Helena Alapín y Verónica Piovani




Bloque histórico, sujetos políticos y grandes medios*


Contenido
El problema y los objetivos, los supuestos
Las hipótesis
El encuadre conceptual ¿por qué Gramsci?
Contexto previo al período de análisis
Sobre el período considerado
Los Medios
Puntos de condensación
Notas

Las motivaciones e inquietudes, como así también las presunciones que sirvieron de disparadores para esta investigación, estuvieron en todo momento ligadas a una experiencia de vida concreta: la del sociólogo y profesor de esta Casa de Estudios, Víctor Mariani. La temática propuesta, los objetivos perseguidos y el encuadre teórico elaborado, son el fruto de aquellas obsesiones que lo acompañaron toda su vida, resultado de años de práctica y reflexión política, de militancia en su más amplio sentido. Aunque no pudo ver coronado su esfuerzo, quienes formamos parte de su equipo de trabajo, pretendemos que las páginas que siguen sean una síntesis de la riqueza y originalidad de su pensamiento, puestas al servicio de esta investigación.

El problema y los objetivos, los supuestos

Esta investigación forma parte del proyecto que, desde 1993, se desarrolla en el marco de la cátedra de Problemas Sociológicos y cuyo propósito es abordar las formas de constitución y articulación de lo político dentro de la sociedad actual argentina, con especial referencia al papel que los Medios de Comunicación cumplen en ese proceso, y las relaciones que se producen entre lo político y lo estructural dentro del mismo.

La investigación trata, específicamente, dentro del período 1955-2002, del accionar concreto y la constitución de determinados sujetos políticos, aquellos a través de los cuales se expresan los sectores dominantes de la sociedad y sus luchas por la hegemonía, con particular énfasis en el rol y las formas de mediación de los Medios de Comunicación, en este caso algunos diarios, en algunos eventos de gran importancia política.

Un conjunto de supuestos básicos está implícito en el problema y enfoque construido. Estos afirman, en pocas palabras, que el establecimiento de proyectos político-sociales se produce a partir de la constitución y el accionar de agentes sociales a los que llamamos sujetos políticos. La definición de estos sujetos se opera a través de su proyecto, entendido éste en el sentido gramsciano, como una voluntad colectiva que tiene determinados fines políticos -en sentido amplio-, que abarca todos los campos de la vida social, en tanto “toda acción susceptible de alterar una determinada relación de fuerzas, torcer o imponer una voluntad(1).

También se entiende que la dinámica de la vida social implica una lucha por el poder o lucha por la hegemonía, en tanto predominio (horizontal y vertical) del proyecto de un sector social. El bloque dominante tiene un papel central en la organización y regulación del funcionamiento de la formación social, mediante el sistema político (en el sentido amplio señalado) donde operan las luchas internas de los sectores dominantes, acotadas por distintos posicionamientos dentro del sistema de acumulación, de los aparatos institucionales, las alianzas o relaciones internacionales, y los vínculos específicos con sectores subordinados. Esto dará lugar a la constitución de subbloques o fracciones de los sectores dominantes, cuyo accionar constituye la política.

Por su parte, los Medios de Comunicación Social de gran dimensión forman parte de los sectores dominantes, en la medida que están involucrados en la triple dimensión de detentadores de capital simbólico, económico y político, lo cual implica cuestionar su “neutralidad” y aceptar que (además de fines y objetivos propios) adhieren, con compromisos variables, a alguno de los proyectos en pugna.

En función de lo expuesto, se busca constatar:

a- La importancia de los referentes de clase en la constitución de los sujetos políticos actuantes.

b- La relevancia de otras identidades sociales posibles en la constitución de los mismos, grados de autonomía/ heteronomía respecto de los referentes de clase, y la posibilidad de establecer parámetros de continuidad en el tiempo.

c- Las formas de intervención de los grandes diarios en la decisión de los conflictos de los sectores dominantes entre sí.

d- Las estrategias adoptadas por ellos para saldar su múltiple condición de empresa económica-actor-político-reproductor de cultura, en las cambiantes condiciones del período.

Las hipótesis

Los trabajos que sobre el tema y el período venimos desarrollando desde hace varios años nos han mostrado una sucesión de momentos críticos, signados normalmente por el cambio o el cuestionamiento severo a la dirección superior del Estado (elecciones, golpes militares) o a funcionarios clave a cargo de instituciones centrales a las articulaciones del poder según cada momento; señaladamente, mandos de las Fuerzas Armadas, Ministerios (fundamentalmente, los de Economía, Interior y Trabajo), o instituciones dotadas de gran poder (Banco Central, Corte Suprema de Justicia, ciertos gobiernos provinciales).

Nuestras constataciones previas muestran que en tales momentos críticos, prácticamente todos los sectores con algún grado de poder en cualquier ámbito, tanto los específicamente políticos (gobiernos, organismos gubernamentales, partidos, diplomáticos) cuanto los grandes agrupamientos empresariales, sindicales, culturales, religiosos, etc., se pronunciaron de forma normalmente polarizada sobre la coyuntura, utilizando diversos canales: oficialmente, o bien a través de instituciones hegemonizadas por el sector, personalidades notables allegadas, grupos de presión o de opinión del más variado corte, medios de comunicación masivos o restringidos, etc.

A su vez, tales pronunciamientos, además de dar apoyos a una u otra de las alternativas en disputa, parecen mostrar cierta homogeneidad de los alineamientos en el tiempo: es decir, que ciertos actores tienden a compartir en cada uno de los momentos críticos un mismo lado del alineamiento; y, además, a compartir cierto tipo de apelaciones ideológicas generales, tales las que oponen por un lado ideas como Constitución, República, Libertad, Institucionalidad, frente a otros que remarcan Intereses Nacionales, (y/o Populares), Soberanía, Crecimiento, Distribución.

Pero, por otro lado, también aparecen en nuestros trabajos previos discontinuidades o cambios en la morfología de los alineamientos: personalidades o instituciones que se presentan como centrales en un momento crítico pasan a ser secundarios en otros, y viceversa; y además, en casi todos los casos, aparecen matices diferenciales en los grados de apoyo o promoción que los diversos actores dan y justifican hacia la línea por la que se pronuncian.

De estos considerandos y de los objetivos enunciados, surgen dos hipótesis:

- Existencia de bloques sociopolíticos duraderos entre los sectores dominantes.

Pese a que la composición de los bloques de actores sociopolíticos que se han enfrentado en los sucesivos momentos críticos del último medio siglo no ha sido estática, y algunos componentes se intercambiaron entre ellos en determinados momentos, se tratará de determinar si existen parámetros válidos indicadores de estabilidad y homogeneidad de dichos alineamientos a través del tiempo, así como de las apelaciones legitimadoras recurrentes, que pueden ser agrupadas, en general, como legitimaciones con apelación a la Nación o legitimaciones con apelación a la Libertad; y se procurará ponderar el peso que estos parámetros puedan tener para responder afirmativa o negativamente a la hipótesis.
- Articulación de los grandes diarios con los bloques en pugna. 
Descontado que los grandes diarios – al igual que los restantes Medios de Comunicación masiva- tuvieron activa intervención en estos conflictos, y, aunque en general hayan recurrido a preservar sus intereses en cuanto empresas dando cabida a unos y otros actores de los mismos, apelando a legitimidades universales como la libertad de prensa y de opinión, e invocando neutralidad valorativa-informativa, se indagará si en general, a través de distintas estrategias discursivas, actuaron alineados en una u otra posición, tratando de legitimar o mejorar la posición del macro-sujeto del que formaron parte o cuya representación asumieron. Va de suyo que tal como se ha señalado la alineación de los principales diarios corresponderá a los distintos matices o proyectos que enfrentan a las fracciones dentro de los sectores dominantes, que en algunos casos pueden llegar a coincidir con los sectores contra hegemónicos.

En síntesis, se propone, por un lado, que el trayecto de historia argentino considerado ha sido producido, en su forma concreta, por la lucha entre distintos bloques que, dentro de tales conflictos y recomposiciones han mantenido cierta homogeneidad diacrónica, es decir, que ciertas alianzas han tendido a enmascararse (sujetos y elementos que han estado casi siempre de un mismo lado en la “trinchera”), y que ciertos enfrentamientos también han sido permanentes (otros sujetos han estado constantemente en bandos antagónicos). Por otra parte, se asegura que ciertos diarios han participado, además de en la constitución de esos bloques y subbloques, en la permanencia de los alineamientos.

Con respecto al corpus, la búsqueda se concentra en esos momentos críticos, aquellos enfrentamientos de importancia, tal como para provocar la intervención activa y el pronunciamiento expreso de la mayor parte de los sujetos con implicancia en el sistema político, en sentido amplio y que, a su vez, fuesen acotados en cuanto a su manifestación temporal. Esto nos lleva a seleccionar algunos “eventos” y diarios.

Los eventos de relevancia política son:

1- Los fusilamientos del General Valle y sus camaradas (junio 1956)

2- La división de la UCR (febrero/ marzo 1957)

3- La caída del presidente Levingston (marzo 1971)

4- El retorno de Perón (noviembre 1972)

5- La crisis del BIR (1980)

Con respecto a los diarios, escogimos Clarín y La Nación para todo el período ya que, con pocas excepciones, han tomado posición en esta larga pugna y han formado parte de los subbloques respectivos: La Nación entre los invocadores de la Libertad, y Clarín entre los invocadores de la Nación. A su vez, la referencia a públicos bien diferenciados ha teñido sus estilos, diríamos siguiendo a Gramsci, que han formado parte de las pedagogías diferenciales que cada etapa de hegemonía necesita. Sus modos de presentarse ante el mundo, sus formas de dialogar con sus públicos, los temas tratados, los personajes consultados, colaboradores, etc. conforman esas pedagogías diferenciales.

Las consideraciones que siguen dan cuenta de los avances realizados, y testifican también las limitaciones que obstaculizaron un desarrollo completo de los objetivos previstos inicialmente. Nos acercamos a la construcción del herramental conceptual y al delineamiento de un “tipo de mirada” histórica, que se remonta a la conformación del Bloque Histórico Ochentista, el surgimiento del frustrado Bloque Nacional Popular hasta la actualidad, para revisar -desde las categorías gramscianas- los enfrentamientos “externos” (bloque contra bloque) e “internos” (subbloque vs. subbloque del bloque vencedor), que modificaron la estructura de clases, el sistema de dominación política, los patrones culturales, las justificaciones ideológicas, los vínculos internacionales y generaron hondos efectos en las bases sociales de la Nación.

Es oportuno aclarar que los documentos producidos son aproximaciones incompletas, que lejos están de postularse como generalizaciones con pretensiones de corroboración. Además, de los eventos consignados, sólo se completaron los relevamientos correspondientes a los dos primeros.

El encuadre conceptual ¿por qué Gramsci?

Presentamos aquí una síntesis de las consideraciones que Víctor Mariani formulara sobre los aportes del pensador sardo(2).

La utilización en este trabajo de las bases teóricas sentadas por el gran intelectual italiano, se debe a que constituyen sustancialmente una mirada sociológica original, seria y productiva sobre una sociedad. Original tanto respecto de la sociología “occidental” o “científica”, como del patrón teórico marxista-ortodoxo, ante el cual Gramsci procede del mismo modo que otros revolucionarios de su tiempo: si la teoría no se muestra fértil para cambiar a nuestra sociedad, lo que hay que cambiar es la teoría.

El pensamiento de Gramsci ya no es lo mismo que el marxismo: al enfrentar el análisis concreto de una situación concreta, los duros suelos de la realidad encontrada, vistos con pasión pero sin ceguera, modifican la herramienta conceptual, incorporando categorías, modificando otras, refinando unas terceras, dejando que otras se diluyan en meras menciones al pasar o en silencios tan significativos como las palabras. Ideas como la distinción entre “Oriente” y “Occidente”, la introducción de la “sociedad civil” como metáfora provisoria y de tránsito hacia una concepción distinta del Estado, la búsqueda en la “superestructura” de los problemas de la “estructura”, son testimonio de la penetrante profundidad con que analizó la compleja sociedad capitalista desarrollada.

La impresionante honestidad personal y política con la que Gramsci enfrenta, además de su pocas veces igualada tortura personal, su vicisitud política, merodeada por preguntas y lagunas de conocimiento que él mismo va señalando en sus análisis. Cuando enuncia “el intelectual sabe, pero no siempre comprende y casi nunca siente; el pueblo siente y a veces comprende, pero casi nunca sabe...”(3) fusiona al intelectual popular con el pueblo del que proviene, en un Occidente donde la batalla no se libra sólo en los campos de la sangre y la muerte sino sobre todo en las “trincheras de la guerra de posiciones”, esa sociedad civil sólida, subyugante, incorporadora, donde desaparece por síntesis la vieja historia de la “alienación” y la “manipulación” de la conciencia proletaria por parte de la burguesía, y en cambio aparecen los elementos de la cultura compartida, del sentido común como ancla básica de las clases subordinadas a sus modos de vida, de la religión no ya como “el opio del pueblo” sino como un elemento que homogeneiza a subalternos con dominantes.

Tomar a Gramsci, es rescatar su mirada, su penetrante mirada que constantemente analiza y sintetiza, que abstrae y concreta, que recorta e integra, y ver cómo la misma puede ser aplicada a revisar elementos de nuestra propia historia como sociedad argentina. Gramsci nos sirve a los argentinos en la medida en que nos pongamos a analizar a Gramsci junto a la Argentina; a recoger  y utilizar su instrumento y no sus conclusiones, surgidas en otros cielos, en otros tiempos, bajo otras historias, entre otros hombres e idiomas. Tratando de salvar el espíritu y no la letra de quien en ningún momento pretendió ser La Ley.

Es por esto que tomamos algunas de sus categorías, hoy ampliamente conocidas en la ciencia social, pero también modificamos otras, rescatando fundamentalmente el camino trazado, el del análisis concreto del bloque histórico cultural forjado por la experiencia histórica de los sujetos actuantes.

Contexto previo al período de análisis

Una sinopsis histórica de las últimas cuatro décadas nos muestra, por un lado, lo decisivo de la constitución del peronismo en el 1943/ 1945, así como que, a partir de la constitución de un sólido bloque antiperonista en 1955, vencedor en su pugna, las continuidades apuntan -como hipótesis- a la persistencia de ciertas constantes en el enfrentamiento interno de ese bloque: las pugnas “lonardistas vs. gorilas”, “imparciales vs. continuistas”, “frigeristas vs. golpistas”, “azules vs. colorados”, “nacionalistas vs. liberales”, “lopezrreguistas vs. gelbardistas”, “masseristas v.s videlistas”, “luderistas vs. alfonsinistas”, muestran continuidades llamativas (donde en cada “par antagónico” hemos puesto siempre en primer lugar a los “invocadores de la Nación” y en el segundo a los “Invocadores de la Libertad”).

De hecho, el peronismo puede ser caracterizado como el intento formal de constituir un nuevo Bloque Histórico, renegociando el pacto hegemónico previo e incluyendo en el mismo a los sectores que previamente habían ocupado posiciones relegadas dentro del mismo. Nuevas capas de especialistas, funcionarios e intelectuales -en el sentido gramsciano- montados en muchos casos sobre nuevas instituciones o sobre la redefinición de algunas preexistentes -el sindicalismo, la Iglesia y el Ejército sobresalen en este aspecto- vinieron a construir los aspectos “superestructurales”, apareciendo, entre otras, una redefinición de los intereses corporativos, además de las nuevas combinaciones de clase-aparato que surgieron.

El Estado, al igual que en la etapa predecesora, siguió siendo el elemento decisivo, pero ahora quintaesenciado: el Estado peronista que, en cuanto aparato estatal, no sólo sobrevivió al peronismo sino que en muchos aspectos se extendió mucho más allá de donde aquel había llegado, contradiciendo en forma explícita la doctrina liberal que pasó a ser oficial nuevamente luego de 1955. El conjunto de medidas de Estado desarrollado principalmente entre 1944 y 1950 dio al cambio argentino, ya insinuado en los 20, ya propagado en los 30, la nueva fisonomía social, política, económica y cultural que dejó al país de posguerra cambiado radicalmente respecto del país del BG80.

De intento o como resultados no buscados, la combinación entre la situación de aislamiento externo y las capas de “funcionarios de la ideología” que tomaron el poder luego de 1943, generó el mayor cambio social que se había vivido luego de 1880.

La industrialización, creadora y fortalecedora de un mercado interno, repercutió mucho más allá de su estricta instalación de fábricas: sectores sociales enteros aparecieron o se modificaron -casi siempre en un sentido ascensional- al compás marcado por esa industrialización recién nacida. El clima social es de revolución: cambian los léxicos, desde la propia cúspide del poder: también las prácticas sociales. Pero, por sobre todo, la ideología: cambia la concepción del mundo y cambian las reglas del obrar práctico. Ese nacionalismo trabajosamente surgido en los más diversos sectores intelectuales y penosamente -y acusatoriamente- desarrollado durante dos décadas va a hacerse cargo de la representación de todo este conjunto de intereses nuevos.

¿Y qué ocurría con los sectores sociales asentados sobre ese Bloque Histórico Ochentista que parecía desaparecer, tragado en las entrañas del nuevo Bloque?

El BNP no destruyó las bases socioeconómicas de la estructura anterior: las abolló, redujo, castigó, sin suprimirlas. Esto se hizo sentir duramente sobre los sectores medios y agrarios vinculados al modelo anterior. Profesionales, empleados estatales, ferroviarios, empleados de las finanzas y las grandes empresas comerciales, estaban montados sobre los sectores que sufrieron retrasos relativos -en realidad, el crecimiento fue general, con pocas excepciones coyunturales- junto a sindicalistas pre-sindicatos oficiales, políticos de las formaciones antiperonistas, eclesiásticos , militares -sobre todo marinos- , todos estos sectores, culturizados en una ideología que priorizaba el evolucionismo, el lento ascenso hacia aspiraciones que siempre estaban en el futuro, veían el “desorden” que representaba el achicamiento de las distancias sociales entre los sectores populares entre sí, y de estos con las formaciones de más alto nivel social.

Pero al BNP le faltó una clase principal realmente hegemónica: los sectores estamentales -militares, sindicalistas y algunos intelectuales y eclesiásticos- debieron asumir, vicariamente, y a favor de la enorme potencia del Estado, los roles de un empresariado arribista pero cuya propia debilidad económica se traducía en debilidad política.

Pero a esa debilidad interna se le suma la debilidad externa, del país en su conjunto. Ya el componente externo del bloque dominante es casi todopoderoso, y ese empresariado siente la dulce tentación de la “asociación subordinada”. El desarrollismo posterior será la forma que adquirirá luego ese nacionalismo que, no obstante, conserva algunas características de la etapa: mercado interno protegido, salarios altos con condiciones de trabajo de “mayor productividad”, financiación y economías externas a cargo del Estado. Los empresarios aparecen permanentemente divididos, expresándose a través de sus instituciones gremiales fundamentalmente. Los sindicalistas exhiben también una división que muestra cierta persistencia y sus alineamientos son bastante consistentes con la división de los empresarios (aunque, en este caso, aparecen otras determinantes).

La Iglesia exhibe una casi llamativa predominancia en cuanto a asumir posiciones junto a los “Invocadores de la Nación”. Los militares permanecen en todos los casos en el centro del dispositivo, y los enfrentamientos tienden a ser reproducidos como enfrentamiento entre bandos militares. Los intelectuales, en los períodos en que tuvieron posibilidad de expresarse como tales (vía Universidad, revistas, fundaciones e instituciones diversas) han formado parte de una u otra fracción, aunque en general, si descartamos a las militancias pro-revolucionarias de los años 60 y 70, como corporación han estado casi siempre en mayoría entre los “Invocadores de la Libertad”.

Los políticos se han dividido en torno a los partidos empresariales y militares, siguiendo el rumbo impuesto por éstos; es llamativa la escasa incidencia que los políticos en cuanto tales han tenido: los partidos fueron, en 1958, 1963 y 1973, los “agentes electorales” de los subbloques.

Sobre el período considerado

Las necesarias consideraciones que preceden a la vez que forman parte de los aspectos que este trabajo se propone relevar, permiten enmarcar el momento específicamente considerado. En el lapso de tiempo que abarca la investigación hay dos momentos clave, momentos en que la salida de un modelo social (político, económico y cultural) produce el enfrentamiento de bloques de fuerzas opuestas, aglutinados en torno a proyectos de dominación específicos, que culminan con el triunfo de uno de ellos y el establecimiento del modelo pretendido por los vencedores.

Esos dos momentos son 1955/ 1958, y 1973/ 1976. Del primero de estos períodos de crisis surgirá el modelo “desarrollista”; del segundo, el modelo “aperturista”. Uno y otro se desplegaron a lo ancho, lo largo y lo profundo de la formación social argentina, modificando su estructura de clases, su sistema de dominación política, sus patrones culturales, sus justificaciones ideológicas. Uno y otro generaron hondos efectos en las bases sociales de la Nación, redistribuyeron el poder político y económico, modificaron las condiciones de vida, de trabajo, de estudio y de pensamiento de todos los habitantes del país; uno y otro vieron dividir y reproducir a sus clases dominantes, cambiar los socios externos y los aliados internos, trastocarse las interpelaciones y llamados que desde la estructura del poder se hicieron hacia las bases sociales para incorporarse o marginarse de los respectivos modelos.

Uno y otro modelo atravesaron etapas institucionalmente muy diferentes en su trayectoria: se alternaron dictaduras y períodos constitucionales; se propagaron de distinta forma los beneficios y perjuicios entre las clases subordinadas; surgieron, se consolidaron y deterioraron diferentes agentes políticos y distintas maneras de construir las legitimaciones. La gente vivió de distinta forma estos procesos y en ellos. Formas de lucha de todo tipo -militares, políticas, económicas, propagandísticas- atravesaron las cuatro décadas de este presente histórico. El conflicto asumió en distintas etapas la forma de la guerra de posiciones o bien de la guerra de movimiento: se pasó del hostigamiento al asalto al poder, del asalto al poder a la persecución, de la persecución a la integración negociada, y vuelta a empezar en el ciclo eterno de la lucha política.

Revisar esos conflictos, sus términos y alcances, implica identificar sus agentes, los métodos utilizados, la ideología que los legitimaba, sus proyectos; pueden entonces dilucidarse algunas incógnitas de hoy, junto con las de ayer.

Intentar una aproximación a los proyectos en pugna es una forma de intentar saber cuáles son los modelos de país que nos son propuestos desde el poder y sus oposiciones internas, cuáles son los mundos posibles en los que habremos de vivir. También, al explorar momentos en que las bases sociales, los sectores subordinados de nuestra sociedad, hicieron sentir parte de su peso potencial equivale a preguntarse sobre la posibilidad de que esas bases sociales puedan generar proyectos y agentes alternativos a los enclavados en las estructuras de la dominación.

Decir “conflicto” remite a las diferentes etapas de un sistema de dominación históricamente constituido. Esquemáticamente, podríamos decir que el cambio de un sistema de dominación al siguiente se da a través de cuatro momentos sucesivos: conflicto (aparecen impugnaciones estructuradas al sistema de dominación imperante); dominación propiamente dicha (conquista del poder y propagación coercitiva de sus objetivos); hegemonía (consenso, negociación e incorporación de los dominados al sistema); crisis (surgimiento de situaciones de descontento, queja, protesta, formación de nuevos sectores sociales con intereses distintos); nuevo conflicto y así sucesivamente.

En 1973/ 1976 se vive la etapa de “conflicto”, de salida del modelo desarrollista (así como 1955/ 1958 fue la etapa de conflicto de salida del modelo autónomo), precedida de fuertes crisis internas del bloque dominante: “gorilas vs. integracionistas”, “azules vs. colorados”, “nacionalistas vs. liberales”; por una fuerte impugnación político social procedente de los sectores subordinados (combatividad obrera, peronismo proscripto, puebladas en las provincias); crisis de las clases medias (en cuanto mecanismos de transmisión del bloque dominante tanto como en situaciones de descontento económico y social); diferenciaciones en los centros imperialistas (surgimiento de las políticas “trilateralistas”, crisis del petróleo, viraje del capitalismo mundial hacia las formas financieras, una situación mundial de avance de los movimientos de masas y de liberación de las colonias, derrota norteamericana en Vietnam, revolución cultural China, agitaciones estudiantiles en Europa y EEUU, etc.).

En 1973 se constituye el conflicto (o continuidad de la crisis hacia una salida) en la medida en que aparecerán dos propuestas diferenciadas; cada una con sus propios aliados externos e internos, y con sus propias bases de sustentación social. Esas propuestas son: una -la finalmente triunfante- el modelo aperturista neocolonial, adecuado a la reorganización mundial del capitalismo en su variante financiera. La otra, una versión mixta y renovada de los modelos autónomo y desarrollista, aggiornado por la incorporación de los sectores sociales surgidos o crecidos al amparo de los dos modelos anteriores, con una propuesta de crecimiento integrado, con autonomía nacional y cierta redistribución interna, y una apertura negociada hacia las nuevas variantes del capitalismo mundial.

Yuxtapuestas con esas propuestas dominantes, del seno de los sectores populares, tanto de la clase obrera estructurada como de las clases medias, serán aportados los gérmenes de propuestas radicalmente enfrentadas con uno y otro modelo, aunque en general funcionando como aliadas, en mayor o menor medida, con el modelo autónomo. Adoptando diversas formas de aparición y diversas metodologías de acción, esas fuerzas llegaron a construir embriones de una tercera opción, que finalmente naufragó en el aislamiento político y el aniquilamiento militar.

Demás está decir que afrontamos un período confuso, de alternativas cambiantes, de intensa movilización política, procesada en moldes radicalmente diferentes a los del quehacer político actual. A encontrar esos sujetos políticos, sus proyectos, sus alianzas, sus representaciones y sus justificaciones apunta este primer módulo de la investigación.

Los Medios

Considerar los Medios de Comunicación sólo como voceros de un sujeto político sería caer en un análisis absolutamente ingenuo (la “teoría del reflejo”), pero la misma ingenuidad podría acarrear ignorar esta función, que en determinados conflictos es absolutamente transparente.

Los Medios parecen como uno de los escenarios dentro de los cuales el conflicto tiene lugar. Adquieren un carácter preponderante en cuanto dan la medida de la existencia del conflicto, tanto por expresarlo como por ocultarlo. El Medio constituye entonces, un sitio privilegiado, por hacer público el acontecimiento (conflicto), y además por la forma en que lo hace. No todos los conflictos, ni todos los protagonistas aparecen necesariamente en ellos. Pero la mediatización es un arma más en la lucha contra el proyecto oponente, y aún en los casos en que algunos de los sujetos no quisieran que el mismo trascienda. El “secreto” en las luchas entre distintos sujetos políticos confiere a los Medios su poder, ya que la divulgación por parte del Medio, como actor o como escenario, lleva a la transcripción en algún momento, del conflicto dentro de la escena mediática.

Estamos frente a un hípersujeto que tiene la propiedad de actuar hablando y de hablar haciendo hablar a terceros (o sea, asumiendo el papel del escenario objetivo, presuntamente inerte), aunque en algunas ocasiones, el diario se decide a hablar por sí mismo, generalmente en tono admonitorio. Sintetizando, el accionar del Medio se legitima revistiendo la forma “XX (el Medio), dice que YY (el supuesto sujeto o parte del sujeto) hace/ dice/ piensa ZZ”.

Respecto al uso que los sujetos pueden hacer mediante su decir a través del Medio, uno de ellos el propio diario, nos está diciendo todo de sí mismo, en la medida en que un texto siempre dice al menos tres series diferentes de cosas: nos dice lo que nos dice, nos dice algo acerca del productor del texto, y nos dice algo acerca del destinatario del texto. Por lo tanto el propio diario es candidato a ser el sujeto más iluminado por sus intervenciones. Los demás sujetos, aparecerán como “objetos” del discurso del diario, no obstante sus apariciones como productores autónomos de textos (solicitadas, declaraciones, avisos, cartas de aclaración).

Ya hemos dicho en nuestra explicitación del rol de la hegemonía que en los conflictos entre sujetos políticos, éstos nunca aparecerán en toda su crudeza, sino que distintos integrantes de los sujetos aparecerán haciendo referencia a sus proyectos de manera tal de no expresar desnudamente un interés particular. Como todo proyecto de poder implica la existencia de un adversario, las legitimaciones, además de la invocación a intereses generales y/o valores abstractos, incluirán la descalificación de aquél. El concepto implícito de normalidad está presente especialmente cuando se lleva la denuncia a un alto grado de crudeza, momento en que el referente de tal crudeza es presentado como excepción o perversidad. Pero al mismo tiempo que el Medio es uno de los campos de batalla, éste puede pertenecer en algún grado a alguno de los bandos en conflicto. Los grandes diarios difícilmente puedan dejar de estar imbricados en alguno de los grandes proyectos que definen y enfrentan a los sectores dominantes. Es por ello que la lectura de los proyectos debe atravesar el tamiz del posicionamiento del mismo Medio.

La importancia de los Medios dentro del juego político ha sido siempre señalada, cobrando en los últimos tiempos una dimensión crucial. En el caso del Medio gráfico, que es el que nos ocupa, éste continúa, pese a su selectividad, siendo clave para la escenificación del conflicto entre los sectores dominantes.

Por último cabe señalar que el aspecto de capital económico define de manera precisa los intereses en juego para la definición del Medio como integrante de un sujeto político, especialmente en los últimos tiempos donde la característica de los capitales simbólicos (comunicación) ha sido su creciente valorización económica: el diario lo será en tanto y en cuanto logre preservar su estructura de acumulación, y gran parte de sus maniobras políticas y sus interpelaciones simbólicas pueden estar apuntadas a desarrollar ese aspecto.

Puntos de condensación

Resulta importante señalar que el estudio de la manera en que los diarios(4) se insertaron en estos conflictos está englobado en las siguientes hipótesis históricas que dentro de nuestra investigación llamamos puntos de condensación, y atinentes a la etapa que llegó a cubrir la investigación:

1- La “Revolución Libertadora” marca el punto de inflexión en la relación de fuerzas entre el Bloque Nacional Popular Inconcluso y el Bloque Liberal a la defensiva y constituye el momento de pase a la guerra de maniobras defensiva por parte del Bloque Liberal combinado con ofensivas internas (intento británico de detener la ofensiva proyanqui).

2- 9 de Junio: Intento de pasar al momento técnico-militar sin consideración al estado de la etapa político-militar, mostrando cómo en este evento se manifiesta el fenómeno del vicariato, ya manifiesto en el Bloque Nacional Popular por la debilidad o ausencia de sus intelectuales orgánicos.

3- El 9 de junio como hito etápico. Consolidada (por depuración de la institución militar) la idea de no reversibilidad de la etapa anterior, quedan liberadas fuerzas para pelear la interna de la nueva etapa.. En esa etapa se demarca nítidamente el alineamiento de todas las fuerzas del Bloque Liberal, es así que en el tratamiento del tema no se notarán grandes diferencias entre Clarín y Nación, aunque algunos matices pueden llevar a interpretar la futura alineación del diario en el siguiente(s) evento(s).

4- El evento II es la línea de desarrollo en la relación de fuerzas que lleva a consolidar, mediante el pase total a la guerra de posiciones, de la consolidación de un intento “tercerista” o “sintético” de nuevo BH. La constitución de la UCRI (manivela de la “integración nacional”) es la intención de forjar la nueva herramienta. Aquí ya es visible el alineamiento de los dos diarios.

Notas
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación: “Poder, estratificación y comunicación. Los grandes diarios en el accionar político de los sectores dominantes argentinos, desde 1955 en adelante”, dirigido por Víctor G. Mariani y llevado a cabo entre el 1/05/00 al 31/12/01. Formaron parte de este equipo de investigación las Lic. Helena Alapín y Verónica Piovani y el Prof. Víctor Pereyra.
1 En el sentido desarrollado por Max WEBER.
2 Desarrolladas por MARIANI Víctor en el Documento Nº 1 de esta investigación: “Por qué Gramsci”.
3 GRAMSCI Antonio. “El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce”, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1971, p. 123.
4 Clarín y La Nación, en las fechas correspondientes a los eventos relevados.