María Eugenia Rosboch y otros




Del ostracismo social al compromiso colectivo. Configuración
y reconfiguración de espacios urbanos de participación ciudadana



Palabras clave
Identidad - Espacios urbanos - Participación ciudadana

El presente proyecto se materializa gracias a la investigación que venimos desarrollando en el Programa de Incentivos desde el año 2006. A partir de ese momento nos abocamos al análisis del proceso de gestación y actual significación de los clubes sociales de la ciudad de La Plata, con el fin de establecer qué potencialidades invisten como espacios de reconstrucción y consolidación de vínculos urbanos. La selección de tales espacios se debió a que, como formaciones intersticiales alternativas a espacios instituidos, los clubes sociales desde su fundación, se instauran como espacios barriales y comunitarios. Característica que les permite crear sólidos vínculos vecinales que son prácticamente desmantelados por las prácticas represivas implementadas por los gobiernos dictatoriales que provocan el repliegue de la sociedad al ámbito de lo privado, situación que se profundiza con la implementación de políticas neoliberales que promueven al individualismo y la separatividad. Con todo, consideramos que los clubes sociales invisten la capacidad de generar diálogos transgeneracionales, interculturales, creación y transformación de subjetividades, apropiación identitaria y compromiso cívico-político.

Una de las dificultades que encontramos en esa investigación fue que nos centramos únicamente en la ciudad de La Plata (recorte que igualmente sirvió a fines operativos, de conocimiento y apropiación de la problemática planteada). La relación que se entabla entre el ciudadano y sus instituciones barriales en una ciudad capital es, en principio, muy diferente que las que se producen en ciudades cuyo nivel demográfico y movilidad social es menor. En otras palabras, hacemos referencia a que dada la diversidad que existe entre las situaciones que atraviesan cada una de estas instituciones barriales, si bien logramos tipificar distintas casos con su correlato en los vínculos que generan con la comunidad de referencia, consideramos que es indispensable profundizar el análisis tomando otras ciudades como Berisso y Ensenada.

Por lo expuesto, elegimos ampliar el estudio a esas localidades porque sus características distintivas suman una riqueza inmejorable al análisis propuesto. En el caso de la ciudad de Berisso, su tradición con las comunidades migrantes la coloca como un espacio urbano privilegiado para analizar la generación de compromiso ciudadano. En cuanto a Ensenada, como ciudad duramente golpeada por las políticas neoliberales de privatización de las empresas estatales -situación a la que se le suma también Berisso-, se torna un campo fértil para analizar las rupturas entre imaginarios modernos donde el Estado significaba el lugar de todos, frente a representaciones donde el Estado es el lugar “de nadie”.

Hasta acá expresamos nuestra trayectoria e interés en el análisis de los Clubes sociales; ahora bien, concluida la investigación que antecede al presente proyecto, un interrogante que nos motiva a seguir trabajando es, dada la desarticulación que sufren estas instituciones barriales tradicionales como espacios generadores de vínculos urbanos y compromiso cívico-político ¿qué instituciones, si es que las hay, ocupan el lugar dejado por los clubes? Esto es: ¿qué espacios urbanos hoy generan compromiso cívico-político?

A nuestro entender, ese espacio lo captan agrupaciones sociales autoconvocadas no partidario-gubernamentales de la necesidad o demanda social, rompen con el ostracismo cívico incentivado por políticas neoliberales que fomentan el repliegue al ámbito de lo privado, generando en el tejido social compromiso y participación ciudadana. Éstas implican otra relación entre lo público y lo privado, ya no es la institución la que convoca como en el caso de los clubes sociales, sino el hecho privado que, dada su magnitud social, irrumpe en lo público generando lucha y compromiso cívico político.

Por último, consideramos importante resaltar la originalidad de nuestra propuesta ya que no encontramos investigaciones abocadas al análisis de estos espacios urbanos desde la perspectiva que planteamos en este proyecto. En consecuencia en las páginas siguientes, de las posturas teórico-metodológicas que venimos desarrollando, nos interesa rescatar la relación de estas instituciones con la ciudad en general y el barrio en particular, cómo enfrentaremos el análisis de los nuevos espacios de generación de vínculos urbanos y la importancia de la cartografía para el abordaje metodológico de nuestra investigación.

La ciudad, el barrio, el club

Como resaltamos, los clubes sociales en tanto instituciones urbanas son producto del surgimiento de las ciudades; es por ello que en sus objetivos fundacionales están presentes las necesidades socioculturales que éstas generan. Los vecinos construyen el club guiados por la demanda de agua potable, pavimentación de las calles, tendido de luz, zanjado y (más adelante) cloacas, teléfono, arreglo de las plazas y la lista continúa. Junto a esas demandas también están las expresiones llamadas “culturales”; si bien por “cultura” consideramos procesos sociohistóricos de construcción de sentido, para el club la actividad cultural, en términos generales, consistía en organizar fiestas, conmemorar las fechas tradicionales y, principalmente, organizar una biblioteca.

Es por ello que comenzaremos a conceptualizar nuestra investigación en el ámbito urbano. En términos generales podemos asumir que “la ciudad es el escenario donde se proyectan usos y representaciones de sus habitantes transmitiendo a su vez un conjunto de significaciones sociales, culturales, estéticas, que se plasmarán en itinerarios, proyecciones, imágenes, rituales. Se conformará así un entretejido de creaciones coexistentes, diversas, heterogéneas” (Walace y otros, 1996).

En ese mismo sentido Jorge Huergo señala: “En cuanto campo o compleja trama de equipamientos socioculturales y políticos, la ciudad nos habita: estamos inmersos en ella, habitados por ella, nos conforma como sujetos y al mismo tiempo es habitada por nosotros: estamos invirtiendo en ella, recorriéndola, otorgándole sentidos, en cuanto ella es trama y a la vez escenario” (Huergo, 2000:33).

En consecuencia, es pertinente emprender el estudio de la ciudad así como investigar cómo todo lo que está implantado en ella se va recreando, transformando y redimensionando incluso frente al ciclo vital de los sujetos que la vieron nacer pero en la actualidad la imaginan y viven de otra manera. Es decir, tal reto supone: “reconstruir el sistema complejo de relaciones sociales espacializadas, su dimensión histórica y los procesos de identidad que esto conlleva” (Walace y otros, 1996).

Analizar unidades de distinguibilidad como los clubes sociales, nos permite abordar la apropiación e interiorización del complejo simbólico-cultural que encierra la ciudad. Es decir, poder observar la conformación y transformación de procesos identitarios, vínculos vecinales/comunitarios, diálogos transgeneracionales e interculturales. Toda ciudad, planificada o no, siempre cuenta con unidades espaciales bien delimitadas que los sujetos que las habitan transforman en territorios donde las dimensiones espacio y tiempo hacen de ellas verdaderos nodos de significación: los Barrios. Siguiendo a Gravano (1991) propiciamos que “más allá de toda verificación fáctica, hay que buscar la significación social del barrio”.

No nos referimos a límites fijos y estructurados convencionalmente, sino a esas fronteras que se marcan por las prácticas de los sujetos, ligadas a diferentes esferas de la vida social con una impronta histórica: el trabajo, el ocio, la entrada y salida de la ciudad, la religión, la educación, la salud, el deporte, etcétera. Así distinguimos, por ejemplo, el barrio de la Terminal, el barrio Ferroviario, barrio de la Catedral, barrio Hipódromo, barrio Estadio Único, barrio Hospital de Niños (que compite en su identificación con la nominación de barrio Parque Saavedra).

Estos discursos sociales, dinámicos, se transmiten de generación en generación, son re-significados permanentemente. Algunas siguen vigentes, otras entraron en desuso. Pero lo más importante es que la realidad urbana de la ciudad y su configuración pública actual parece deslizar su significado con una demanda global de sentido: el nosotros. Las visiones orientadas al yo propias de la década de 1980 se han desvanecido y han sido sustituidas por la perspectiva del nosotros juntos, propia de la década de 1990 (Wahlström, 1994).

Esta visión orientada al nosotros juntos nos lleva a pensar en la importancia de concebir al espacio público de una manera amplia, oponiéndose a la vieja concepción moderna que los asociaba solamente a los espacios verdes, plazas y parques. La historia muestra, como afirma Liernur (2004), que “las sociedades han cobijado de modo especial aquellas actividades que congregaban a sus miembros con finalidades de algún modo compartidas”.

“En este sentido no son menos “espacios públicos” las termas romanas que las estaciones ferroviarias y los bazares árabes, los templos y catedrales que las oficinas estatales y los estadios deportivos, porque en todos ellos se expresan o resuelven de algún modo necesidades compartidas” (Leinur; 2004: 13).

Por otro lado, la ciudad como acontecimiento cultural y comunicacional (Silva, 2004; Chartier, 1992; García Canclini, 1990) es la creación de actitudes favorables a la revaloración de la territorialidad histórica urbana de lo público, si bien la identidad territorial o espacio barrial, es una fórmula útil para acumular lo que podríamos calificar de excedentes de consenso o solidaridades operativas. Más allá de los usos a los que se pueda destinar dicho capital social hay que considerar que, en última instancia, esta demanda del nosotros se expresa a través de la valoración del espacio público y la identidad cultural.

La autorrealización y el estilo personal de vida son todavía importantes, pero ahora hay que tener en cuenta otra dimensión: las nuevas formas de socialización frente a la pérdida del sentido de pertenencia, provocadas fundamentalmente por la desestructuración de la ciudad, o mejor dicho, de una metrópoli, la cual ha sufrido transformaciones profundas que se evidencian en una crisis de los servicios públicos de educación, vivienda, salud, recreación, trabajo. La demanda de este nosotros se plantea en el contexto de una fragmentación socio-cultural, transformada en algunas oportunidades por una significativa puesta en valor de las acciones que los sujetos logran cristalizar en algunas instituciones, como el club, y que conforman una revitalización de su barrio. En este sentido “el barrio es el término medio de una dialéctica existencial (en el nivel personal) y social (en el nivel de grupo de usuarios) entre el dentro y el fuera” (Mayol, 1999: 10).

Para desarrollar esta problemática es necesario recurrir al estudio de la construcción de vínculos intersubjetivos en la actualidad y al análisis del espacio público, el cual es considerado como “el espacio que articula, a través de operaciones de mediación, la participación de los ciudadanos en los asuntos de interés colectivo de una comunidad” (Reguillo; 1999: 320).

Es importante y pertinente asumir el estudio de la ciudad así como investigar cómo todo lo que está implantado en ella se va recreando, transformando y redimensionando incluso frente al ciclo vital de los sujetos que lo vieron nacer, aunque en la actualidad lo imaginan y viven de otra manera.

Como se enfatizó, los clubes sociales en tanto instituciones que nacen en la modernidad, llevan la impronta de una sociedad que cree en sus instituciones, en la educación pública, en la democracia y justicia. Piensan en un Estado de Derecho con un sólido porvenir que generará trabajo para toda la sociedad, muchos crecimos con frases como “sino tiene trabajo es porque es un vago” o “en la Argentina tirás una semilla y crece un árbol”.

La ciudad es creada bajo ese imaginario hoy devenido en mito y el club social como institución barrial, representa ese jirón de nuestra historia. Cuando se funda la ciudad de La Plata, los migrantes, que se afincan en lo que devendrá en los barrios en que se compone el casco urbano, se instalan para quedarse, es decir, construyen sólidas viviendas que, en mucho, persisten hasta nuestros días. Es con las transformaciones urbanas de los últimos veinte años que esa fisonomía cambia abruptamente con la construcción de nuevos edificios, que en la zona céntrica superan los diez pisos y en los barrios algo más alejados, por disposición municipal, alcanzan los dos o tres pisos de altura, utilizándose en muchos la construcción tipo duplex.

El barrio, espacio social afianzado por sólidos vínculos sociales donde cada vecino sabía qué familia habitaba las casas de las cuadras que lo componían y que con su sola palabra el almacenero, panadero o carnicero le fiaba la mercadería, con el correr de los años se puebla de rostros anónimos, personas que viven al barrio como un lugar de paso. Hoy es extraño observar a un vecino sacar su silla a la vereda y convidar con unos mates a los transeúntes, o una familia, ante el calor del verano, buscar el fresco nocturno y armar la mesa en la acera para la cena.

El barrio era la extensión de la vivienda y el club participaba de ese imaginario. Los entrevistados que vivieron los años dorados del club social, no dejan de repetir que “el club es mi casa”. Los sentidos que invistieron los barrios de antaño no son los mismos que hoy pueblan nuestras ciudades. Es por ello que la decadencia de esas instituciones barriales o su resurgimiento dependerá, en mucho, de la capacidad que tengan esos espacios para recrear vínculos con la nueva composición de su barrio de referencia.

Las necesidades barriales por las cuales se fundan los clubes sociales cambiaron. Si bien con las deficiencias esperables de toda ciudad, los servicios en los barrios que componen el casco de la ciudad de La Plata, ya han sido plenamente incorporados. Los vecinos no necesitan nuclearse para saldar esas demandas, la actividad barrial trascurre por otros caminos y sus problemas ya no son los de antaño; es el reto del club poder visualizar esas necesidades y canalizarlas a partir de la creación de nuevos objetivos acordes a los ritmos urbanos que hoy pueblan las calles de nuestra ciudad.

Oros espacios de compromiso urbano: agrupaciones sociales autoconvocadas no partidario-gubernamentales


Como todo fenómeno que se caracteriza por la inmediatez y devenir de los hechos, las agrupaciones sociales autoconvocadas son muy difíciles de definir dada su movilidad, a lo que se le suma que es prácticamente nulo su estudio desde la perspectiva aquí planteada y en la ciudad de La Plata y Gran La Plata. Por ello para llegar a su conceptualización nos valemos en principio de René Millán (1994: 66) que utiliza el término de organizaciones voluntarias asistencialistas para referirse a la formación de grupos u organizaciones de apoyo que llevan adelante políticas sociales con modalidades muy heterogéneas y en inserciones institucionales diversas. El autor sostiene que estas formaciones no son nuevas pero, cuando entra en crisis el Estado benefactor, se produce una importante difusión de estas “microsolidaridades”.

A esa primera aproximación sumamos la propuesta por Rossana Reguillo Cruz, quien designa a esas organizaciones como grupalidades, entendiéndolas como la emergencia de formas de agrupación social no partidarias y no institucionalizadas, que erosionan desde los márgenes del sistema, alterando las formas de ejercicio del poder. Este fenómeno tiene lugar en un contexto en el cual, según afirma la autora, el sindicato, el partido, la asociación aumentan como formas corporativas de control pero disminuyen como espacios de referencia y de adscripción. En paralelo a este proceso se asiste a la multiplicación de pequeños grupos que desbordan las categorías científicas en la medida en que no se inscriben en una racionalidad orientada y finalizada. “Estas grupalidades son de composición cambiante, de inscripción local y de estructura cotidiana, que tienden a interrelacionarse de manera horizontal, sin mediación del Estado, con otras colectividades” (1999: 88).

Si bien es innegable el aporte que implica la noción de grupalidades desarrollada por Reguillo, en particular al posicionarlas en el entramado que tejen las relaciones de poder -aspecto que no se observa en Millán-, las agrupaciones que proponemos analizar, si bien tienen un origen no institucionalizado, serán seleccionadas según tengan o estén por gestionar una entidad jurídica, con el fin de poder observar procesos de gestación y transformación.

De lo expuesto es importante rescatar que, teniendo en cuenta los aportes de los autores mencionados y el título de este apartado, definiremos esas “microsolidaridades” y/o “grupalidades” como Agrupaciones sociales autoconvocadas no partidario-gubernamentales ya que consideramos que con esta nomenclatura damos cuenta del origen privado de la iniciativa y su carácter cooperativo–solidario, así como de su distancia institucional con el gobierno, partidos políticos o cualquier institución que se desprenda de esas entidades.

Desde esa concepción se realizó un reconocimiento de las agrupaciones sociales autoconvocadas del partido de La Plata, con la intención de dar cuenta de la magnitud de la problemática estudiada. Dada la actividad registrada en la localidad de Villa Elisa se relevaron las organizaciones surgidas en esta localidad para posteriormente delimitar como referente empírico la agrupación Vecinos Autoconvocados de Villa Elisa (VAVE). Como dato complementario, se rastrearon las instituciones tradicionales de la localidad de Villa Elisa que guardaban relación directa o indirecta con el referente empírico seleccionado

Mapas urbanos: encuentros simbólicos de organizaciones barriales


Para comenzar a reflexionar sobre las herramientas que proponemos para mapear el club y las organizaciones autoconvocadas, es necesario en primer lugar dar cuenta de algunos principios metodológicos y epistemológicos que guían todo nuestro trabajo. Pensamos a la investigación en su conjunto como un proceso dinámico y creativo, una actividad que plantea reflexión crítica en cada uno de los momentos que componen el curso de la investigación y, al mismo tiempo, como un proceso no lineal en el cual cada uno de esos momentos se encuentra íntimamente vinculado.

En consecuencia, cuando la aproximación es cualitativa, la información es recogida con pautas flexibles y difícilmente cuantificables. La intención es captar la definición de la situación que efectúa el propio actor social y el significado que le atribuye a su práctica (Sautu y otros, 2005). En ese sentido, a lo largo de la investigación pretendemos dar cuenta de los procesos sociales, sus prácticas, representaciones y significaciones.

Afirmar que la investigación se inscribe dentro del paradigma cualitativo, es sostener, “que la realidad es subjetiva y múltiple, que se construye a partir de categorías y conceptos propuestos por el investigador, que emergen de forma inductiva a lo largo de todo el proceso de investigación” (Sautu y otros, 2005: 40). Por otra parte, este paradigma lleva implícito comprender a la investigación como un proceso diseñado de manera flexible e interactiva, otorgando una importancia fundamental al investigador como participante activo de ese proceso, y como sujeto reflexivo de su actividad. El investigador está inmerso en el contexto de investigación que desea investigar, y es por eso que coincidiendo con Rosana Guber (2008) asumimos que la interacción entre ambas, la mutua influencia, son parte de la investigación.

Desde ese postulado emprendimos el trabajo de campo que se produjo en varias etapas. Como primera instancia necesitamos realizar un recorrido preliminar relevando los Clubes Sociales Culturales y Deportivos radicados en el casco urbano de la ciudad de La Plata. Una vez ubicadas las instituciones que aún mantenían una actividad barrial en la ciudad, seleccionamos los clubes donde se efectuaría el análisis. Los principales criterios de selección consistieron es su ubicación geográfica y fecha de fundación privilegiando el análisis de las instituciones que tuvieran más de cincuenta años de vida.

Por lo expresado, para lograr los objetivos propuestos en nuestra investigación, se presenta la necesidad de observar y analizar prácticas cotidianas concretas en las que los sujetos están inscriptos. Es por ello que analizaremos y observaremos las prácticas que específicamente se llevan adelante al interior de los clubes sociales y deportivos por un lado (encuentros, charlas, reuniones, planificaciones de eventos, asambleas extraordinarias, fiestas, prácticas deportivas), y las actividades que los clubes comparten con otras instituciones del barrio y de la ciudad (aniversarios, fiestas institucionales, colectas solidarias). En este sentido, interesa poder dimensionar procesos de comunicación al interior de los clubes pero también los que se producen en otros escenarios para poder dar cuenta de las relaciones institucionales, de su presencia en las calles, en el barrio, en la ciudad en su conjunto.

Para reflexionar acerca de los sujetos sociales y sus prácticas es fundamental pensar a la comunicación como un ámbito que trasciende el espacio de los medios. Superar esta lectura permite observarla como un lugar estratégico en las relaciones interpersonales, que permiten la formación, el crecimiento y la sustentabilidad de los clubes a lo largo del tiempo. Asimismo, como afirma Jesús Martín Barbero (1987), “la comunicación es un espacio estratégico para comprender algunas de las transformaciones más de fondo de nuestras sociedades”. Dejar de circunscribir el proceso y las prácticas de comunicación únicamente con el fenómeno de los medios, es lo que posibilita empezar a estudiar y valorar culturalmente la multiplicidad de los modos y formas de comunicación de la gente. Es por eso que este autor propone pensar la comunicación desde la cultura y las mediaciones. Del mismo modo, es pertinente retomar las palabras de Héctor Schmucler, para quien “la comunicación no es todo, pero debe ser hablada desde todas partes; debe dejar de ser un objeto constituido, para ser un objetivo a lograr. Desde la cultura, ese mundo de símbolos que los humanos elaboran con sus actos materiales y espirituales, la comunicación tendrá sentido transferible a la vida cotidiana” (Schmucler, 1982).

Esta mirada invita a pensar a la comunicación como emergente de las prácticas cotidianas en las que los sujetos sociales están inmersos. Resulta imposible separar a la comunicación del proceso de construcción y consolidación de las identidades sociales, ya que es a partir de esta producción, reproducción y transformación de sentido que cobran forma las interacciones, las relaciones de poder y los espacios de intercambio y conflicto. La comunicación aparece entonces como una instancia de diálogo, de puesta en común, de relaciones de fuerza y, por lo tanto, de negociación. En este sentido parece válido para el desarrollo de este trabajo el pensar y estudiar a la comunicación desde las prácticas concretas de los sujetos.

Una vez lograda la descripción, reconocimiento e interpretación de los clubes, descubriremos manchas urbanas donde algunos clubes marcan enfáticamente los barrios de nuestra ciudad. Para poder comenzar el análisis proponemos adoptar la herramienta metodológica de mapear el club y las organizaciones sociales de referencia para vincular a estas instituciones con el escenario barrial, con la construcción de límites marcados o difusos, para reconocer el imaginario colectivo de cada comunidad, para dar cuenta del rol del club en la construcción de ese imaginario, y aproximarnos a un estudio comunicacional urbano.

La centralidad urbana y sus historias míticas (lugar inmejorable para comenzar a trazar cartografías personales y colectivas), el sentido de lo abierto y lo alteritario en la ciudad (del extraño amistoso y semejante, al amenazante), son algunos de los temas que abordamos desde nuestra investigación. El semiólogo colombiano Armando Silva (1994) considera que entre las múltiples elaboraciones simbólicas a las que alude el territorio, se cuenta la de "estrategia de comportamiento social o urbano". Para dar cuenta de esta estrategia, propone construir croquis sobre los planos de la ciudad. Estos planos darían cuenta de lo que puede definirse como ciudad vivida en oposición a los planos oficiales que, según el autor, no representan la ciudad real.

Debemos distinguir entre la cultura de la ciudad y la cultura en la ciudad; entre las modalidades comunicacionales de la ciudad y en la ciudad. Adscribimos a esto último, a las prácticas, representaciones e imaginarios que los sujetos construyen en la ciudad. Las representaciones de la ciudad son tatuajes de vida, de urgencia, que a veces en la realidad urbana nos producen miedo, porque nuestras experiencias cotidianas son cada vez más virtuales y fragmentarias: una ciudad sin memoria; las representaciones en la ciudad son interpretaciones de la vida.

Por otro lado, también hay que considerar la escala del tema a abordar; puede referirse éste a las nociones de la ciudad en su conjunto o bien a algún barrio o espacio particular: desde las atmósferas de la ciudad hasta los gimnasios, jardines o terminales de transporte. En todos estos ámbitos encontraremos socialidades, elementos icónicos portadores de sentido, memoria e historia, aspectos emblemáticos que generen cercanías o deslindes.

Un mapa no es una foto, es una representación del espacio, es un concepto construido y consensuado por el ámbito cultural donde fue diseñado. Por lo tanto, el mapa del barrio, es una imagen abierta y necesita de la complicidad de todas las técnicas de representación. Y si agregamos a nuestro mapa las imágenes, podemos afirmar que esta técnica, nacida en la geografía, con un vocabulario técnico gráfico lleva implícito también nociones de: territorio, subjetividad, alteridad, cultura y fundamentalmente visibiliza las relaciones de poder que unen y separan a estas categorías.

“El problema de la representación no es matemático o geométrico, ni tampoco es un problema exclusivo del espacio; acaso lo importante del problema técnico de la representación sea la necesidad de abarcar todos los planos que la imagen del mundo permite suponer” (Zwelfel; 2006: 18).

Las instituciones elegidas en un principio fueron el Asociación Cultural y Deportiva Reconquista (1903) en la calle 40 entre 14 y 15; Club For Ever (1927) en 118 entre 62 y 63; Club Social y Deportivo Instituto (1942) en 66 entre 117 y 118, Club Atlético Platense (1921) en la calle 23 entre 51 y 53, y Centro de Fomento Cultural y Deportivo Tacuarí (1949) en 64 e/18 y 19. Posteriormente se incorporaron al análisis el club Everton y la Asociación Claridad. Cada uno de ellos puede ser ubicado en el plano de la ciudad distribuidos aproximadamente sobre los ejes de los puntos cardinales: Norte - Sur y Este - Oeste.

Con respecto al los clubes de Berisso y Ensenada, se seleccionaron para su análisis dos instituciones siguiendo los parámetros utilizados en los casos anteriores: año de fundación y ubicación geográfica. En Berisso se analizan los clubes Estrella de Berisso (fundado en 1921) y el Centro de Fomento Cultural y Deportivo Villa Roca (de reciente fundación, en 1988). El primero se ubica en el centro de la ciudad y el segundo en un barrio periférico que aún pelea por la incorporación de servicios básicos como pavimento y cloacas. En Ensenada se seleccionaron el Club Pettirosi (fundado en 1917) y Club Social y Deportivo La Curva (fundado en 1950), instituciones que se distinguen claramente por el barrio de referencia ya que el primero es céntrico y el segundo periférico, recibiendo una población que sufre grandes carencias, situación que lleva a la institución a orientar sus objetivos a satisfacer las necesidades del barrio de referencia. Finalmente, como se aclara en párrafos anteriores, en Villa Elisa se está analizando la agrupación autoconvocada V.A.V.E.

En cada uno de los barrios diagramamos una misma encuesta para que respondan los vecinos, incluyendo una serie de múltiples preguntas referidas a: adscripción o nacimiento de la familia en el barrio, actividades de cada uno de los miembros de la familia, conocimiento de las instituciones barriales, características específicas del club y la agrupación de referencia (actividades que ofrece, condiciones de admisión, autoridades, relaciones con otras instituciones barriales), vínculos de la familia con ese club y/o agrupación.

Esto nos permitió diseñar los croquis, donde los nodos e hitos de los sujetos quedaron estampados cromáticamente de mayor a menor intensidad subjetiva, siguiendo la metodología desarrollada y utilizada por Silva Téllez en Bogotá, Sao Paulo, Buenos Aires y Granada. Una vez concluida la etapa de recolección de los datos antes mencionados, este equipo se aproxima al mapa que queremos encontrar; ese mapa, vivido e imaginado colectivamente, que propicia un diagnóstico social del barrio.

Con los datos obtenidos de los vínculos del club con el barrio de referencia, ejecutaremos el trabajo de campo en las instituciones. Para ello se realizarán entrevistas en profundidad a miembros de la comisión directiva de los clubes así como socios considerados referentes del club y el barrio. A su vez los datos recopilados servirán como insumos para implementar un proyecto de extensión universitario que nos permitirá crear estrategias de reconstrucción de lazos sociales entre el club y el barrio..

Bibliografía
CÁNEVA, V. y otros. “Entre la movilidad y la institución. Espacios urbanos que potencian el compromiso cívico-político”, XII Congreso REDCOM Los desafíos del periodismo y la comunicación social en el bicentenario, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina.
GARCIA CANCLINI, Néstor (1990). Culturas Híbridas, Grijalbo, México, 2010.
GRAVANO, A. Barrio si villa también, Centro Editor América Latina, Buenos Aires, 1991.
__________ El barrio en la teoría social, Espacio Editorial, Buenos Aires, 2005.
GUBER, R. El salvaje metropolitano: reconstrucción del conocimiento social en el trabajo de campo, 1º ed. 2º reimp. Paidós, Buenos Aires, 2008.
HUERGO, J. “Ciudad, formación de sujetos y producción de sentidos” en revista Oficios Terrestres, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, U.N.L.P, Año VI, Nº 7/8, La Plata, 2000.
LEINUR, F. “Apuntes sobre el espacio público en Buenos Aires. Privacidad, publicidad, incertidumbre”, en revista TodaVia pensamiento y cultura en América Latina, Fundación OSDE, Nº 9, Buenos Aires, 2004.
MARTIN BARBERO, J. De los medios a las mediaciones, Gilli, México, 1987.
MAYOL, P. “El Barrio”, en: DE CERTEAU, M.; GIARD, L. y MAYOL, P., La invención de lo cotidiano 2, habitar, cocinar, Universidad Iberoamericana, México, 1999.
MILLÁN, R. “Solidaridad: recurso o valor” en: R. MILLÁN (comp.), Solidaridad y producción Informal de recursos, Instituto de investigaciones Sociales, UNAM, México, 1994.
REGUILLO CRUZ, R. La construcción simbólica de la ciudad. Sociedad, desastre y comunicación, ITESO, México, 1999.
ROSBOCH, M.E. y otros “Diálogo con los Clubes Sociales. Espacios Transgeneracionales de Reconstrucción y Consolidación de Vínculos Urbanos” en: Anuario de Investigaciones 2007/2008, Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP), La Plata, 2010.
__________ y Ofelia Tellechea “Estrategias frente a la crisis. Los clubes sociales: del estatuto a la organización flexible” en: Anuario de Investigaciones 2007/2008, Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP), La Plata, 2010.
SAUTU, R. y otros. Manual de Metodología, CLACSO, Buenos Aires, 2005.
SCHMUCLER, H. “La investigación: un proyecto comunicación cultura”. Memoria de la comunicación, Biblos, Buenos Aires, 1997.
SILVA TELLEZ, A. Imaginarios urbanos, Bogotá y Sao Paulo: cultura y comunicación urbana en América Latina, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1994.
TELLECHEA, O. y otros. “Mapear el Club de barrio: Una herramienta metodológica para el análisis de la ciudad”, XI Congreso REDCOM Cultura de masas y nuevos procesos de comunicación, Universidad Nacional de Tucumán, 2009.
WAHLSTRÖM, B. Tendencias en la economía, en la sociedad y en la vida privada, Deusto, Bilbao, 1994.
WALACE, S. y otros ( “Caminante no hay camino...” en: revista Oficios Terrestres Nº 2, Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP), La Plata, 1996.
ZWEIFEL, T. “Construcciones de la memoria: La Plata a través de su cartografía”, en: revista Trampas de la comunicación y la cultura, Nº 49, Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP), La Plata, 2006.