Florencia Saintout




La invasión en la ciudad de La Plata*


Realizado el mundo de Platón, la forma política duraría en él eternamente;
realizada la ciudad de La Plata queda asegurada para sus habitantes la vida fácil, cómoda e higiénica…
Y ahora comparemos la gloria de haber dado forma, corazón, arterias y sangre a la ciudad perfecta de Platón,
con cualquier otra gloria de las alcanzadas desde hace medio siglo en América,
y encontremos que todas resultan pálidas, pobres y humildes.
Olivera, R.
Diario El Día, noviembre de 1887

Contenido 
La ciudad de la ciencia: el mapa
La invasión
- La invasión de los negros
- La invasión de los zurdos
La invasión de los bolitas
- La invasión de los cartoneros y los “pibes chorros”
Bibliografía
Notas

La percepción generalizada de que las ciudades han estallado, de que el espiral de la decadencia es lo que las marca y las nomina, pareciera ser compartida por los habitantes de la gran mayoría de las ciudades actuales, y especialmente de las latinoamericanas. La certeza de que el progreso se esfumó como proyecto, que no existe ningún destino cierto y de que el caos es lo que impregna y define la socialidad urbana aparecen como señal fuerte del cruce de siglos. Situación que en La Plata adquiere dimensiones insoslayables, ya que su identidad misma fue definida a partir del proyecto del progreso, anclado en la razón.

Si las ciudades latinoamericanas fueron desde fines del siglo XIX y durante el siglo XX pensadas como territorio y signo de la modernidad, como “una máquina para extender la modernidad y reproducirla en territorio extraño” (Gorelik, 2002) la ciudad de La Plata es paradigmática de la asociación ciudad/ proyecto del futuro: fue pensada, diseñada antes de que existiera y ocupada como la ciudad del progreso y la ilustración por excelencia.

Cerrados los grandes enfrentamientos que durante décadas habían imposibilitado hablar de la unificación nacional, La Plata se erige como capital de la provincia más rica, planificada con los conceptos más modernos del momento. Fundada en 1982 al amparo de la llamada Generación del 80, parida luego de la Conquista del Desierto -nada desierto, sino ocupado por diferentes tribus- que como afirma una placa del museo de Roca en Bahía Blanca “exterminó la plaga indígena”, La Plata adquiere su identidad como ciudad utópica por excelencia: es lo que será, y lo que será es el progreso.

En su magnífico trabajo Latinoamérica: las ciudades y las ideas, José Luis Romero (1976) explica cómo la Conquista imagina las ciudades a partir de la anulación de lo previo, de la negación de culturas preexistentes a sus designios. Escribe: “en todos los casos un inconmovible preconcepto los llevó a operar -a los conquistadores- como si la tierra conquistada estuviera vacía, culturalmente vacía, y sólo poblada por individuos que podían y debían ser desarraigados de su trama cultural para incorporarlos desgajados al sistema económico que los conquistadores instauraron, mientras procuraban reducirlos a su sistema cultural por vía de la catequesis religiosa. El aniquilamiento de las viejas culturas -primitivas o desarrolladas- y la deliberada ignorancia de su significación constituía el paso imprescindible para el designio fundamental de la conquista: instaurar sobre la naturaleza vacía una nueva Europa, a cuyos montes, ríos y provincia ordenaba una real cédula que se le pusiera nombres como si nunca los hubieran tenido”.

Siglos después, en la ciudad de Dardo Rocha, fue fácil hacer como si nada hubiera existido: aparentemente nada existía, sólo un territorio vacío, una llanura, sobre la cual había que construir una ciudad desde cero y afirmar el proyecto de una razón que iluminándolo todo, arrasara con la oscuridad bárbara. Inscripta en una nación cuya identidad se erigía en la oposición radical de la civilización o la barbarie, La Plata se concibió como el experimento de una socialidad ideal.

La ciudad de la ciencia: el mapa

La Plata se imaginó como una formación socioespacial que realizara en una forma cultural el proyecto de la modernidad, mirando hacia el futuro, pero que a diferencia de otras grandes ciudades del país su potencial como motor de la modernidad no estaba anclado en fuertes infraestructuras de industrialización sino en el conocimiento.

Desde el proyecto original de Dardo Rocha, la ciudad fue demarcada: un mapa perfectamente cuadrado, simétrico, cruzado por diagonales para la circulación, con espacios verdes que anidaban el ocio y el esparcimiento permitiendo a su vez la diferenciación social, donde la universidad ocupaba un lugar central junto a otras instituciones de gobierno. El museo de ciencias naturales, el observatorio astronómico, las jaulas clasificadas del zoológico, el bosque de la ciencia, las calles de una ciudad geométrica que también tienen números -no nombres, sino números- sostienen la apuesta a la fundación no de una ciudad, sino de una sociedad.

En 1910 Cesarían Lupati Guelfi (Diaz, 2000), italiana, opina en Vida Argentina que “La Plata es la ciudad del pensamiento: ancha, majestuosa, inmensa, posee escuelas monumentales, un observatorio astronómico y un espléndido museo, las calles inmensas, abiertas para una multitud hipotética, están cubiertas de hierbas, y es todo lo contrario a una ciudad muerta”.

Entonces, primero fue el mapa, luego la ciudad.

El mapa original de La Plata se dibujó atendiendo a referencias matemáticas precisas, un cuadrado perfectamente geométrico, cruzado por diagonales, compuesto por manzanas perfectamente cuadradas. Este mapa dejaba claramente enunciado los contornos de la ciudad, qué entraba y que no debería entrar. Dentro del cuadrado perfecto estaba el ideal de homogeneidad e integración, las esferas del trabajo y del esparcimiento, el inmenso lugar de la ciencia y del saber. Incluso el pasado: el museo de ciencias naturales albergaba para su estudio los esqueletos de los dinosaurios encontrados en el sur, como también de los indios que “alguna vez” habían vivido en diversas latitudes del país. La ciudad, con este mapa, también daba lugar al futuro. Y por supuesto, señalaba lo que quedaba por fuera de la luz: los extraños, el caos, la oscuridad.

Durante los años siguientes, diversos acontecimientos, crisis económicas y políticas pondrían a prueba el proyecto, comenzando a mostrar sus puntos débiles: la imposibilidad de pensar una ciudad con contornos fijos; la imposibilidad de trasladar un modelo de sociedad hacia América Latina sin conflicto y sin atender a la diferencia y a las particularidades; la existencia de la desigualdad creciente en todo el continente; la memoria negada.

En la década del setenta el mapa original entra en una profunda e insoslayable crisis para finalmente colapsar en nuestros días. Esta crisis no puede ser entendida por fuera de la crisis del proyecto de la modernidad misma, que socavado desde adentro deja de pensar la línea del futuro fijada en el parámetro de una razón que muestra salvajemente sus fallas. Y a la crisis del proyecto moderno se deben agregar en la ciudad ciertos elementos específicos que van cuestionando el mapa original: profundización de los procesos de migración de zonas rurales a la ciudad, pero fundamentalmente de los países limítrofes; proliferación entonces de las periferias internas; ruptura del paradigma del trabajo como eje organizador de la vida común y profundización del desempleo; aumento de la pobreza; obsolencia de infraestructuras públicas; áreas industriales abandonadas; aumento de la población, etc. Además, para la década del setenta, La Plata será una de las ciudades que más ferozmente vive la represión de las dictaduras militares, que ven en esta ciudad al movimiento estudiantil -sujeto clave del proyecto original- uno de los enemigos internos más peligrosos. La ciudad se rediseña para la represión: sus espacios públicos se llenan de cemento; las diagonales permiten las encerronas; las facultades son clausuradas; los nombres de los edificios públicos modificados. El mapa original, planar y rastreable, se hace añicos. El cuadrado perfecto estalla en mil pedazos.

Hoy la ciudad aparece siendo miles de ciudades: las ciudades en la ciudad. A pesar de conservar todavía algo de una ciudad con centro y periferia -tan fuerte había sido su trazado-, las fronteras del mapa original son, cada día y a pasos agigantados, claramente violentadas y vueltas a hacer. La mayoría de sus habitantes la percibe como una ciudad en decadencia, que se quedó, que se perdió: una ciudad desintegrada. Y más allá de los datos objetivables en torno a la posibilidad o no de que La Plata haya sido en algún momento una ciudad integrada homogéneamente hoy es narrada por sus habitantes a partir de la metáfora de la caída al abismo luego de un lejano esplendor.

La inseguridad, y no el mapa del progreso, aparece como una de los elementos que con mayor presencia señalan la ocupación o no de los espacios públicos, rediseñando el uso entero del mismo. El miedo, la sensación de vulnerabilidad frente al otro y frente a todo, define qué hacer, con quién en la ciudad. Es este sentimiento generalizado de desprotección y caos lo que impide hablar de una ciudad, o más bien, de un espacio que pueda ser pensado desde un proyecto colectivo: la ciudad deja al desnudo el carácter problemático que tiene hoy la constitución de lo colectivo.

En un contexto de crisis profunda de las instituciones que cohesionaron la vida social durante al menos el último siglo, y cuando la ciudad futuro se rompió, cuando el futuro mismo se vuelve desasosiego, la incertidumbre frente a lo que vendrá, a lo que hoy existe, está impregnada de amenazas.

La invasión

Pero si como en la mayoría de las ciudades actuales uno de los problemas percibidos como más acuciantes y urgentes es el de la decadencia en relación con la inseguridad, en La Plata los relatos del deterioro se construyen en relación con un pasado que ya no es, y uno de los argumentos más fuertes que dan sentido a esta construcción aparece ligado a la ruptura del “cuadrado perfecto”(1)debido a la invasión de los extraños.

La idea de la invasión de lo malo, lo salvaje, lo enfermo a un núcleo puro que al ser franqueado se corrompe, no es nueva sino que por lo contrario su existencia en occidente es rastreable como argumento incluso previo a la modernidad.

En La Plata tampoco es nueva y la noción de los extraños que nunca pertenecieron y que hoy enturbian la ciudad posee más de una línea de fuerza, que trataremos de puntear en las líneas que siguen.

- La invasión de los negros

Luego de la crisis de 1930 las ciudades latinoamericanas ven transformados sus paisajes con los movimientos producidos por la crisis económica y política de los países centrales y sus esfuerzos para acomodarse a la nueva realidad mundial. Durante la década del cuarenta, las grandes masas irrumpen en el espacio urbano buscando mejores condiciones de vida. “De pronto, pareció que había mucha más gente, que se movía más, que gritaba más, que tenía más iniciativa: más gente que abandonaba la pasividad y demostraba que estaba dispuesta a participar como fuera en la vida colectiva”. (Romero, 1976).

Pero no son vistos sólo como recién llegados, como advenedizos, sino como enemigos. Las diferentes burguesías locales hablan de la invasión de los bárbaros, del aluvión zoológico, de la invasión de los cabecita negra en los espacios públicos. Como hormigas, como ratas, como plaga que todo lo contamina, ocupan intempestivamente la ciudad, la nación. Contra el miedo y contra el asco, como tan brillantemente describe Jesús Martín Barbero (1987) el sentimiento provocado por la llegada de las masas a la vida política de las naciones, las mayorías hasta el momento silenciosas reclaman su derecho a la ciudadanía. En este contexto, La Plata no sólo no es ajena a la conmoción provocada por los aquellos que “desposeídos de la razón” -fruto exquisito del proyecto moderno- irrumpen en el espacio público, a la masificación de las ciudades, sino que es desde sus alrededores donde comienza la jornada del 17 de octubre, que pasará a la historia argentina como el símbolo de la llegada del peronismo, de los “negros y bárbaros”, al poder.

Los cabecita negra, esa parte de la sociedad de la cual se había oído pero que no se había visto, fue creando “otra sociedad” extraña dentro de la ciudad, cuestionando sus normas y reglas, enfrentándolas, a medida que también se infiltraba entre sus grietas para transformarla definitivamente, creando una escisión todavía rastreable en la socialidad actual.

- La invasión de los zurdos

En la década del setenta, signada por la violencia política y el terrorismo de estado, también será utilizada la figura del invasor, del extraño, del que no pertenece, para hablar de aquellos que se enfrentan al orden establecido. Así, los militantes políticos de las diferentes opciones de izquierda serán también construidos desde el Estado como los que invadidos ellos mismos por ideologías extrañas, ocupan los espacios públicos ilegítimamente: los trastocan, tratan de imponerles marcas que nos son las propias, que van contra natura. Son los dueños de la violencia porque irrumpen desde afuera contra la naturaleza de las cosas, alienándolas, y contra ellos hay que ir desde el estado: perseguirlos, anularlos, extirparlos para que la vida vuelva a su lugar que nunca debería haberse tocado.

La ciudad se transforma así en el no territorio más extremo, aquel donde se juega la muerte, y el repliegue hacia lo privado será una de las formas más cotidianas de la resistencia al terrorismo de estado.

- La invasión de los bolitas

Otra línea de fuerza para rastrear la figura de un extraño que invade, causando caos y confusión, es aquella que está relacionada con los procesos de migraciones de los países limítrofes -fundamentalmente bolivianos y peruanos- y que ocurre en La Plata desde fines de la década del 60 hasta los 90 donde se profundiza. Los relatos aquí se centran fundamentalmente en la justificación racista de por qué es disfuncional su presencia para la sana vida de los ciudadanos: les roban los puestos de trabajo a los argentinos, son ladrones, mentirosos, ladinos, nada inteligentes. No pertenecen y entonces no sólo no aportan al bien común, sino que lo corrompen con sus prácticas extrañas. Los barrios de bolivianos y peruanos, que se van asentando desde la periferia y se mueven de a apoco hacia el centro, se transforman en símbolos de lo no deseable para la ciudad: no son aceptados como parte de la ciudad ni por los relatos de los ciudadanos como tampoco por los relatos oficiales.

- La invasión de los cartoneros y los “pibes chorros”

Finalmente, luego de la crisis de 2001 -y por supuesto en un proceso que venía gestándose desde muchos años atrás, posiblemente desde el año 1976 a la actualidad- los pobres, lo cartoneros, los chicos de la periferia que piden limosna ocupan el centro de la ciudad y lo colapsan. Aparecen en sus calles, en sus esquinas, visibilizando como nunca antes el fracaso del progreso como proyecto de ciudad y socialidad. Aparecen nuevas villas miseria y las ya existentes crecen hacia dimensiones nunca antes vistas en La Plata.

Se escuchan los lamentos de que “esto no era de La Plata: podían haber pibes pidiendo en Buenos Aires, en otras ciudades del mundo, pero no en La Plata”. Se habla del colapso de las estructuras estatales como consecuencia de la emergencia ilegítima de los nuevos actores: “los hospitales no dan abasto debido a la irrupción de los negros del conurbano que llegan en colectivo de a miles; las escuelas han perdido el nivel de enseñanza por la presencia de los bolitas, de los perucas”, etc.

Es así como los medios reproducen en infinito juego de espejos esta idea de la invasión que provoca el pánico a los “no contaminados” todavía. En las noticias policiales, que cada vez ocupan más lugar hasta transformarse en el tono de todas las noticias, se señala la procedencia de los delincuentes: si son migrantes, si vienen del Conurbano Bonaerense. La idea del que viene a robar o matar y luego huye para esconderse en las villas de La Plata o en las villas del llamado Gran Buenos Aires, aparece con especial fuerza en los relatos: “Los delincuentes provienen de las periferias de la ciudad, son malvivientes, del afuera”. Un lugar que se señala como fuente privilegiada de la delincuencia es el conurbano bonaerense pobre, donde en muchas de sus villas la policía no puede entrar, son tierra de nadie. En los medios locales se afirma que hay habitantes del conurbano que vienen a cometer delitos a la ciudad de La Plata. Esta idea se repite en varias entrevistas con platenses y también en los relatos de los policías. Símbolo de la decadencia, el conurbano representa el país que pudo haber sido, el desarrollo industrial que fracasó, el proyecto político y social que desde la última dictadura militar no dejó un sólo día de perderse y sumar así a los viejos pobres las nuevas pobrezas.

También durante los últimos años la televisión ha mostrado cómo los pueblos del interior, imagen del mundo rural idealizado, aquel en el que la tranquilidad y la inocencia parecían estar garantizados como modo de vida, están siendo también violentados por la irrupción del crimen que nuevamente viene desde afuera de la mano de los pibes chorros(2).

Relatos como los de Arequito y Arrecife se construyen bajo esta lógica: en el año 2003 durante infinidad de horas y días la televisión, a través de sus más variados géneros, en los programas de la tarde y en los noticieros, se mostró cómo dos pueblos del interior del país, Arequito y Arrecife, que venían durmiendo la siesta eterna, se despertaban abruptamente con una ola de robos y asesinatos perpetrados por los de “afuera”, por los “otros” que ahora podían entrar porque el mundo había dejado de ser pequeño. Los pueblos se integraban a un país siempre desintegrado, pero no lo hacían por medio de un proyecto de nación sino por la invasión de los extraños que huyendo de la miseria de las grandes ciudades se apoderaban de lo hasta el momento intocado.

Es posible decir que nunca, ni siquiera en esta ciudad hecha aparentemente desde cero, se haya empezada de la nada. Es posible que nunca haya existido algo intocado, una cultura pura no contaminada: en ningún momento histórico, ni en ningún lugar, los dominios culturales han sido islotes irreductibles a las resonancias de las voces que circulan en ese y otros lugares y tiempos.

Sin embargo, tan fuerte es el imaginario -y cuando se habla de imaginarios quedan anulados los criterios de verdad o falsedad: los imaginarios son- de un espacio auténtico, corrompido por aquellos que no pertenecen, que se hace imprescindible como tarea científica pero también como acción política desmantelarlos. Deconstruirlos y tratar de ver cómo, de qué manera, fue haciéndose posible un discurso y unas prácticas que permiten la entrada a unos y legitiman la expulsión de otros.

“¿Cómo es que ha aparecido tal enunciado y ningún otro en su lugar?”, se pregunta Michel Foucault (1978) en La arqueología del saber. ¿Cómo es posible que pueda fijarse como extraños y portadores del mal a unos y no a otros? ¿Cómo es posible que la invasión sea el deterioro y esto sea la invasión?

Lo que queda claro es que lo que se ve en un despliegue narrativo no es captable en una sola narración, sino que es necesario reconstruir cadenas de enunciados y ver la forma en que éstas se articulan con otras cadenas de enunciados y de acciones: “...series mudas y series habladas -o escritas- de modo que cada una sea el contrapunto de la otra y que a esta prosodia común, subyacente a la emisión de diferentes versiones, se liguen la generación de los enunciados sucesivos y simultáneos, el campo de su aceptabilidad y, finalmente, el de la misma acción”. (Foucault, 1978).

Optar por este punto de vista permitirá ver cómo en estos nuevos invasores de hoy aparecen las memorias, las caras de los de antes: la de los cabecita negra, la de los bolivianos, la de los bárbaros. Y cómo en la lucha por la nominación legítima de la vida, en la lucha por las visiones y divisiones verdaderas, unos fueron ganando, otros fueron perdiendo, pero la lucha fue movimiento, es dinámica, se hace y se deshace todos los días de la vida.

Bibliografía 
DÍAZ, César. La Plata, paseos públicos, socialidad y ocio en la prensa, (1882-1900), La Plata, Ediciones al Margen, 2000.
FOUCAULT, Michel. La arqueología del saber, México, Siglo XXI, 1978.
GORELIK, Adrián. “Ciudad”, en ALTAMIRANO, Carlos. Términos Críticos de sociología de la cultura, Buenos Aires, Paidós, 2002.
MARTÍN-BARBERO, Jesús. De los medios a las mediaciones. Itinerarios para salir de la razón dualista, México, Gustavo Gilli, 1987.
ROMERO, José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo Veintiuno editores, 1976.

Notas
* Los trabajos que se presentan a continuación se inscriben en el Proyecto de Investigación: “Ciudad/ Comunicación: Prácticas sociales de uso y percepción de la ciudad de La Plata”, que fuera dirigido por la Mg. Florencia Saintout e iniciado el 01/01/01 en el marco del Programa de Incentivos a Docentes e Investigadores. Formaron parte del equipo de investigación: Andrea Varela, Adela Ruiz, Leticia Melo, Diego Narbona y Sebastián Varela. La investigación finalizó el 31/12/03.
1 La ruptura es asumida tanto en términos geográficos y geométricos como también en relación con la metáfora de la perfección y el progreso.
2 Ya hemos trabajado esto en el artículo “La criminalización de los jóvenes en la TV: los pibes chorros. Un acercamiento a la cultura desde los medios”, Revista Signo y pensamiento, Nº 41, Bogotá, Departamento de Comunicación, Pontificia Universidad Javeriana, 2003.


Propedéutica para estudios comparados
La construcción social del miedo en las ciudades de La Plata,
Guadalajara y San Juan de Puerto Rico

SEBASTIÁN VARELA
DIEGO AGUIAR
SANTIAGO BARANDIARÁN

Contenido
Métodos estandarizados de investigación en los estudios comparativos
Diseño de cuestionarios en estudios cross-culturales
Bibliografía
Notas

En este artículo continuaremos con la exposición de los resultados obtenidos en el marco del proyecto de investigación “Mitologías urbanas: la construcción social del miedo en la ciudad”, proyecto en curso dirigido por la investigadora mexicana Rossana Reguillo. Dicho proyecto se realiza en las ciudades de Guadalajara, San Juan de Puerto Rico y La Plata(1), y supone el esfuerzo de llevar a cabo una investigación desde una perspectiva comparada. Alrededor de esta última característica girará nuestro artículo, que debe entenderse como una continuación del artículo publicado en el Anuario de Investigaciones 2002. Intentaremos en una primera instancia describir algunos resultados obtenidos en Guadalajara y La Plata. Luego, en una segunda instancia, comentaremos algunas de las dificultades metodológicas inherentes a los estudios comparados(2).

La investigación indaga sobre el horizonte de creencias colectivas en el contexto de una modernidad cuestionada en América Latina(3). Este horizonte implica sin dudas situaciones de violencia e inseguridad creciente, y requiere de la generación impostergable de conocimiento acerca de las formas en que el miedo se configura en este nuevo milenio. El esquema de investigación intenta cubrir las siguientes dimensiones analíticas: a) La ciudad; b) Las atmósferas culturales; c) Los miedos -discursos y prácticas-. Como veremos, las características que estas dimensiones asumen difieren en Guadalajara, San Juan o La Plata. En cada ciudad se trabaja con perfiles, esto es, colectivos específicos variables de acuerdo al contexto particular de aplicación de la investigación. El eje articulador viene dado por las preguntas que Reguillo(4) ha formulado en varias oportunidades:

-¿Cómo se experimenta la ciudad desde una identidad sociocultural?

-¿A qué le tienen miedo estas identidades diferenciadas?

-¿Cómo nombran y construyen al “enemigo”, al “otro”?

-¿Cómo hacen frente a sus temores?

-¿Cómo se traduce esto en un uso particular y diferencial de la ciudad?

En este trabajo nos centraremos en la descripción comparada de dos perfiles sociales: los policías y los políticos. Elegimos profundizar el análisis sobre estos dos perfiles debido al lugar significativo que ocupan actualmente en el debate en torno a la cuestión de la inseguridad. La opinión sobre estos perfiles se relevó a través de una encuesta(5), cuyo cuestionario cerrado incluyó una pregunta acerca de la opinión sobre cada figura o perfil. La categorización era: “buena”, “regular”, “mala”, o “no sabe/no contesta”. Se previó además otra instancia en la cual el entrevistado podía asociar cada una de las figuras con una variada gama de conceptos (el instrumento utilizado fue el de tarjetas, de amplia utilización en los estudios en el campo del marketing), con la finalidad de contrastar esa asociación con la respuesta “dura” -y quizás convencional- dada en primera instancia. Los resultados fueron:


En términos generales, puede observarse que la opinión mala -sobre ambos perfiles- es más alta en La Plata, mientras que la opinión buena es más alta -para los dos casos- en Guadalajara. Respecto de los dos perfiles en ambas ciudades, de todas maneras, es predominante la opinión mala. A continuación haremos una descripción más detallada sobre cada figura. Mientras que la percepción sobre los policías es mala en un 45,2% en Guadalajara, este porcentaje asciende a casi un 60% en La Plata. Por otra parte, los policías tienen un 10% más de imagen positiva en el caso mexicano que en el argentino. Para el caso de los políticos las diferencias se repiten en el mismo sentido pero de manera más acentuada, ya que frente a un 54,8% de imagen negativa de los políticos en Guadalajara, en La Plata ese porcentaje llega al 91,3%.

Respecto a la opinión sobre los policías en la ciudad de La Plata, podemos decir que este es uno de los tres perfiles (junto con los políticos y narcotraficantes) en los que la categoría “mala” es preponderante. El 59.89% de los entrevistados manifestó tener una visión “mala” sobre los policías. Por otro lado, en cuanto a las asociaciones conceptuales, el 37.8% de los entrevistados relacionó a este perfil con “robar”; el 35.5% con “corromper” y el 25.69% con “mantener el orden”.

Opinión sobre los
Policías
(LA PLATA)
Clase

Alta
Media
Baja
Buena
9,1%
18,2%
28,6%
Indiferente
10,9%
16,9%
19,4%
Mala
78,2%
62,5%
49,7%
TOTAL
100%
100%
100%

Al cruzar la opinión con la variable clase social, la categoría mala predomina en todos los estratos, pero no sin diferencias: a mayor nivel socioeconómico, peor opinión sobre los policías (y menor indiferencia); inversamente: a menor nivel socioeconómico, mejor opinión sobre los mismos (y mayor indiferencia).

Opinión sobre los Policías
(GUADALAJARA)

Clase
Alta

Media
Baja

Buena
Indiferente
Mala
TOTAL

29.7%
29.7%
40.6%
100%

31.2%
25.8%
43.1%
100%

29.1%
14.6%
56.3%
100%













A diferencia del cuadro referido a la ciudad de La Plata, en el cruce para el caso de la ciudad mexicana, se puede observar que a medida que bajamos en la escala social, las personas parecen más críticas hacia los policías. La clase baja es la que tiene peor imagen (56.3%), 16 puntos por arriba de las personas de clase alta.

Como mencionamos más arriba, el 91.25% de los entrevistados manifestó tener una visión “mala” sobre los políticos en La Plata. Por otro lado, en cuanto a las asociaciones conceptuales, el 55.5% de los entrevistados relacionó a este perfil con “robar”; el 48.3% con “engañar” y el 44.7% con “corromper”.

Opinión sobre los Políticos
(LA PLATA)
Clase
Alta
Media
Baja
Buena
3,6%
0,7%
0,6%
Indiferente
10,9%
7,4%
5,1%
Mala
85,5%
91,2%
93,1%
No sabe/ No contesta

0,7%
1,1%
TOTAL
100%
100%
100%

Al analizar la tabla con el cruce entre opinión sobre los políticos y la variable clase social, notamos que la visión “mala”se impone ampliamente en todos los estratos. Esta opinión es un poco menos extrema en el estrato alto.

Opinión sobre los Políticos (guadalajara)
Clase
Alta

Media
Baja

Buena
Indiferente
Mala
TOTAL

18.8%
32.7%
48.5%
100%

16.2%
29.7%
54.1%
100%

17.5%
19.4%
63.1%
100%

Nuevamente, al igual que en la comparación sobre los policías, aquí podemos ver que en el caso de Guadalajara hay diferencias en la imagen sobre los políticos entre las diferentes clases sociales (fenómeno no observado en La Plata), en el sentido de una mayor imagen negativa a medida que desciende el nivel socioeconómico. La diferencia porcentual entre clase alta y baja es de 15 puntos.

Métodos estandarizados de investigación en los estudios comparativos

Al realizar este tipo de investigaciones estandarizadas en varios países, se profundizan las dificultades metodológicas que están presentes en todo estudio de carácter cuantitativo. Las decisiones metodológicas que se tomen con respecto a la selección de los casos, el diseño del cuestionario, la prueba piloto, etc., deben tener en cuenta las particulares características de un estudio cross-cultural entre países.

En una investigación estandarizada para responder al problema de investigación se deben tomar dos líneas de decisiones:

1) Conceptos     →         dimensión        →          índice o escala-indicador
2)    Población      →        muestra             →          casos

La primera línea de decisiones se refiere al “qué”, qué es lo que se quiere saber, sobre qué propiedades se van a relevar los estados en los casos estudiados. La segunda línea de decisiones se refiere al “quién”, cuál es la población y cuáles son las unidades de observación.

Antes de iniciar el trabajo de campo en una investigación estándar se deben considerar todas estas instancias y haber tomado una decisión para cada una de ellas. Aquí nos proponemos abordar las dificultades particulares a las que se enfrenta un investigador social en un estudio cross-cultural con respecto a aquellas dos líneas de decisiones.

Diseño de cuestionarios en estudios cross-culturales

En este trabajo abordaremos más en detalle la primera línea de decisiones, dejando la segunda para un estudio posterior. En esta primera línea, a través de las diferentes instancias señaladas anteriormente, se llega al diseño del cuestionario. Es preciso señalar que con respecto a este apenas es posible indicar principios científicos para su construcción, pero existe una serie de reglas prácticas para el diseño de cuestionarios que se deben adaptar a la investigación concreta. Analizaremos en especial el problema relacionado con el diseño de las preguntas incluidas en un cuestionario aplicado en un estudio cross-cultural. La primera decisión será optar entre preguntas cerradas o abiertas. (D’Ancona, 1996)
- Las preguntas cerradas son aquellas cuyas respuestas ya están acotadas cuando se diseña el cuestionario. Las opciones de respuesta deben cumplir los requisitos de exhaustividad, exclusión, economía y precisión. Si se prevé la posibilidad de que existan otras opciones de respuesta se deberá incluir la opción: “Otros, ¿cuál?...”.
- En las preguntas abiertas no se especifican opciones de respuesta, sino que se cierran posteriormente. Para esto se deben seguir los siguientes pasos: hacer una muestra de cuestionarios respondidos, listar las respuestas más frecuentes, definir las categorías y asignar los códigos numéricos para ingresarlos en la matriz de datos.
La elección entre un formato de preguntas u otro dependerá de tener en cuenta, entre otras, estas consideraciones:

- el tiempo y los recursos que se quieren dedicar a la codificación de las preguntas abiertas.

- el conocimiento previo del tema que se investiga. Si se sabe poco es preferible incluir preguntas abiertas, porque no se conocen todas las opciones de respuesta.


Tipo de preguntas

Abierta

Cerrada

Ventajas
·       Proporciona una información más amplia y exacta, expresada en los propios términos (jerga) del encuestado.
·       Fácil de formular.
·       Útil en estudios exploratorios.
·       No se pierden categorías nuevas en un estudio de largo plazo.

·         Fácil de codificar.
·         Reduce la ambigüedad de las respuestas.
·         Favorece la comparabilidad de las respuestas, porque tiene mayor fiabilidad.
·         Requiere menos esfuerzo por parte del encuestado.
·         Permite focalizarse en el tema de investigación.
Inconvenientes
·       La codificación es más compleja y laboriosa por parte de quien edita.
·       Más expuesta a errores en el registro de las respuestas por parte del encuestador, que no es un instrumento neutral.
·       Su contestación exige más tiempo y esfuerzo por parte del encuestado (y del entrevistador).
·         Su redacción exige un mayor esfuerzo y conocimiento del tema por el investigador.
·         Limita las respuestas a opciones previamente acotadas (posible sesgo del investigador), reduciendo así la espontaneidad del encuestado.
·         Las respuestas pueden tener diversas interpretaciones en los encuestados.
·         “Nonattitudes”: hasta las personas que no tenían una opinión sobre un tema eligen una opción, antes que parecer desinformadas o sin opinión (véase “deseabilidad social”).

En un estudio comparativo en el cual hay que aplicar un mismo cuestionario en varios países, para que se facilite la sistematicidad de la comparación los especialistas (Inglehart, 1997; Almond y Verba, 1963) recomiendan incluir sólo preguntas cerradas. En este caso, se debe ser muy cuidadoso en el lenguaje que se utiliza en la formulación de las preguntas. Además de no incluir terminología muy técnica, los términos empleados deben adaptarse a la idiosincrasia de las personas que se van a encuestar. Este problema se agrava en una investigación de carácter cross-cultural, porque la población bajo estudio es muy heterogénea.

Inglehart, uno de los investigadores más reconocidos en el campo de los estudios cuantitativos en la política comparada, reconoce ese inconveniente en la planificación de la Encuesta Mundial de Valores (EMV). Esta encuesta se basa en muestras nacionales representativas de más de 70 sociedades completamente diferentes, con más de 32 idiomas y explora sobre diversas actitudes. Inglehart se plantea la siguiente pregunta: “¿Las palabras o las preguntas tienen un significado ‘comparable’ en las diferentes sociedades (o incluso dentro de una misma sociedad?)”. En este sentido nos podemos preguntar: ¿Cuántos significados tiene el término “política” y por lo tanto, cuántas posibles orientaciones con relación a la política hay? Las preguntas que se incluyen en el cuestionario de la EMV deben tener el mismo significado en las diferentes culturas.

“Esto implicaba formular preguntas correctas, es decir, con un alto nivel de abstracción, para lo cual era necesario testear el grado en que las mismas significaban lo que pretendíamos medir en otro idioma. Para poder hacerlo emprendimos un exhaustivo trabajo de campo. De esta manera pudimos examinar el grado en que dichas preguntas evaluaban similares inquietudes, preocupaciones e imágenes en diferentes sociedades analizando su estructura, connotaciones, correlaciones demográficas y cristalizaciones en las respuestas de la gente de distintas sociedades. En este sentido uno puede encontrar diferencias que pueden ir de lo más sutil a lo más extremo en las distintas sociedades, básicamente porque las palabras nunca significan lo mismo para distintos grupos de gente o en otro idioma, inclusive tampoco significan lo mismo para las diferentes personas que conforman una misma sociedad o para un individuo en diferentes etapas de su vida.” (Inglehart, 1997)

El investigador Jan Van Deth ilustra claramente este tema refiriéndose a la controversia del uso de vinchas en la cabeza, un issue aparentemente muy general. Sin embargo, la postura acerca de este tema es muy diferente en Francia, cuyos ciudadanos conservadores y tradicionalistas se opondrían al hecho de que las chicas en la escuela usen vinchas en la cabeza, que en Japón, donde la respuesta a tal pregunta sería “¿por qué las chicas no deberían usar vinchas si quieren hacerlo?”. Es claro que un investigador no usaría este ítem como indicador de conservadorismo cultural en una encuesta global. Según Inglehart, este problema no se presenta cuando el investigador formula una pregunta relativa a si la religión es importante en la vida de una persona, básicamente porque ésta es significativa en todas las sociedades, aún en aquellas en las cuales la gente dice que no es importante.

En este sentido, incluso Schuman y Kalton (1985), investigadores que se enmarcan en las perspectivas estandarizadas, en un capítulo de Survey Methods analizan por una parte, la relación entre la redacción de las preguntas y su validez para obtener una respuesta que refiera al concepto por el cual se pretende interrogar, y por otra, la naturaleza de la situación de encuesta. La jerarquización de la encuesta en su dimensión comunicativa así como la importancia de la dimensión discursiva puesta en juego en la construcción del cuestionario considerado como texto sometido a una doble decodificación -por parte tanto del encuestador como del encuestado-, y los problemas suscitados en este marco son colocados en una posición central. Como se ha visto hasta el momento, diferentes investigadores de renombre, defensores de los estudios cross-culturales a través de métodos estandarizados, problematizan la dimensión lingüística en una investigación estandarizada.

Cabe señalar que el método de encuesta surge en el marco de una concepción ingenua del lenguaje, considerado como transparente y con fines sólo descriptivos. Esta concepción del lenguaje es muy criticada, o por lo menos cuestionada, desde las perspectivas interpretativas(6). El reconocimiento de la importancia de esta problemática, casi siempre relegada al ámbito de los trabajos cualitativos, es uno de los principales aportes del artículo de Schuman y Kalton citado anteriormente.

Otros investigadores que también adscriben a las perspectivas estandarizadas han reconocido estos inconvenientes de traducción y recomiendan hacer entrevistas o focus groups para conocer previamente el vocabulario de la población a encuestar. De este modo se intenta encontrar el “denominador lingüístico común” de los distintos tipos lingüísticos. Si bien Inglehart reconoce estas dificultades, no replantea su abordaje metodológico escogido para encarar estudios cross-culturales. Según este autor, estos problemas relacionados sobre todo con la confección del cuestionario se solucionan formulando preguntas con un alto nivel de abstracción. Ahora bien, cabe preguntarse ¿son ese tipo de preguntas generales las más interesantes? ¿O es más interesante indagar sobre los detalles densos de las prácticas de las personas y grupos, los significados particulares que asumen las prácticas en los diferentes contextos socio-históricos? “¿Es aprehendiendo semejantes hechos generales -por ejemplo el de que el hombre en todas partes tiene alguna clase de religión- o aprehendiendo la riqueza de este o aquel fenómeno religioso -el rapto de los naturales de Bali o el ritualismo indio, los sacrificios humanos de los aztecas o la danza para obtener la lluvia de los zuñi- como captamos al hombre?”(Geertz, 1995). Este tipo de inquietudes parece más aprehensible utilizando la perspectiva que Marradi y Piovani (2002) denominan “conjunto no estándar” y que habitualmente se conoce como abordaje cualitativo. Es preciso notar que este tipo de abordajes tiene la desventaja de dificultar las comparaciones sistemáticas y la medición.

Por todo lo dicho, aquí proponemos que la contraposición de perspectivas planteadas debe ser abierta y flexible. Los distintos abordajes y métodos que se utilicen en los estudios cross-culturales deben responder al problema concreto que se le plantee al investigador, siempre siendo este consciente de los supuestos ontológicos y epistemológicos que supone cada abordaje. Después de todo, parafraseando a Cartocci, el metodólogo está atravesado por su doble dimensión de artesano (sabe usar ciertas técnicas) y de emprendedor (dispone de un capital, objetivos, recursos limitados) por lo cual, toda investigación estará permeada por esta dimensión práctica además de las de carácter más filosófico enunciadas anteriormente.

Bibliografía
ALMOND, Gabriel y VERBA, Sydney. The Civic Culture: Political Culture and Democracy in Five Nations, Princeton, Princeton University Press, 1963.
D’ANCONA. Metodología cuantitativa. Estrategias y técnicas de investigación social, España, Síntesis, 1996.
GEERTZ, Clifford. La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1995.
GIDDENS, Anthony. Central Problems in Social Theory, London, Macmillan, 1978.
INGLEHART, Ronald. “Equivalence in Comparative Research: Comparing Values Across Cultures”, Mannheim Center for European Social Research, 1997.
MARRADI, A. y PIOVANI, J. “Los fundamentos filosóficos de los métodos de la ciencia”, en DEI, H. (ed.). Pensar y hacer en investigación, Buenos Aires, Docencia, 2002.
PRZEWORSKI, Adam y TEUNE, Henry. The Logic of Comparative Social Inquiry, New York, John Wiley, 1970.
SCHUMAN, H y KALTON, G. “Survey Methods” en LINDZEY, G. y ARONSON, E. (eds.). Handbook of Social Psychology, New York, Random House, 1985.

Notas
1En la ciudad de La Plata la investigación es dirigida por la Mg. Florencia Saintout.
2 El objetivo del artículo no esta orientado a la explicación de las diferencias resultantes de la descripción, sino más bien a la elaboración de herramientas analíticas para esa explicación.
3 Para mayores detalles sobre el proyecto véase: VARELA, S. y AGUIAR, D. “La construcción social del miedo en la ciudad de La Plata”, en Anuario de Investigaciones 2002, La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, 2003.
4 REGUILLO, Rossana. “El oscuro objeto del temor”, en Público, septiembre 1999.
5 Los integrantes del equipo de investigación del proyecto “Ciudad/ Comunicación: Prácticas sociales de uso y percepción de la ciudad de La Plata” realizaron, entre agosto y noviembre de 2002, una encuesta de 526 casos a personas mayores de 14 años residentes en la ciudad de La Plata. La muestra fue cuotificada de acuerdo a los parámetros de sexo, edad y nivel socioeconómico de la población.
6 Ver GIDDENS, A. Cfr. Bibliografía. Especialmente el Cap. 7.