la identidad del sujeto (algo que el sujeto ya es) sino que requiere actos de identificación; 4) estos actos escinden la nueva identidad del sujeto: esta identidad, por un lado es un contenido particular; por el otro, encarna la completud ausente del sujeto; 5) como esta completud ausente es un objeto imposible, no hay ningún contenido que esté a priori determinado para cumplir esta función de encarnación (...); 6) como la decisión es siempre tomada dentro de un contexto concreto, lo que es decidible no es enteramente libre” (Laclau, 1998:119).
De lo que se intenta dar cuenta, entonces, con las operaciones que se mencionarán en un momento, es de aquellas posiciones de sujeto y no, estrictamente hablando, del sujeto. Puesto que, siendo la intervención que provoca la emergencia del sujeto contingente respecto de una estructura que es por definición indecidible, resultaría contradictorio pretender anticipar o predecir el resultado de dicha intervención articulatoria. Lo que se persigue, pues, es precisar qué espacios se presentan históricamente en una sociedad y un momento histórico específicos para que esa emergencia tenga lugar. Aunque, por supuesto, los fines de este artículo son menos pretenciosos.
Foucault trabaja en La Arqueología del Saber sobre la construcción del sujeto cuando aborda lo que él mismo llama “la formación de las modalidades enunciativas”. Estudiar las reglas de formación de estas modalidades es indagar sobre la forma en que determinadas posiciones de sujeto son posibles, y otras no, en una sociedad y en un momento histórico particulares. Esta búsqueda tiene un punto de contacto sumamente significativo con algunas corrientes clásicas del análisis del discurso en tanto que se rechaza que el lenguaje sea una herramienta transparente de transmisión de los pensamientos y sentimientos del sujeto, y en tanto se rechaza, en última instancia, la concepción del habla libre de un sujeto autónomo (Maingueneau, D., 1989).(1)
Tomar como guía los interrogantes generales que planteara Foucault en torno a la “formación de las modalidades enunciativas” y la “emergencia del sujeto” significa que dichos interrogantes constituyen puntos necesarios (no obstante puedan complementarse) para intentar responder a nuestra inquietud.
Esos interrogantes generales son tres y pueden exponerse sintéticamente de la siguiente manera:
1- La pregunta acerca de quién habla. Quién es aquel que toma la palabra; procura para sí o utiliza el status de enunciador; quién tiene el derecho o el deber de ejercer esa práctica, ocupar ese lugar.
2- De qué ámbitos institucionales adquiere la posibilidad de ocuparlo. Qué institución encuadra y legitima sus palabras, les otorga un espacio y les atribuye un peso propio, funciona como “su origen legítimo y su punto de aplicación”.
3- Cuál es la situación que ocupa quien habla frente a diversos dominios o grupos de objetos. Cuál es o puede ser su colocación y disposición ante aquellos; cómo puede posicionarse allí.
Los pasos ofrecidos en el mencionado trabajo (Caggiano, 2002) son cuatro, que denominamos respectivamente: “la determinación de las personas”, “la filiación institucional”, “las modalidades enunciativas” y “el ‘haz de relaciones”. Por razones de espacio no pueden presentarse cada una de ellos. Resumiremos en breves líneas la segunda de estas operaciones, que será utilizada en el análisis subsiguiente.
La misma se desprende de la segunda de las preguntas de Foucault, acerca de los ámbitos institucionales. Se trata de averiguar en qué instancias institucionales el enunciador puede encontrarse amparado, cuáles son los ámbitos a los que recurre para legitimarse, a través de qué instituciones habla y qué instituciones deja hablar a través suyo.
Cuando decimos “ámbitos institucionales” estamos utilizando una noción suficientemente amplia de institución que autoriza ir más allá de algunas concepciones estrechas que vinculan la institución a un edificio, un cuerpo de doctrina y un conjunto de normas y reglamentos escritos; en ella pueden incluirse elementos que van desde la amistad hasta una Organización No Gubernamental(2).
Se procurará localizar las apariciones explícitas de la inscripción institucional en el discurso. Fragmentos del tipo “como miembros del partido ‘x’ creemos...”, o “en tanto que parte de esta empresa sostengo...”, dan la clave de esta localización. El problema es que ciertamente no hallaremos a cada paso explicitaciones claras como estas. Intentamos salvar esta dificultad estableciendo en cada caso la correspondencia entre los fragmentos en que tal inscripción es explícita y aquellos en los que está actuando implícitamente. Esto se puede lograr mediante intervenciones más o menos sencillas como la recuperación anafórica o catafórica, o la captación de la isotopía generada en el texto en cuestión. De esta forma, siguiendo nuestros ejemplos, un fragmento como “nuestra empresa siempre ha querido...” corresponderá al segundo de los citados antes, y otro como “los partidarios de ‘x’ sabemos...”, se vinculará al primero(3). Por otra parte, se puede también intentar establecer homologías entre distintas partes de un discurso, que nos permitan reconocer préstamos enunciativos los cuales, a su vez, podrán indicar adscripciones institucionales comunes.
2- Desarrollo analítico
2.a- Los ámbitos institucionales
Procederemos seguidamente a enumerar los ámbitos institucionales que aparecen en los discursos analizados. El material es producto de entrevistas no estructuradas. Esto quiere decir que partimos de una pregunta genérica4 que persigue solamente abrir el tema del proceso de inmigración y de la llegada a la sociedad receptora, sin predeterminar tópicos ni problemáticas puntuales a ser abordadas en el transcurso del encuentro. El hecho de que aparezcan unos ámbitos específicos u otros nos ofrece desde ya, por consiguiente, una información significativa.
Los ámbitos institucionales efectivamente evocados fueron los siguientes cinco:
- El espacio de la Universidad, como lugar de pertenencia. Se toma la palabra, en este caso, “como estudiante”, o simplemente “como miembro” de dicha institución, o de un sector que la compone (una Unidad Académica determinada, por ejemplo).
- Un ámbito delimitado de acuerdo con criterios geopolíticos (nacionales, departamentales, etc.). Se habla, entonces, “en tanto que cochabambino”, por ejemplo, entre otros.
- La dimensión genérica de la Humanidad. Se enuncia, en esta oportunidad, “como ser humano”, o “en tanto que persona”. (Si bien este puede parecer un terreno definido de manera vaga, lo incluimos en tanto postula un cuerpo de normas y principios que, en su referencia más o menos clara a la Declaración de los Derechos del Hombre propone, como cualquier institución, organizar un conjunto de relaciones sociales).
Por último, las dos instituciones más relevantes (por la cantidad absoluta y relativa de sus evocaciones, tanto como por la diversidad de temas y modos de posicionamiento a los que se las asocia) son:
- El espacio de la familia. La enunciación se apoya en este caso, principalmente, en el carácter de “padre” o “madre” del/la entrevistado/a.
- La participación en algún organismo que se postula representativo de la colectividad boliviana. Se habla, pues, “en tanto que miembro” de un Centro de Residentes o de Estudiantes bolivianos.
2.b- Funciones generales de las inscripciones institucionales
Para avanzar más allá del mero inventario de las distintas instituciones que emergen en este discurso, procederemos a definir y describir las funciones generales que estas diversas inscripciones institucionales pueden desempeñar(5). La vinculación de una institución a un conjunto de problemas o de fenómenos (y no a otros) define tareas y posicionamientos específicos. La palabra propia se legitima en una institución determinada para referir a determinada cuestión y de un modo determinado. Con funciones nos referimos, pues, a los objetivos o fines que el recurso y la apelación a uno u otro de estos ámbitos parece perseguir en el discurso(6). Las funciones más relevantes son cinco:
1-Reclamar y establecer derechos (y obligaciones) considerados propios.
Se recurre aquí a una institución a fin de fijar los límites para el ejercicio de derechos y obligaciones que pueden fundarse en la pertenencia a ella. Dos ámbitos emergen como marco para organizar el reparto de atributos: el terreno delimitado por el hecho de ser humano en general, y la Universidad en tanto que espacio local al que se incorpora el involucrado. Presentamos algunos ejemplos(7):
SERES HUMANOS, aquello que todos somos para los que están los derechos humanos.
PERSONAS, aquellas todas que tenemos obligaciones y también derechos.
YO, aquel que sería una persona mala si fuera y exigiera (=al Estado argentino) sin dar nada.
NOSOTROS, aquellos /que vinimos a estudiar/ que por el hecho de pertenecer a la Universidad tenemos un montón de derechos y un montón de instituciones que nos respaldan.
BUEN TRATO, aquel que en el ambiente de nosotros (=la Universidad) los argentinos sí dan para todos (=los bolivianos).
2-Explicar y justificar su estancia y permanencia (exitosa) en la Argentina.
La inscripción institucional permite en esta oportunidad defender la situación por la que se atraviesa. Se defiende el hecho de que la migración y la llegada a la sociedad receptora conllevarían un conjunto de beneficios o efectos positivos que respaldan la decisión de quedarse en la Argentina. Como ejemplo, la familia, que es la institución más aludida aquí, se invoca como fuente de reconocimiento por parte de la sociedad mayor.
YO, aquella que por ese lado (=con mis hijos) estoy muy conforme, muy tranquila porque no tengo ningún temor.
HIJO, aquel que pienso que es como un espejo que le refleja a uno.
YO, aquella que he criado bien a mis hijos y estoy muy orgullosa de los cuatro.
HIJOS, aquellos míos por los cuales la gente me felicita y me habla.
HIJOS, aquellos a los que la gente en la calle les habla, les conversa y eso es lindo porque uno ha sembrado esas cosas.
YO, aquella que si hubiese sido una mala persona qué le hubiesen dicho (=a mis hijos por la calle).
(=MADRE), aquella que cuando demuestra una buena imagen con el tiempo a los hijos le dicen esa imagen y entonces los hijos quedan orgullosos y lo valoran más a /su/ papá o /su/ mamá.
3-Exponer el asentamiento en el país de destino y argumentar la imposibilidad o inconveniencia de abandonarlo.
Esta función se acerca de forma significativa a la anterior, pero se diferencia de aquella en tanto no supone el relato de un éxito personal que sugeriría la permanencia sino más bien el de unos condicionamientos que la exigen forzosamente. La referencia institucional semeja la racionalización de un estado de cosas. Los casos más claros aparecen nuevamente en torno de la familia. Así, fundar una familia parece requerir la estabilidad en el lugar de destino.
BOLIVIA, aquella a la que yo no puedo volver /porque/ yo ya tengo familia (=acá en Argentina).
SITUACIÓN, aquella (=en Argentina) que es cómoda a partir de que ya uno tiene familia y ya estás viviendo para ellos.
HIJO, aquel mío que ya nació acá (=en Argentina).
YO, aquella que ya vivo para él (mi hijo que nació en Argentina).
YO, aquella a la que entonces /por vivir/ (=para mi hijo que nació en Argentina) ya no me importa lo de /ser/ inmigrante.
SITUACIÓN, aquella (=en Argentina) que por ahí es distinta (=a tener tu familia acá) cuando vos tenés tu casa allá (=en Bolivia) y te tira tu familia.
FAMILIA, aquella mía /paterna/ que se extraña, pero en quienes ya no llegás a pensar mucho cuando ya tenés realizada tu familia (=aquí en Argentina) y ya tenés tus hijos.
4-Asumir la diferencia, e imponerse y fundamentar tareas y empresas ligadas a la nueva situación que provoca el proceso migratorio.
Una vez más es dentro de la familia, como padre o como madre, que estas funciones se materializan. “Asumir la diferencia” significa aquí hacer frente a un doble movimiento de distinción: hacia adentro, respecto de la Argentina; hacia fuera, en relación con Bolivia. Como padre o como madre, entonces, ante los hijos, se recuerda e insiste en la propia bolivianidad, al tiempo que se señala la singularidad de esta bolivianidad, dada por la especificidad del contexto posmigratorio. A partir de aquí, y también en relación con los hijos, se postula la necesidad de llevar adelante acciones tendientes a la enseñanza, mantenimiento y refuerzo de la tradición, el sentimiento nacional (boliviano), etc.
HIJO, aquel del inmigrante que tiene otras costumbres acá (=en Argentina).
YO, aquella que lo vivo y lo palpo con mi hijo (=la diferencia en la adaptación entre los inmigrantes y sus hijos).
YO, aquella que me doy cuenta de que con mis hijos no pasa eso (=ser por siempre bolivianos).
HIJOS, aquellos míos que no quieren saber nada ellos (=con ser por siempre bolivianos).
HIJO, aquel mayor mío al que siempre le digo que yo soy (=boliviana).
HIJO, aquel mayor mío al que siempre le digo “tus padres son bolivianos”.
INMIGRANTE, aquel que va volcando (=en sus hijos) lo que aprendió en otro país, en otro lado.
HIJOS, aquellos míos a los que les estoy dejando enseñanzas.
HIJOS, aquellos míos que conocen mi música y la música argentina.
HIJOS, aquellos míos respecto de los cuales /darles a conocer/ la música (=boliviana y argentina) es una forma de incentivarlos a que ellos cuando sean grandes sepan decidir por sí solos.
HIJOS, aquellos a los que yo, como un padre /hace/ en general, les hago respetar todo lo que sea que yo he aprendido como boliviano.
HIJOS, aquellos a quienes yo les he enseñado todo lo que a mí me han enseñado mis padres.
HIJOS, aquellos que aquí (=en Argentina) ya aprenden otras cosas (=que las que yo les enseño).
HIJOS, aquellos que yo diría que son en un 80% versión boliviana.
HIJO, aquel mío al que por ejemplo /de su componente boliviano/ le encanta el picante, la chicha.
HIJOS, aquellos que me gustaría que se vayan allá (=Bolivia).
HIJOS, aquellos que a mí me gustaría que estén en contacto con Bolivia y que sepan qué es Bolivia.
HIJOS, aquellos que me gustaría que conozcan (=de Bolivia) su cultura, el campo, las zonas incaicas hermosas que hay por ahí por Copacabana.
HIJOS, aquellos que me interesaría que dijeran “mi viejo era boliviano y por algo quería que (+yo) conociera Bolivia”.
HIJOS, aquellos a los que yo les inculco /la idea de ser bolivianos/ cuando les digo “ustedes son bolivianos”.
HIJO, aquel al que le digo “decile /a los compañeros de la escuela/ que tu viejo es boliviano y punto y se acabó la historia”.
HIJO, aquel al que meter ese tema de que digan que son hijos de bolivianos, te cuesta.
HIJOS, aquellos a los que les cuesta ese tema (=decir que los viejos /los padres/ son bolivianos).
5-Representar a Bolivia o a los compatriotas inmigrantes en Argentina.
Por un lado, se trata en este caso de tomar la palabra en nombre del país de origen para hacerlo conocer en el país de destino, para difundir su cultura y sus valores. Por otro lado, el enunciador representa a sus compatriotas, en tanto se atribuye la responsabilidad de hacer algo por estos, ayudarlos en el proceso de inserción a la sociedad mayor, defenderlos frente a cualquier amenaza externa. La inscripción institucional en un organismo de la colectividad (Centro de Residentes o de Estudiantes) es la que parece autorizar la adjudicación de estas facultades y la realización de estas tareas.
CULTURA, aquella que implica en el caso mío como /miembro del/ CERB(8) poder ayudar.
RADIO, aquella en la que me encanta hablar /cuando/ estamos (=los miembros del CERB) los domingos.
RADIO, aquella en la que me gusta hablar sobre lo que es la Pachamama, sobre lo que significa.
CERB, aquel en el que se lucha por representar nuestra cultura, nuestra música en base a nuestra radio y a todo tipo de acontecimientos que sirven a nuestros mismos compatriotas.
CERB, aquel que puede ayudar culturalmente haciendo saber a la gente /en Argentina/ lo que realmente es Bolivia, su forma de vestir, su artesanía, su moneda, sus bailes, sus danzas, sus creencias, sus ídolos, sus ídolos a nivel de vírgenes, tradiciones.
NOSOTROS, aquellos que como integrantes del Centro (=de Estudiantes y Residentes Bolivianos) lo que más queremos es integrarnos con todas las colectividades y al pueblo argentino que nos recibe.
NOSOTROS, aquellos (=integrantes del Centro de Estudiantes y Residentes Bolivianos) que trabajamos por (=integrarnos).
OBJETIVO, aquel nuestro (del CERB) principal que es tratar de que esa gente (=los que se aíslan) se integre a nosotros y nosotros nos integremos a esta sociedad.
YO, aquel que agarré el auto y así como vine me mandé y los paré y me puse delante de ellos (=los policías que una vez querían llevarse /detenidos/ a dos bolivianos).
YO, aquel que /digo/ “sí, me interesa” (=por qué razón un policía detiene a dos bolivianos) porque los represento a ellos y quiero saber.
YO, aquel que los voy a defender a ellos (=dos bolivianos que una vez la policía detuvo) ya que ellos no se pueden defender.
YO, aquel que les mostré (=a los policías) la credencial del CERB y entonces ya los tipos (=los policías) me tuvieron que dar una explicación.
3- Acercamiento interpretativo
Para interpretar el material presentado intentaremos articular las diferentes funciones destacadas, e identificaremos las eventuales relaciones más o menos estables entre una o varias funciones y uno o varios ámbitos institucionales. Se procurará mostrar, entonces, cómo algunas funciones pueden señalar, retroalimentándose, una dirección común, o pueden, por el contrario, señalar caminos divergentes o diferentes, tanto a partir de la interrelación de dichas funciones entre sí como de su asociación reiterada con unas u otras instituciones.
3.a- Viejos derechos
El primer punto se vincula a la capacidad para exigir derechos y la pertinencia que puede atribuírsele a un reclamo de este tipo. En este sentido resulta muy sugestivo que en el discurso de los inmigrantes la reivindicación de derechos sea posible casi únicamente como resultado de su apuntalamiento en ese ámbito institucional que definimos como referido al cuerpo de normas y principios que conforman los Derechos del Hombre. Es como ser humano o como persona que se goza de derechos. Que la otra institución mencionada como dadora de derechos sea la Universidad no cuestiona aquella idea. Antes bien, la naturaleza cosmopolita que la define confirma el carácter universal del espacio en el cual aquella reivindicación se hace posible.
¿Cómo puede entenderse la apelación a esta instancia como el lugar desde el cual formular tales reclamos o peticiones? Sin dudas la colocación de estas demandas en ese terreno singular testimonia acerca de una cierta validez contemporánea del marco universal que los derechos humanos garantizarían. La actualización de la validez de este marco parece recibir un impulso importante de parte de la impugnación de los derechos particulares que el contexto posmigratorio argentino conlleva. En este contexto de recepción, la discriminación se articula muchas veces en discursos que no se reducen a cuestionar el trazo identificatorio del otro, sino que además lo convierten en el motivo (causa y materia) del rechazo. Basta recordar que en Argentina los términos “bolita” o, directamente, “boliviano” son utilizados como insulto. En estas condiciones, no sorprende aquella apelación universalista, ni la renovada vigencia que se le otorga.
Pero hay algo más. La dinámica descripta se ve reforzada por la modalidad históricamente predominante de convocatoria y de adscripción de los inmigrantes en la Argentina. El mítico llamamiento que la Constitución de la Nación Argentina formula ya en su Preámbulo a “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino...”, así como el modelo de adscripción voluntaria, consolidado a fines del siglo XIX, cimientan y circunscriben una base simbólica común. Esta base viene dada por el requerimiento de una suerte de autodespojamiento de identidades sociales (nacionales, al menos), como paso previo para su fundición en el crisol de razas, productor de una nueva (id)entidad(9). Se convoca a todos los hombres para que, precisamente en tanto que Hombres, puedan con-formar la nueva Nación(10). El reclamo de derechos efectuado en términos de la pertenencia a la humanidad, parece encontrar su base también aquí, y puede constituir una respuesta táctica (De Certeau, 1996: 35-45) positiva a aquella interpelación universalizante.
3.b- Nuevas tensiones
Observamos que otra función de la inscripción institucional del discurso inmigrante está dada por una suerte de justificación de la permanencia en Argentina. Esta justificación se asienta en los logros obtenidos en algún aspecto de la vida social, que se comprueban generalmente en la inserción exitosa de los hijos, percibida y confirmada por el resto de la sociedad. Este fenómeno puede comprenderse como una posible manifestación del movimiento general en el cual los hijos son vistos no sólo como garantes de las expectativas y los proyectos de los padres sino como la realización efectiva de muchos de ellos. No interesa aquí la validez de esta hipótesis acerca de este eventual movimiento general. Interesa, en cambio, que los ejemplos presentados en su momento muestran que esta tal garantía de la honra y prestigio propios en y por el éxito de los hijos presenta una peculiaridad dada por la situación migratoria. Dicha peculiaridad se pone de manifiesto en la importancia que asume el reconocimiento de ese éxito por parte de la sociedad receptora.
La función anterior, como vimos, se vinculaba con otra que, aún sin enfatizar el éxito del proceso, conducía a su estabilización al indicar la imposibilidad o inconveniencia de dejar la Argentina. La constitución de una familia aparecía aquí también con toda su fuerza. Nos hallamos ante lo que Bauman destaca como la apelación identitaria a un grupo pequeño de referencia inmediata (Bauman, 1994)(11). La consumación del matrimonio y, especialmente, el nacimiento de los hijos, marca un punto de inflexión y un viraje sin retorno en las biografías relatadas. ¿Puede responder esto meramente a los beneficios de documentación que supone el nacimiento de un hijo en tierra argentina? Aún cuando esta razón tenga su peso en las decisiones personales, acogerla como explicación suficiente sería reducir la complejidad del proceso a un cálculo consciente por parte de los migrantes, a una estrategia cuyos móviles y efectos dominarían plenamente. Propondremos una hipótesis interpretativa distinta, que puede complementar la anterior.
Desde este punto de vista, y en el marco de esta función, los hijos son colocados en un lugar intermedio entre los padres y los argentinos -o, mejor, la Argentina-. En un extremo encontramos a los padres, que se siguen reconociendo como bolivianos (y que por eso, como describimos antes y retomaremos después, fomentan e inculcan bolivianidad); en el otro, a la Argentina, de la que los hijos necesariamente reciben, a su vez, otra influencia. Este lugar intermedio define y patentiza una tensión o, en rigor, dos. La primera, acaso común a cualquier identidad inmigrada (Abad Márquez, 1993), entre sentirse de allí, y al mismo tiempo sentirse de aquí. Los hijos ocuparían un sitio inestable entre dos fuerzas. Pero lo que nos importa más es que su figura permite a esa dimensión intermedia emerger en el discurso de los padres. La segunda tensión, específica a nuestro objeto, es la que se da entre dos modos diferentes de adscripción y de definición de la pertenencia a un colectivo social: uno ligado al territorio y otro al juego de ascendencias/ descendencias(12). El hijo del inmigrante es argentino porque nació en territorio argentino, pero lleva sangre boliviana y, por consiguiente, es boliviano(13). Todo esto plantea un problema de difícil resolución en torno a los modos de inserción de los bolivianos en la sociedad receptora, y en torno a los modos de adscripción étnica que esta sociedad propone a los inmigrantes.
En efecto, un desfase se establece entre un criterio sanguíneo y uno territorial de definición de la pertenencia. Allí donde una lógica diferente se hace presente, el modelo argentino de adscripción voluntaria, en principio flexible precisamente por la dinámica que supone la voluntad de elección, muestra su rigidez. La figura de los hijos está allí para poner en escena aquel desfase y aquella tensión (y, quizá, también para catalizarlos). La tensión que define ese espacio intermedio parece ir, sin embargo, más allá de la figura de los hijos. Emerge como un rasgo inherente a la migración boliviana a la Argentina; o al menos de algunos sectores de la sociedad boliviana. ¿Cómo pueden articularse, si es que es posible, ambas lógicas?, ¿Cómo puede moverse aquel para quien tiene prioridad el primer criterio en un contexto general en el cual prima el segundo?
3.c- Instituciones, naciones, identificaciones
La función que describiéramos páginas atrás como “Asumir la diferencia e imponerse y fundamentar tareas y empresas ligadas a la nueva situación que provoca el proceso migratorio” nos lleva a continuar el análisis en la dirección trazada. Se observó que en el ámbito familiar, en su inscripción como padre o como madre, el/la inmigrante boliviano/a hacía visible la doble diferencia hacia adentro (Argentina) y hacia afuera (Bolivia), y a partir de ella asumía tareas de mantenimiento y refuerzo de la tradición boliviana, reivindicación del sentimiento nacional, etc. Ahora bien, si salimos del ámbito familiar, veremos que la inscripción en un organismo de la colectividad (del tipo de un Centro de Residentes o de Estudiantes) también sirve a los efectos de colocar la diferencia, no ya merced a una referencia intrafamiliar a los hijos, sino en la alusión a otros paisanos inmigrantes. Se circunscribe de este modo una figura ante y por la cual será menester emprender algunas tareas y actividades específicas de defensa y protección, al tiempo que se define también la imagen de una Bolivia que necesita, a su vez, tareas similares de representación.
La tensión que vimos aparecer hace un momento, que como padre o madre era depositada en el espacio intermedio ocupado por los hijos, y que de esta manera se mantenía cercana al enunciador, es ahora puesta fuera del ámbito familiar. Como miembro de un Centro de Residentes, quien habla es un boliviano en Argentina; de allí se desprenden responsabilidades y cometidos: los trabajos para difundir en el nuevo país “Bolivia y su cultura”, para integrarse a la sociedad receptora, y para ayudar a los compatriotas en esta tarea. Los otros (otros propios, internos en cierta medida) son paisanos a quienes se debe auxiliar en la inserción porque tienen problemas para “tomar conciencia” de que se encuentran en un país distinto al suyo, y para entender la nueva situación.
Puede interpretarse que de este modo aquella tensión, antes interna, encuentra una vía de resolución. Por medio de esta expulsión o alejamiento la tensión podría diluirse. Aunque pueda ser aventurado, podemos preguntar: ¿en qué medida el hecho de tomar como “origen legítimo y punto de aplicación” del discurso propio un organismo de la colectividad posibilita elaborar una bolivianidad que de otro modo no encontraría un lugar, a excepción del familiar?, y ¿hasta qué punto los paisanos “a los que se debe ayudar en la inserción” no constituyen la figura que se necesita para proyectar las dificultades propias para la integración? Ambas preguntas en una: el hablar como miembro del Centro de Residentes ¿no permite organizar un campo en el cual quien habla se dispone como mediador entre Bolivia y la Argentina, y como representante de sus compatriotas en dificultades, quienes, por ser justamente aquellos sobre los que se proyectan los problemas, devuelven a los primeros la confirmación de su propia integración exitosa?
Si bien no se pretende evitar la carga que el concepto de proyección recoge del campo psicoanalítico, éste sería sólo uno de sus aspectos. Tomar la palabra en nombre del Centro erige, como se ha visto, una bolivianidad que ha logrado acomodarse a la sociedad receptora. Ahora bien, que el grupo de paisanos por quienes se toma la palabra sean caracterizados con cierta precisión sociológica en el discurso analizado aporta una complejización a nuestra interpretación. En efecto, ese grupo se compone, en pocas palabras, de los inmigrantes que han venido a trabajar (y no a estudiar) y/o lo han hecho desde el campo (y no desde la ciudad). Esto implica que si allí tenemos una bolivianidad que ha encontrado su lugar, aquí tal vez no tengamos meramente una bolivianidad equivalente que no encuentra el suyo. Más bien, quizá lo que falte (la formulación negativa es incorrecta) sea la misma bolivianidad, y no un lugar para una bolivianidad putativa. Podríamos estar asistiendo, entonces, al predominio de un eje de identificación diferente del nacional, y que podría responder a lo que en otro trabajo hemos propuesto caracterizar como el eje étnico-racial(14). Un eje que dificulta la asimilabilidad a los términos propuestos por un Centro de Bolivianos, o que quizá simplemente desoye su llamado a la integración.
La inscripción institucional del discurso no conlleva únicamente efectos sobre quien se coloca en el lugar del hablante y sobre su relación con un contexto social general más o menos indiferenciado. En este caso particular, hablar como miembro de un Centro de Residentes no sólo supone consecuencias para la persona del enunciador y su relación con la sociedad mayor. Dicha inscripción lleva a cabo el ordenamiento de un campo general de actores y acciones respectivas, y dispone un conjunto de relaciones, expectativas, valoraciones. Hablar como miembro del Centro puede ayudar a re-crear en el espacio extrafamiliar una tensión producto de la situación de inmigración, y a elaborar un modo de inserción en la sociedad receptora: un modo de ser un boliviano en Argentina. Pero además permite desarrollar (¿continuar desarrollando?) entre los mismos inmigrantes un juego de interpelaciones y respuestas, de dinámicas conflictivas de identificación entre lo nacional y lo étnico (lo clasista, lo regional); juego en el cual las piezas han sido modificadas, y el tablero cambiado; juego que se juega de acuerdo con reglas nuevas, dadas por las condiciones que la migración supone y produce.
4- Observaciones finales
Como se dijo, este es sólo uno de los andariveles que, según nuestra propuesta, deben recorrerse para intentar dar cuenta de ese proceso que llamamos construcción del sujeto en el discurso. Indudablemente, la mayor riqueza residirá en poder elaborar un trabajo comparativo y articulatorio de la filiación institucional con las restantes instancias (la determinación de las personas y las modalidades enunciativas). Solamente estaremos en condiciones de definir las posiciones de sujeto vigentes en una sociedad y un momento histórico determinados (como espacio indecidible para la emergencia de un[os] sujeto[s] específico[s] y contingente[s]) una vez establecidos, sobre un cierto conjunto de discursos, las personas involucradas y el juego de relaciones que organiza su dinámica, las filiaciones institucionales que atribuyen un valor a los actores, y sus posicionamientos, las actitudes y situaciones a ocupar frente a objetos, hechos, procesos según unas modalidades particulares. Y una vez establecidos también, luego de esto, los cruces posibles entre las dimensiones anteriores, las posibilidades e imposibilidades de poner unos al lado de otros, o por encima, o cubriéndose, o enfrentados, etc., unas personas, unos ámbitos institucionales, unos posicionamientos, una vez señaladas, entonces, sus distancias, sus emparejamientos, sus contradicciones.
Notas
* El presente trabajo pertenece al Proyecto de Investigación: “Bolivianos en La Plata. Dimensiones de la Comunicación Intercultural” llevado a cabo por el Lic. Sergio Caggiano, en el período 2002-2004, y dirigido por el profesor Juan A, Magariños de Morentín, en el programa de Becas de Formación Superior en Investigación Científica de la Universidad Nacional de La Plata.
1 En este punto, y en otros a lo largo de este trabajo, podrá verse que algunos de nuestros interrogantes se corresponden con varias de las inquietudes que abordara en algunos de sus libros Michel Pecheux (aún siendo evidente y explícito en este autor un sesgo marcadamente althusseriano que no asumimos aquí). Compartimos su crítica a la concepción del “sujeto’ ideológico como ‘toujours-déjà donné” y su propuesta de un análisis del discurso que contemple “una teoría no-subjetivista de la subjetividad” (Pecheux, 1975: 119 y 121).
2 Entre las definiciones más conocidas de institución en sentido amplio se encuentra, por ejemplo, la de R. Lourau, quien la toma como “forma que adopta la reproducción y la producción de relaciones sociales en un modo de producción dado” (Lourau, R., 1977: 61).
3 Se vuelve una exigencia la vigilancia pertinente para identificar posibles desajustes como, por ejemplo, una referencia a un ámbito institucional determinado, pero hecha para marcar una distancia entre éste y la propia participación del hablante en él.
4 La pregunta es, con mínimas variaciones, la misma en todos los casos: “¿Cómo se encuentra/ te encontrás acá?” Previamente suele ser necesaria una breve presentación de la investigación y del investigador que buscan ser realizadas siguiendo el mismo criterio de apertura tendiente a no condicionar ni dirigir las respuestas.
5 El término función debe entenderse fuera de toda asociación con el paradigma funcionalista. Se verá más adelante que aquí las funciones de una u otra inscripción institucional suponen muchas veces tensiones que están lejos de describir un estado de armonía o ajuste interno.
6 Se hace necesaria una nueva aclaración: con objetivos o fines no aludimos a la intención de un actor ni a la intencionalidad profunda de un discurso. Esto sería inconsecuente con nuestra concepción del sujeto como producto del juego interdiscursivo. Aludimos en cambio a tareas diferenciales que las variadas inscripciones institucionales habilitan, y que van conformando eventuales posiciones subjetivas.
7 Acerca del modo en que se presenta el material ilustrativo, éste conserva la forma de las definiciones contextuales, construidas según cómo se establece en Magariños de Morentín (1997). Reproducen el contexto en que un término ha sido efectivamente utilizado, presentándolo como definición del término en cuestión (que se lee en mayúsculas). El uso de paréntesis y barras indica que el texto recuperado contiene mínimas intervenciones del analista, las cuales se diferenciarán de la siguiente manera: “(+...)” cuando se trata de un sujeto implícito, “(=...)” cuando se trata de la recuperación anafórica o catafórica de un término o expresión, “/.../” cuando frente a una ausencia por la incompletud de la sintaxis (y no habiendo una marca que exija o justifique una solución determinada) el analista interviene según su intuición en cuanto hablante nativo, por captación de la isotopía que viene generándose en la respuesta. Se apreciará que a veces un conjunto de definiciones contextuales se presenta separado de otro conjunto sucesivo por una línea en blanco. Las que se reúnen en un conjunto y otro pertenecen, cada una, al mismo fragmento de una entrevista.
8 “Centro de Estudiantes y Residentes Bolivianos”, en la ciudad de La Plata.
9 El modelo de adscripción voluntaria posee rasgos característicos que le dan su singularidad (y, como concepto, su potencialidad heurística) (ver DOLORES Juliano, 1987).Lo que nos interesa aquí, no obstante, es esa base común que comparte con la convocatoria universalizante.
10 No nos detendremos en los aspectos de género que, en relación con este tipo de proclamas masculinizantes, han sido varias veces analizados críticamente.
11 Bauman distingue los grupos de pertenencia grandes y dispersos de los grupos pequeños, cara a cara, íntimos. De hecho, aquellos -dice Bauman- “son, cabal y verdaderamente, comunidades imaginarias (o mejor dicho son imaginarios como comunidades, los rasgos comunes que poseen no garantizan que la acción solidaria y la mutua comprensión –que correcta y verosímilmente asociamos con los grupos de pertenencia genuinos- tendrán lugar)” (Bauman, op. cit.). Acordamos a la evidente distancia entre grupos pequeños y grandes, no obstante no tener plena certeza sobre las diferencias cualitativas que separarían a unos de otros, y menos aún respecto de que se trate en un caso de “grupos de pertenencia genuinos” y en el otro no. Puede reconocerse a esos pequeños grupos la prioridad que Bauman les otorga respecto de la configuración de colectivos identitarios mayores, siempre que se trate de una prioridad operativa y no ontológica.
12 Este punto se encuentra estrechamente vinculado al de los mecanismos por los cuales se obtiene la ciudadanía, entendida como un status legal. Así considerada, la ciudadanía se obtiene según dos principios: ius sanguinis, basado en la descendencia de un nativo del país en cuestión y ius solis, basado en el nacimiento en el territorio de un país. (Algunos Estados, además, otorgan el status de ciudadano por opción mediante el principio de ius domicili, basado en la residencia en un país por una cantidad de tiempo determinado).
13 La segunda alternativa tiene un gran peso para los padres, de acuerdo con nuestro material. Resta preguntarse si esa idea es extendible a sus hijos.
14 Hacíamos referencia allí (Caggiano, 2000) al peso específico que la identificación étnico-racial podía tener para algunos inmigrantes provenientes de Bolivia. Desde luego, no sugeríamos que la identificación sobre el eje nacional no tuviera fuerza. En todo caso, lo que interesa aquí es que quienes quedan fuera del nosotros del Centro pueden estar actualizando otros ejes, entre los que también deberían considerarse el de clase y el regional como los más importantes junto al étnico-racial.
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