Forma de citar | / GIORDANO, Carlos |
Políticas de información en los conflictos bélicos*
La producción de la información en conflictos bélicos, sus políticas y actores, la mediatización de sus alcances y su consumo –el campo simbólico que implican- constituyen el marco inicial referente al objeto de estudio.
La circulación de tal consumo, derivada de la construcción de aquella producción, establece mediaciones que este proyecto de investigación propone observar evitando la fascinación mediacentrista. Configura un espacio que encarna en perplejidades, rechazos y/o en adhesiones y explotaciones que requieren de una intervención gnoseológica, es decir práctica, adecuada al rigor crítico, a la interpretación creadora y a las consecuentes transformaciones en el sentido que la Universidad concibe como tales.
Las condiciones históricas han cambiado radicalmente los modos de configurar las políticas de los Medios de Comunicación. Los han cambiado al punto que los conceptos de ética, profesión e independencia, entre otros, corren el riesgo de una disolución epistemológica.
La propia profesión se encuentra en vías de redefinir sus funciones.
Las antiguas articulaciones entre sociedad civil, Estado, organizaciones sociales comunitarias y privadas, y los propios actores sociales, no responden organizativamente a las crisis de sus núcleos.
Las instituciones tradicionales se encuentran inmersas en una reconversión casi caótica de referentes, que perturba su morfología clásica. Ni la educación-escuela, ni la religión-iglesia, etc., resisten impermeablemente la porosidad definitiva de la sociedad mediática.
Como esencia de ella, el Mercado, originalmente definido por una normatividad emanada únicamente de los valores de cambio y de uso, ha atravesado las estructuras internacionales, es decir se ha transnacionalizado en lo que hoy conocemos como fase última y definitiva del régimen capitalista. Como la globalización, culturalmente posmoderna. Pero, también, la demanda incesante de material simbólico que represente los valores primordiales de la vida, la salud, la paz, la estabilidad, aporta serios condicionantes a la manipulación hegemonizada por lo monetario, lo financiero y la especulación puramente ganancial.
Sin lugar a dudas, gruesamente, se podría decir que hay, en los conflictos bélicos con más significación en los medios de comunicación de Occidente desde la Segunda Guerra Mundial, un quiebre en el tratamiento de la información pública sobre los conflictos teniendo en cuenta lo que pasó en la guerra de Corea, la de Vietnam, o los intentos de intervención en Cuba, donde la multiplicidad de medios y la proliferación de informantes -fronteras afuera y fronteras adentro, hacia la gente- aseguraron un control social ante los desmanes, los crímenes de lesa humanidad, y/o las tergiversaciones de los fundamentos ideológicos, históricos, culturales, etc., de las partes en conflicto.
El tratamiento informativo y la progresividad de las acciones hacen pensar que hay un eje que enlaza a tres conflictos contemporáneos de intervención imperialista, en donde la hegemonía en el control de la información -por parte de los gobiernos- fue absoluta desde el propio momento de la organización y el planeamiento de las operaciones. En una rápida caracterización y tomando los ejemplos paradigmáticos de los conflictos enunciados como Guerra de Malvinas, Invasión a Granada y Guerra del Golfo, puede definirse que:
a) La guerra de Malvinas se puede entender desde tres afirmaciones centrales:
1- Sólo la cubren los medios muy confiables desde el control de lo ideológico.
Dentro del contexto de la dictadura más genocida de la historia argentina con sus consecuentes procesos censores, y a partir de la operación de recuperación de las islas, hubo una clara tendencia a permitir el ejercicio del periodismo solamente a aquellos medios de comunicación -y a aquellas personas de aquellos medios- que resultaran no solamente obedientes a la política actuante sino cercanos ideológicamente a los postulados que encarnaban las autoridades cívico-militares. Así, sólo se permitió el acceso a los escenarios insulares, o cercanos a las bases continentales, a periodistas de ATC, Télam o empleados de las propias Fuerzas Armadas que en lo cotidiano desarrollaban tareas de espionaje o “inteligencia militar”.
2- Los medios que llegaron a las islas, y aún desde el continente, sólo pudieron reflejar las siluetas personales. No hubo contexto, no hubo paisajes, no hubo búsquedas.
Cuando aquellos periodistas o empleados de los medios “confiables” se establecieron en las islas o bases continentales (Bahía Blanca, Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, Río Grande, etc.) las imágenes o los recortes informativos que se registraron y que perduran fueron arengas militaristas, bravuconadas o encendidos insultos y provocaciones. Salvo alguna información veraz que se deslizó y que motivó duras críticas estratégicas, nunca se buscó mostrar o ver a las personas detrás de los uniformes, o las historias, o los lugares de proveniencia. Nunca se abandonó la comodidad del refugio que significaba la población de la capital de las islas, salvo cuando el ataque inglés era inminente y se aprovecharon los últimos vuelos al continente para regresar a las condiciones de “seguridad”.
3- O, directamente, se desapareció la imagen de las islas.
Cuando el conflicto comenzó a complicarse desde el punto de vista militar, se evitaron explícitamente las informaciones directas o diferidas tanto de los medios gráficos, radiofónicos como televisivos. Aún de aquellos periodistas y medios que habían dado claras muestras de obediencia y/o complicidad. Y se las reemplazó por los Comunicados Oficiales del Estado Mayor Conjunto, en donde con la imagen del escudo argentino se leían con voz marcial en off las “noticias del frente”. Para muestra de los grados de veracidad de estas propalaciones se puede mencionar que nunca, en todo el desarrollo de los 165 comunicados, se mencionó la palabra derrota, rendición o algún tipo de mal desempeño por parte de las tropas argentinas. Fue en estos comunicados en donde se mencionaron las cifras de bajas enemigas o de portaaviones hundidos (el Hermes o el Invencible). De todas maneras, todavía hay imágenes que se registraron en los 74 días que duró el conflicto (por parte de empleados de las Fuerzas Armadas) que nunca se vieron o fueron publicadas masivamente. Estas imágenes que, suponemos, están en poder de aquellos empleados o de algunos departamentos u oficinas militares.
Es a partir de aquí que se construye la primera hipótesis:
“Si no podemos controlar la información (la imagen), es mejor que no muestre”.
b) Invasión a Granada. En la intervención norteamericana en Granada, la peor arma es la cámara de TV (igual que en la operación de detención del General Noriega, presidente y dictador de Panamá). Durante la época en que se desarrolló la invasión norteamericana a Granada, en la Revista Newsweek, se compuso una serie de chistes gráficos, comentarios y opiniones originados en un video de una charla estratégica que el Comandante les daba a sus oficiales más cercanos en donde se lo veía con un puntero señalando a la peor arma del “enemigo”: una cámara de TV.
La segunda hipótesis:
“Como no la controlamos, que no muestre”.
c) La guerra del Golfo. El conflicto bélico del Golfo Pérsico se caracterizó por dos grandes planteos:
- Bloqueo informativo a todos los medios que no acuerden los aranceles (comerciales e ideológicos)
Durante lo que se conoció como la operación Tormenta del Desierto (la guerra del Golfo Pérsico), la disposición del tratamiento informativo fue de una férrea censura y negación de participación orgánica en las acciones bélicas. El control fue de doble tipo: se comercializaron a precios muy altos -millonarios en dólares- las posibilidades de registrar imágenes o de acceder a los registros propios de las Fuerzas Armadas intervinientes; y se organizó un aparato de control y ocultamiento de lo cotidiano de las acciones, a partir de lo que se consideró una idea fuerza muy contundente para la moral de las concepciones imperialistas. Esta idea refuerza la concepción de que “EE.UU no perdió la guerra de Vietnam en el plano militar, por lo que toda la culpa fue del no diseño de una política de información y medios que acompañara al poderío armamentista”.
- Acuerdo posible con un solo medio que garantice escala planetaria (tanto a través de la disposición satelital como por la red de repetidoras en cada región de todos los continentes).
Aquella política pudo ser organizada a partir del acuerdo que el propio comando de las “Fuerzas Aliadas” (con la hegemonía del Pentágono norteamericano) firmó con la cadena -hasta ese momento con una real presencia tecnológica pero incipiente inserción masiva- CNN. La aparente “globalidad” del acuerdo que se presentaba con voces desde los “cinco continentes”, la espectacularización de las defensas contra los nunca desarrollados ataques con armas químicas por parte de Irán, la preparación mediática de las apariciones del corresponsal exclusivo en Bagdad -Peter Arnett-, fueron los aciertos mediáticos que permitieron “mostrar” aquella guerra como un paseo, con la ausencia absoluta de muertos, de ciudades arrasadas, de víctimas civiles, etc.
En el video documental “Lecciones de obscuridad” de Werner Herzog, filmado en los días posteriores al fin de las acciones bélicas, puede observarse -a modo de un apocalipsis nada metafórico- los despojos y los rastros de aquella violencia que aparecía con una asepsia casi quirúrgica en las pantallas planetarias de la CNN.
Esto permite plantear la tercera hipótesis:
“No es posible no mostrar, controlémosla. Y que este control sea absoluto y -de acuerdo a la terminología del mercado- en exclusiva”.
Ante esta sucesión hipotética, es necesario trabajar integralmente en una mirada que permita inducir las razones culturales, políticas y sociales, no sólo de las características evidentes de la intervención mediática, sino el sentido de las ideas que se jugaron y juegan en quienes son los responsables de los espacios periodísticos y comunicacionales más importantes desde el punto de vista de su potencia masiva y su inserción social aparente.
Desde nuestra concepción, así como "no se puede separar la filosofía de la historia de la filosofía, ni la cultura de la historia de la cultura" (Gramsci, 1973), no se puede pensar la comunicación sin la historia de las posiciones, las prácticas, los actores sociales, los detalles, las anécdotas, las realizaciones colectivas, que constituyen cada experiencia global y personal en la producción, transmisión, distribución y resignificación de los vínculos informativos sociales.
En fin, el principal aporte inicial, se puede resumir en que la función informativa periodística audiovisual ha homogeneizado el carácter de los discursos, generando una hiperproductividad de significantes, que redunda en una concentración de mensajes sensacionalistas y efímeros. Y esta situación revela, sin embargo, un imaginario que expresa nuevas necesidades socio-comunicacionales, con fuertes rasgos de fragmentación, poniendo en crisis criterios tradicionales sobre las identidades.
Si consideramos a la identidad como una construcción narrativa, podríamos afirmar que lo informativo ha subsumido al conjunto de las funciones comunicacionales, incorporando aspectos fundamentales de sus rasgos pertinentes, dominando el escenario sociocultural y alterando el carácter de los lenguajes. Tal tendencia manifiesta contradicciones caracterizadas por la mutua influencia que representa nuevas ofertas y demandas simbólicas.
Las confrontaciones descriptas definen la necesidad de producir un marco estratégico para caracterizar y promover nuevas formas de proveer información ante situaciones bélicas futuras.
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación “Políticas de Comunicación. Conflictos, memoria e información” dirigido por Carlos José Giordano y llevado a cabo entre el 01/05/99 y el 31/12/01. Formaron parte del equipo de investigación: Carlos Milito, Leonardo Rueda, Alfredo Alfonso, Máximo Bontempo, Gastón Rodríguez, Silvina Souza, Gabriela Rojo, Sandra Insaurralde, Mercedes Torres, Ana María Tapia, Vanesa Giacci, Néstor González, Martín Martín, Nadya Varela y Mario Migliorati.