Magalí Catino y Alfredo Alfonso |
Procesos de constitución de los sujetos.
Una mirada desde un abordaje transdisciplinario*
Una mirada desde un abordaje transdisciplinario*
“No existe documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie. Y puesto que el documento de cultura no es en sí inmune a la barbarie, no lo es tampoco el proceso de la tradición, a través del cual se pasa de lo uno a lo otro.”
Walter Benjamin
Contenido
I. Marco teórico inicial
-Objetivos
-Metodología
II. Perspectiva actual
-Sujetos y movimientos sociales
Notas
Bibliografía
Esta investigación comenzó a estructurarse hace ya dos años a partir de presupuestos y enfoques conceptuales que se fueron transformando y precisando en el proceso de trabajo.
Esta producción de síntesis reúne estas dos etapas: la inicial, principalmente establecida en el marco teórico de origen y la actual, en donde el trayecto recorrido confirma su presencia.
Consideramos válido estructurar así esta presentación ya que permite comprender un antes y un después o, al menos, el antes y el después que significó para nosotros indagar y profundizar estos conceptos, apropiándolos y reformulándolos con deseo y pasión.
I. Marco teórico inicial
Las relaciones entre los términos “Estado” y “Sociedad” han experimentado un verdadero cambio de paradigma. La idea de la trascendencia abstracta del Estado inaugurada por la modernidad cede espacio a la presencia del mercado en la modelación de lo público.
La actual delegación de responsabilidades del estado no supone una mayor participación de la sociedad en la toma de decisiones sino el aumento de la fragmentación. Este movimiento de fragmentación social es a la vez cultural y se superpone a la tradicional división en clases sociales. Se puede hablar de multiculturalismo fragmentado cuyo correlato son identidades pertenecientes a subculturas sin mayor contacto entre sí. (Velleggia, S.1998: 218). La reorganización del espacio urbano generada por la industrialización, y la transfiguración de las comunicaciones y las interacciones provocadas por las industrias culturales, suscitan nuevas formas de multiculturalidad y nuevas modalidades de articulación entre lo público y lo privado, recomponiendo las estructuras urbanas tradicionales.
La crisis de las sociedades occidentales contemporáneas define el carácter de la época, en el nivel de vida cotidiano y en el de la cultura, como de conformismo y collage, el cual es posible sólo con la condición de que no haya núcleo de identidad importante y sólido. (Castoriadis, C., 1997). La crisis generalizada y los cambios introducidos desde las nuevas políticas neoliberales y la globalización y la especificidad local de sus manifestaciones señalan un desplazamiento de la noción de identidad referida a lo fijo, a la de adscripciones identitarias que se articulan a partir de referentes móviles.
Esta situación puede ser captada en la descomposición de la política como referente colectivo, histórico / social, y en la crisis de su credibilidad. Lo político refleja la condensación de las distintas instancias del poder social, los intereses económicos-sectoriales y valores fundantes, las identidades sociales y culturales que se manifiestan como voluntades colectivas (Argumedo, 1996). Entendiendo lo político como el espacio de vertebración entre diferentes factores (económicos, sociales, culturales, etc.) alrededor del enfrentamiento entre proyectos históricos, expresando la síntesis de las contradicciones entre fuerzas sociales, históricamente determinadas. Lo político se rige según la lógica de cooperación o antagonismos entre voluntades colectivas e incorpora diversas concepciones culturales, esquemas de alianzas y proyectos de acción.
Es en este contexto donde adquiere relevancia la pregunta por las formas organizativas de distintos actores sociales. La emergencia de “nuevos movimientos sociales” que pueden caracterizarse como nuevos en la medida que sostienen la defensa de la sociedad civil sin tener el carácter de revolucionarios y/o totalitarios y en la medida que otorgan nuevos sentidos de subjetividad política y social y una especificidad identitaria característica de las formas concretas de organización y lucha de dichos procesos. Estas nuevas formas organizativas plantean propuestas de gestión y de acción, escapando a las formas tradicionales de concebir el ejercicio político y sus escenarios, e interpelan a la capacidad de la sociedad para existir como un conjunto articulado, vinculado por relaciones de interdependencia.
El estudio de los movimientos sociales implica indagar sobre su estructura como organización y sobre sus procesos internos; ámbitos y prácticas donde se constituye la subjetividad social. Los grupos u organizaciones expresan la posibilidad de lo grupal o colectivo para regular el comportamiento individual y es, en principio, un objeto cultural que expresa cierta cuota de poder social en donde se recortan asimismo, los problemas de la identidad colectiva, de la conciencia y la solidaridad.
La definición de la categoría de cultura política, permite dar cuenta de la relación entre el sujeto y el orden social. La relación primera del sujeto con el mundo es su ubicación en la red relacional de objetos y sujetos que conforman el orden social, la norma social, el poder. La segunda se compone sobre la vida cotidiana, lo inmediato y la tercera sobre lo trascendente, lo profundo, sobre los valores generales que se conforman a lo largo de la historia. La cultura política se ordena en la relación de lo público y lo social, en tanto relativa al orden social se mueve sustantivamente en lo público.
El sujeto social se constituye en prácticas sociales diversas, mediante interpelaciones de distinta índole que aluden a múltiples polos de identidad, racial, de clase, nacional, sexual, generacional, etc. Estos espacios sociales pueden ser considerados espacios formativos diferenciales que se trasuntan en una forma particular del saber, construida en la relación con los otros y que constituyen al sujeto y al grupo como tales. Estos espacios sociales son susceptibles de convertirse, en momentos específicos, en formativos en tanto que autorizan y permiten la transformación y enriquecimiento personal del sujeto a partir de las concepciones y relaciones con otros. Los puntos de debate respecto de la constitución del sujeto social se plantean en relación con el de la relativa unicidad, o multiplicidad de identidades a que aluden las prácticas constitutivas del sujeto y el relativo al carácter específico de dichas prácticas que pueden tener mayor relevancia en un determinado momento. (Buenfil Burgos, R. N. 1992)
En base a la multiplicidad de posiciones del sujeto construye su subjetividad, la misma permite reconocer y enfocar las maneras en que los sujetos extraen sentidos de sus experiencias, incluyendo sus entendimientos conscientes e inconscientes y las formas culturales disponibles a través de las cuales esos entendimientos son constreñidos o estimulados (Mc Laren, P., 1998). La subjetividad subraya la contingencia de la identidad y el hecho de que los individuos se constituyen desde un flujo descentrado de posiciones del sujeto, a partir de múltiples polos de identidad que dependen intensamente del discurso, la estructura social y la memoria para mantener una sensación de coherencia en un mundo en constante cambio.
En el paisaje político de fin de siglo conviene tener en cuenta la pregunta acerca de quién o quiénes están socializando para la vida, dónde están los inspiradores, dónde los espacios inclusivos que den un lugar a la diversidad, dónde los procesos articuladores que integren en la esfera pública las diversas voces. (Reguillo, R., 1998)
La cultura mediática ha venido a contribuir a la refiguración en los modos de constituirse la politicidad. Como sabemos, la cultura mediática no sólo se refiere a los medios en cuanto aparatos técnicos o ideológicos, sino más bien a su potencial transformador de la sensibilidad, la socialidad y la politicidad. Lo mediático se ha hecho trama en la cultura, transformando desde dentro las prácticas, las representaciones y los saberes.
Entre otras cosas, la cultura mediática va produciendo un «nuevo régimen de la visibilidad» (Renaud, 1990; Piccini, 1999) en el que el mundo vivido es, en gran medida, el mundo que se hace visible: un objeto de visión; las acciones y las prácticas que se hacen públicas a través de la trama mediática. Este régimen nuevo de lo visible posee un carácter dramático. Por un lado, el otro va desmaterializándose, deslocalizándose, sometiéndose a una «estética de la desaparición» (Virilio, 1988), diluyéndose su carácter concreto e histórico. Pero, por otro lado, la visibilidad mediática permite potencialmente la proliferación de diferentes voces, expresión de minorías de todo tipo, de sujetos sociales y de sus acciones y prácticas, que comienzan a ser reconocidas en el espacio público. De modo que la visibilidad mediática posibilita el salto de esferas micropúblicas en la emergencia de disputas y la relativa resolución de confrontaciones socioculturales, a esferas macro o mesopúblicas (cfr. Keane, 1995), haciendo del espacio público un espacio más poroso y, a la vez, posibilitando su democratización.
La cultura mediática está unida a la gran mutación del espacio público y de la politicidad. El marco mediático configura nuevos modos de presentación pública, mediatizando la comunicación de las sociedades y de los sujetos sociales consigo mismos y entre sí. Emergen entonces diversas posibilidades de expresión de intereses particulares, diferentes y hasta conflictivos (Ferry, 1992). Se refigura la politicidad, en cuanto ya no es posible hablar de «voluntad general», sino de diferentes voluntades colectivas como expresiones de diferentes sujetos sociales.
La cultura mediática como marco de refiguración de la politicidad y del espacio público, sin embargo, no sólo tiene relación directa con el reconocimiento de diferentes sujetos sociales debido a su visibilidad pública a través de los dispositivos mediáticos: como se sabe, hoy por la escena mediática no sólo pasa la política oficial, sino que la videopolítica (Landi, 1993) hace que pasen otros modos de reconocimiento ciudadano, lo que profundiza las posibilidades de la democracia y contribuye a ensanchar el sentido de la sociedad civil (Martín-Barbero, 1997). También lo mediático, en aquella refiguración, tiene relación con la constitución de un espacio público en el cual los sujetos sociales se presentan como espectáculo (Ferry, 1992); el nuevo régimen de visibilidad se hace cultura (más allá de los medios o de la aparición por o en los medios), transformando las prácticas culturales, espectacularizando lo político y haciendo pública esta vinculación, lo que contribuye a configurar nuevas estéticas de lo político aun más allá de los medios.
Por estas razones es que en la investigación vamos a considerar dos tipos de organizaciones: una, H.I.J.O.S., en tanto que adquiere visibilidad pública como organización que constituye y expresa a diferentes sujetos sociales en busca de reconocimiento; la otra, los murgueros, en cuanto organización que también expresa a sujetos sociales, pero de otro modo: a través del otorgamiento de un sentido estético a determinados intereses y expresiones minoritarios y también mediante la articulación entre la politicidad y el espectáculo.
Objetivos
- Indagar acerca de la relación entre los procesos de identificación de los nuevos sujetos urbanos y las nuevas formas de politicidad en el marco de las nuevas organizaciones.
- Relevar las organizaciones emergentes que nuclean a los nuevos sujetos urbanos en la ciudad de La Plata.
- Indagar acerca de las formas que adquiere lo político, tanto en la comunicación instituyente interna como en el espacio público y su visibilidad mediática.
- Rastrear la interpretación subjetiva de las propias trayectorias y la identificación con las organizaciones.
- Explorar la constitución de espacios formativos en los nuevos espacios públicos/ políticos.
Metodología
La perspectiva metodológica adoptada será de carácter fundamentalmente cualitativo poniendo énfasis en la comprensión interpretativa por sobre las causalidades.
Las estrategias metodológicas planteadas se complementan y nutren. De un primer relevamiento cartográfico de identificación de los nuevos sujetos se articulará con el desarrollo de historias de vida e historia institucional de modo de establecer cartografías o mapas situacionales de segundo orden. Estos constituirán elementos que posibilitarán, historizando los grupos, identificar los acontecimientos y las condiciones materiales que las impulsaron y dieron lugar.
Como metodología analítica, adoptaremos la “descripción densa”, a la manera planteada por Clifford Geertz (1987), la cual consiste en desentrañar las estructuras de significación que hacen a las prácticas culturales. Aparecen así tres niveles de descripción: la descripción del hecho en sí, la interpretación que de ese hecho hacen los actores y la interpretación que de las narraciones de los sujetos hacen los investigadores desde las perspectivas teóricas asumidas.
II. Perspectiva actual
Situar la reflexión en el contexto actual involucra un proceso complejo que exige la objetivación desde un lugar, en el que uno mismo, se redefine y es atravesado por los procesos de transformación social, cultural, política, económica y subjetiva.
Esta complejidad nos obliga a intentar aportar líneas o trazar mapas de abordajes posibles que contribuyan a la comprensión de los procesos actuales, globales y locales, con la intención de aproximar lugares desde los que pensar políticas culturales de intervención.
Asistimos a procesos de profunda transformación epocales que señalan una crisis no sólo de las certezas modernas sino también a las maneras en que se configuraron sus procesos de institucionalización y ordenamiento. Más que intentar acercarnos a una definición que aborde con construcciones aseverativas a la condición actual como de una época postmoderna o de crisis, estas reflexiones tratarán aproximar una mirada que responda a la complejidad de la temática a abordar.
A nivel macro, encontramos por un lado procesos de transformación complejos y cambiantes de las relaciones entre “Estado” y “Sociedad”, de la fragmentación del poder social, cambios en la socialidad urbana, la transformación del espacio público, entre otros. La idea de la trascendencia abstracta del Estado inaugurada por la modernidad, he instalada como mentalidad social, es reconfigurada en el marco de un proceso de globalización multidimensional. Este diseño central hace crisis desde su origen en una América Latina pre moderna o de modernización compulsiva y asimétrica. Globalización que no debe ser sólo entendida en términos de concentración y transnacionalización del capital, es decir, como dimensión económica, sino también por la revolución científico-técnica de las comunicaciones y la circulación de la información; comprender, centralmente, que es manipulación abierta por un discurso ideológico orientado a legitimar que todo es un sistema económico y sólo posible de ser en tanto centrado en el capital financiero y, por ende, con la consecuente avanzada de la presencia del mercado en la regulación y modelación de la dimensión de lo público, la cultura, lo político y el sujeto. La actual delegación de responsabilidades del Estado que muestra, por un lado, el aumento de la fragmentación social y de la desciudadanización (en referencia a la modernidad) por otro, es la contracara del fenómeno de repolitización de la sociedad civil.
En América Latina se expresa con características disímiles con respecto a Estados Unidos y Europa. El Estado se ha resignificado ya que el modelo lo ha hecho. El tímido Estado Benefactor latinoamericano ha dado paso a un Estado Re-regulador que reconoce líneas directrices del poder económico concentrado y que, a su vez, se asegura y potencia tanto en los espacios de gestión ejecutiva como en las cámaras de representantes. En el caso argentino se visualiza claramente un Estado persecutor en lo tributario y fugitivo en lo social.(1)
Esta situación se expresa en un proceso de transformación de la mentalidad social que se enuncia en la descomposición de “la” política como referente colectivo, histórico / social, y en la crisis de su credibilidad. Mientras que “la” política alude al sistema político, “lo” político refleja la condensación de las distintas instancias del poder social, los intereses económicos - sectoriales y valores fundantes, las identidades sociales y culturales que se manifiestan como voluntades colectivas (Argumedo, 1996).
Entendiendo lo político como el espacio de vertebración entre diferentes factores (económicos, sociales, culturales, etc.) alrededor del enfrentamiento entre proyectos históricos, expresando la síntesis de las contradicciones entre fuerzas sociales, históricamente determinadas. Lo político se rige según la lógica de cooperación o antagonismos entre voluntades colectivas e incorpora diversas concepciones culturales, esquemas de alianzas y proyectos de acción.
Asimismo, asistimos a profundos procesos de transformación cultural, que es posible abordar desde una doble mirada como eje de cohesión vertical y como eje de cohesión horizontal de la sociedad. Se instalan desde el bloque hegemónico los mecanismos necesarios para que su mundo y su cultura se naturalicen como “el mundo” y “la cultura” y, por otro, la integración vertical implantando relaciones sociales fragmentarias y desligadas de la solidaridad grupal, sustentado en un discurso de aparente reconocimiento de la diversidad y el multiculturalismo.
Por otro lado, pero no escindido de lo anterior, asistimos a profundos procesos de transformación cultural, que desde la lógica hegemónica tiende a un proceso de homogeneización y una exaltación de la individualidad soberana con la consecuente disminución de la posibilidad de que el sujeto sea capaz de construir su destino, su realidad, es decir que pierda la dimensión de su autoría, que se configure como un sujeto mínimo (Zemelman, 1997).
Esta dimensión de los procesos culturales no es posible abordarla sin asumir las maneras en que circula y se configura la hegemonía. Martín-Barbero aborda los dispositivos de hegemonía, del proceso de endoculturación y de conformación de los Estado-Nación en la modernidad. El autor ubica tres ejes desde los que comprender este proceso: centralización política y unificación cultural, rupturas en el sentido del tiempo y transformación en los modos del saber (Martín-Barbero, 1987).
Pero las crisis de las sociedades occidentales contemporáneas que definen el carácter de la época se viven y resignifican en el nivel de vida cotidiana y en el de la cultura, lugares donde se constituyen las identificaciones. Se ha descripto esta situación como de conformismo y collage que sólo es posible con la condición de que no haya un núcleo de identidad importante y sólido (Castoriadis, 1997).
En este sentido, la crisis generalizada y los cambios introducidos desde las nuevas políticas neoliberales, que asumen a la acentuación semántica globalización como emblema, y la especificidad local de sus manifestaciones señalan un desplazamiento de la noción de identidad referida a lo fijo a la de adscripciones identitarias que se articulan a partir de referentes móviles.
En el paisaje político de principios del siglo XXI conviene preguntarse acerca de quién o quiénes están socializando para la vida, dónde están los inspiradores, dónde los espacios inclusivos que den un lugar a la diversidad, donde los procesos articuladores que integren en la esfera pública las diversas voces (Reguillo, 1998), dónde se encuentran los nuevos nodos de identificación que hacen a la inclusión social.
Es en este contexto donde adquiere relevancia la pregunta por los nuevos agrupamientos sociales o formas organizativas/ productivas de distintos actores sociales. En la bibliografía de las Ciencias Sociales ya tiene un lugar asegurado el análisis de la emergencia de los “nuevos movimientos sociales”, que pueden caracterizarse como nuevos en la medida que sostienen la defensa de la sociedad civil sin tener el carácter de revolucionarios y/o totalitarios y en la medida que otorgan nuevos sentidos de subjetividad política y social y una especificidad identitaria característica de las formas concretas de organización y lucha de dichos procesos. Estas nuevas formas organizativas plantean propuestas de gestión y de acción, escapando a las formas tradicionales de concebir el ejercicio político y sus escenarios, e interpelan a la capacidad de la sociedad para existir como un conjunto articulado, vinculado por relaciones de interdependencia.
La desinstitucionalización de los lugares de certidumbre, la crisis de las representaciones sociales, las transformaciones sociales y culturales, instauran en el cuerpo social la necesidad de condensar sentidos reconstruyendo y resignificando éstos en ciertos espacios, lugares y relaciones nuevos. Lo instituyente opera desde los nuevos agrupamientos sociales respondiendo, no a lógicas instituidas desde los marcos modernos con las diferencias señaladas sobre las características particulares de estos marcos -en el eje que conforman EE.UU-Europa, por un lado y América Latina, por el otro-, sino desde la especificidad local/ global de los procesos y los sujetos.
Vinculado a los ejes que Martín Barbero señala, Bourdieu asegura que “reintroducir la incertidumbre es reintroducir el tiempo, con su ritmo, su orientación, su irreversibilidad, sustituyendo la mecánica del modelo por la dialéctica de la estrategia” (Bourdieu, 1970: 169). En el estudio de los sujetos sociales actuales, que reifican prácticas históricas latinoamericanas desde un carácter original y emergente -además de la transformación del sentido moderno del goce, el tiempo, el espacio y el cuerpo-, también se visualiza otra categoría que establece un sentido recuperador: el honor. El principio fundamental de la igualdad en honor (Bourdieu, 1970) que requiere la respuesta y se dirige a un hombre que se estima capaz de jugar al juego del honor, y de jugarlo bien: por eso le honra. El acto de honor está completamente constituido como tal sólo si hay respuesta, porque implica el reconocimiento de la igualdad en honor, es decir, el reconocimiento del desafío como acto de honor y de su autor como hombre de honor.
Sujetos y movimientos sociales
El estudio de los movimientos sociales implica indagar sobre su estructura o dinámica de organización y sobre sus procesos internos; ámbitos y prácticas donde se constituye la subjetividad social. Los grupos u organizaciones expresan la posibilidad de lo grupal o colectivo para regular el comportamiento individual y es, en principio, un objeto (sujeto) cultural que expresa cierta cuota de poder social en donde se recortan, asimismo, los problemas de la identidad colectiva, de la conciencia y de la solidaridad.
Desde esta propuesta, lo mediático adquiere un lugar central para comprender la dinámica de transformación sociocultural de los polos de identificación, ya que los sujetos y las agrupaciones adquieren reconocimiento en cuanto se articulan con nuevos regímenes de visibilidad social. En este contexto se organizan múltiples polos de identificación en torno a los cuales el sujeto se constituye cotidianamente (Buenfil Burgos, 1992). Reconocer esos polos implica asumir la crisis de la hegemonía de sujetos, clases sociales e instituciones como referentes fijos, absolutos y necesarios en la constitución de sujetos. Los referentes, en tanto polos de identificación, no están ya prefijados ni son transparentes e invariables; al contrario, son cambiantes y móviles, porosos y opacos.
Efectivamente, la crisis (de hegemonía o representación) de ciertas instituciones modernas (como la escuela, los partidos políticos, los sindicatos, la organización de la justicia, las instituciones de formación docente, etc.), de identidades fijas y de prácticas culturales marcadas por aquella institucionalidad, ha contribuido a la emergencia de estos polos de identificación que condensan prácticas alternativas y en torno a los cuales los sujetos vienen a constituirse. En nuestra investigación procuramos observar cómo se constituyen sujetos en el contexto de la cultura mediática.
A partir de allí posee también relevancia reconocer qué tipos diferentes de sujetos se constituyen, y si esos polos tienden a reproducir o a transformar las relaciones sociales vigentes; si contribuyen a fortalecer el conformismo social o a instituir distintas formas de oposición posibles de articularse en acciones de resistencia.
Bibliografía
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Notas
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación “Constitución de sujetos y polos de identificación en la cultura mediática” dirigido por Jorge Huergo Fernández e iniciado el 01/05/00. Forman parte del equipo de investigación: Alfredo Alfonso, Magalí Catino, Glenda Morandi, Mónica Ros, Alejandra Valentino, María Susana Feli,María Rosa Fino, María Isabel Pereyra, María del Carmen Saint-Pierre, Gladys Lopreto y Sofía Calvente.
1 Estas dos “velocidades” propuestas para asumir el presente marcan una diferenciación que se reconoce en la adecuación o ajuste del modelo que reconoce intercambios y “frentes de batalla” entre los integrantes del Grupo de los 7 y el resto del mundo. Mientras la Unión Europea protege a su producción de acero para no permitir la “competencia” de ese producto por parte de Estados Unidos, en América Latina y particularmente, en Argentina, la crisis del modelo se visualiza según los países hegemónicos como una problemática interna y el “cordón sanitario-económico” trazado por las agencias de préstamos internacionales que responden a sus intereses (FMI, Banco Mundial) aleja la posibilidad de perjudicar a los intereses concentradores de otros países la región, llevando a nuestro país a tomar decisiones estratégicas drásticas.