José Luis Bernetti




Los semanarios de los sesenta*



En la década del ‛60 se verificó en la Argentina, especialmente en la zona metropolitana de Buenos Aires, un proceso de modernización periodística que tuvo como uno de sus signos claves la creación, desarrollo y consagración de un conjunto de semanarios político-culturales de interés general: Primera Plana, Análisis, Confirmado, y Panorama.

Estos medios tuvieron características comunes, estrechamente vinculadas a la influencia del periodismo de opinión e información gestado en los Estados Unidos desde la década del ‛20. Se instalaron, además, en una instancia de relativo auge económico y de su correspondiente despliegue social. Por otra parte, la construcción y desarrollo de los semanarios atravesó una etapa política de alta densidad: el tiempo histórico de la proscripción política del justicialismo, desde 1955 hasta 1973. En ese contexto las revistas tomaron partido y fueron actores culturales y para-políticos de fuerte incidencia en los sectores intelectuales, partidarios y castrenses. Inclusive su línea editorial se comprometió, en muchos casos abiertamente, con el desarrollo de golpes castrenses en 1962, 1963 y 1966.

La revista insignia de este grupo de semanarios fue Primera Plana que salió a la calle el 7 de noviembre de 1962, apenas siete años después del golpe interno que derrocó al general Eduardo Lonardi en la dictadura de la Revolución Libertadora para reemplazarlo por el también general Pedro Eugenio Aramburu. La referencia alude a la fuerte imbricación de Primera Plana con los conflictos y pugnas dentro de las Fuerzas Armadas. En el mencionado 1962, había concluido dos meses antes la primera etapa del enfrentamiento de “azules” y “colorados” que, con el saldo de muertos y heridos en combates en todo el país, comprometió a las tres ramas del poder militar.

De ese conflicto, que iba a tener una reedición en abril de 1963 con el mismo resultado -la victoria de los “azules”-, Primera Plana iba a surgir con una relación política ambigua que identificó durante mucho tiempo a la revista con el bando triunfante comandado por el general Juan Carlos Onganía.

El propio director-fundador de la revista -tanto un emprendedor editorial como co-propietario de la misma-, Jacobo Timerman, declaró haber pensado en nombrar “Azul” a la publicación, idea que luego desechó. Esos vínculos, mucho más distantes de lo económico de lo que se supuso sin pruebas convincentes durante tiempo prolongado en muchos sectores, estaban fundados en acuerdos implícitos o explícitos, con algunos sectores de los “azules”.

Una referencia notoria y multicitada, pero no por ello menos verdadera o necesaria para la referencia histórica, la constituyó la participación del abogado y periodista Mariano Grondona como columnista político -el más significativo de la publicación- desde los inicios de Primera Plana. Grondona había sido, junto con el sociólogo José Enrique Miguens, uno de los redactores de los comunicados emitidos por el comando “azul” en el marco de los enfrentamientos de septiembre. Esos partes, emitidos como factor de publicidad mucho más que como comunicados castrenses, culminaron con el Nº 150. Este texto se hizo famoso porque en él los victoriosos militares se comprometían a convocar a elecciones sin proscripciones para el peronismo. Esta promesa, que no fue cumplida, originó la respuesta “colorada” y fue el centro de la lucha.

Primera Plana se constituyó en vocero oficioso de esta ambigua posición “azul”

El neo-desarrollismo de Primera Plana se convirtió en el eje de su posición que tomó distancia de las metodologías que lo implementarían: en ese sentido la democracia pasó a constituirse en un factor instrumental, en un objetivo a largo plazo que se construiría a partir de las modificaciones económicas y sociales. De hecho, esta ideología subyacente y también explicitada por la revista, la condujo a “coincidencias objetivas” con sectores mucho más reaccionarios que se negaban a toda modificación dentro del capitalismo de la realidad argentina.

Primera Plana se convirtió en el ejemplo del desarrollo triunfante de una experiencia que transportaba a la Argentina el modelo de los newsmagazine norteamericanos: las norteamericanas revistas Time, su competidora Newsweek, y también U.S. News and World Report. Cabe anotar aquí también a la francesa L'Express, la alemana Der Spiegel o la Panorama italiana.

En el espacio nacional, Primera Plana tuvo fuertes antecedentes. En ese campo es de rigor citar al semanario Qué (dirigido por Baltasar Jaramillo, en una primera etapa durante el gobierno peronista de 1946-55 y la segunda en la etapa previa al gobierno de Arturo Frondizi antes de 1958, encabezada por Rogelio Frigerio), Usted (a cargo de Luis González O' Donell), Che (dirigida por Pablo Giussani, con explícito apoyo a la Revolución Cubana en sus primeras etapas), la más tradicional Leoplán, Mayoría y Esto Es, a cargo de los nacionalistas Bruno y Tulio Jacovella y la paralela a la fundación de Primera Plana, la publicación Todo, fundada por Bernardo Neustadt. Otro antecedente lo constituyó la revista De Frente, que existió entre 1953 y 1956, aparecida bajo la dirección de John William Cooke que encarnó un nivel periodístico que ha quedado subordinado injustamente bajo el fuerte protagonismo político del dirigente peronista de izquierda.(1)

La investigadora española María Pilar Diezhandino fundamentó -sustentándose en Thomas Griffith, Robert Lichter y Linda Rothman- que estos semanarios norteamericanos constituyeron “el fin de la cadena alimenticia del periodismo” y que, por otra parte, “la revolución de la televisión ha producido el acercamiento del periódico y del news magazine”(2).

Primera Plana tuvo el privilegio de haber gestado su propia competencia. Su creador, Timerman, vendió en 1964 su parte a su socio Victorio I. S. Dalle Nogare y en 1965 fundó Confirmado, un medio que compitió intensamente con Primera Plana. Resulta difícil encontrar una clara diferenciación de línea editorial entre las dos criaturas gestadas por Timerman. Existe, ciertamente, una diferencia de diseño periodístico.

Según Horacio Verbitsky el estilo barroco impreso a Primera Plana -ligado a la estética de Time- fue reemplazado por la mayor concisión depurada y contenida de Confirmado inspirado en Newsweek. Fue difícil en el momento histórico y en la actualidad encontrar diferencias sustantivas de ambos semanarios en relación con los conflictos militares aludidos más arriba y el paulatino y abierto desarrollo del golpe militar de junio de 1966 ejecutado contra el gobierno civil ilegítimo del radical Arturo Illia.

Los otros dos semanarios analizados en el estudio, Panorama y Análisis, tuvieron orígenes diversos entre sí y en relación con Primera Plana y Confirmado. Panorama surgió en 1963 como mensuario de la editorial Abril, propiedad de Cesar Civita.

Planteada como una publicación de información general, un magazine con intenciones paisajísticas -tanto geográficas como sociales- viró hacia el formato semanal con intención política y cultural en 1968, dirigida por Pedro Larralde. Ese mismo año, Análisis trocó su estructura de publicación económica dirigida a empresarios con una fuerte profesión de fe en la libre empresa para ingresar en los mismos ámbitos que sus colegas. Análisis fue dirigida por el abogado Fernando Morduchowicz, socio de Ernesto Hamak y Julio César Cueto Rua en un estudio de consultoría económica. Cueto Rua, un reconocido jurista, militaba en las filas del conservadorismo tradicional. En 1958, bajo la remozada denominación de Federación Nacional de Partidos de Centro (FNPC), había competido junto a Emilio Hardoy, su colega de fórmula en los comicios presidenciales de febrero de ese año que consagran a Frondizi como la salida política no buscada de la Revolución Libertadora.

Análisis contaba con un sub-director, Gregorio Verbitsky, y un Comité ejecutivo de Redacción integrado por Oscar Delgado (política internacional), Osvaldo Seiguerman (sociedad) y Kive Staif (artes y espectáculos). Los columnistas eran Julio Cueto Rua, Ronald Hansen (automovilismo) y Pepe Penia (fútbol). La redacción estaba integrada por Carlos Abalo (economía), Jorge Luis Bernetti (política), Rubén Caletti (internacional), Ángel Calvelo (economía), Emilio Luis Ghergo (sociedad), Pablo Kandel (economía), Jorge Lozano (política), Julio Nudler (economía), Santiago Senen González (sindicales), Enrique Raab, Héctor Sayago, Cristina Helena Solari, Carlos Tarsitano (luego exiliado en España y redactor de El País y Rubén H. Zorrilla (al tiempo, un reconocido sociólogo), Héctor Grossi (cine), Bengt Oldenburg y Roberto Rosenfeldt (artes plásticas), Horacio Salas y Pablo Scheffel (libros), Jorge Araoz Badi y Jorge H. Andrés (música).

A diferencia de Primera Plana y Confirmado -Panorama no había ingresado en la batalla política- Análisis distó de anticipar (y de auspiciar) el derrocamiento de Illia. En su liberalismo clásico, anti-peronista pero con una demanda de institucionalidad regenerativa de los males causados por el peronismo, el grupo editor quedó sorprendido por los acontecimientos de junio de 1966.

Beneficiado como todos los sectores industriales y de servicios por los logros de la política económica de Adalbert Krieger Vasena, el segundo ministro de la Revolución Argentina, el grupo propietario de Análisis se lanzó a su conversión periodística. A diferencia de Primera Plana y Confirmado defendió entusiastamente la política económica de Krieger pero no dejó de criticar el perfil político “comunitarista” (una módica e hipócrita versión del corporativismo) que intentaba sustituir el retorno a la vigencia plena de la Constitución, una de las banderas más férreas defendidas por su liberalismo político.

Pocas semanas antes del Cordobazo, Análisis prescribía que “no están dadas las condiciones para un giro político y mucho menos por efecto de turbulencias populares. Acciones de tipo revolucionario a cargo de civiles requieren varios ingredientes insustituibles. En primer lugar, un sentimiento generalizado de repudio al orden establecido y a las autoridades en ejercicio, susceptible de ser galvanizado por la prédica eficiente de líderes opositores. En segundo lugar, la voluntad de amplios núcleos ciudadanos de arriesgar su libertad, su integridad física y su patrimonio en la lucha contra el poder. En tercer lugar, la capacidad y los recursos humanos de los cabecillas sediciosos para organizar y poner en marcha un dispositivo revolucionario”(3). La capacidad de prognosis o, simplemente, la buena observación de la realidad no estaba, evidentemente, en el inventario de la orientación editorial de la revista la que tampoco había previsto el golpe contra Illia.

A su turno, Panorama iba a movilizarse en los marcos de dos etapas. La primera, caracterizada por la gestión de Larralde, planteaba un desarrollismo no partidariamente frondicista aunque casi todos los temas productivistas, de desarrollo del mercado interno y de crecimiento de la idea nacional en todos los terrenos, estarían presentes en su perspectiva. En la segunda, (luego de la sucesión de Luis Pico Estrada a la dirección de Larralde) cuando la editorial Abril convocó a una parte significativa del equipo original de Primera Plana. Este bajo la conducción de Tomas Eloy Martínez había salido de Primera Plana luego del largo proceso posterior a su clausura en 1969, asumió un tono definidamente mas progresista. Esa orientación fue coronada, y de inmediato suprimida, cuando la revista denunció la matanza Trelew ejecutada por la Armada contra guerrilleros que, en agosto de 1972, habían intentado fugar del penal de Rawson donde estaban detenidos. Martínez fue cesado en su cargo por la directiva de Abril, presionada por la dictadura encabezada por el general Agustín Lanusse.

Los elencos formados por estas revistas constituyen un jugoso punto de referencia al desarrollo de su propuesta. En Primera Plana las referencias en pleno 1966 son significativas.(4) Su director-editor es Victorio I. S. Dalle Nogare, también su propietario, de escasa intervención en la producción estrictamente periodística. Existe un asesor de la dirección, Roberto Socol, pero la conducción de la redacción está a cargo del sub-director Ramiro de Casasbellas, quien se afincara con posteridad en el diario La Opinión de Jacobo Timerman.

Los jefes de redacción son entonces Julián Delgado (encargado de la sección económica), de un fuerte perfil pro-empresarial libre empresista y el naciente escritor tucumano Tomas Eloy Martínez. Delgado será una de las víctimas del terrorismo de Estado durante la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), desaparecido como consecuencia de las pugnas entre sectores castrenses. Martínez, como se ha indicado, emigrará a Panorama y La Opinión, pasando al exilio durante el mencionado régimen dictatorial. En Venezuela fundará junto a Rodolfo Terragno, El Diario, un medio de orientación crítico-interpretativa, al estilo de sus contemporáneos La Opinión argentina y Uno más Uno mexicano, todos referidos a la gran musa inspirado del Le Monde francés.

Las secretarías de redacción estaban a cargo de Osiris Troiani y Ernesto Schoo. Troiani dirigió la sección internacional a partir de su larga experiencia en la materia. Schoo, por su parte, a cargo de la brillante sección de Artes y Espectáculos va a repetir su éxito en Panorama en la misma materia. Luego de una extensa carrera profesional -sólo puesta entre paréntesis por la dirección del Teatro San Martín (de la ciudad de Buenos Aires)-, es hoy columnista en su especialidad en el diario La Nación.

Los pro-secretarios entonces a cargo eran Norberto Firpo y Alberto Borrini. El primero en la zona de sociedad y el segundo en el espacio empresario-publicitario. Firpo dirigió con posterioridad el semanario Siete Días (de Abril) y hoy forma en La Nación. A su turno, Borrini desarrolló una calificada carrera como analista de publicidad, lo que lo ha convertido en un experto periodístico en el tema.

La redacción estaba integrada por Roberto Aizcorbe (política), Rodolfo Arizaga (música), Mario Bohoslavsky, Enrique Bugatti (política), Oscar Caballero, Alberto Couste, Fanor Díaz, Ricardo Frascara, Hugo Gambini, Carlos M. Hirsch, Alberto Laya, Sergio Morero, Felisa Pinto y Mario Sekiguchi. Entre sus columnistas destacan el ya nombrado Grondona, el psicólogo social Enrique Pichon Riviere, el economista liberal Carlos García Martínez y los humoristas Art Buchwald (norteamericano) y Jordán de la Cazuela.

Un rasgo a destacar es el carácter de sus corresponsales internacionales, entre los que brillan los emergentes escritores de lo que en la época era calificado (precisamente por Primera Plana) como el “boom latinoamericano”: el peruano Mario Vargas Llosa, todavía estacionado en Lima y el mexicano Carlos Fuentes, ya en París.

La revista contó con un excepcional conjunto de “servicios exclusivos en Argentina” de los siguientes diarios del “interior del país”: La Capital (Rosario), Esquel (Esquel), La Gaceta (Tucumán), La Nueva Provincia (Bahía Blanca), Los Principios (Córdoba), y El Territorio (Posadas). Desde otra perspectiva “los servicios exclusivos (en la Argentina) del exterior” incluían al semanario L'Express y al diario Le Monde (Francia), a la revista Nesweek (Estados Unidos), la agencia de prensa Novosti (URSS), El País (Uruguay) y Vita (Italia).

La gran diáspora de Primera Plana comenzó en 1969 y concluyó a fines de 1970. Una muestra de esa dispersión, benéfica para sus competidores beneficiados con su declinación y los aportes de los emigrantes, fue cuidadosamente consignada en una de esas empresas directamente beneficiadas.(5)

La revista en cuestión consignaba que el 17 de noviembre de 1970 Primera Plana completó un ciclo de ocho años y se quedó “sin los dos únicos periodistas del equipo fundador: Ramiro de Casabellas (36, director ejecutivo) y Osiris Troiani (50, jefe de redacción). Panorama indicaba que “el primero en partir fue el propio creador de la revista Jacobo Timerman quien renunció en julio de 1964; meses después se fue el primer jefe de redacción, Luis Ernesto González O' Donnell. A fines de 1964 el intento por crear un nuevo semanario de noticias arrastraba al jefe de la sección política de Primera Plana, Rodolfo Mario Pandolfi, quien decidía encabezar la redacción de la revista Todo (un ensayo de Bernardo Neustadt). Timerman y Pandolfi se reencontrarían luego hacia, mayo del 65 en el lanzamiento de Confirmado. Gonzalez O'Donnell, a su vez, se afincaba en la editorial Abril para producir la revista Adán, a la que se incorporaría el jefe de ciencia y técnica de Primera Plana, Carlos Villar Araujo (..) A mediados de 1969 emigró el equipo completo del rubro Economía (Julián Delgado, Alberto Borrini, Mario Sekiguchi y Raul H. Sarmiento) quienes también producían en Primera Plana S.R.L. la revista Competencia. A ellos se iba a sumar el jefe de Deportes, Ricardo Frascara, para participar del lanzamiento de Mercado, un semanario de economía y negocios. Un mes antes de que Primera Plana fuera clausurada por el gobierno de Onganía, anunció su retiro el jefe de redacción (Tomas Eloy Martínez)” Y luego Panorama consignaba la recepción en su casa de Aizcorbe, Schoo, Gambini y sus equipos.

Luego de esta etapa Primera Plana fue adquirida por un ex-funcionario de Onganía (asesor del ministro de Justicia, Conrado Etchebarne) y concesionario de la emisora en AM Radio del Plata.

Finalmente, Primera Plana sería adquirida por el empresario peronista Jorge Antonio, a través de Félix Borgonovo. La dirección en 1973 estuvo a cargo del abogado Manuel Urriza (quien sería en 1973 el ministro de Gobierno del gobernador bonaerense Oscar Bidegain, estrechamente vinculado a Montoneros).

La Primera Plana “clásica” había enfrentado duramente al gobierno de Illia. En junio de 1966, a pocos días del golpe militar, el gobierno radical había iniciado una acción judicial, para enfrentar lo que consideraba una compañía golpista. Esta acción, realizada también contra otros medios por el Ministro de Educación y Justicia, Carlos Alconada Aramburu. El recurso elevado a los tribunales del fuero federal era por instigación a la rebelión. La denuncia incluía a las revistas Primera Plana, Confirmado, Atlántida e Imagen. La acción era iniciada también contra los columnistas Mariano Grondona y Mariano Montemayor de Confirmado. PP rechazaba las afirmaciones del gobierno de colusión entre ciertos periodistas y altos mandos militares, al afirmar: “Ningún hombre sensato podría creer en el montaje de esta extraña confabulación entre periodistas y militares. Los periodistas de Primera Plana informan; también opinan. Pero la realidad esta más allá de ellos, inconmovible, permanente. Y es la realidad que muestra a generales, almirantes y brigadieres reunidos, a todo el Gobierno presionado, al golpe comentado en todos los ámbitos nacionales e internacionales. El periodismo no ha creado ni inventado esta situación. Culpar al periodismo por su existencia es como golpear al médico que anuncia una enfermedad: un acto tan gratuito como inútil”(6).

La dirección de la revista con esa declaración de perfil positivista no daba cuenta acerca de su responsabilidad de opinar sobre los niveles democráticos del gobierno constitucional (por su pecado de origen, basado en la exclusión del peronismo) y la posibilidad, que afirma cierta, del “golpe militar”. Ese autismo era, como lo reconoció lustros después Casasbellas, una solidaridad vigorosa con la operación política dictatorial en marcha. El león había salido de la jaula, según la metáfora de Carlos Pellegrini y deglutido al cuidador, en este caso, al apologista. Una semana después de salida a la calle esa edición, en la que se calificaba la actitud judicial del gobierno “como un ataque ilegítimo contra el derecho de informar y de pensar”. Casi tres años después, Onganía “déspota beato y burocrático”, como lo definiera Rogelio García Lupo, clausuraba por decreto -sin apelar a la justicia- a la revista por la edición de un reportaje a su persona que no agradó al dictador y que, por cierto, no inspiraba rumores de derrocamiento, pese a que ya había sucedido meses atrás la explosión del Cordobazo.

Esa tentación por enfrentar al poder civil (limitado e ilegítimo) es cierto iba a provocar desilusiones -aunque no sanciones- en la revista Confirmado. El 1 de diciembre de 1966, el columnista que se escondía tras el seudónimo de Dorrego (en realidad, era el ex-presidente Arturo Frondizi) concluía un ciclo de editoriales de doble página. La revista expresaba su “vivo reconocimiento a la colaboración de este hombre público” cuyas colaboraciones un rasgo común: contemplar a la Revolución Argentina como un hecho irreversible”. Para Dorrego (Frondizi) en esa última colaboración(7): “las Fuerzas Armadas se decidieron rescatar a la Nación del letargo” porque ellas “venían elaborando desde hace años una doctrina nacional que era compartida por la comunidad entera”. Con esa mirada, tan complaciente con la popularidad militar y una metáfora tan sorprendente sobre la calificación de la realidad social como la de “letargo”, Dorrego se enojaba con las medidas que restablecían ciertas formas de control de precios que recordaban (oh espanto!) a disposiciones aplicadas por el derrocado gobierno. La situación pintaba de tal modo que Dorrego profetizaba que “la clase media y la clase trabajadora entraran al año próximo con sus ingresos reducidos a límites reales intolerables. El descontento popular se expresará en manifestaciones perfectamente previsibles, entre ellas la proliferación de conflictos laborales. El gobierno no puede confiar en la represión para aplastar esta reacción humana absolutamente justificada”. Esa profecía concluiría en los años de Onganía con el estallido del Cordobazo.

Confirmado estaba dirigida por Félix Garzón Maceda; su jefe de redacción era el joven periodista Horacio Vebitsky y los secretarios de redacción Osvaldo R. Ciezar, Fernando Mas y Enrique Raab (luego desaparecido por la dictadura militar). Entre sus redactores se contaron: Jorge Araoz Badi (música), Ruben Caletti (política y luego secretario de prensa del gobernador bonaerense Bidegain), Alberto Carbone, Eduardo Crawley (economía), Osiris Chierico (arte), Juan Carlos Ferrari, Juan Gelman (artes y espectáculos y luego integrante de los diarios La Opinión y Noticias), Luis Guagnini (desaparecido durante la dictadura), Francisco Herrera, Elsa Jascalevich, Agustín Mahieu (prestigioso crítico de cine), Luis Alberto Murray (un publicista nacionalista), Carlos Alberto Mutto, Marcelo Pichon Riviere (artes y espectáculos y de una larga trayectoria que se extiende hasta estos días en Clarín), Kive Staif (especialista en teatro, luego integrante de Análisis y por largos años director del Teatro Municipal porteño San Martín, Rodolfo H. Terragno (periodista, director-fundador luego de la revista Cuestionario, columnista de La Opinión, exiliado como ya se mencionó y después con una amplia trayectoria política), Mario Trejo (poeta en la sección artes y espectáculos) y Carlos Ulanovsky (especialista en televisión, también posteriormente en La Opinión, El Exilio, Página/12, entre otros medios). Antes de Dorrego, el espacio de la columna política fue ocupado por el periodista nacionalista Mariano Montemayor, posteriormente apologista del dictador Emilio Massera.

Confirmado sobrevivió en su fusión con Análisis en 1973 hasta 1975 y Panorama, volvió a la periodicidad mensual hasta apagarse durante el primer tiempo dictatorial del proceso militar.

Pero las cuatro revistas constituyeron los agricultores que sembraron el terreno para la conformación de un público que demandó objetivamente la aparición de un diario de interpretación. Ese fue el momento de la aparición de La Opinión cuyo desarrollo, desde 1971 (conducida por Jacobo Timerman hasta su secuestro y posterior detención en 1977), constituyó una herencia legítima de este proceso revisteril.

Las revistas semanarias estudiadas tuvieron un formato igual en casi todo su desarrollo: un clásico 28 a 28,5 cm. de alto por 22 cm. de ancho. Su página fue similar: de las 74 páginas de Confirmado a las 86 de Panorama, pasando por las 80 de Primera Plana pasando por las 82 de Análisis.

La capacidad gráfica de las publicaciones fue modesta si la comparamos con los fuertes cambios vigentes a partir de mediados de los ‛80 en la industria gráfica nacional. Las revistas inscribieron color en sus tapas y en determinadas inserciones publicitarias. Apenas utilizaron algún listín de color en su interior. En general, las fotografías y gráficos ocuparon aproximadamente un 30 % del espacio de sus páginas.

Los caricaturistas fueron protagonistas importantes. En el caso de Primera Plana con Flax, Kalondi y Sempe; en Análisis, Caloi y García. En el diseño, Confirmado tuvo como inspirador a Lorenzo Amengual, Análisis a Alfredo Bettanin y Primera Plana a Francisco Rojo Anglada.

Mas allá de las diferencias políticas que formularon, los semanarios expresaron en bloque un fuerte énfasis en la modernización cultural, en la apertura a nuevas líneas en el plano artístico, en especial las disciplinas plásticas con su movilización político-cultural, la literatura latinoamericana y la renovación teatral entre otras.

Apoyaron líneas económicas entre el liberalismo y el desarrollismo, fueron críticos del manejo de las empresas estatales y mantuvieron una relación que consideró privilegiadamente a las fuerzas armadas. Las jóvenes generaciones periodísticas que formaron parte de sus redacciones tuvieron una fuerte militancia política en el peronismo de izquierda y la izquierda revolucionaria. Ello produjo en ocasiones fuertes tensiones en su interior por la crítica visión acerca de la línea editorial que fue cuestionada por los jóvenes. También debe considerarse en este marco la creciente organización sindical que recorría en esa etapa al gremio de prensa y que estuvo ligada al proceso político indicado anteriormente.

Notas
* Este trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación: “Los semanarios político-culturales de los '60 y '70 del siglo XX. Los casos de Primera Plana, Análisis, Panorama y Confirmado”, dirigido por el Lic. Jorge Luis Bernetti y aprobado el 01/01/02 en el marco del programa de Incentivos a Docentes e Investigadores. Forman parte del equipo de investigación:.
 1 RANALLETTI, Mario. “De Frente (1953-1956), Una voz democrática y anti-imperialista en la crisis final del primer peronismo”, en GIRBAL BLACHA, Noemi y QUATROCCHI-WOISSON, Diana. Cuado opinar es actuar, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1999, pp. 477-515.
2 BERNETTI, Jorge Luis. Primera Plana y el periodismo político moderno, en Oficios Terrestres Nº 4, FPyCS, UNLP, La Plata, 1997.
3 ANALISIS, Nº 424, 29 de abril al 5 de mayo de 1969, p. 22-23, “Imagen Empresaria” por Fernando Morduchowicz.
4 PRIMERA PLANA, Nº 182, 21 al 27 de junio de 1966, p. 9.
5 PANORAMA, Nº 187, 24 al 30 de noviembre de 1970, p. 26.
6 PRIMERA PLANA, Nº 182, 21 de junio de 1966, p.21. “Otro ataque a la libertad de prensa”.
7 CONFIRMADO, Nº 76, 1 de diciembre de 1966, “Palos de ciego”.