Washington Uranga y Teresita Vargas |
Lo público: lugar de comunicación*
“No es posible aproximarnos a una construcción de lo público,
sino bajo una comprensión del ciudadano,
de la organización institucional
y del tejido social”.
José Bernardo Toro
Contenido
La democracia como espacio para la comunicaciónProcesos y estrategias de comunicación
Redefiniciones en el rol de los comunicadoresSuperada la idea restrictiva que recortaba y limitaba lo público a lo meramente estatal, es menester que los comunicadores nos preguntemos por la importancia de ese espacio y por nuestro modo de presencia allí. Lo público, entendido como aquello que concierne a todos y como ámbito donde se desenvuelve la ciudadanía, para la consideración y el debate de los asuntos comunes y para la re-construcción del tejido social, es hoy por hoy lugar insoslayable para la comunicación. Lo público se constituye a través de la puesta en escena de los puntos de vista y las concepciones de los diversos actores en el marco de las prácticas sociales. Es allí donde los conceptos y las acciones de los actores alcanzan legitimidad social. El espacio público es, por excelencia, un lugar de participación y de comunicación. Por lo mismo, se trata de un escenario irrenunciable para los comunicadores y, en particular, para aquellos comunicadores dedicados a la planificación y gestión de procesos comunicacionales.
Pero no podemos perder de vista que el acceso al espacio público conlleva una asimetría que no se puede ignorar, dado que las múltiples miradas y las diferencias sociales no están representadas de la misma manera, y la desigualdad de los actores está sujeta a las diferencias socioculturales y económicas de los mismos. Sin embargo, a la hora de la re-construcción del bien común es imprescindible que todos los actores participen, sin desconocer que en y por la participación en el diálogo público no se diluyen ni desaparecen las diferencias culturales y sociales, no se licuan los poderes relativos de los distintos actores y que tampoco el proceso de diálogo elimina o hace desaparecer los intereses particulares y concretos que atraviesan a la multiplicidad de los actores intervinientes.
Por esto, en el escenario público la comunicación resulta fundamental para la construcción de los consensos sociales, de la participación y de los procesos democráticos. Sin embargo, hasta el presente subyace en gran parte de la sociedad una mirada muy instrumental de la comunicación, que refiere y restringe a los medios y productos, dejando de lado la labor de mediación que los comunicadores desarrollan en la producción social de sentido.
En este sentido, retomamos afirmaciones que hemos hecho en otros trabajos, en los que sostuvimos que no es posible descartar la labor de producción de mensajes ni desconocer la acción estratégica de los medios, puesto que conociendo sus lógicas y sus lenguajes éstos pueden ser utilizados de diferentes maneras, siempre y cuando la mirada no se reduzca a esta sola perspectiva. Sostenemos que es ineludible apropiarse de las lógicas mediáticas para dar visibilidad a otros temas de agenda pública, pero estas acciones deben estar incluidas en una idea más amplia de procesos comunicacionales complejos y de desarrollo de estrategias de comunicación, en el marco de las cuales definimos a los comunicadores como articuladores de saberes de todos los actores presentes en el espacio público y como facilitadores del diálogo y el debate público entre estos mismos actores, en la búsqueda del sentido colectivo que visibilice acuerdos y estrategias superadoras para todos y todas.
En esta línea, la labor del comunicador en la comunidad, en las organizaciones, en las instituciones, en las políticas públicas, en las empresas y en la sociedad en general está íntimamente ligada a la participación, a la política y a la democracia.
La democracia como espacio para la comunicación
Para reforzar la democracia es necesario pensar modos de construcción de ciudadanía en un contexto de gravísima exclusión social. Hasta hoy, la democracia en Argentina no ha podido generar un orden justo que permita superar desigualdades extremas de poder y de riqueza.
La democracia requiere calidad en cuanto a las formas de su ejercicio, pero al mismo tiempo necesita ampliarse a todos los espacios y niveles de la sociedad, penetrar en todos los ambientes, prácticas y situaciones. No sirve más, es insuficiente, y no responde a sus principios generadores, una democracia restringida a lo formal y a determinados espacios exclusivos. Hoy por hoy, la democracia se construye en el espacio público y lo público, a su vez, se edifica desde la sociedad civil.
“Para la democracia lo público es aquello que conviene a todos, de la misma manera, para su dignidad”, tal como lo sostiene José Bernardo Toro. Pero a la vez lo público constituye un espacio público, que es lugar de la exposición, del debate y de la legitimación de los sentidos producidos socialmente y que tienen por destino al conjunto de la sociedad.
En este marco, la re-construcción del diálogo público necesita el ejercicio de pensar nuevas formas de organización que se instituyan para debatir el sentido del bien común, de aquello que conviene a todos. Las organizaciones y las instituciones dan respaldo al debate porque son “tanto más útil para la sociedad en la medida que generen intercambios con otras organizaciones y con otras personas en su vida cotidiana”, como afirma Toro.
Superado el concepto del Estado que absorbe y asimila todo lo público, preferimos adherir a la idea que apunta a la pluralidad de la construcción de lo público con otras formas de organización que buscan institucionalidad. Es necesario compartir conocimientos para resolver problemas. Por tal motivo emerge la interacción multisectorial (donde es necesario que concurran diferentes sectores: empresarios, trabajadores, iglesias, organizaciones sociales, el Estado, etc.) y multiactoral (actores múltiples, muchos de los cuales están también atravesados por características multisectoriales), siempre atravesada por la tensión constante que emana de distintos intereses y ambiciones de poder.
Procesos y estrategias de comunicación
La comunicación es espacio pero también son estrategias. Es el modo para entender la complejidad, pero también es metodología de intervención; se presenta como campo de acción, pero también como herramientas para la intervención. Partiendo desde aquí, el comunicador intenta comprender los intereses de los diferentes actores involucrados en los procesos, para generar/construir alianzas necesarias, aportar metodologías para que la construcción de nuevos sentidos sean debatidos en espacios más amplios, interpretar el contexto y las necesidades para movilizar a los actores necesarios en los distintos procesos.
Desde esta mirada es imprescindible repensar los procesos y las estrategias de comunicación como instancias ineludibles y necesarias para la construcción político cultural, pero también para la ciudadanía y la democracia, sin perder de vista el aporte que la comunicación hace a la economía y a los sistemas productivos. Por este motivo las estrategias de comunicación tienen que estar orientadas a transformar las prácticas sociales de los actores que adquieren su reconocimiento en un espacio cultural determinado y que se construyen y constituyen atravesados por las determinaciones propias del espacio en que se mueven.
La gestión y la planificación de procesos comunicacionales se entiende, de manera prioritaria, como una acción político-cultural, es decir, como una acción con perspectiva e incidencia política e indefectiblemente enraizada en la cultura local, próxima, cercana. Esto supone comprender a los actores sociales como sujetos de cultura insertos en un contexto cultural determinado. Pero implica también el reconocimiento de las subjetividades y la convicción de que cualquier tipo de estrategia se fundamenta también en consensos intersubjetivos.
Así definidos, los actores sociales son participantes activos y protagónicos del diagnóstico y de la planificación desde la comunicación, de la generación de estrategias y de la gestión de los procesos comunicacionales.
Las estrategias de comunicación que se inscriben en los procesos comunicacionales no pueden leerse, ni entenderse, como procedimientos de transferencia o de intercambio de información. Son iniciativas planificadas, articuladas y coordinadas que implican una interacción comunicativa que, asumiendo la innegable asimetría generada en la comunicación por las condiciones materiales de producción de los diferentes sujetos, construye sin embargo procesos que garanticen el intercambio entre los actores en el espacio público para construir el debate y la interrelación en el marco de la producción social de sentidos.
Esta perspectiva interactiva exige la incorporación de la perspectiva de los actores, de las entidades y las instituciones participantes en todas las etapas del proceso, desde el diagnóstico hasta la ejecución y la posterior evaluación. Se trata de un proceso que entraña dificultades que emanan del hecho de que estos actores están involucrados y condicionados ellos mismos por la situación que se desea cambiar, pero en el que resulta fundamental su participación activa en todo el proceso y en los distintos niveles de discusión.
Esta mirada modifica el rol de los propios actores sujetos de la práctica social o de la situación sobre la que se interviene, pero transforma en igual medida el papel del comunicador-planificador, para sustraerlo de la condición de experto ajeno que conduce externamente el proceso, y resituarlo en la calidad de facilitador-investigador que comparte el proceso, se involucra en la práctica social objeto de estudio, para aprender de las reglas que allí existen y acerca de los significados de esa práctica vistos desde su interior.
Podemos afirmar que cada práctica social, y cada situación de comunicación, es única e irrepetible, y que si bien se pueden establecer parámetros metodológicos aplicables a varias de ellas, siempre es necesario considerar las particularidades de cada proceso y de cada situación objeto de la planificación desde la comunicación.
En este contexto, la planificación tiene que ser entendida siempre como una herramienta flexible, que necesita de adaptaciones en función de la práctica social que demanda respuesta, de la situación de comunicación que se constituye, y de los objetivos de cambio que se tracen frente a cada realidad. No hay repuestas únicas en planificación de procesos comunicacionales, aunque sí existen metodologías y herramientas experimentadas y validadas que pueden resultar de suma utilidad en distintas ocasiones.
La planificación de procesos comunicacionales se inscribe hoy en día en estrategias de movilización social de manera similar a las definidas por el educador y comunicador colombiano José Bernardo Toro. Crear, transformar y difundir sentidos es tarea de la comunicación y de los comunicadores dentro de una estrategia de movilización social. Esto apunta a comprometer y convocar a los actores para el cambio social, a través de la difusión, la publicidad, el debate público y la confrontación de ideas.
Redefiniciones en el rol de los comunicadores
El acceso al espacio público demanda de imaginación para superar formas de exclusión y requiere, además, del conocimiento de la sociedad en su conjunto para generar nuevas instancias de organización que permitan la re-construcción del diálogo. En este marco, estamos atravesando una etapa de redefinición en el diálogo de los actores sociales donde la responsabilidad de cada uno se recorta y reconstituye de manera diferente en vista de nuevas prácticas sociales. Ante estas nuevas formas de organización es indispensable pensar estrategias de comunicación graduales y flexibles que permitan, como sostiene Cristina Baccin, trabajar la gestión/acción como conocimiento de la propia práctica, y el desafío de los comunicadores se enmarca en las múltiples posibilidades de hacerlo tomando conciencia de las decisiones políticas y éticas que esto implica.
Además, en este contexto se torna necesario pensar dichas estrategias como caminos para la construcción de posibilidades de incidir en el espacio público, de transformar aquello que aparece naturalizado, de instituir nuevas formas que aporten a la construcción ciudadana para el reestablecimiento de los derechos.
En esta constante movilidad social es imprescindible dejar de ver a las organizaciones como entidades aisladas que se vinculan con la comunidad desde planteos originales pero particulares, para comenzar a vislumbrar la aparición de nuevas formas de organización multiactoral y multisectorial que intentan dar respuestas a viejos interrogantes a partir de la articulación en redes de intereses, de sentido y organizativas. Los comunicadores estamos desafiados a re-pensar la inserción en el espacio público de una multiplicidad de actores y sectores que no tienen acceso a la palabra, y a encontrar modos y procedimientos de participación que generen condiciones para que las problemáticas sociales se incluyan en la agenda pública. En este marco, es imprescindible crear estrategias para dar visibilidad a otros actores, a nuevos conflictos sociales y a las nuevas formas de organización que intentan construir respuestas a los problemas sociales.
Los espacios multiactorales y multisectoriales se constituyen hoy como lugares de debate y deliberación, de construcción de consensos y respuestas colectivas, aunque no están legitimados o reconocidos como espacios claves para la construcción de ciudadanía. Se trata, no obstante, de un ejercicio que emerge ante la necesidad de recrear nuevas formas de diálogo político, social y cultural. El comunicador, y su tarea específica como articulador de saberes y facilitador del diálogo público, se torna indispensable para aportar nuevas estrategias que construyan consensos y agendas públicas que tengan como fin el bien común.
Estos nuevos espacios de interacción y diálogo desafían a los comunicadores sociales a re-crear nuevas formas de intervención, que incluyan la construcción, producción y circulación de conocimiento sobre la base de acciones y prácticas de comunicación. La aparición de otros modos de organización, para ampliar el debate y la toma de decisiones, necesita ineludiblemente de una mirada estratégica, para que estas modalidades sean apropiadas por la ciudadanía y, a la vez, permitan re-crearla. Es necesario un proceso de aprendizaje necesariamente colectivo en el cual la comunicación resulta clave para transformar estas prácticas en herramientas orientadas a la construcción de derechos ciudadanos.
Bibliografía
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_________ y Rodríguez G., Martha. La comunicación y la movilización social en la construcción de bienes públicos, BID, Bogotá, 2001.
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Vargas, Teresita. “Tipologías de comunicación para el desarrollo”, en http://www.agujeronegro.org/pdf2/vargas.pdf.
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación: “La comunicación en el espacio público: hacia una redefinición de la relación entre comunicación y desarrollo”, dirigido por el Prof. Washington Uranga y aprobado el 01/01/04 en el marco del Programa de Incentivos a Docentes e Investigadores. Forman parte del equipo de investigación: Héctor Thompson, Angelina Bosch, Graciela Radulich, Daniela Bruno, Lucía Guerrini, Martín Iglesias, Andrea Iotti, Carolina Arribi, María Flor Gianfrini, Isabel Peysse, Teresita Vargas, Javier Carou, Cecilia Huarte.