María Silvina Souza




Hacia los mapas: travesías conceptuales para la interpretación
de la problemática urbana*

Contenido
Un breve paréntesis sobre lo metodológico
¿Por qué mapas?
El mapa como herramienta conceptual y metodológica en la investigación social
A modo de cierre
Bibliografía
Notas

En este artículo me propongo explorar las posibilidades que nos otorga la construcción de mapas comunicacionales como categorías analíticas para la interpretación de la problemática urbana, a partir de los usos sociales y territoriales del espacio urbano.

Ello implica, de algún modo, rever desde una postura crítica los usos de la producción cartográfica en la explicación de los modos de organización del espacio urbano, sus tendencias y contradicciones, y la identificación de los principales agentes actuantes en ese escenario.

Un breve paréntesis sobre lo metodológico

En primer lugar, me gustaría poner en cuestión el papel de lo metodológico en el análisis social. Es muy frecuente, sobre todo entre quienes comenzamos a dar los primeros pasos dentro de la investigación científica, considerar a la metodología como una especie de dios ausente al que hay que suplicarle que se revele a nuestro favor y nos marque el sendero justo. Es difícil de pronto asumir una postura ante el campo metodológico de la investigación de lo social sin el riesgo de un cierre excesivo de reflexividad. De hecho eso es lo que sucede en cualquier acción concreta de indagación. Es regla que la acción es un cierre momentáneo de información y reflexividad que de inmediato puede abrir o cerrar posibilidades según el tipo de operación efectuada. Sin embargo, el reto básico en la investigación es la creatividad, la capacidad de configurar posibilidades a partir de posibilidades(1). En palabras de Galindo Cáceres, el pensamiento metodológico y tecnológico tradicional tiene más funciones de administración y control que de movimiento y desarrollo de trayectorias. Bajo la forma conservadora de la investigación, el mundo aparece como único y percibible en aproximaciones sucesivas que acercan a su conocimiento total y definitivo. El orden preexiste al acto perceptivo y la ciencia lo que hace es sólo descubrirlo, explicitarlo. Todo está configurado en forma fija y estable con ciertas variantes que pueden ser previsibles bajo estrictas condiciones de manipulación e intervención en las causas descubiertas.

La heurística -por su parte- es abierta, busca indagar de un modo más libre. En cierto sentido es la base de la ciencia y su continuación. Es menos evidente en todas sus operaciones, respeta a la intuición. Supone un ejercicio de creatividad semejante al arte. Es la que ensaya los nuevos caminos. Es una exploradora constante. Ciencia y heurística se necesitan, una más jurídica, otra más artística, y ambas enlazadas en la interacción entre indagadores y procesos, entre intenciones y resultados, entre descubrimientos y catálogos, inmiscuidas en la trama y la urdimbre de la comunicación.

Particularmente entiendo que respecto de cualquier metodología, el desafío que un investigador debe asumir es comprender que el método no es nada en sí mismo, y que sólo tiene valor en el contexto de la investigación, como un mecanismo de interrelación entre el sujeto y el objeto. Si comprendemos que lo central en el diseño metodológico es definir de qué manera se entiende la relación sujeto-objeto en la actividad de indagación, tendremos la mitad del camino allanado. Después vendrá, a partir de esa mirada, la elección de las técnicas o instrumentos metodológicos que se adecuen a la misma. Y en realidad las dificultades o inconvenientes, desde mi punto de vista, estarán en haber diseñado un marco metodológico que no haya explicitado esa relación, de este modo no se llega a comprender para qué se sigue el camino propuesto. En síntesis, no se tiene conciencia de la intención particular del sujeto de la acción, y si esto no se explicita y no se diseña metodológicamente con esta conciencia de saber hacia dónde se quiere ir, se estará caminando a ciegas. Entonces el método será un camino oscuro y dificultoso que no llevará a ninguna parte, o se convertirá en una práctica de la que no podremos extraer conocimiento. Uno de los retos propuestos será, entonces, poder ejercer una perspectiva heurística en lo metodológico. A riesgo de perderse, claro está, pero con el placer que nos proporciona la búsqueda y la experimentación.

¿Por qué mapas?

La investigación que da origen a este artículo se plantea construir y sistematizar una propuesta de intervención metodológica y conceptual para el análisis del espacio urbano de la ciudad como campo de investigación emergente en los estudios de Comunicación, a partir de la producción de mapas comunicacionales de la ciudad de La Plata. Este planteo se funda en los desarrollos alcanzados en proyectos de investigación precedentes, en los cuales me cuestionaba de qué manera la Comunicación Social podía abordar un tema tan complejo como la ciudad, entender el sentido de sus transformaciones y hacer un aporte significativo al estudio de los procesos de intervención urbana sobre la base del análisis de los espacios públicos de comunicación. En tal sentido, me pregunté si era posible hallar una herramienta de abordaje para esta problemática que diera cuenta, no sólo de una estrategia de comportamiento social, sino que también nos permitiera desde lo visual y lo sonoro plasmar ese “aquelarre” de imágenes, circulaciones, recorridos, encuentros y relatos con los que suponía me iba a encontrar(2). En términos de Rossana Reguillo, la cuestión planteada sería: “cómo trazar un mapa para no extraviarse en el mundo contemporáneo, con qué certezas colocar lo que está arriba y lo que está abajo, cuál es el aplomo que se requiere para establecer fronteras, límites, qué es lo que queda dentro, qué lo que está afuera. Cómo dibujar un mapa en el que pueda verse lo que se desploma, lo que emerge, lo que brinca, lo que grita, lo que permanece en silencio”.

Armando Silva considera que entre las múltiples elaboraciones simbólicas a las que alude el “territorio” se cuenta la de “estrategia de comportamiento social o urbano”. Para dar cuenta de esta estrategia, propone construir croquis, sobre los planos de la ciudad. Estos planos darían cuenta de algo así como la “ciudad vivida” en oposición a los planos oficiales que, según el autor, no representan la ciudad real.

De inmediato me interesó la propuesta de Silva de trabajar sobre mapas, sobre todo porque comencé a imaginar esos croquis llenos de color y de imágenes.

Los usos del espacio urbano son intensos, y a pesar de que vivimos un tiempo en que buena parte de la comunicación y los mensajes -culturales, políticos, comerciales, etc.- se realizan a través de los medios, éste prevalece como el lugar por excelencia de las relaciones sociales y los intercambios culturales, de los ritos y las celebraciones. Los espacios urbanos tienen una historia y han forjado una cultura ciudadana a través de sus procesos de ocupación, organización y defensa. En este proceso se constituyen permanentemente como lugares simbólicos que representan las luchas por su existencia y dignidad, y en este sentido no concibo otra forma más comunicacional de dar cuenta de esto que no sea a través de sus voces, sus recorridos, sus derroteros, sus imágenes(3). Pero a esta altura cabe preguntarse qué es un mapa, porque tal como lo conocemos parecería, a priori, que resolvería ciertos aspectos de la representación, pero no todos.

La Cartografía -ciencia que estudia los diferentes métodos o sistemas que permiten representar en un plano una parte o la totalidad de la superficie terrestre- define que mapa es cualquier representación minimizada de un espacio geográfico. Generalmente esta representación está realizada en un soporte bidimensional (tela o papel) y contiene una calidad de escala.

Cualquier lugar del cielo o de la Tierra está determinado por unas coordenadas únicas respecto de un sistema de referencia que le distingue de los demás. La dificultad que existe para la representación de estos puntos, es que la Tierra no puede representarse sobre un plano sin que sufra deformaciones. A pesar de ello se ha de intentar que la representación conserve el mayor número de propiedades métricas, que al no poderse dar todas simultáneamente, se elegirán en función de la utilidad que se vaya a dar a la carta o mapa.

Dice Emilio De Ípola: “Todo mapa es, en efecto, un simulacro reducido de ciertos aspectos de una región geográfica; aquello que en él se registra cobra sentido sobre el fondo de incontables omisiones y simplificaciones. Quien confecciona un mapa está obligado a escoger (ante todo a reducir) y por lo tanto a eliminar posibilidades” (4).

Atendiendo a estas definiciones, me parece que el mapa que deseo construir -al menos el que estoy imaginando- no dista en mucho de estas apreciaciones generales. Será seguramente la representación minimizada de un espacio geográfico, pero también la de un espacio con tiempo, es decir, la representación de un espacio que se transforma, que no es estático, que es apropiado y modificado en esas apropiaciones que construyen un sentido cada vez. Tendrá, asimismo, un sistema de referencia, pero sobre coordenadas que también están en movimiento. Sufrirá deformaciones, pero no sólo en relación con su condición de plano, sino con relación a todas las consideraciones que se pueden hacer respecto de una representación. Y, finalmente, se eliminarán posibilidades y partes de la ciudad quedarán fuera del espacio representado(5).

El mapa como herramienta conceptual y metodológica en la investigación social

La investigadora Silvina Quintero(6) propone que una manera de volver la mirada desde los mapas hacia las prácticas de lectura y hechura de mapas consiste en suspender la apariencia de la unidad del mapa-artefacto, y distinguir los diferentes modos de textualización del mapa en relación con los diversos motivos y momentos en los que se los hace participar en el proceso de investigación.

Procurando considerar los mapas como cualquier otro material significante, Quintero distingue al menos cuatro modos de aparición de mapas en la investigación social.

1. Los mapas como herramienta conceptual

En términos generales, podemos decir que en un proceso de investigación la cartografía opera siempre a la manera de un sistema conceptual o esquema analítico para abordar la construcción de un objeto de estudio. En toda recurrencia a la cartografía parece alojarse la intuición de que la imagen faculta para ver de una manera diferente de lo que permiten otros artefactos discursivos como las descripciones y narraciones, por ejemplo.

Pero frente a otros dispositivos de figuración de relaciones conceptuales, el mapa puede presentarse como un texto paradojal, en virtud de los múltiples sentidos que la categoría espacio puede jugar en su concepción. En el mapa como esquema analítico el espacio no sólo es metáfora de un tipo de orden relacional entre los signos, sino también supuesto teórico y político de sus condiciones de producción. La categoría espacio y la posibilidad de diagramar órdenes espaciales adquiere, en la práctica cartográfica, una cuota mayor de recursividad que provoca tanto su ilusión de transparencia como su opacidad como instrumento analítico.

Aún así parece indudable que el mapa habilita a operar, mediante sus modos específicos de figuración, con ciertas relaciones conceptuales de espacialización: distancias, proximidad, agrupamiento, concentración, etc. Este “hacer ver” -señala la investigadora- debería ser pensado no como la construcción de datos para ser cartografiados, sino como la construcción de datos por medio de las técnicas de cartografiado. Si la cartografía puede ser vista como herramienta analítica y/o como técnica, será en la medida que ella opere como un instrumento de producción de información, y no como algo a lo cual los datos preceden(7).

2. Los mapas como fuentes secundarias

El uso de cartografía preconstruida es la forma más corriente en que una investigación recurre a productos cartográficos. Esto significa que cuando pensamos en la utilización de cartografía para una investigación particular, estamos tomando, en la mayoría de los casos, fuentes secundarias, cartas preconstruidas por las grandes agencias institucionales de producción cartográfica. Como ocurriría con la cita a cualquier fuente secundaria, la incorporación de cartografía construida por otros supone siempre algún grado de reelaboración conceptual por parte del investigador, que es quien está re-construyendo el sentido de los datos al insertarlos dentro de las redes conceptuales de su propio problema de investigación(8).

3. La cartografía como técnica de construcción de datos

En este punto Quintero se refiere a tres posibilidades en cuanto a la cartografía como técnica para producir nueva información: a) la reescritura (o sobreescritura) topográfica de un soporte estándar a partir de un relevamiento expreso de datos de primera mano recogidos en el campo; b) la confección de cartografía temática sobre un soporte estándar a partir de datos de primera mano recogidos en el campo; y c) la confección de un tipo de cartografía independiente de los soportes estándar.

La autora sostiene que sería difícil clasificar a la cartografía como técnica cuantitativa, ya que ésta no es una herramienta que trabaje con instrumentos estadísticos. La información que se puede producir con su auxilio es netamente cualitativa, ya que graficar distancias o información estadística es un ejercicio que agrega alguna información visual a un dato ya conocido. Cuando en la confección de cartas intervienen cuerpos de información estadística, se trata de que el dato numérico (por ejemplo, la variación estadística de población que habita un barrio en el lapso de un decenio) adquiera otro valor, un nuevo significado a partir de los efectos de visibilidad que produce su conversión en imágenes. Esto significa que, además de cartografiar indicadores, también existe la posibilidad de construir indicadores cartográficos (o visuales)(9).

Quintero sostiene que más que como una técnica de “representación”, la práctica de cartografiar podría pensarse como una técnica de construcción de representaciones o, más precisamente, de construcción de datos por medio de la confección de imágenes.

La autora también señala que existe un tipo de escritura cartográfica que podría asimilarse a cualquier otra técnica cualitativa. Se trata del caso en que se busque recuperar expresiones gráficas de experiencias subjetivas vinculadas a la espacialidad de cualquier tipo de proceso u objeto. En este tipo de uso, la cartografía se convierte en técnica para producir un documento personal o bien un registro en base a la interpretación de la perspectiva de los informantes. En ambos casos -recomienda Quintero- cabría utilizar como soporte una carta preconstruida o partir de otros parámetros gráficos, dependiendo esta decisión de los supuestos de la investigación. Trabajar con cartografía preconstruida sin duda pre-estructura las respuestas gráficas de los informantes. Trabajar sin cartografía pre-estructurada demandará contar con un marco conceptual que permita leer y escribir los mapas personales dibujados o expresados por los informantes.

4. La cartografía como recurso retórico

Si aceptamos que la construcción de mapas no es un acto mecánico de localización, nos encontramos frente a la elaboración de una narrativa específica y, en este sentido, la cartografía compartiría algunos problemas comunes con cualquier otra forma de escritura.

Tradicionalmente, el ejercicio “profesional” de la cartografía suponía la disociación de la tarea intelectual respecto de la tarea técnica. Ubicada en el lugar de la “técnica”, la intervención del cartógrafo profesional se mantenía -debía mantenerse- incontaminada respecto del imaginario teórico y político que inspiraba la demanda de información. Este principio de neutralidad de la técnica garantizaba la objetividad de la información visual que proporcionaba la imagen(10).

A modo de cierre

En síntesis, las cartografías no son imágenes estáticas, neutrales y anónimas sino que, por el contrario, son textos que se escriben y también se reescriben, significan, denotan y connotan una multiplicidad de significaciones en muchos contextos.

Indagando acerca de la historia de la Cartografía, podemos observar que la aparición de los mapas se produjo antes de la historia, es decir, con anterioridad a la aparición del relato escrito, y se utilizaron para establecer distancias, recorridos y localizaciones, con el fin de poder desplazarse de unos lugares a otros. En esta primera etapa dos son los tipos de mapas existentes: uno, el mapa instrumento, realizado con una finalidad informativa, utilitaria, y otro, el mapa imagen, que representa un nuevo concepto: existe en éste una dualidad, el mapa se presenta no sólo como instrumento dirigido a un fin concreto, la utilidad inmediata, sino también como imagen, que es por el contrario símbolo e ilustración y está centrado principalmente en el mundo del autor que lo construye. El hombre trata de representar el Universo según sus concepciones; con la geografía que conoce mezcla sus ideas cosmogónicas, y en los mapas empiezan a aparecer lugares míticos, genios, animales fabulosos, etc., todo ello rodeando a una zona central, que es en cada caso el país del autor, al que éste considera siempre como centro del Universo y su zona más importante.

En estos mapas los hombres no limitaron su inquietud a lo más próximo o conocido sino que ensayaron también la representación de zonas más alejadas, de las que tenían una idea borrosa, e incluso de territorios remotos más o menos imaginarios y fantásticos.

La parte central representa realidades, hechos geográficos concretos, mientras que a medida que se aleja de ese mundo familiar se va haciendo cada vez más impreciso y poco a poco el mapa se va poblando en sus extremos de monstruos, de seres fabulosos y de creaciones mitológicas. Este tipo de mapa donde el hombre ha plasmado su concepción del Universo, se concreta desde las primeras civilizaciones en una representación circular, correspondiente a la panorámica natural del horizonte.

Teniendo en cuenta que la vida social transcurre sobre coordenadas tiempo-espaciales, cualquier acontecimiento puede ser ubicado en un lugar y en un momento. Este es un principio ordenador muy útil, puesto que de esta manera puede pensarse al mundo social como descifrable por medio de mapas, cartografías que describan lo que sucede según la ubicación geográfica e histórica del acontecer[11]. Siendo esto posible, el problema inmediato a resolver es la magnitud del evento a registrar, lo que implica proporciones y escalas del acontecer social. De cualquier manera la base descriptiva de lo social según el tiempo y el espacio abre múltiples posibilidades analíticas, permiten imaginar en mapas tridimensionales que ubiquen cualquier acción en algún lugar y en algún momento, con sus relaciones respectivas.

A partir de estas nociones, entonces, es que me propuse construir mapas -físicos, conceptuales, cognitivos- de los espacios urbanos de la ciudad de La Plata, identificando en el plano de la ciudad cuáles son los espacios de uso público y cómo son apropiados por los ciudadanos, cuáles son los recorridos, cruces y territorios que se conforman a partir del uso, apropiación y resignificación de ese espacio -entendiendo, también, que cada ser humano es un “lugar”, un espacio habitable en sí mismo que se desplaza y desarrolla; un lugar en tiempo, en geografía, en volumen y en color-; cómo este mapa se cruza y se superpone con el mapa “oficial”, aquel que nos propone recorrer la actual administración de la ciudad; cómo se construyó el mapa de quienes pensaron y diseñaron la ciudad de La Plata, y cómo es, en definitiva, el “mapa múltiple”, el comunicacional, aquel que nadie dibujó pero que, como un espejo, puede llegar a reflejar el presente de nuestra ciudad y contribuir a su memoria.

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Notas
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación: “Construcción metodológica y conceptual de mapas comunicacionales para el abordaje de la ciudad como campo de investigación emergente en comunicación: el caso de la ciudad de La Plata”, que es llevado a cabo por la Lic. María Silvina Souza, en el período 2003-2005, bajo la dirección del Lic. Carlos J. Giordano, en el programa de Becas de Formación Superior en Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad Nacional de La Plata.
(1) GALINDO CÁCERES, Jesús. “La lucha de la luz...”, Cfr. Bibliografía.
(2) SOUZA, Ma. Silvina. “Comunicación y espacio público...”, Cfr. Bibliografía.
(3) Idem.
(4) Sociólogo. Investigador del CONICET.
(5) SOUZA, María Silvina. Op. Cit.
(6) Licenciada en Geografía. Docente e investigadora del Dpto./Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
(7) QUINTERO, Silvina. Cfr. Bibliografía.
(8) Idem.
(9) Idem.
(10) Idem.
[11) GALINDO CÁCERES, Jesús. “La tercera orilla...”, Cfr. Bibliografía.