Claudio Panella




Prensa escrita y peronismo, 1943-1955*


Contenido
El periódico, actor político
La prensa escrita y el peronismo
Los periódicos
Notas
Bibliografía

Desde hace unos años a esta parte, los integrantes de este equipo de investigación vienen estudiando la relación entre los periódicos y el peronismo, analizando la postura de distintos medios de comunicación escritos durante los primeros gobiernos justicialistas, como así también las medidas tomadas por estos respecto de aquellos. Finalizada la investigación respecto del tradicional diario La Prensa, a partir de ahora se comienzan a abordar otros medios escritos de la época. Es así que el presente proyecto tiene por objeto el estudio de la visión que del primer peronismo tuvieron los periódicos La Vanguardia, vocero del Partido Socialista, La Hora, órgano del Partido Comunista y La Prensa, cuando estuvo en manos de la Confederación General del Trabajo (peronista) -todos de Buenos Aires y de alcance nacional-, y El Día, diario de interés general de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. La intención es analizar de qué manera estos cuatro medios de comunicación escritos, de distinta ideología, alcance e influencia en el poder político y la opinión pública, se posicionaron frente a Juan Domingo Perón y su gobierno entre 1943 y 1955. Asimismo se verá cómo actuó este último frente a aquellos y qué medidas instrumentó al respecto.

Para ello, se hace necesaria una aproximación al tema, en primer término al papel que desempeñan los diarios en la sociedad, luego a la relación –generalmente conflictiva- entre estos y el peronismo, y por último una referencia sucinta a las características de los periódicos a estudiar.

El periódico, actor político

Si se admite que un periódico es un medio de comunicación impreso que da a conocer noticias a través de la narración y el comentario, también debe admitirse que su masividad lo convierte en un actor en interacción con otros actores sociales. En este sentido, y adoptando la definición propuesta por Héctor Borrat, puede entenderse como periódico independiente a todo aquel que se define y actúa en función de los objetivos permanentes de lucrar e influir, excluyendo toda relación de dependencia estructural respecto de cualquier otro actor que no sea su empresa editora(1).

No cabe afirmar a priori que este sea más o menos “libre” que otros tipos de periódicos como la prensa de Estado, de partido, de sindicato o de Iglesia. Obviamente estos últimos también dependen de su correspondiente empresa editora, pero refieren su dependencia primordial al gobierno, partido, sindicato o Iglesia de quien esta empresa editora a su vez depende. En efecto, si la lógica empresarial cubre todo el espacio de los diarios que se asumen como independientes, en los que no se conciben como tales será la lógica del poder gubernamental, partidario, sindical o eclesiástico(2). El ámbito de actuación del periódico, entonces, es el de la influencia: sobre el gobierno de turno, los partidos políticos, los grupos de interés, los movimientos sociales, los componentes de su audiencia. Por ello, el periódico es un verdadero actor político, y como tal poseedor de una línea política que lo expresa, a la vez también que lo identifica y diferencia de otros actores.

De manera implícita la línea política recorre y modela todo el temario que el periódico publica, y en ese sentido decide inclusiones, exclusiones y jerarquizaciones en la narración y comentario de la información brindada(3). Cuando la línea política se hace explícita, su escenario es el editorial. En efecto, a través de las columnas editoriales el periódico expresa su punto de vista institucional sobre los más variados temas de interés. En otras palabras, el editorial es la tribuna del diario, el lugar desde donde se hacen las proclamas más encendidas en defensa de los valores de una comunidad, siempre desde el punto de vista de la dirección del periódico. Pero además, el editorial es una opinión que apunta a generar opiniones, a cambiar rumbos, corregir, rectificar, persistir, proteger, conservar, por lo cual influye en la formación de individuos (funcionarios, dirigentes, legisladores) cuya decisión tiene profunda influencia en la sociedad(4). Debe acotarse asimismo que el diario también suele expresarse través del tamaño y contenido de sus títulos, de la elección de los temas de tapa, de la extensión brindada a determinadas noticias, de la ubicación de las mismas en el cuerpo del diario, de los avisos publicitarios.

La prensa escrita y el peronismo

La relación que se dio entre la prensa escrita y el peronismo, desde su mismo nacimiento, tuvo aristas por demás conflictivas. En efecto, la mayoría de los diarios de la Capital Federal, como así también los más tradicionales de las provincias, se volcaron en su contra desde el inicio de la vida pública de Juan Perón, esto es, desde que fue designado como Secretario de Trabajo y Previsión el 27 de noviembre de 1943. A medida que el mencionado, a través de su labor, iba ganado apoyo y popularidad entre los trabajadores a la vez que aumentaba su influencia en el gobierno (en 1945 era además Ministro de Guerra y Vicepresidente de la Nación), los diarios no dejaron de criticarlo tanto como al gobierno al que pertenecía.

Desde los medios más conservadores hasta los de izquierda no dejaron de alertar acerca del supuesto carácter fascista del ascendente coronel a la vez que subestimaban permanentemente a sus seguidores. Así, la Marcha de la Constitución y de la Libertad, trascendente manifestación opositora al gobierno militar ocurrida el 19 de septiembre de 1945, fue ampliamente exaltada por la prensa escrita a través de generosos comentarios y opiniones, todo lo contrario de lo ocurrido respecto de la jornada del 17 de octubre del mismo año, fecha fundacional del peronismo. Sin embargo, el punto máximo de oposición a Perón se dio en la campaña electoral de 1946, de cuyos comicios fue electo Presidente de la República. En esa oportunidad la inmensa mayoría de los periódicos del país otorgó un incondicional apoyo a la fórmula de la Unión Democrática, coalición integrada por la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Partido Democracia Progresista, con el apoyo del conservadorismo. Así sucedió con La Prensa, La Nación, El Mundo, La Vanguardia y La Hora, por la mañana, y La Razón, Crítica y Noticias Gráficas, por la tarde.

A estos medios de alcance nacional -que en total alcanzaban una tirada superior al millón de ejemplares-, se les deben sumar los más tradicionales de las provincias como La Gaceta de Tucumán, La Voz del Interior de Córdoba, El Día de La Plata, La Nueva Provincia de Bahía Blanca, Los Andes de Mendoza, El Intransigente de Salta y La Capital de Rosario, entre otros. En conjunto, estos periódicos no perdían la ocasión de destacar las virtudes de la Unión Democrática, en tanto que señalaban los peligros de la demagogia y el continuismo encarnados en la figura del ex Secretario de Trabajo y Previsión. La fórmula peronista recibió el apoyo de solo tres diarios de escasa tirada aparecidos a fines de 1945: el vespertino La Época, dirigido por el radical yrigoyenista Eduardo Colom, y los matutinos Democracia y El Laborista, este último vocero del Partido Laborista.

Félix Luna ha hecho una acertada descripción de la situación anteriormente descripta: “Un cálculo del centimetraje dedicado por La Nación y La Prensa a la información política de los dos últimos meses de campaña electoral arroja menos de un diez por ciento dedicado a anoticiar sobre las actividades del frente peronista y más del noventa por ciento a la Unión Democrática. Actos peronistas cuya magnitud los convertía, de hecho, en noticia son despachados en diez líneas; los discursos de Perón se sintetizaban en un par de frases y cuando había información destacada sobre el peronismo era para señalar un escándalo, una deserción o un cisma en sus filas, el nombre de Perón era prolijamente evitado y, cada vez que se podía, los diarios usaban eufemismos como ‘un militar retirado que actúa en política’, ‘un ciudadano que ha sido funcionario del actual gobierno’, ‘el candidato de algunas fuerzas recientemente creadas”(5). Y agrega: “Desde el punto de vista de la ética periodística, la posición de la prensa independiente fue condenable. El castigo a este sectarismo llegó por sí mismo: la deformación de la realidad fue tan completa que todos, los que escribían y los que leían, llegaron a convencerse de que la imagen presentada era cierta; que la Unión Democrática representaba la arrasadora mayoría del país frente a minúsculas turbas despreciables”(6).

Una vez instalado el gobierno justicialista, se tomó la decisión de revertir la desfavorable relación de fuerzas “periodísticas”. Para ello se utilizaron dos caminos, a saber: por un lado, la adquisición de diarios por parte del gobierno a través de terceros; por el otro, el silenciamiento de aquellos medios opositores irreductibles.

En el primer caso debe consignarse la compra de la editorial Haynes, de capital inglés, que editaba el diario El Mundo y una serie de revistas de gran aceptación popular. Al frente de la empresa fue designado el mayor Carlos Aloe, futuro gobernador de la provincia de Buenos Aires. Paralelamente, se conformó otra empresa Democracia S.A., que editaba los periódicos Democracia, El Laborista, Crítica, Noticias Gráficas, todos de Buenos Aires, y La Mañana, de Mar del Plata.

Hacia fines del primer gobierno del general Perón surge el emporio Alea S.A., una gran empresa periodística oficial, dirigida también por Aloe, que absorbió a Haynes y Democracia S.A., a quienes se sumaron los diarios La Razón y La Época, de la Capital Federal, y con el tiempo El Día, El Plata y El Argentino, de La Plata, Tribuna, de Tandil, La Libertad, de Mendoza, y Atlántico, de Bahía Blanca.

Respecto del segundo camino, de diversa manera fueron silenciados numerosos diarios opositores. Sucedió así en 1947 cuando fueron clausurados los talleres de La Vanguardia, impidiendo su salida. Tiempo después, y por acción de la “Comisión Visca”, fueron cerrados El Intransigente de Salta, en diciembre de 1949; Provincias Unidas, semanario radical; La Nueva Provincia, de Bahía Blanca y La Hora, todos estos en enero de 1950. Téngase en cuenta que los fines originarios de la Comisión Bicameral, presidida por el diputado peronista José Emilio Visca, eran realizar averiguaciones acerca de las denuncias de torturas efectuadas por la policía a ciudadanos opositores como así también la de investigar acerca de actividades antiargentinas ocurridas en el país. Sin embargo, derivó sus acciones a perseguir y clausurar diarios opositores tanto de la ciudad de Buenos Aires como del interior del país. A lo expresado debe agregarse la expropiación del diario La Prensa, en abril de 1951, hecho inédito en la historia del periodismo argentino. Sólo dos diarios independientes de Capital Federal no fueron afectados por el gobierno, La Nación y Clarín.

De esta manera, al comenzar su segundo mandato presidencial, el general Perón había revertido, con creces, la “inferioridad periodística” existente al inicio de su primera presidencia.

Los periódicos

La Vanguardia. Fundada por Juan B. Justo, apareció por primera vez el 7 de abril de 1894, dos años antes de la fundación del Partido Socialista, del que será su vocera. De carácter hebdomadario en sus comienzos -aparecía los sábados-, a partir del 1 de septiembre de 1905 se convirtió en diario. En el número inicial expuso su programa social y económico que decía: “Venimos a promover todas las reformas tendientes a mejorar la situación de la clase trabajadora; la jornada legal de ocho horas, la supresión de los impuestos indirectos, el amparo de las mujeres y de los niños contra la explotación capitalista, y demás partes del programa mínimo del partido internacional obrero. Venimos a fomentar la acción política del elemento trabajador argentino y extranjero, como único medio de obtener esas reformas. Venimos a combatir todos los privilegios, todas las leyes que hechas por los ricos en provecho de ellos mismos, no son más que medios de explotar a los trabajadores, que no las han hecho”(7).

De esta manera se publicaron en La Vanguardia artículos sobre economía, sociedad, política y cultura, tanto nacionales como del extranjero, además de una profusa información gremial. Precisamente el planteamiento de una nueva organización social, y una severa crítica al régimen conservador, le valió varias clausuras como las sufridas en 1902, 1905 y 1909. En tiempos de los primeros gobiernos radicales no padeció persecuciones, aunque su crítica a Yrigoyen fue implacable. Durante las décadas del ‛30 y del ‛40 su oposición al fraude y la fascismo fue permanente, lo cual redundó nuevamente en su contra pues volvió a ser callada durante los gobiernos de facto de José F. Uriburu, Pedro P. Ramírez y Edelmiro J. Farrell, en este último caso de abril de 1944 hasta enero de 1945, cuando reapareció como semanario. Su feroz crítica a Perón y el peronismo le significó la clausura el 27 de agosto de 1947, pudiendo reaparecer el 20 de octubre de 1955 luego del derrocamiento del justicialismo.

En su extensa trayectoria, La Vanguardia fue dirigida por destacados políticos socialistas, además de su fundador, como Nicolás Repetto, Enrique Dickmann, Enrique del Valle Iberlucea, Mario Bravo y Américo Ghioldi, entre otros.

La Hora. Apareció el 12 de enero de 1940 como vocera del Partido Comunista. Su programa fue combatir la oligarquía, el fascismo y el imperialismo a la vez que luchar por la defensa de las reivindicaciones inmediatas de la clase obrera y de las masas populares. Dirigido por Rodolfo Ghioldi, su línea editorial le trajo problemas durante el gobierno militar surgido en 1943 y también en el de Perón. En 1946 y 1947 su redacción sufrió ataques y atentados perpetrados por la Alianza Libertadora Nacionalista. Pese a su postura crítica frente a Perón y su gobierno, fiel a la línea prosoviética del comunismo argentino, celebró el establecimiento de relaciones diplomáticas entre nuestro país y la Unión Soviética en junio de 1946. La Hora fue clausurada por la Comisión Visca en enero de 1950.

La Prensa. Luego de la expropiación de este tradicional diario conservador perteneciente a la familia Paz por ley N° 14.021 del 12 de abril de 1951, fue entregado a la Confederación General del Trabajo. Así La Prensa fue administrada por una sociedad denominada EPASA (Empresa Periodística Argentina S.A.), presidida por José Espejo, Secretario General de la central obrera. Fue designado director del periódico Martiniano Passo, quien había ocupado similar cargo en el diario Democracia.

La Prensa reapareció el 19 de noviembre de 1951 con un titular en primera página por demás elocuente: “Por decisión de cinco millones de trabajadores reanuda hoy La Prensa sus actividades”(8). Durante los cuatro años siguientes este diario fue el vocero del movimiento obrero organizado, brindando un incondicional apoyo a la gestión del gobierno justicialista. El derrocamiento del general Perón en septiembre de 1955 dio por tierra con esta experiencia.

El Día. Fundado por Manuel Lainez, Arturo Ugalde, Martín Biedma y Julio Botet, apareció el 2 de marzo de 1884 en la flamante capital bonaerense, apenas un año y medio después de su fundación. En su primer editorial se podían leer sus propósitos: “Sin compromisos que nos aten, tendremos para ese Gobierno así como palabras de aplauso también la censura más agria, cuando sus actos la merezcan, porque comprendemos que la misión de la prensa no es otra que velar por los intereses públicos, colaborando en el desarrollo de los planes de aquellos que los administran y contraloreando ante el tribunal del pueblo todos sus actos”(9). Diario de interés general, indisolublemente ligado a la vida de la ciudad de La Plata y de la provincia de Buenos Aires, El Día tuvo una tirada de casi un millar de ejemplares en el año de su aparición, que ascendió a más de 4.500 en 1909. De los escritores, poetas, cronistas y periodistas que colaboraron en sus páginas en sus primeros años de vida pueden mencionarse, entre otros, a Miguel Cané, Joaquín V. González, Benito Lynch, Rafael Hernández y Pedro B. Palacios (Almafuerte).

En determinados momentos de la vida institucional provincial y nacional, El Día tomó posturas claras, como por ejemplo cuando se opuso al gobernador Marcelino Ugarte o criticó el fraude en tiempos de Manuel Fresco. La irrupción del peronismo y su posterior consolidación mostró a El Día en la vereda contraria de aquella expresión política. No extrañó entonces que cuando los sucesos de octubre de 1945 sus oficinas fueron apedreadas por los manifestantes, o que en diciembre de 1952 fuera intervenido por el gobierno, debiendo en consecuencia abandonar la dirección el Ing. Hugo Francisco Stunz, que ocupaba ese cargo desde julio de 1932.

Notas
* Este trabajo se inscribe, y es resultado parcial del Proyecto de Investigación: “Prensa escrita y Peronismo, 1943-1955”, dirigido por Fernando Barba, codirigido por Claudio Panella, y aprobado el 01/01/02 en el marco del programa de Incentivos a Docentes e Investigadores. Forman parte del equipo de investigación: César Arrondo, Vilma Sanz, Marcelo Fonticelli e Isabel Arigós.
1 BORRAT, Héctor. El periódico, actor político, Barcelona, Gustavo Gilli, 1989, p. 9.
2 Ibídem.
3 Ibídem, p. 10 y 33.
4 DOMINGUEZ, Teódulo. Pragmática periodística, La Plata, Nieves, 1994, p. 109.
5 LUNA, Félix. El 45. Crónica de una año decisivo, Buenos Aires, Sudamericana, 1975, p. 439.
6 Ibídem, p. 439-440.
7 La Vanguardia, Buenos Aires, 7 de abril de 1894, p. 1.
8 La Prensa, Buenos Aires, 19 de noviembre de 1951, p. 1.
9 Cfr. DIAZ, César. “El Día, el diario que nació con la ciudad”, en Oficios Terrestres Nº 3, La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, 1996, p. 136.

Bibliografía
 PANELLA, Claudio (comp.), ARRONDO, César, SANZ, Vilma y FONTICELLI, Marcelo. La Prensa y el peronismo. Crítica, conflicto, expropiación, La Plata, Ediciones de Periodismo y Comunicación, 1999.
REINOSO, Roberto (comp.). La Vanguardia: selección de textos (1894-1955), Buenos Aires, CEAL, 1985.
ROCCA, Carlos J. Centenario de La Vanguardia. La historia heroica de una pasión argentina, La Plata, UPAK, 1994.
SIDICARO, Ricardo. La política mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nación, 1909-1989, Buenos Aires, Sudamericana, 1993.
SIRVEN, Pablo. Perón y los medios de comunicación (1943-1955), Buenos Aires, CEAL, 1984.
ULANOVSKY, Carlos. Paren las rotativas. Historia de los grandes diarios, revistas y periódicos argentinos, Buenos Aires, Espasa, 1997.