Gabriel Lamanna |
Jóvenes, política y medios de comunicación
Contenido
Cuestionario para periodistas
La participación política de los jóvenes
La influencia de los medios masivos sobre la intención de voto
Las preocupaciones de los jóvenes
Bibliografía
Mientras que en el avance de investigación denominado “La participación política de los jóvenes”, publicado en el Anuario 2001 de investigaciones de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, se procuró explicar -principalmente- el comportamiento de los jóvenes en relación con la política sobre la base de estudios y observaciones efectuadas tanto en la Argentina como en otros países, se realizó un pormenorizado análisis del actual contexto político, económico y social y se recurrió a los aportes científicos brindados por los estudios de opinión pública y las Ciencias de la Comunicación Social; en este artículo se intenta sintetizar -exclusivamente- el punto de vista y las reflexiones de periodistas platenses especializados que, a partir del ejercicio de su profesión, tienen una vinculación muy estrecha con la temática que aborda el proyecto de investigación: “Los jóvenes y el voto mediático”.
Si bien estos profesionales no se erigen en absoluto como poseedores únicos de la verdad en relación con el objeto de estudio seleccionado, constituyen una de las voces autorizadas para emitir opiniones que deben ser tenidas en cuenta.
Por ello, en una de las etapas de la investigación se decidió confeccionar el siguiente cuestionario semi-estructurado para que fuera respondido (en el transcurso del año 2001) por distintos periodistas especializados que se desempeñan en medios gráficos, radiales y televisivos de La Plata.
Cuestionario para periodistas
1) ¿Considera que los jóvenes deberían incrementar su participación en la política? ¿Cómo?
2) ¿Qué debería hacerse desde el Estado y desde los ámbitos no gubernamentales para elevar el interés y la participación de los jóvenes en la política?
3) ¿Qué análisis puede realizar acerca de la participación política de los jóvenes platenses que votaron por primera vez -a nivel local- en 1999?¿Por qué tiene esa opinión?
4) ¿Cree que en 1999 los jóvenes platenses decidieron su voto por preferencia por el candidato o por el partido político?
5) ¿Cuál es el grado de influencia que le asigna a los medios de comunicación social sobre la intención de voto de esos jóvenes?
6) ¿Cuál es -específicamente- el grado de influencia que le asigna a la videopolítica y al periodismo de investigación sobre la intención de voto de los jóvenes?
7) ¿Qué otros factores -exceptuando a los medios masivos de comunicación- cree que fueron vitales para determinar la intención de voto de los jóvenes?
8) ¿Podría enunciar los temas que a usted le parece que fueron preocupantes para los jóvenes en 1999? ¿Cree que han variado en la actualidad?
Es conveniente aclarar que en ningún momento la investigación se propuso -en esta instancia- acceder a un extenso resultado cuantitativo, ni tampoco acopiar datos para desarrollar un exacto aporte estadístico. Aquí se concedió estricta prioridad a una metodología cualitativa con el fin de obtener un nivel de análisis más amplio y profundo, aunque también más complejo a la hora de plasmarlo. También hay que anticipar que la investigación abarca en su totalidad -aunque no se la presente en este resumen- la opinión y el análisis de los propios jóvenes que debieron sufragar por primera vez en La Plata en las elecciones de octubre de 1999, la de los candidatos políticos que compitieron por la jefatura de gobierno comunal y la de sus integrantes de comandos de campaña.
En el análisis de las respuestas brindadas por los periodistas especializados acerca de las ocho preguntas del cuestionario mencionado anteriormente existen, sin duda alguna, numerosos y variados puntos de vista; sin embargo, a los efectos de elaborar este artículo, entre los más representativos se escogieron los de Marisa Álvarez -secretaria de redacción del diario El Día y conductora del programa “El Tablero”, que se emite por Cablevisión en la ciudad de La Plata-, Sandra Di Luca -conductora del programa “Opiniones”, que se emite en nuestra ciudad por Multicanal- y Carlos Lazzarini -secretario de redacción del diario local Hoy-.
Muchas de sus respuestas pueden vincularse directamente con análisis, estudios e investigaciones científicas realizadas por especialistas de nuestro país y el extranjero, hecho que torna aún más trascendente el tema abordado.
La participación política de los jóvenes
Respecto de la pregunta 1) ¿Considera que los jóvenes deberían incrementar su participación en la política? ¿Cómo?, las respuestas coincidieron en -al menos- dos observaciones: por un lado, existe muy poca participación política de parte de los jóvenes y, por otro, sería beneficioso que la participación fuese mayor.
Marisa Álvarez fue quien expuso una visión más directa: “Hay muy poca participación política”. Carlos Lazzarini avanzó mencionando una de las principales causas de la escasa participación política juvenil: “Sería bueno que los jóvenes participaran más en la política, pero el desprestigio de la misma clase política es la que -en gran medida- los aparta”.
Por su parte, Sandra Di Luca sostuvo: “Sería importante que los jóvenes participaran más en política. Pero tendrían que buscar espacios de participación no tradicionales, porque está visto que no tienen demasiada confianza en los partidos clásicos, mayoritarios, o en la estructura de los partidos políticos en general. La participación vendría dada por nuevas formas de convocar”.
Ahora bien, a pesar de que las opiniones fueron vertidas en estricta relación con el contexto político vivido en nuestra ciudad durante 1999, es factible ampliar estas consideraciones con algunas aseveraciones efectuadas por Alain Touraine en 1990, luego de estudiar la relación entre la juventud y la democracia en Chile. Touraine aseguraba: “El joven vive un fenómeno de disociación, que puede ser extremada, entre aspiraciones que son por fuerza vagas, puesto que no cobran la forma de esperanzas concretas, y experiencias que vive como algo impuesto, hostil, indiferente o incomprensible. Antes de poder incorporarse a la sociedad, es menester que el joven esté integrado en sí mismo, que sus actos y sus representaciones estén en relación de correspondencia, que el presente sea visto como un anuncio del porvenir y no como obstáculo a proyectos”. Y agregaba: “en vez de buscar el camino más directo que lleva a la participación social, reconozcamos que el camino más seguro es también el más indirecto, ya que es el que pasa por el fortalecimiento del individuo, aunque se corra así el riesgo de situarle frente a la sociedad y no en ella”.
En referencia a la pregunta 2) ¿Qué debería hacerse desde el Estado y desde los ámbitos no gubernamentales para elevar el interés y la participación de los jóvenes en la política?, las respuestas concordaron en que desde el Estado no se ofrecen las condiciones más propicias para la participación juvenil y que las propuestas se reducen básicamente a actividades exclusivamente político partidarias, lejanas a las necesidades de los jóvenes.
En este sentido, Marisa Álvarez dijo que “tal vez, los canales que podrían tenderse desde el Estado tienen que ver con ofrecer otras posibilidades, con cambiar la coyuntura en donde se desempeñan los jóvenes. Las respuestas que los jóvenes reclaman no vienen dadas, en la mayoría de los casos, por la participación política; la mayoría de las veces están vinculadas a otras necesidades inmediatas como un buen trabajo, la posibilidad de tener una vida digna, etc. Si pensamos que un joven que obtiene su título universitario suele estar años sin trabajar en lo suyo, hay toda una realidad macro que supera el interés por la participación política”. Y agregó: “las secretarías o direcciones de juventud podrían ser algo más que un sector en el que solamente se desarrollen las políticas partidarias del gobierno de turno. Por lo general, son reductos en los que se ubica a los militantes, pero sus actividades -lejos de volver a la comunidad- terminan convirtiéndose en actividades propias de los partidos. Así, se pierde una oportunidad valiosa para dar cabida a jóvenes con algún deseo de participar”.
Por su parte, Sandra Di Luca manifestó que “si bien desde el Estado hay áreas dedicadas especialmente a la juventud, la sensación es que no poseen una fuerte presencia. En los municipios, por ejemplo, se ven cuando hay algún recital, pero no funcionan como un espacio que posibilite la participación activa de manera continua”. También consideró que “desde algunas organizaciones no gubernamentales se llevan adelante trabajos que -aparentemente- no tienen nada que ver con la política, pero en realidad no están vinculadas con las actividades partidarias; sí están contribuyendo con una forma diferente de hacer política porque generan conciencia política a través de otras temáticas como, por ejemplo, la ecología, los derechos humanos, etc.”
Finalmente, Carlos Lazzarini sentenció que “desde el Estado debería generarse una clara actitud de confianza hacia los jóvenes y esto implica dejarlos ocupar espacios de decisión”.
Quizás todas estas observaciones puedan completarse con algunos de los análisis proporcionados por Alain Touraine: “¿Cómo hacer de la participación social un objetivo en la sociedad en la que tantos jóvenes se encuentran excluidos o marginados? (...) En vez de buscar la integración de los jóvenes pensando en la paz social, más que en los propios jóvenes, hay que fortalecer en éstos la capacidad de ser actores de su propia vida, capaces de tener proyectos, de elegir, de juzgar de modo positivo o negativo, y capaces también, más sencillamente, de tener relaciones sociales, ya se trate de relaciones de cooperación, de consenso o conflictivas”.
En la pregunta 3) ¿Qué análisis puede realizar acerca de la participación política de los jóvenes platenses que votaron por primera vez -a nivel local- en 1999?¿Por qué tiene esa opinión?, el máximo nivel de coincidencia en las respuestas estuvo dado en no considerar a los jóvenes platenses como un grupo diferenciado del resto de la sociedad argentina y en que su comportamiento cívico se encuadró en una actitud similar al de muchos votantes, el “voto bronca”.
“El voto de los jóvenes platenses que sufragaron por primera vez en 1999, en realidad reflejó lo que se convirtió en un fenómeno posterior: el voto bronca, que se materializó en las elecciones del año 2001. Ya se vislumbraba poca participación en general, no solamente en los jóvenes. Y es un fenómeno que se viene dando desde hace años. Se trata de un fenómeno social en aumento desde que se reinstauró la democracia en 1983” , explicó Marisa Álvarez. Y amplió diciendo que “la coyuntura social y económica en que esos jóvenes viven -y que todos vivimos- resulta determinante en la poca participación política de los jóvenes y de la población en general”. “Yo creo que si no fuera obligatorio votar, la escasa participación de los votantes en los comicios sería apabullante”, concluyó.
En tanto, Sandra Di Luca opinó que “la actitud de los jóvenes platenses se reflejó en lo ocurrido en la elección general. Allí también se manifestó cierto descreimiento hacia los dirigentes tradicionales, hubo muchos votos en blanco o nulos. En las últimas elecciones se venía perfilando el voto bronca”. Agregó que “la escasa participación se ve acotada por la poca renovación que hay en los partidos políticos y el magro recambio generacional, los candidatos que ocupan los primeros lugares en las listas son siempre los mismos”.
Por su parte, Alain Touraine dejó completamente claro que no es correcto diferenciar a la juventud del resto de la sociedad. “La juventud -aseguró- no es una categoría social, sino una construcción cultural y administrativa, una parte de la imagen que una sociedad tiene de sí misma. En muchos datos cuantitativos que se utilizan para esbozar una imagen de la juventud chilena se confunden de modo arbitrario realidades muy diversas, imponiéndosenos así la imagen de un joven que es un promedio irreal de numerosos y diversos tipos sociales”.
También el sociólogo argentino Emilio Tenti Fanfani esbozó una explicación acerca de la falta de interés de los jóvenes hacia la participación política: “En otras épocas, en momentos en que la política estaba de moda, era visualizada como un instrumento para cambiar el mundo. Había cierta utopía, cierto proyecto. Hoy da la impresión de que la sociedad no es algo tan maleable, que no depende tanto de la acción política. Hay una pérdida de capacidad de la política como acción organizada de la gente. Un gran empresario o una multinacional tienen más poder que un político”.
“La política -añadió- en estas condiciones pierde su dramatismo, su atracción. Ya no es la lucha entre dos o más proyectos de la realidad. Pierde pasión y se convierte en un juego donde lo que se disputa es cuál de los equipos de gobierno va a realizar el único programa. La disputa es quién lo va a ejecutar, pero el proyecto es el mismo”. Su colega Ricardo Sidicaro sostuvo que “los mayores también tienen desinterés y desconfianza por la política, esto abarca al conjunto de la sociedad (...) La política transmite muy poco poder de convocatoria... Para el político es muy tranquilizador que la gente participe poco; si participara más, pediría más cosas y su situación sería más complicada. Discuten candidaturas, pequeñas cuestiones y no sobre proyectos colectivos”, concluyó.
Finalmente, la psicoanalista Eva Giberti puntualizó que “las respuestas negativas acerca de las políticas partidarias que tantos jóvenes enarbolan confunden a quienes insisten en recomendarles que cambien la indiferencia por interés hacia la vida partidaria”.
Ahora bien, el comportamiento de los jóvenes platenses y argentinos no constituye un atributo negativo distintivo y de exclusividad.
Veamos, por ejemplo, el caso de los jóvenes estadounidenses. Los que tienen entre 18 y 24 años se hallan interesados por muchas cosas, menos por la política o temas serios. Debido a ello son llamados la generación X, “Mooks”, bobos o ciberegoístas. En los Estados Unidos, la participación electoral de los jóvenes fue disminuyendo desde que en 1972 se estableció que se puede votar a partir de los 18 años. Ese año votó el 50% de los jóvenes de entre 18 y 24 años. Sólo el 16,6% votó en las elecciones de 1996.
“Es un fenómeno muy sintomático que habla muy mal de nuestra democracia y de su futuro”, afirmó Jim Kane, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Gainsburg. Alison Byrne Fields -estratega política de California- dijo que “el problema de la nueva generación es que desde que nació no vivió más que escándalos… Comenzaron con el Watergate y siguieron todos los demás 'gates': el Irangate, el Travelgate, el Whitewatergate y el Sexgate. Esta generación está muy desilusionada. Muchos jóvenes piensan que la política ha sido comprada por el dinero… Los jóvenes son de izquierda desde el punto de vista social y de derecha desde el punto de vista económico”.
Un comportamiento similar demostró la mitad de los jóvenes chilenos que tenían la edad necesaria para sufragar en las últimas elecciones generales del país. En otras palabras, en Chile tiene derecho a votar cualquier joven que haya cumplido los 18 años de edad; pero para poder sufragar debe -obligatoriamente- primero inscribirse en un padrón que lo habilite para emitir su voto. ¿Qué fue lo que ocurrió en las últimas elecciones? Nada inesperado, sólo la mitad de los jóvenes que tenían 18 años fueron voluntariamente a inscribirse en el padrón para poder así votar.
Entre las explicaciones que daban quienes no se anotaban en el registro electoral se destacaba la falta de interés debido a la escasa diferenciación de propuestas que presentaban entre sí los principales contendientes políticos. Ni los candidatos ni los partidos competidores por el poder exhibían -a juicio de los jóvenes- virtudes distintas que les aseguraran un futuro mejor. Por ende, les daba lo mismo que triunfara cualquier candidato o cualquier partido y, en muchos casos, directamente les daba lo mismo votar que no votar.
Opiniones y actitudes semejantes hallamos en los estudios efectuados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas del Ministerio de Ciencia y Tecnología de España en el año 1997. Los datos provenientes de las encuestas realizadas a los jóvenes de entre 18 y 24 años indicaban que la política les interesaba poco y nada al 76% de los entrevistados, porcentaje que se elevaba aún más si se tenía en cuenta su nivel de educación formal. Dentro del mismo grupo de edad, el 69% manifestó que nunca, casi nunca o sólo en algunas ocasiones mostraba interés por las noticias políticas. Una pregunta complementaria reveló que la televisión es el medio masivo de comunicación más utilizado para informarse acerca de los asuntos relacionados con la actualidad política, puesto que fue escogido por el 66% de los entrevistados, mientras que los medios gráficos abarcan la preferencia del 17% de los consultados y la radio el 13%.
En definitiva, la relación que existe entre los jóvenes y la política de los países desarrollados no es para nada diferente a la que se expresa en los países que están en vías de desarrollo. Y si vemos el caso argentino, teniendo en cuenta las últimas elecciones legislativas donde el voto nulo, en blanco o tipo burla alcanzó niveles muy elevados, podríamos señalar que no sólo los jóvenes se inclinaron por ese modo de expresarse, sino también los mayores. Por ello, quizás hasta debiéramos considerar hasta qué punto los jóvenes no constituyen la vanguardia del resto de la sociedad anticipándose en el tiempo con opiniones y actitudes que muchas veces son severamente criticadas, rechazadas y catalogadas como ofensivas hacia el sistema democrático de gobierno.
Acerca de la pregunta 4) ¿Cree que en 1999 los jóvenes platenses decidieron su voto por preferencia por el candidato o por el partido político?, los periodistas especializados de nuestra ciudad coincidieron en asignarle mayor preponderancia a la intención de voto por candidato.
Marisa Álvarez sostuvo que “en el plano local fue más importante el candidato en la determinación del voto”. Pero aclaró que “en las elecciones nacionales y provinciales se reflejó una tendencia partidaria para determinar el voto, ya sea por convicción partidaria o por oposición, para no otorgarle más poder al gobierno de turno”. Sandra Di Luca consideró que “tuvo que ver más la imagen de los dirigentes que la de los partidos en sí”. Por su parte, Carlos Lazzarini puntualizó que “existió un voto muy fuerte hacia el justicialismo. Cuando se vota al justicialismo se vota más allá de los candidatos, hecho que no ocurre con el resto de los partidos”.
Sobre estos aspectos, el sociólogo Heriberto Muraro realizó una observación relevante al indicar que “un candidato conocido puede ser ignorado por los electores, pero un candidato desconocido jamás será votado”. A su vez, al hacer una referencia directa a la videopolítica, consideró que ésta se halla asociada a “una creciente personalización de la clase política; la transformación del candidato en vedette cuyo aspecto físico o desenvoltura ante las cámaras interesan más que sus programas o ideología”.
“Así -prosiguió- se genera una personificación de candidaturas y, por ende, se invita a los votantes a optar por un individuo determinado más que por una ideología, un programa o tradición partidaria”.
Por su parte, O’Donell relacionó las deficiencias de algunas democracias latinoamericanas con el peso que ejercen sobre ellas del clientelismo y el particularismo, entendiendo por este último la proposición del bien público a los intereses particulares.
El particularismo de los políticos sólo es una cara de la moneda, como se advierte al observar una de sus formas, el clientelismo. Heredia lo definió como “un conjunto de reglas y prácticas para la organización política, la representación y el control de los intereses y demandas sociales, basado en la subordinación política de los ciudadanos a cambio de la provisión discrecional de recursos y servicios públicos a los que en principio -y según la ley- todos tienen acceso abierto”.
El político se apropia de los recursos públicos para obtener subordinación política, pero quienes se le subordinan obtienen a cambio y discrecionalmente lo que deberían ser bienes de público acceso. El clientelismo, es una forma de intercambio, y al particularismo de los políticos corresponde el particularismo de los electores. Los ciudadanos toleran que los políticos persigan su interés particular, el problema surge cuando los políticos dejan de cumplir su parte en el intercambio particularista.
Lyne sugirió que el particularismo es la clave del mal funcionamiento de los sistemas de partidos en América Latina: los partidos ofrecen a sus electores beneficios particulares, así el sistema sirve para agregar votos pero no preferencias y no permite la formulación de políticas encaminadas al interés general.
Según Ludolfo Paramio, “los partidos políticos latinoamericanos han basado la representación política en el intercambio particularizado”. Y agregó: “Desde la perspectiva de la elección racional la identificación con un partido sería algo así como una cuenta corriente de confianza en dicho partido a partir de sus actuaciones anteriores. De acuerdo con el enfoque de la escuela de Michigan, sería una actitud psicológica adquirida inicialmente a través de la socialización (en la familia) y reforzada por el hecho de votar a ese partido a través del tiempo, se entiende que la condición para la reiteración del voto es que este haya tenido resultado satisfactorios, pero se atribuye más importancia al momento de formación de la actitud que a los resultados prácticos”.
“La disminución de la identificación política -añadió- podría suponer el auge de un nuevo tipo de elector más informado y exigente que decidirá su voto racionalmente a la vista de la oferta de los partidos y al que llevaría a participar el deseo de afirmar la efectividad de su voto. Es lógico suponer que este nuevo tipo de elector se dará en las capas sociales de niveles culturales medios y altos. Cabe temer en cambio, que en los grupos sociales de menores recursos culturales y comunicativos, la desaparición de la identificación partidaria deje paso a un voto dominado por el deseo de castigar a los políticos en ejercicio. En este punto es necesario tomar en cuenta que una condición necesaria para la eficacia de la representación política es la institucionalización de los partidos”.
También advirtió que “se puede presentar el problema de la frustración de los electores en condiciones de crisis de los anclajes partidarios y que esto ponga en marcha un fuerte proceso de desinstitucionalización al favorecer las candidaturas coyunturales y/o personalizadas. Es sabido que la importancia creciente de los medios masivos en los procesos de comunicación política favorece la personalización, convirtiendo la valoración de programas en valoración de los políticos que los encarnan. La lógica del intercambio particularizado induce la creación de vínculos personalizados, por lo que cabe esperar que la tendencia a la personalización de la política sea mayor en sociedades en las que aquella lógica ha sido la base de la representación política. El peso de los medios masivos y los hábitos sociales se combinarían así para favorecer la personalización de la política en América Latina”.
“El principal problema para la democracia en América Latina no es entonces el empeoramiento de las desigualdades que puedan haber traído las reformas económicas, sino la dificultad de los partidos políticos para mantener la confianza social como mecanismo de representación de las demandas e intereses sociales”, afirmó Paramio.
La influencia de los medios masivos sobre la intención de voto
Respecto de la pregunta 5) ¿Cuál es el grado de influencia que le asigna a los medios de comunicación social sobre la intención de voto de esos jóvenes?, el consenso de opinión correspondió a Marisa Álvarez y Carlos Lazzarini.
La secretaria de redacción del diario El Día y conductora de “El Tablero” consideró que “los medios de comunicación social no parecen constituir una influencia definitiva o determinante sobre la intención de voto de los jóvenes. Lo que ofrecen los medios -esencialmente la televisión- es la posibilidad de mostrar a los candidatos como son, de dejarlos ‘al desnudo’. Es decir, son los mismos candidatos los que se constituyen en su propia influencia. No creo que la opinión de un periodista tenga influencia sobre la intención de voto. Son los candidatos quienes se muestran a través de los medios y ésa es la influencia, la posibilidad que les dé la televisión -o los programas periodísticos televisivos- de mostrarse y de que las personas los vean tal cual son”.
Su colega del diario Hoy opinó que “la influencia de los medios sobre la intención de voto es muy poca”. Y agregó que “en los últimos tiempos los medios parecen estar bastante disociados de la realidad que vive la gente. Muchas veces se llenan páginas con pujas políticas internas alejadas del interés del público”. Como contrapartida, Sandra Di Luca dijo que “los medios influyen sobre la intención de voto. Hay determinados espacios informativos -como los noticieros o programas políticos- que pueden tener incidencia, aunque no necesariamente sobre los jóvenes. Y hay otros programas que no tratan de manera directa el tema político que, por ejemplo a través de un comentario de Tinelli, adquieren una gran importancia”.
En relación con las observaciones precedentes, Pierre Bourdieu efectuó un análisis que merece tenerse en cuenta. Entre otras afirmaciones, sostuvo que “el campo periodístico produce e impone una visión absolutamente particular del campo político cuyo principio se asienta en la estructura de aquél y en los intereses específicos que engendra en los periodistas”. Y agregó que “en un mundo dominado por el temor a ser aburrido y el afán de divertir a cualquier precio, la política está condenada a aparecer como un tema ingrato que se excluye en la medida de lo posible de las horas de gran audiencia. Pero los periodistas que invocan las expectativas del público para justificar esta política de simplificación demagógica, no hacen más que proyectar sobre él sus propias inclinaciones, su propia visión; particularmente cuando el temor de aburrir les induce a otorgar prioridad al combate sobre el debate, a la polémica sobre la dialéctica y a recurrir a cualquier medio para privilegiar el enfrentamiento entre las personas en detrimento de la confrontación entre sus argumentos, es decir, lo que constituye el núcleo fundamental del debate: déficit presupuestario, reducción de los impuestos o deuda externa”.
“El sentimiento de que el mundo, tal como lo presenta la televisión, resulta inaprensible para el común de los mortales, se une a la impresión de que el juego político es un asunto de profesionales para impulsar, sobre todo entre la gente menos politizada, un desapego fatalista, favorable, evidentemente, al mantenimiento del orden establecido”, concluyó Bourdieu.
En la pregunta 6) ¿Cuál es -específicamente- el grado de influencia que le asigna a la videopolítica y al periodismo de investigación sobre la intención de voto de los jóvenes?, las respuestas de los especialistas platenses parecieron menos concordantes.
Marisa Álvarez insistió en que “la influencia de los medios no es importante, sólo contribuyen a mostrar a los candidatos, a dejarlos al descubierto. Las preguntas que les hacen los periodistas a los candidatos simplemente los dejan en evidencia, los hacen mostrar su actitud -no solamente su pensamiento- sobre diversos temas. Los programas de televisión permiten ver a los candidatos, además de leerlos y escucharlos. Se les pueden observar las actitudes, los tics, si se ponen nerviosos y por qué, cómo son en diferentes programas y con diferentes personas”.
“Al parecer -agregó- en la televisión, los votantes tienen más datos que el mero currículum del candidato, pueden conocerlo más. Esas actitudes pueden ayudarlos a deducir cómo serán sus actitudes en momentos claves”.
Por su parte, Carlos Lazzarini sostuvo que “hay toda una tendencia sobre la videopolítica que es escasa a la hora de influenciar sobre si un ciudadano irá a votar o no; pero es fuerte en vinculación con el marketing político y en especial con la imagen de los candidatos. Los asesores de campaña trabajan mucho sobre este tema; por ejemplo, se alejan adrede de ciertos contenidos, de las propuestas programáticas y se concentran casi exclusivamente en la imagen. Por ello, es sustancial la aparición en programas como ‘A dos voces’ u otros periodísticos sobre política”.
“En cuanto a los programas de investigación -continuó- considero que trabajan en el mismo sentido; aunque una cámara oculta puede ser más decisiva que un informe de investigación en cualquier medio gráfico (...) Los programas que trabajan a través del humor -tipo Videomatch y CQC- juegan roles importantes dentro de las campañas de los candidatos. Vuelvo así a rescatar la importancia de la imagen; no haría una división tajante entre los programas televisivos de humor, de videopolítica y de investigación. La distinción hay que hacerla entre la gráfica y la televisión y es esta última, sin duda, más poderosa”, aclaró Lazzarini.
“Este fenómeno -culminó- no se repite en La Plata, donde los programas televisivos locales son menos fuertes que los medios gráficos. No obstante, éstos no alcanzan para jugar un rol decisivo en relación con la intención de voto”.
Para Sandra Di Luca, “la influencia es clara, pero varía en función de los distintos sectores. En la formación de opinión, los medios tienen mucha influencia. Tal vez no de manera consciente”.
Heriberto Muraro reflexionó: “¿En qué consiste la ‘videopolítica’? Es una creciente dependencia de las instituciones políticas respecto de los medios masivos de comunicación. Y está asociada a la pérdida de interés de los dirigentes políticos por controlar sus propios instrumentos de comunicación y a la adopción de formatos y estilos de mensajes tomados en préstamo de la publicidad comercial y la creación de equipos de especialistas en marketing electoral, en relaciones públicas y voceros de prensa. También a una creciente ‘personalización’ de la clase política; la transformación del candidato en vedette cuyo aspecto físico o desenvoltura ante las cámaras interesan más que sus programas o ideología”.
“La ‘videopolítica’ -afirmó- es diferente al ‘periodismo de investigación’. En la primera, los periodistas no juegan papel alguno cuando el mensaje consiste en una seguidilla de avisos de TV de un candidato o cuando deben adoptar un papel pasivo limitándose a reproducir opiniones ajenas. Es algo que hacen los políticos con los medios. En el segundo, los periodistas juegan un papel activo. Es algo que los medios hacen con los políticos”.
“Sin duda alguna, la videopolítica y el periodismo de investigación son contradictorios. Mientras la videopolítica es producto de las maniobras llevadas a cabo por los políticos para influir sobre el periodismo y la opinión pública a fin de incrementar su popularidad y prestigio; en el periodismo de investigación las actividades de los medios están destinadas a influir sobre la opinión pública a través de la fiscalización de las actividades de los políticos”, agregó Muraro. “No obstante -aclaró- la videopolítica y el periodismo de investigación tienen efectos convergentes. La función crítica por parte del periodismo obliga a los políticos a preocuparse por su imagen, a elaborar estrategias de comunicación cada vez más refinadas. A su vez, los medios se ven obligados a dedicar más tiempo y dinero a para monitorear no sólo las actividades de los políticos, sino también el clima social”.
“Quizás el efecto principal de la videopolítica sobre la conducta de los dirigentes partidarios sea la ‘farandulización’ o la ‘espectacularización’ de la política”, reflexionó Muraro.
Respecto de la pregunta 7) ¿Qué otros factores -exceptuando a los medios masivos de comunicación- cree que fueron vitales para determinar la intención de voto de los jóvenes?, los especialistas platenses consultados concordaron en que los factores que intervienen en la forma de vida cotidiana son fundamentales a la hora de decidir el voto.
Mientras Carlos Lazzarini y Sandra Di Luca consideraron que son cruciales “las gestiones de gobierno y las problemáticas particulares de los jóvenes, hechos que también son importantes no sólo para los jóvenes, sino también para otros sectores de la sociedad”, Marisa Álvarez le asignó un valor fundamental a “la influencia de la familia, ya sea por alineación u oposición. También es decisivo el grupo de amigos, principalmente en los más jóvenes”.
Para Ludolfo Paramio, “desde los años 80 ha venido extendiéndose en los países democráticos un sentimiento de desafección o desconfianza hacia la política. Podemos distinguir entre dos tipos de confianza: una es la confianza explícita que se deposita en una persona o institución a la hora de tomar decisiones de riesgo; y otra, la confianza implícita que se manifiesta al recurrir de forma rutinaria (no reflexiva) a personas o instituciones en la actividad social”.
“La identificación con un partido -sostuvo- es una relación de confianza explícita, puesto que cada vez que se le vota, se está tomando una decisión en condiciones de riesgo, pero conlleva una confianza implícita en el sistema político: se toma la decisión de votar a un partido porque se cree que votar es una forma eficaz de seleccionar a los gobernantes, de defender los propios intereses o de garantizar la buena salud democrática”.
“La hipótesis más común sobre la relación entre las distintas formas de confianza política parte de la secuencia de Gamson: descontento con los gobiernos de turno, desconfianza hacia las instituciones políticas, alienación respecto del sistema político. En primer lugar, es evidente que a menudo una parte importante de los electores siente un descontento significativo respecto del gobierno de turno. En segundo lugar, las propias instituciones políticas deben diferenciarse internamente”, agregó Paramio.
“El descontento con los gobiernos -aclaró- se puede traducir en desconfianza hacia los partidos cuando éstos, en su conjunto, frustran las expectativas de los electores. La percepción social de un fracaso colectivo de los partidos políticos puede conducir a demandas de cambio institucional sin poner en cuestión la legitimidad de las instituciones democráticas en cuanto tales. El otro interrogante, en la secuencia de Gamson, es saber cuándo de la desconfianza en las instituciones se pasa a la alienación política. Y dentro de esta se deben diferenciar formas distintas”.
Paramio sostuvo además que “existe una indiferencia hacia la política y los partidos que puede ser compatible con la participación electoral esporádica -apatía-, pero existe también un abstencionismo sistemático que puede manifestar sólo una radical indiferencia, pero que normalmente tiene un componente adicional de agresividad hacia los políticos. La desafección política es un estado de opinión que no pone en cuestión la superioridad del régimen democrático, pero manifiesta una fuerte desconfianza hacia la actividad política, y en particular hacia los partidos. El cinismo político es un rasgo fundamental de la desafección política. Pero no se ha traducido en simple apatía, ni en disminución de la participación”. Y explicó que “la singularidad del fenómeno de la desafección política reside precisamente en esta combinación de cinismo y participación política: la participación desconfiada. La clave de la desafección política es la erosión de los vínculos de identificación entre los ciudadanos y los partidos”.
Para explicar esa identificación se recurre en primer lugar a la socialización: la familia reproduciría las actitudes políticas. Según Converse, quien vota por primera vez, lo hará por el partido por el que lo hace su familia, y si los resultados de ese voto le parecen satisfactorios lo repetirá en la siguiente convocatoria. Cuantas más veces se repita el voto al mismo partido, más fuerte se hará la preferencia (identificación) partidaria, y este efecto se relaciona con el tiempo de participación electoral, independientemente de la edad del elector.
Las razones de la menor fuerza de los vínculos de identificación política se hallan probablemente en la disminución del peso de la familia en la socialización, y la diversificación y diferenciación del grupo o grupos de pares. El peso de la familia en la definición política de los hijos es hoy menor y probablemente de menos intensidad, aunque sólo sea por la intrusión de la televisión en el medio familiar.
Según Paramio, “más importante quizás es el cambio en el extorno extra-familiar. En la escuela, el trabajo, el barrio o los ambientes de ocio, se ha producido una cierta diversificación social, y sobre todo una diversificación cultural, provocada en parte por la diversificación social pero especialmente por la elevación del nivel educativo y el impacto de los medios de comunicación”.
Las preocupaciones de los jóvenes
Por último, en la pregunta 8) ¿Podría enunciar los temas que a usted le parece que fueron preocupantes para los jóvenes en 1999? ¿Cree que han variado en la actualidad?, los periodistas de La Plata mencionaron a la falta de trabajo, la inseguridad, la corrupción, la escasez de oportunidades y la necesidad de cambio, como los temas más preocupantes para los jóvenes en 1999. Asimismo, compartieron la visión de que estos temas no han variado en la agenda de prioridades, sino que -por el contrario- se han agudizado con el transcurrir del tiempo.
Sin embargo, no descartaron que esta visión pesimista pudiera profundizarse con la incorporación de nuevos temas que afecten las aspiraciones de los jóvenes.
Basado en una encuesta realizada por Demoskopía a 1.001 jóvenes de entre 14 y 24 años en Capital Federal y Gran Buenos Aires, Hartmut Hentschel aportó observaciones y reflexiones que enriquecieron la investigación. Si bien en la encuesta los jóvenes reconocieron atributos positivos, ninguno alcanzó tan altos porcentajes como en las diez características negativas más mencionadas: corrupción 86%, violencia 77%, inseguridad 74%, discriminación 73%, injusticia social 71%, desigualdad de oportunidades 70%, desconfianza 65%, egoísmo 62%, materialismo 61% y falta de respeto 60%.
“El balance que realizan los jóvenes sobre su sociedad es sumamente preocupante y explica otro resultado que surge del estudio: la revaloración de la familia, donde los jóvenes tratan de encontrar lo que la sociedad no les ofrece”, señaló Hentschel.
Bibliografía
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