María Silvina Souza




Percepciones, prácticas y discursos: la construcción del espacio público en la ciudad de La Plata*



“Serás organizado, serás un organismo, articularás tu cuerpo 
–de lo contrario serás un depravado–.
Serás significante y significado, intérprete e interpretado
 –de lo contrario, serás un desviado–.
Serás sujeto, y fijado como tal, sujeto de enunciación aplicado sobre un sujeto de enunciado
–de lo contrario, sólo serás un vagabundo-”. 
(G. Deleuze, F. Guattari)


Contenido
La calle
 - Las protestas en la calle. Los cortes de calle en las protestas sociales. Características de las protestas callejeras.
 - Los eventos en la calle. Los cortes de calle en los eventos deportivos y culturales. Características de los eventos  deportivos y culturales en la calle.
 - “Tomar” la calle como espacio de la contracultura o cultura alternativa.
 - La calle peatonal
Notas

Al decir de Carlos Guzmán Cárdenas, pensar la ciudad como acontecimiento cultural –que permita el desarrollo de una visión de transformación a largo plazo de la vida pública que hable a la ciudad en una perspectiva histórica, todo ello para intentar asegurar un idioma identificativo territorial según el uso y la interiorización que de una práctica hace el hombre en la construcción imaginaria de su propia urbanización social– supone que ya no existen análisis sobre la multiculturalidad urbana de la ciudad que puedan prescindir de los espacios por donde transitan y se apropian de la memoria colectiva quienes lo habitan.

Sin ánimo de establecer, entonces, un análisis que comporte algún tipo de determinismo espacial –pero sí de entender que la forma de las áreas urbanas puede favorecer o restringir la posibilidad de uso cotidiano del espacio público– se realizó un relevamiento de los espacios destinados al uso público y las apropiaciones sociales que se realizan en ellos. Según Michel de Certeau, el espacio es un lugar practicado; de un modo interpretativo, se resume así la diferencia entre espacio y lugar. Es decir, el espacio es un lugar vivido, de modo que, a través de la (inter)acción y la comunicación, los lugares se transforman en espacios de comunicación.

Entendiendo entonces que un sitio se hace lugar a partir de la apropiación que la gente hace de él, desde el pensar, el construir y el habitar, establecí cuatro áreas urbanas de uso público a saber: la calle, la plaza, el parque y otros espacios verdes, la esquina y la vereda y la pared.

Una vez delimitadas estas cuatro unidades de análisis, me propuse describir cómo son estos espacios, considerando sus aspectos morfológicos y funcionales, qué elementos los componen, qué roles cumplen, quiénes y cómo los usan.(1)

En principio diremos que en estos espacios se realizan prácticas estético-políticas y socioestéticas entendidas como: “aquellas manifestaciones en donde lo reivindicativo y la demanda se entremezclan con aspectos lúdicos e intenciones estéticas que articulan una dimensión simbólica y un sistema de comunicaciones”(2).

Ahora bien, como ya se ha dicho, no son los espacios los que por sí mismos determinan las características de las acciones (reales o simbólicas) que se desarrollan en ellos –aunque las condicionen en gran medida–. Pero tampoco son las acciones las que definen per se la apropiación y uso de los espacios públicos. En verdad, ambos –espacios y acciones–, se van construyendo (y deconstruyendo) en una relación compleja, difícil de objetivar desde categorías de análisis puramente espaciales o específicas de la acción social. En este sentido, intentaré describir y analizar las prácticas organizándolas en los espacios mencionados, pero a sabiendas de que tal decisión resultará por momentos arbitraria e insuficiente para dar cuenta de las acciones comunicativas que procuraré reseñar. También soy consciente de que habrá superposiciones en el análisis, ya que hay acciones que desbordan un espacio determinado de lectura. Sin embargo, es necesario organizarse de algún modo, aunque sea de manera provisoria.

En verdad, analizar las significaciones que se producen en el espacio público es introducirnos –de muchos modos– en el análisis de la cultura. Y en este sentido coincido con Jorge González, que la define como una dimensión omnipresente de las relaciones sociales. Esta posición implica varias cuestiones:

1- Que la cultura es una propiedad consubstancial a toda sociedad concreta e histórica.

2- Que la cultura no es una “entidad” flotante dentro de las superestructuras sociales que sólo permanece y se mueve de modo especial y acorde a los movimientos “reales” de la infraestructura económica.

3- Que la cultura tiene materialidad y soportes sociales objetivos y por lo que respecta al ámbito de su especificidad, la división social del trabajo lo ha circunscrito a los distintos procesos de construcción, codificación, interpretación y redefinición social del sentido.

4- De esta manera, la especificidad “sígnica” o “semiótica” de la cultura no es una componente más agregada a la ya de por sí compleja trama de relaciones sociales, sino una relación integral de todas las prácticas y relaciones de la sociedad en su conjunto. No se puede ser socialmente y no significar. No hay siquiera una sola acción social que no tenga una representación y orientación simultánea, negociable y copresente de ella.

5- En virtud de todo lo anterior, la cultura entendida como el universo de todos los “signos” o discursos socialmente construidos (y construibles), no agota su eficacia en el hecho de “ser” sólo significante, pues precisamente porque significa, también “sirve” y por ello la cultura es también un instrumento de primer orden para actuar sobre la composición y la organización de la vida y del mundo social común y corriente, “mortal”, cotidiano.

6- Finalmente podemos decir que las relaciones entre cultura y sociedad no son del orden de continente a contenido o viceversa. La cultura debe ser entendida como una dimensión de análisis de todas las prácticas sociales; ella es, en esa misma dirección, la sociedad total, observada desde la dinámica de construcción y reelaboración constante, histórica y cotidiana de la significación, del universo imaginativo en el cual las acciones de las personas resultan y son signos que sirven porque significan. La cultura es pues una visión, un sistema de clasificaciones con el que definimos el mundo, pero esa visión es al mismo tiempo, y por efecto de las desiguales posiciones dentro de la estructura social, una división práctica, efectiva, clasificatoria y operante del mundo. El origen, la estructura y la eficacia de tales divisiones no puede descuidarse en aras de una pretendida neutralidad “semiótica” de la cultura. En efecto, todos los seres humanos nos construimos una representación de nuestro accionar y estar por el mundo, pero precisamente debido a las desigualdades de poder y de clase, con dificultad nuestras distintas interpretaciones de la realidad pueden coexistir armoniosa y amablemente con las de otros agentes de posiciones distintas y desniveladas respecto a la nuestra.(3)

La calle

La calle se considera un elemento constitutivo de la malla o trama vial que forma parte del espacio público de la ciudad –totalidad– destinada al desplazamiento de peatones y vehículos para el transporte público, privado y de carga. Vista así, reunifica la totalidad enlazando un extremo a otro de la ciudad, manteniendo continuidad y accesibilidad lo que permite conexiones organizadas y jerarquizadas alrededor de un eje principal que las soporta y articula.(4)

Sin embargo, la calle se puede mirar no sólo como una parte que pertenece a una totalidad, sino como un fragmento que subsiste por sí mismo, por lo tanto no tiene como referencia un centro que lo jerarquiza, y por ello se abre a otras conexiones perdiendo la continuidad e integridad, propiciando un sistema aleatorio de probabilidades; la calle, entonces, sale de su contexto de pertenencia y se recompone dentro de un marco de variedad, produciéndose una red que insinúa relaciones con nuevas lecturas y no una malla que organiza y ordena. En este sentido me propuse analizar distintas expresiones que se plasman en el uso y apropiación de ese espacio público que es la calle y que organicé de la siguiente forma:

- Las protestas en la calle. Los cortes de calle en las protestas sociales. Características de las protestas callejeras.

En la ciudad de La Plata, así como en muchísimas otras ciudades argentinas, el 2001 estuvo signado por innumerables marchas de protesta que tuvieron como escenario la calle.(5) Algunas de estas protestas fueron de carácter micro-barrial, es decir, que tanto los motivos como los escenarios urbanos elegidos para realizar el reclamo se desarrollaron en el universo conceptual y espacial del barrio. Así, por ejemplo, el barrio del Dique fue escenario, en reiteradas oportunidades, del reclamo de los vecinos e instituciones contra la instalación de un instituto de menores en la zona. Por otro lado –y éstas constituyeron la mayoría de las protestas sociales realizadas durante el 2001–, nos encontramos con las marchas de carácter reivindicativo sectorial, en su mayoría protagonizadas por docentes de los tres niveles educativos, y por empleados estatales. En estos casos la demanda se trasladaba al centro de la ciudad, donde se constituía un punto de encuentro, luego se marchaba por las calles céntricas y se finalizaba generalmente frente a los edificios públicos de la ciudad.

El 2002 y la explosión de la crisis(6) argentina acentuó la presencia del ciudadano común en el espacio público.(7) La crisis es un momento privilegiado que hace visible y permite la mediación reflexiva de las determinaciones de la estructura y genera las condiciones para el surgimiento de nuevas subjetividades colectivas o formas de percepción, apropiación simbólica y acción. Las situaciones de descomposición convocan al lugar del sujeto: lugares simbólicos y reales desde donde el conjunto pueda pensarse como reapropiándose a sí mismo, lugares del “rehacer” para conquistar una nueva unidad y no simplemente para reponer una unidad perdida.(8)

Es así que este año pudo observarse no tanto nuevas acciones en los espacios urbanos, como sí nuevos actores y nuevas formas en la representación de esas acciones. Por un lado, aparece el ciudadano común apropiándose del espacio de la lucha y la protesta, lugares simbólicos que cotidianamente eran asumidos por el ciudadano sindicalizado, aquel que lleva al espacio público –de manera planificada– las demandas de un sector –generalmente productivo– de la población. Este nuevo actor –que provisoriamente llamaremos ciudadano común– comienza a asumir el espacio público como escenario de expresión de sus demandas, y a utilizarlo como plataforma de lanzamiento en su incipiente intervención en los asuntos públicos de la ciudad. Más adelante veremos que muchas de estas acciones espontáneas se irán transformando paulatinamente en acciones organizadas.

Por otro lado, aparecen nuevas formas en la representación de esas acciones de protesta –sobre todo en aquellas manifestaciones que tienen como protagonistas a ciudadanos de clase media(9)–, vinculadas a lo que Antonio Mela –retomando libremente los tipos de orientación de la acción social propuestos por Jürgen Habermas– llama actuar dramatúrgico. Esta forma de acción es propia de sujetos que, interactuando, se configuran recíprocamente como actores frente a un público, mostrando a las contrapartes, en modo expresivo, una parte de su propia subjetividad. En el actuar dramatúrgico, la comunicación tiene una finalidad expresiva(10), y la selección de códigos obedece a esta finalidad y a las exigencias de eficacia en la representación recíproca de la propia subjetividad. En este caso, el rol del contexto espacio-temporal puede ser comparado al de un escenario teatral. Al igual que el escenario es seleccionado en función de su capacidad de hacer resaltar el significado del texto y la fuerza expresiva del parlamento –dice Mela–, los elementos del ambiente son analizados sobre la base de su simbolismo y a partir de esta característica son asumidos como términos de referencia de la acción.

Un caso paradigmático de estas nuevas formas de asumir la protesta lo constituye el “cacerolazo”, práctica que se observa desde diciembre de 2001 en innumerables ciudades del país, donde las movilizaciones de los sectores medios mostraron una nítida ruptura con las reglas institucionales: desconociendo el estado de sitio, escrachando casas de políticos y sindicalistas, hostigando en los portones de la residencia presidencial, presionando a legisladores, etc.(11) En la ciudad de La Plata, el “cacerolazo” asumió múltiples facetas en la protesta social: de su gestación “espontánea” del 19 y 20 de diciembre de 2001, pasó a convertirse en la vedette indiscutida de otras manifestaciones posteriores que empezaron a tener algún grado de organicidad. Hay un dato que no me parece menor a la hora de estudiar esta práctica, y es que en la escena del cacerolazo –al menos de los primeros– se (con)funden la fiesta y la protesta. Los ciudadanos no sólo “toman” el espacio público para vocear “que se vayan todos”, los cacerolazos suelen estar marcados por la alegría y el placer de estar juntos, de desafiar, de recuperar los espacios de los que los sujetos sociales habían sido expulsados.

Otro ejemplo de estas prácticas estético-políticas y socioestéticas podemos encontrarlo mes a mes en algún cruce de arterias del barrio Norte de la ciudad, donde los vecinos de este barrio realizan un “baldazo” para protestar por la falta de soluciones concretas por parte del municipio al problema de las inundaciones. Esta práctica se lleva a cabo todos los 27 de cada mes con el fin de recordar el llamado “domingo negro” del 27 de enero de 2002, cuando prácticamente toda la ciudad quedó bajo agua a raíz de una fuerte tormenta. En esta fecha, los vecinos se juntan en alguna esquina con pilotos, baldes, paraguas, pancartas, bombos y otros elementos con los que se manifiestan “por la inacción municipal para resolver esta situación”(12).

Al ser consultado por las razones de la protesta, uno de los vecinos comentó: “estamos acá porque la única garantía con la que contamos es la organización y la movilización de la gente” (mientras arengaba al resto del grupo al grito de “inundados”). Cuando se le preguntó a una vecina por el “vestuario” utilizado en la escenografía del “baldazo” –paraguas, antiparras y patas de rana, entre otros– deslizó con ironía que “son accesorios muy utilizados en nuestro barrio”.

Otra práctica similar a la descrita anteriormente fue la que realizó un grupo de vecinos el 12 de marzo de 2002, “festejando” el primer año del incumplimiento de la empresa distribuidora de gas (Camuzzi Gas Pampeana S.A.) para instalar una red de gas.(13) En una original protesta, los vecinos se acercaron a la sede de la empresa y entre grandes pancartas, llevaron una torta con una vela. Alfredo Peñalba, uno de los vecinos impulsores del “festejo”, dijo que “fue pensado como protesta, de manera original, luego de un año de reclamos sin respuesta”.

El 3 de julio de 2002, docentes de escuelas rurales y de la periferia de la ciudad cortaron la calle frente a la Gobernación provincial y realizaron un “guardapolvazo” –colgaron guardapolvos en las vallas que protegen los accesos al edificio– para manifestar el rechazo a los recortes aplicados en el pago por ruralidad, la reforma del estatuto de la actividad y las medidas de ajuste del presupuesto educativo.

Bocinas, cacerolas, sirenas y banderas argentinas fueron los instrumentos que utilizaron la noche del 10 de septiembre de 2002 miles de personas en todo el país para reclamar más seguridad, en el marco de una jornada denominada “basta de violencia”. En esta oportunidad, los ciudadanos platenses se sumaron a la protesta haciendo sonar las bocinas de sus autos o saliendo a los balcones con banderas argentinas.

El 12 de marzo de 2002, varias comunidades de escuelas (EGB 52, EGB 29, EGB 39, EGB 60) se nuclearon en puntos de la ciudad para exigir al Gobierno provincial la cancelación de las deudas que mantenía con los proveedores de los comedores escolares. La comunidad educativa de la EGB 29 decidió sacar las mesas a la calle e hizo un último almuerzo de protesta.(14)

En todas estas prácticas hay algo para destacar: es evidente que estos grupos urbanos y movimientos sociales no desconocen lo que sus “dramatizaciones” en el espacio público comportan de efectividad mediática. Podrán no ser conscientes de los múltiples lazos que van tejiendo cada vez que se encuentran, incluso podrán desestimar que el (re)encuentro produzca redefiniciones en las identidades colectivas y en el devenir de la historia de la ciudad, pero si hay algo de lo que son absolutamente conscientes es de que en sus rituales –que se expresan en dramatizaciones espacio-temporales y prácticas socioestéticas que presentan y representan vivencias y problemáticas sociales– sus principales espectadores serán los medios de comunicación y, a través de ellos, el resto de la sociedad. Esta “lucidez” no me parece menor. La investigadora mexicana Rossana Reguillo señala al respecto que los medios de comunicación –especialmente la televisión– han operado una transformación radical en la noción de “visibilidad”. Así, la visibilidad se ha convertido no sólo en uno de los debates fundamentales para los movimientos sociales contemporáneos, sino además en un problema clave para el sostenimiento de identidades, proyectos y conflictos en el ámbito de lo que ha dado en llamarse “opinión pública”(15). Son estos elementos sobre los que descansa –al decir de Jorge González– una buena parte de la posibilidad real y objetiva de la conformación y ejercicio del poder cultural terrenal. El análisis de estas prácticas debería entonces darnos algunas pistas y aportaciones al conocimiento de diversos procesos sociales de construcción de sentido a través de luchas por mostrar cuál de los contendientes (ciertamente en posiciones desiguales y desniveladas) es capaz de sostener y elaborar las definiciones, las versiones y “visiones” más plausibles, más legítimas de la realidad de la vida y del mundo, capaces no sólo de ser impuestas, sino sentidas y respetadas.(16)

- Los eventos en la calle. Los cortes de calle en los eventos deportivos y culturales. Características de los eventos deportivos y culturales en la calle.

Se encuadran dentro de este ítem aquellas prácticas en la calle que se realizan en forma planificada y que son alentadas por la administración comunal, importantes empresas y la Iglesia, entre otros. A modo de ejemplo se pueden citar los actos oficiales conmemorativos de fechas patrias, la maratón Carrefour, la procesión de Corpus Christi, etc.

Al decir de Néstor García Canclini, la identidad es una construcción que se relata. Se establecen acontecimientos fundadores, casi siempre referidos a la apropiación de un territorio por un pueblo o a la independencia lograda enfrentando a los extraños. Se van sumando las hazañas en las que los habitantes defienden ese territorio, ordenan sus conflictos y fijan los modos legítimos de vivir en él para diferenciarse de los otros. Los libros escolares y los museos, los rituales cívicos y los discursos políticos, fueron durante mucho tiempo los dispositivos con que se formuló la identidad de cada nación y se consagró su retórica narrativa.(17)

En todas las sociedades existen instancias en las que el conjunto de sus integrantes se congrega para realizar algún tipo de ritual común que es a la vez una manera de homenajearse y de reproducir su ordenamiento interno. Las efemérides patrias que se ritualizan en los actos conmemorativos constituyen hitos sobre los cuales se construye un imaginario colectivo del “nosotros” sobre la base de la narrativa central de la “argentinidad”.

Los héroes son símbolos poderosos, en tanto son presentados como arquetipos, modelos a imitar: ellos encarnan ideas y aspiraciones de una sociedad, tal como las definen quienes ejercen la dominación.

La exaltación de los héroes toma diversas formas simbólicas, sean ellas materiales o inmateriales: monumentos (estatuas, bustos), cuadros, celebraciones, conmemoraciones de distinta índole (incluyendo libros de texto escolares, nombres de calles, barrios, pueblos o ciudades, sellos postales, numismática, marchas, etc.). Esas formas materializan la memoria histórica definida por el poder. En esta tarea, la discusión sobre los símbolos y su respectivo contenido nos ofrece un amplio campo para entender más cabalmente la visión del orden político, de la sociedad y su historia por parte de quienes detentan el poder, pero también de quienes lo disputan y, en consecuencia, aspiran a establecer otros símbolos. Es decir, el conflicto entre diferentes actores en el plano político-social-ideológico se expresa también en la lucha por los símbolos. Éstos se construyen y/o se inventan, pero en cualquier caso supone un acto de voluntad para imponerlos en el imaginario social y hacer efectiva la relación de significado que cada uno de ellos establece entre dos objetos, dos ideas, dos imágenes o entre unos y otras.(18)

En la ciudad de La Plata se puede observar que los festejos patrióticos constituyen, cada vez más, un espectáculo donde la elite dirigente representa las solemnidades conmemorativas bajo la mirada del pueblo reducido cada vez más al papel de espectador. Por ejemplo, en el marco de los festejos por el 191º aniversario de la Revolución de Mayo, la Municipalidad de La Plata organizó las siguientes actividades (sólo reseñaré las que se realizaron en espacios públicos):

A las nueve de la mañana se izó el Pabellón Nacional en plaza Moreno con el acompañamiento de la banda militar “Paso de Los Andes”. Posteriormente se realizó un homenaje a Mariano Moreno, en el veredón central de la plaza que lleva su nombre. También por la mañana se colocó una ofrenda de laureles en los jardines de la Legislatura Provincial frente al mosaico evocativo de las figuras de la Primera Junta.

El intendente de la ciudad, Julio César Alak, encabezó el acto de inicio de obras de la remodelación integral de la avenida 7, en la calle 7 y 35, a las 10:30 horas. A las 11, el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, acompañó al jefe comunal y a las autoridades municipales a la Catedral para participar del Solemme Tedeum, oficiado por el Arzobispo de la arquidiócesis de La Plata.

A las 18 se dio fin a los festejos con el arrío del Pabellón Nacional en plaza Moreno. Estas rutinas conmemorativas muestran grupos cada vez menos numerosos de personas que presencian desganadamente la reiteración de los mismos programas y los mismos gestos. Casi no se observan ciudadanos que concurran a estos actos de manera espontánea.

Sin embargo, aparecen otros aniversarios que invierten la relación: las fechas conmemorativas de la implantación de la última dictadura militar y de la “Noche de los Lápices”, por ejemplo, son cada vez más sentidas y protagonizadas por el pueblo. Son los ciudadanos los que aparecen cargándolas de sentido y apropiándose de su significación. Es así que el 16 de septiembre de 2002, estudiantes, organizaciones de derechos humanos, asambleas barriales y partidos de izquierda recordaron “La Noche de los Lápices” en una multitudinaria marcha que recorrió el centro platense durante más de tres horas. Ese día se cumplieron 26 años de aquella noche ocurrida entre el 15 y el 16 de septiembre de 1976, cuando un grupo de alumnos que reclamaba la implementación de un boleto secundario fue secuestrado, desapareciendo la mayoría de los jóvenes. La de ese día fue la marcha número 17 que rememoró aquel hecho, ya que la primera movilización se realizó en 1985, a instancias de estudiantes de Bellas Artes que salieron a la calle después del juicio a las juntas militares de la dictadura, y desde entonces no se interrumpió un solo año.

La marcha, que arrancó en plaza San Martín y recorrió la calle 50 hasta el Palacio Comunal y la avenida 53 para concluir en el ministerio de Obras Públicas –donde aquel 16 de septiembre los estudiantes reclamaron una tarifa de micros especial para los secundarios–, reunió a unas 2.500 personas. La columna de tres cuadras fue encabezada por las Madres de Plaza de Mayo y Pablo Díaz, uno de los dos sobrevivientes del grupo secuestrado en 1976. También participó en la primera línea Rosa Schonfeld de Bru, la madre de Miguel, el joven alumno de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social asesinado en 1993 por policías de la comisaría novena.

La concentración estuvo integrada, además, por militantes de la Coordinadora de Estudiantes Secundarios -que organizaron la marcha-, alumnos de los colegios Bellas Artes, Nacional y Liceo, Albert Thomas y de distintos establecimientos de enseñanza media. También participaron la FULP, las agrupaciones estudiantiles de izquierda CEPA y Aguanegra, H.I.J.O.S. (hijos de desaparecidos), el Partido Obrero, la Corriente Clasista y Combativa, el Polo Obrero y la murga Tocando Fondo, entre otros.

Durante la conmemoración no faltaron tampoco los “escraches”, que tuvieron lugar en la Gobernación y en el Palacio Municipal, donde los estudiantes arrojaron huevos contra las fachadas, y antes del acto central en el playón del ministerio de Obras Públicas la marcha pasó por la puerta de la comisaría primera, donde los manifestantes quemaron un muñeco gigante –una combinación de busto militar con un alacrán– confeccionado por estudiantes del Bachillerato de Bellas Artes. Asimismo, en la entrada al ministerio de Obras Públicas, un grupo de alumnos de Bellas Artes, dejó inaugurado un mural alusivo al 16 de septiembre de 1976.

Es así como actores y prácticas se van constituyendo en el espacio público de manera diferenciada. Mientras que los actos oficiales tienden a reproducir (y a perpetuar) un modo de estar en el espacio contenido, homogéneo y jerarquizado, los actos organizados por la sociedad civil tienden a desbordar estos espacios y ponen en juego prácticas más horizontales e innovadoras.

- “Tomar” la calle como espacio de la contracultura o cultura alternativa.

En este punto se destacan manifestaciones de carácter cultural popular. Algunas de ellas son prácticas de larga data, como la quema de muñecos en Año Nuevo y el carnaval; otras, son expresiones nuevas como los malabaristas y lanzallamas que se apropian de la calle en los cortes de semáforo; y finalmente nos encontramos con las murgas, que si bien no constituyen un fenómeno reciente, en los últimos años retomaron su música y su sentido social reivindicatorio-contestatario, recuperando las calles, expandiéndose, ganando público, y haciéndose portavoz temporal de un discurso político-social que apuntaba a la integración, la revalidación de la cultura popular, la participación y el protagonismo social.

Respecto de la quema de muñecos en Año Nuevo pude observar que ésta constituye un pasaje de ruptura a través del cual se sale temporariamente de la vida cotidiana para hacer una reflexión sobre ella y resignificarla con un carácter metafórico. La quema de muñecos constituye –desde la década del 50– un festejo tradicional urbano en la ciudad de La Plata; a lo largo de los años ha generado un sentimiento de pertenencia y con ello signos de identidad dentro de un barrio y de la ciudad toda. El espacio público del barrio es el escenario donde se despliegan las actividades preparatorias de este ritual urbano: los vecinos se autoconvocan en la vereda y debaten acerca del comienzo de las tareas y el diseño del muñeco; los más chicos son los encargados de pedir dinero a conductores automovilísticos que transitan por las calles donde se ubica el centro de construcción del muñeco y de golpear las puertas del barrio; otros se encargan de cebar mate y de organizar actividades recreativas para los ratos libres o los momentos de guardia nocturna. Adolescentes y jóvenes son los responsables de la construcción, que se inicia en las veredas y finalmente termina en el medio de la calle, donde será quemado el muñeco. En la madrugada del 1º de enero los vecinos se concentran en las veredas y calles que harán de escenario de la hoguera; para que el muñeco pueda ser considerado una buena quema tiene que arder un buen rato y explotar, tiene que cumplir con las exigencias de ser una manifestación estruendosa y lograr una importante convocatoria de público, no sólo barrial, sino de la ciudad toda. Luego de la quema, generalmente los vecinos se quedan en la calle bailando y brindando por el nuevo año que comienza. Es así que en esta época del año se modifican tanto los patrones de uso como los de ocupación del espacio urbano, y el barrio se reconstituye en una variedad de ambientes y de formas de intensas redes de comunicación que facilitan el intercambio social.

La murga, por su parte, conforma una verdadera autocaricatura de la sociedad por donde desfilan, identificados y reconocidos, los acontecimientos salientes de la misma, lo que la gente ve, oye, y dice, tomados en chanza y en su aspecto insólito, cómico y sin concesiones, y si la situación lo requiere, mostrará la dureza conceptual de su crítica, que es su verdadera esencia. La veta de protesta punzante, irónica, aguda, mordaz, inteligente y comunicativa, es la estructura y esencia de la murga.

En la ciudad de La Plata, las murgas suelen acompañar marchas reivindicativas y encuentros de carácter cultural y popular, y también protagonizan sus propios encuentros en corsos y festivales. Varias veces al año suelen desfilar por las calles de nuestra ciudad –generalmente se apropian de la calle 7 en el trayecto que va de plaza Italia a plaza San Martín– en lo que llaman las “marchas carnavaleras” para protestar contra la “misiadura” y pedir no sólo el feriado de carnaval(19), sino también la realización de corsos gratuitos en las principales avenidas de La Plata. Celebración y protesta son dos conceptos que en la murga se entrelazan permanentemente. Lino, integrante de la murga “Tocando Fondo”, se refirió a los motivos de la 5º Marcha Carnavalera que se realizó en la ciudad el 8 de diciembre de 2001: “Hacemos esto desde la alegría y bailamos en las calles por la alegría de vivir, para que no nos roben la educación y la salud pública, y como una forma feliz de protesta contra el ajuste económico”. En el mismo sentido, Martín Plundel explica que “la idea es reclamar sin perder la alegría, esa es la esencia de la murga. Se pueden decir las cosas más terribles con mucho sentido del humor, a la gente eso le gusta; cuando nos ven en la plaza se enganchan enseguida”. Las plazas también son espacios de ensayo y encuentro de murgueros; invitados por la Unión Platense de Artesanos Independientes participaron de varios eventos en la feria artesanal de plaza Italia. La llegada de la primavera es una fecha muy especial para los artesanos, “no sólo por lo que significa en el plano simbólico, también porque con la primavera empieza el buen tiempo. Para los puesteros un día de sol es una bendición”, explicó Mario Aquilino Atunez, integrante de la Comisión de Cultura de la Unión Platense de Artesanos Independientes, encargada de la organización de este tipo de encuentros.

En uno de estos festivales en plaza Italia los murguistas fueron llegando a la zona de 7 y 44 a partir de las 14. Unos ya llevaban puestos sus trajes, con las típicas colas tipo frac, mientras otros empezaban a cambiarse en las veredas o sobre el pasto de la plaza. Los que estaban ya preparados se reunían en pequeños grupos de dos o tres para pintarse antifaces y máscaras unos a otros. Los encargados de ponerle ritmo al baile probaban los bombos y los platillos. Hacia las 16 todo estaba listo para empezar. Las murgas convocadas fueron siete: Tocando Fondo, Quemando Mandinga, Batuquelé, Los Sospechosos del barrio, El Gueto, Sudestada y Los Batuqueiros. Según lo planeado por los organizadores, unas entraron por el sector de diagonal 74 y 6, y el resto lo hizo por el lado opuesto de la plaza, sobre 8 y 45, para luego reunirse todas en el playón central. Poco después de las 16 las dos columnas comenzaron a avanzar hacia el centro de la plaza pegando patadas al aire al ritmo de los bombos y los platillos.

La artesana Laura Chiatti, también encargada de la organización, dijo que otra de sus intenciones era lograr que la plaza vuelva a ser un lugar cultural y familiar: “queremos que la gente sienta este lugar como suyo, y que lo pueda disfrutar presenciando un espectáculo que no excluya a ninguno de los integrantes de la familia. Lo bueno de las murgas es su espontaneidad, la gente se pone a bailar casi sin darse cuenta”.

Se estima que entre limpiavidrios, trapitos, mendigos, malabaristas y vendedores ambulantes, en La Plata hay más de 500 personas que salen a diario a tratar de conseguir dinero en actividades informales.(20)

Las esquinas del microcentro y las intersecciones con semáforos de las avenidas de acceso a la ciudad operan como imanes para atraer a esa mayoría de desocupados de todas las edades, muchos de ellos provenientes del conurbano bonaerense y otros procedentes de los barrios de la periferia platense. Las esquinas con semáforo de calle 7 –especialmente 7 y 32–, de diagonal 80 y de avenida 44 se ubican entre las más buscadas por quienes se dedican a estas actividades informales. Y en esos sitios –al decir de quienes los ocupan– son tantos los que se dan cita a diario que ya no alcanza con ofrecer una mercadería o un servicio, ahora es necesario apelar a un plus de ingenio sólo para tener una oportunidad de diferenciarse y sobrevivir.

“Hoy por hoy la necesidad hace milagros. Hay que adaptarse a la situación y usar el ingenio para poder llevar un mango a casa”, dice Fernando Medina envuelto en un traje de Papá Noel que pagó 26 pesos en una casa de cotillón, cargando una canasta y sin dejar de ofrecer pan dulce a los automovilistas que circulan por la esquina de 44 y 135. Ya aprendió que su interpretación del célebre personaje navideño en plena calle y mientras vende tiene sus cosas: son muchos los pibes que se paran a saludarlo, tocarlo o aún para dejarle alguna cartita. Comprar el traje fue casi una espontánea estrategia de marketing para la familia Medina, después de haberse parado durante varios días en esa esquina sin vender un sólo pan dulce. La idea repercutió positivamente en las ventas: con el traje vendían –en diciembre de 2001– un promedio de 30 pan dulces por día.

La última modalidad que adquirió el rebusque en las esquinas de la ciudad es la de los malabaristas: chicos y jóvenes que aprovechan los 46 segundos en que los semáforos detienen el tránsito para hacer rápidos números de circo y pasar la gorra para recibir una moneda a cambio de su expresión.

Se los puede ver en 12 y 51, corriendo de aquí para allá al ritmo del semáforo; también en 7 y 32 o en 44 y 31 –las esquinas más cotizadas son aquellas que convocan una mayor cantidad de autos, o las que tienen los semáforos más largos–, donde tienen contabilizada la duración de la luz roja y, clavas en mano, hacen su número en busca de cambiar una sonrisa de los automovilistas por una moneda.

Armar la rutina fue menos difícil que desarrollarla en los escasos segundos que les da el semáforo: “El rojo dura 46 segundos; el verde 35. Lo averiguamos recorriendo varios semáforos céntricos. Cuando nos dimos cuenta que los 46 segundos de la esquina de 12 y 51 era la mayor duración que se podía pretender de una luz roja en una avenida ancha, muy concurrida, céntrica y sin colectivos, nos decidimos. Costó acostumbrarse, pero fuimos ganando en oficio”, dice Paulina, “ahora sabemos que cuando se prende el muñequito del semáforo peatonal nos quedan 3 segundos para salir de la calle”.

La modalidad comenzó a aparecer a mediados de 1999, frente al Palacio Municipal, pero ahora ya ganaron varias esquinas, y lo que comenzó como un juego inspirado en lo que ocurría en algunas calles porteñas, ya se convirtió en una postal entre circense y urbana de las esquinas platenses. “En realidad empezamos a hacer malabares como hobby y nuestro principal objetivo es dar a conocer lo que hacemos. De hecho, actualmente hacemos lo mismo para el Teatro de la Comedia. Pero los primeros días encontramos que la gente lo asociaba con los números callejeros en los que se pasa la gorra y nos daba monedas, así que decidimos incluir el gorro”, dice Matías, y agrega: “no se puede vivir de esto, pero nos deja lo suficiente para salvar algunos gastos de la facultad y el colegio. Y sobre todo para pagar algunos de los elementos, como los monociclos, que son bastante caros”.

El espectáculo está bien organizado: ni bien aparece la luz roja, los chicos aprovechan los 46 segundos que tienen antes de que el semáforo se ponga en verde y, frente a la hilera de coches, arrancan su espectáculo de clavas y acrobacias. 15 segundos antes de que los autos pongan primera, uno de los malabaristas pasará un enorme gorro de clown entre las ventanillas buscando monedas o una simple sonrisa del conductor. Así durante toda la tarde, entre cinco y seis horas, hasta que los brazos digan basta y la calle ya no esté tan transitada.

Dulio cuenta que “a muchos automovilistas no les gusta ni medio que nos pongamos adelante a hacer nuestro show. Pero la mayoría, por suerte, nos deja alguna moneda o simplemente nos devuelve el gesto con una sonrisa”.

“La reacción de la gente es diversa y nos encanta que sea así”, dice Matías, antes de describir el abanico de respuestas que cosechan: “para la mayoría, al principio, era una sorpresa; después se fueron acostumbrando. La reacción más común es la sonrisa, los comentarios. Pero también están los que te miran mal o los que amagan arrancar cuando el semáforo todavía está en rojo”.

Los malabaristas platenses dicen que cosecharon algún que otro gesto conmovedor con su número, como el día que desde el megáfono de una ambulancia que esperaba el cambio de luz, el chofer comenzó a pedir un aplauso para los malabaristas. O bien cuando el representante de la banda “Los Piojos” les ofreció participar en uno de los recitales del grupo. La contracara la vivieron el día en que una patrulla de Control Urbano les advirtió que no podían hacer su número sobre la senda peatonal. “Después de eso hablamos con concejales para conseguir un proyecto de ordenanza que autorice las actividades artísticas en las esquinas”, relataron.

Como todo, el arte callejero también maneja recetas y códigos propios, a saber: nunca hay más de tres o cuatro artistas por semáforo, no ensayan en la vereda mientras un compañero trabaja porque distrae la atención, si llueve poco tratan de no suspender el espectáculo y, algo que no todos hacen, evitan pasar la gorra si se cometieron tres errores seguidos.

- La calle peatonal.

La calle peatonal de la ciudad se “abre” al peatón los fines de semana y constituye la arteria principal del centro comercial platense; morfológicamente es una especie de extensión de la vereda y cuenta con equipamiento urbano específico, como luminarias y asientos que favorecen la apropiación del espacio en torno a ellos. Es el lugar elegido por los adolescentes para planificar sus encuentros nocturnos; también se transforma en el escenario de payasos y estatuas vivientes que despliegan su arte a cambio de una moneda; pero fundamentalmente es el territorio del ciudadano-consumidor.

El 22 de septiembre de 2001, la peatonal fue el escenario elegido por diferentes fuerzas políticas en la búsqueda de un espacio distendido para difundir propuestas electorales. Unos repartían chocolatines. Otros, panfletos. Algunos se mostraron junto a famosos de la TV. Más allá, invitaban a escrachar a una empresa privatizada de servicios. Ese fue el abanico que desplegaron el PJ, los cavallistas, la UCR, el Frente Platense y el Polo Social ese sábado al mediodía en calle 8 –el día, la hora y el lugar elegido por los platenses para las compras y el café–.

La idea de todos fue entregar folletos con las propuestas y que los candidatos conversaran con la gente. Pero apenas pudieron cumplir con el primer objetivo porque la mayoría de los vecinos recibía los papeles y seguía de largo. La notable indiferencia del público movió a una humorada cerca de una mesa instalada en 8 y 48 donde se vio al radical Javier Quinterno junto a otros candidatos del Frente Platense: “mirá la bola que le dan a aquel”, mientras señalaban a un joven que ofrecía abonos de TV satelital y ante quien mucha gente se detenía a oír su propuesta de venta.

En la misma esquina, pero sobre la vereda del sol, se instalaron los del Polo Social que esperaban a Alicia Castro, para una caminata por 8 y un escrache frente a las oficinas de Azurix. Ahí el plan era desplegar un panel con una ventana mirando al frente de la empresa como símbolo del país que el Polo quiere cambiar. “Es una idea de Tony Blair”, comentó un organizador. En 8 y 48 también se instaló el sector de Sergio Barbatto –que repartió volantes personalmente– con una camioneta tapada de afiches y militantes tomando mate, en busca de pintar la típica imagen del “vecino” al que apunta esa fuerza.

La rivalidad electoral no impidió que candidatos y militantes se cruzaran en saludos y breves charlas. En ese marco hubo espacio para la nostalgia de tiempos mejores en materia de campañas y algunos recordaban cuando, además de volantes, a la gente se le podía regalar remeras, llaveros, pochoclo, lapiceras y otros souvenirs. Ese día sólo los cavallistas pudieron darse el lujo de agregar a los folletos pequeños chocolatines con la cara de Alejandra Sturzenegger.

El PJ, en tanto, había preparado un acto que en los papeles prometía una gran convocatoria: exhibir al intendente Alak y a los candidatos Bonicatto y Bruera junto a los cómicos “Pachu y Pablo” del staff de Marcelo Tinelli. El grupo se instaló en una mesa de un bar de 8 y 47 y mientras tomaron café con habanos de chocolate posaron para las fotos. Asediados por las mujeres, Pachu y Pablo firmaron autógrafos. Y antes de las 11 –cuando la costumbre sabatina dice que la gente recién empieza a llegar al centro– Alak se despidió de los hombres de la TV y se fue al barrio de Tolosa a inaugurar una plaza.

El 20 de abril de 2002 la colectividad catalana de La Plata conmemoró un nuevo aniversario de San Jordi, patrono de la región de Cataluña. Los festejos tuvieron lugar en la peatonal de calle 8 entre 48 y 49, donde se realizó una exposición de tejido y bailes típicos a cargo del ballet de la Asociación Española de General Alvear. Desde muy temprano, cerca de 50 tejedoras brindaron una colorida muestra de encaje a bolillo, que llamó la atención de los platenses que disfrutaban de una soleada mañana en el centro. La gente se interiorizó sobre esta técnica de tejido que es muy antigua y que los catalanes la trajeron de Grecia. Cerca del mediodía, la atracción pasó del tejido al baile. Muchas personas se acercaron a la esquina de 8 y 47 para observar al ballet que llegó a nuestra ciudad invitado por el Casal platense para mostrar las danzas típicas de Cataluña.

De acuerdo a lo observado, la peatonal permite permanencias más dilatadas en el espacio y anula –en algunos sentidos– el concepto de unidireccionalidad de la calle. De este modo, los recorridos dejan de establecerse en una trayectoria prefijada –que marca la dirección del rumbo– para desplegarse en múltiples sentidos (sinuosos, ondulantes, zigzagueantes, circulares), donde el espacio presenta alternativas en su circulación y abre las posibilidades a diversos itinerarios. Es así que en la frontera –calle-vereda, vereda-comercio– se genera un tipo de movimiento que Deleuze y Parnet caracterizan como “línea de fuga”(21), el cual desestabiliza el orden y diluye la función de cada uno de los segmentos (en este caso: calle, vereda y comercios). Es posible, por ejemplo, avanzar por el medio de la calle peatonal y encontrarse de pronto en la vereda (no hay cordón que señale el límite entre un espacio y otro), entrar a una galería comercial en forma de U (que nos devuelve a la misma vereda) y seguir la marcha por el centro de la calle. Así, la calle trasciende el límite estructural dado por la geometría, convirtiéndose en un límite fractal (indefinido, irregular e interrumpido) que forma una línea de frontera permeable donde circulan múltiples fuerzas generadoras de movimiento, tensiones y conflictos, conformando numerosas redes aleatorias de relación y comunicación, posibilitando nuevas relaciones, usos y significados.

Notas
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación: “Comunicación y espacio público: circulación, recorridos y encuentros. Análisis y propuestas de interpretación de los discursos oficiales y los cruces con las voces callejeras”, llevado a cabo por la Lic. María Silvina Souza, durante el período 2001-2002, bajo la dirección del Lic. Carlos J. Giordano, en el programa de Becas de Perfeccionamiento en Investigación Científica de la Universidad Nacional de La Plata.
1 A los fines de esta presentación sólo desarrollaré en forma exhaustiva el espacio de la calle y las prácticas de apropiación que en ella se realizan.
2 LOBETO, Claudio. Acciones y representaciones en los espacios urbanos, en Ciudad virtual de Antropología y Arqueología http://www.naya.org.ar/congreso/ponencia1-22.htm.
3 GONZÁLEZ SÁNCHEZ, Jorge Alejandro. “Juego peligroso: Ferias, memorias urbanas y frentes culturales”, en revista Dia-logos de la Comunicación Nº 23, Lima, FELAFACS, marzo de 1989.
4 ROJAS, Edilsa y GUERRERO, Martha. La calle del barrio popular: fragmento de una ciudad fragmentada. Barrio Taller, Serie Ciudad y Hábitat (Número 4), Santa Fe de Bogotá, D.C., agosto de 1997.
5 En los primeros seis meses del año 2001 se registraron en La Plata 87 marchas de protesta –contra 44 marchas durante el mismo período del año 1999 y cerca de 60 en igual período de 2000–, en todos los casos hubo corte de calles. Fuente: Diario El Día, 17 de junio de 2001.
6 Entiendo el concepto de crisis –siguiendo la definición de Marcelo Gómez en su artículo “Crisis del capitalismo, formas de conciencia y resurgir de la acción colectiva”– como aquella situación que hace que rompamos los lazos que definen lo esperable, lo deseable y lo posible, abriendo lo social y nuestro propio comportamiento a la incertidumbre. En la crisis los comportamientos sociales, y sobre todo los colectivos, apuntan a profundizarla. En última instancia hay crisis cuando hay comportamientos críticos que reproducen y amplifican la crisis demostrando la insostenibilidad del orden vigente.
7 Según un recuento oficial de la Secretaría de Seguridad Interior, la protesta social en Argentina sumó 12.766 hechos –número que incluye manifestaciones, corte de rutas o de calles, marchas y toma de edificios públicos o privados en todo el país– durante el período enero-julio de 2002, lo que indica que unas 60 manifestaciones callejeras se realizaron por día. La provincia de Buenos Aires y la Capital Federal fueron las áreas más calientes, concentrando el 44 por ciento de los hechos y un porcentaje similar de manifestantes. Fuentes: Diario Clarín, 18 de junio de 2002. Diario El Mercurio, 23 de agosto de 2002.
8 GÓMEZ, Marcelo. “Crisis del capitalismo, formas de conciencia y resurgir de la acción colectiva”, en Revista THEOMAI. Estudios sobre Sociedad, Naturaleza y Desarrollo. Número especial (invierno de 2002).
9 Según una encuesta coincidental (Ciudad de Buenos Aires y Conurbano Bonaerense) sobre nuevas prácticas reivindicativas y predisposición a la acción colectiva realizada por el Centro de Investigaciones en Estadística Aplicada/UNTREF, el 75% de los encuestados considera que diversas formas de acción colectiva pueden ser eficaces y adecuadas. Entre ellas se destacan las movilizaciones y marchas con un 23%, seguidos por los escraches a políticos y empresarios con un 14.2%, el boicot a empresas o bancos con 12.3% y las huelgas y paros con 11.7%. Hay que resaltar la preferencia por nuevas formas de acción colectiva que están levemente asociadas con los niveles educativos: a mayor nivel educativo mayor preferencia por formas de acción colectiva novedosas.
10 Toda forma de acción social –independientemente de su orientación predominante– supone el compromiso de un conjunto de sujetos, los cuales operan en el ámbito de una situación específica que tienen en común. Tal situación puede ser comprendida como el conjunto de los elementos del ambiente material y social que rodean a los sujetos agentes y que tiene una relevancia específica respecto a los fines de las acciones de que se habla. En tal sentido no desconozco que los fines de la protesta comporta acciones de tipo estratégico (donde los sujetos operan en ámbitos donde es esencial que la comunicación sea controlada y orientada al logro de fines pre-establecidos), pero observo que en las prácticas que describo en este punto, el actuar que Mela señala como dramatúrgico está presente en gran medida y se impone en la lectura de las acciones reseñadas. Para mayores referencias ver MELA, Antonio. “Ciudad, comunicación, formas de racionalidad”, en revista Dia-logos de la Comunicación Nº 23, Lima, FELAFACS, 1989.
11 GÓMEZ, Marcelo. Op. Cit.
12 Otro “baldazo” en 7 y 32 por el problema de las inundaciones. El Día, La Plata, 28 de junio de 2002.
No paran las protestas por las inundaciones. El Día, La Plata, 16 de marzo de 2002.
Baldazo en barrio Norte a dos meses de la inundación. El Día, La Plata, 26 de marzo de 2002.
13 Reclamo con torta aniversario en las oficinas de Camuzzi. El Día, La Plata, 13 de marzo de 2002.
14 Día de protestas y corte de calles en distintos barrios. El Día, La Plata, 13 de marzo de 2002.
15 REGUILLO CRUZ, Rossana. Identidades culturales y espacio público: un mapa de los silencios, en revista Dia-logos de la Comunicación Nº 59-60, Lima, FELAFACS.
16 GONZÁLEZ, Jorge. Op. Cit.
17 GARCÍA CANCLINI, Néstor. Consumidores y Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, México, Grijalbo, 1995.
18 ANSALDI, Waldo. Las prácticas sociales de la conmemoración en la Córdoba de la modernización, 1880-1914, en http://catedras.fsoc.uba.ar; publicado originariamente en Sociedad, N° 8, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales (UBA), abril de 1996.
19 La llegada al poder de la dictadura militar de 1976 en Argentina, significó para las murgas el secuestro y desaparición de todos sus espacios naturales, y en algunos casos de sus integrantes. El decreto 21.319, firmado por Jorge Rafael Videla, Julio Bardi y Albano Arguindegui derogó el artículo primero de otro decreto ley por el cual lunes y martes de carnaval eran feriados nacionales.
La Ley de Seguridad Nacional y el Estado de Sitio habilitaban a todas las fuerzas represivas y de seguridad a “reprimir, disolver y/o aniquilar” toda manifestación callejera. Las murgas en su conjunto se vieron privadas de su espacio de ensayo y actuación, sin calles ni carnaval, reprimidas como permanentes sospechosas en virtud de su tradición contestataria.
20 Fuente: Diario El Día, 19 de diciembre de 2001
21 DELEUZE, Gilles y PARNET, Claire. Diálogos, Valencia, Editorial PRE-TEXTOS, 1980.