Gabriel Lamanna |
Jóvenes y política: el divorcio partidario*
Contenido
La necesidad de introducir cambios
Educación y capacitación cívica democratizadora
Apatía
¿Es democrático el voto obligatorio?
Bibliografía
Notas
Si bien la opinión de los periodistas platenses -expuesta en el Anuario de investigaciones 2002- propició un profundo nivel de análisis para nuestra investigación, consideramos beneficioso ampliar las indagaciones y consultar a otros 72 periodistas especializados en política que desempeñan sus funciones en medios masivos de información de alcance nacional. Para ello, los invitamos a responder el mismo cuestionario (eliminando las cuestiones relacionadas estrictamente con la situación platense), vía correo electrónico.
La totalidad de los consultados coincidió en que los jóvenes deberían incrementar su participación en la política. Sin embargo, el espectro de respuestas referidas a cómo deberían hacerlo no fue unánime. Por ejemplo, mientras unos pocos sostuvieron que los jóvenes tenían que incorporarse al funcionamiento del modelo democrático aunque más no sea a través de alternativas no tradicionales (político-partidarias), puesto que la toma de conciencia de la importancia de la participación es relevante y perdurable cuando se produce mediante el esfuerzo individual para sí quedar en condiciones favorables para la generación de acciones grupales en base a objetivos compartidos por los diferentes miembros. La mayoría, manifestó que las distintas instituciones de la sociedad y en especial las vinculadas al sistema democrático de gobierno y a los partidos políticos eran las que debían introducir las modificaciones indispensables para captar el interés no sólo de los jóvenes, sino de la totalidad de los ciudadanos por los asuntos públicos, las acciones gubernamentales y la política partidaria.
En este sentido, muchos concordaron parcialmente con las reflexiones vertidas por Hartmut Hentschel a partir de la encuesta realizada por Demoskopía en 1998 a 1.019 jóvenes de 14 a 24 años en Capital Federal y Gran Buenos Aires. Una de las preguntas planteaba a los entrevistados: “La democracia vive de la participación de los ciudadanos. ¿Usted participa o participaría activamente de alguna manera?” Un 16% de los jóvenes participa, de alguna manera, activamente. Un 50% participaría, pero no lo hace y un 34% se niega absolutamente, sosteniendo que no participa ni participaría. Por ello, Hentschel afirmó que “entre los jóvenes hay tantas dudas como entre los adultos acerca de si por medio de la participación se pueden generar modificaciones o cambios. Existe, más bien, un clima fatalista al respecto. Si bien un 38% de los jóvenes considera que también individualmente existe la posibilidad de cambiar muchas cosas en el Estado y la sociedad si uno lo desea, suma un 43% aquella franja que excluye esa posibilidad. Casi un 50% de los adultos tiene esa misma sensación”.
Además aclaró que “las respuestas indican también que la participación necesita canales abiertos para realizarse. La misma sociedad -tal como se presenta- genera rechazo entre los jóvenes, los partidos políticos actúan muy alejados de lo que se espera y de igual manera es grande la brecha entre sociedad y Estado. Frustración y resignación caracterizan el clima político y social, que esta vez o hasta 1998 no se expresó en rebeldía, sino en la abstención política”.
“En los últimos seis años se ha reducido el grupo de los jóvenes interesados en la política de un 32% a un 22%, en buena parte como consecuencia del deterioro del clima político y social. De igual manera se puede revertir la situación si sociedad y Estado logran presentarse de otra manera. Hay que restablecer las bases de la confianza”, concluyó Hentschel.
Quizás un análisis efectuado por Oscar Landi haya constituido un aporte sobre cómo podrían incrementar los jóvenes su participación política: “La renovación generacional es un hecho natural, pero para que tenga lugar en la política necesita de ciertas condiciones que la ayuden. (...) El recambio generacional de las autoridades de gobierno demostrará con el tiempo la calidad de su desempeño. (...) Ingresan en foco entonces otros jóvenes de la Argentina 2000: los miles de desocupados, los que no trabajan ni estudian, los que sólo tienen una identidad colectiva referida a algún equipo de fútbol o a un conjunto de rock o de bailanta. Los que sobreviven y acompañan con cierta resignación las transformaciones del país y se sienten fuera de ese estereotipo imaginario que cuenta que todos los jóvenes son muy expertos en computación, teclados y pantallas. Los que a pesar de su corta edad nunca estuvieron al día. Los piqueteros con hambre. El país vive en estado de emergencia social grave, en ciertas zonas del interior teñidas de gran dramaticidad. Para que la pertenencia de los dirigentes a las nuevas generaciones no sea finalmente una anécdota del documento nacional de identidad, para que se transforme en un sello de distinción, deberán lograr ser bautizados y recordados con el tiempo como ‘la generación del 2000´. Tendrán entonces que cultivar otros significados de la palabra generación: engendrar, crear, dar vida a un país distinto”, concluyó Landi.(1)
Muchas de las opiniones expresadas por los periodistas también se hallan en consonancia con algunos conceptos expuestos por el sociólogo Ricardo Sidicaro: “En tiempos de desconfianza hacia los políticos, de falta de utopías y de grandes cambios institucionales provocados por la globalización, muchos jóvenes eligen caminos alternativos a las tribunas partidarias cuando se plantean su participación en la vida pública.”(2)
Una de las investigaciones efectuadas por el sociólogo para UNICEF demostró que los jóvenes tienden a concentrarse más en los asuntos particulares que en los públicos. Entre varias opciones simultáneas, el 80% consideró a la familia como el ámbito de vida más importante; mientras que la política fue el de menor relevancia (3%). Acaso este panorama sirve para comprender por qué gran parte de los jóvenes se declara independiente como se evidenció en un sondeo realizado por el Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría: el 46% de los consultados negó simpatizar con el justicialismo, el radicalismo, el FREPASO u otras fuerzas políticas. Un 24% se consideró directamente apolítico.
Ni siquiera en las universidades -ámbito donde muchos se inician en la militancia- los partidos políticos logran seducir a la juventud. De este modo, por ejemplo entre 1986 y 1995, el porcentaje de alumnos de la Universidad de Buenos Aires directamente involucrado con los centros de estudiantes cayó del 11% al 2%. Un sondeo encargado a Gallup por el Foro del Sector Social, que reúne a asociaciones civiles y fundaciones confirmó la declaración precedente. Los partidos políticos son las instituciones menos confiables para resolver problemas sociales (12%).
La necesidad de introducir cambios
Unánimemente los periodistas que respondieron el cuestionario manifestaron que para incrementar la participación había que cambiar el actual sistema político partidario. Esta visión fue explicada -en cierta manera- también por Hentschel: “En la Argentina existe el voto obligatorio. Los datos mencionados indican que en las elecciones, que son decisiones políticas de la más alta importancia, participan mayoritariamente personas que se caracterizan por su desinterés político. No hay que esforzarse mucho para llegar a la conclusión de que ningún sistema político y social puede funcionar de esta manera. En un mundo cada vez más complejo, también las elecciones tienen una fuerte dimensión cualitativa, lo que requiere de todos aquellos que participan en la toma de decisión, una buena predisposición y un mínimo de formación. El interés en la política es, en este contexto, un requisito mínimo e imprescindible.”(3)
Y agrega: “Tema de otro estudio podría ser investigar qué grado de interés tienen los dirigentes de los partidos políticos y de las instituciones del Estado en que los ciudadanos realmente comiencen a interesarse en la política, mostrando presencia y participación.
(..) A quien maneja el poder, habitualmente le molesta si otros quieren participar de ese poder. Participación, en la democracia, es posible en las más distintas formas pero siempre significa, de alguna manera, participación en la toma de decisiones y, en ese sentido, participación en el poder. La ‘molestia’ que para el dirigente significa el interés y la participación en la política por parte de los ciudadanos, se refleja en la experiencia de que -con frecuencia- los partidos políticos retoman el diálogo con la población en tiempos electorales, sin embargo menos como un diálogo sino -promoviendo a sus candidatos- más bien como un monólogo en el marco de estrategias de persuasión, que siempre son más fáciles y más exitosas si el ‘interlocutor’ no tiene criterios propios, es decir si políticamente no está informado. También el sistema educativo es dependiente del peso que la política del Estado le otorga. Sabiendo la importancia que tiene la Historia en la formación política del ciudadano sería interesante averiguar qué espacio tiene esa materia en los distintos niveles educativos. Sería un test y una respuesta respecto de la voluntad de integrar realmente al ciudadano en el sistema político.”(4)
En una similar dirección analítica, concluimos un planteo publicado en Oficios Terrestres: “¿Cuánto le importan los jóvenes a los políticos? Pareciera que muy poco y que ese poco se limita estrictamente a la obtención del voto. Porque, cuanto mucho, cada vez que hay que votar, los candidatos (o los partidos políticos) se limitan a organizar mega-recitales gratuitos con las máximas estrellas que causan furor en esos momentos. Pero una vez asegurado el voto, ¿qué? Salvo algunas excepciones, nada... Nada de participación, nada de educar cívicamente -desde la práctica constante- ni siquiera en las instituciones de instrucción formal como, por ejemplo, la escuela. Y si en un colegio además de no enseñarse enfáticamente cómo funciona una democracia, mucho menos se la practica, ¿qué podemos esperar para un país en donde quien gobierna hace casi siempre lo que quiere o lo que puede, pero casi nunca lo que votan los ciudadanos?”(5).
Y también habíamos lanzado una advertencia previa en un comentario titulado Democraticidio argentino: “Todo parece indicar que, antes de cumplir un siglo de práctica, el sistema democrático argentino devorará a uno de sus elementos vitales para su funcionamiento: los gobernantes”, comenzaba diciendo la nota, y luego de un sintético análisis finalizaba: “En síntesis, es hora de que la Argentina no cometa otro ‘democraticidio’, aunque la posibilidad de evitarlo recaiga casi con exclusividad sobre sus gobernantes y sobre la dirigencia política (o peor aún, sobre los dirigentes en general, los de la educación, los sindicales, los deportivos, los de las grandes empresas, etc.), máximos responsables de la agónica y creciente decadencia del sistema político, económico y social.”(6).
Educación y capacitación cívica democratizadora
Muchos de los periodistas que respondieron el cuestionario confeccionado para la investigación advirtieron que más allá de los cambios que puedan generarse desde los partidos políticos, los organismos gubernamentales y el Estado (municipal, provincial y nacional), los esfuerzos necesarios podrían no ser suficientes si no se encaran seriamente acciones concretas tendientes a promover la educación y la capacitación de la ciudadanía en general y de los jóvenes en especial. Si bien podemos citar los resultados alarmantes que arrojaron varias encuestas para tratar la relación entre los jóvenes y la política, quizás la efectuada por el CEOP (Centro de Estudios de Opinión Pública) entre los días 3 de mayo y 31 de julio de 1999 resulte la más representativa.
El sondeo fue efectuado por encuestadores del Juzgado Electoral en la Capital Federal a 328 alumnos de entre 17 y 21 años, de los turnos mañana, tarde y noche, en la Escuela Superior de Comercio “Carlos Pellegrini”; el Instituto Libre de Segunda Enseñanza; la Escuela Técnica Nº 1 “Otto Krause”; la Escuela Técnica Municipal “Raggio” y el Colegio Nacional de Buenos Aires. Y los resultados más significativos fueron los siguientes: Ir a votar no les despierta interés. A la mayoría le preocupa la falta de trabajo. El 86,8% nunca pensó en incorporarse a algún partido político. El 86% consideró a las charlas de interés porque no saben qué tienen que hacer en el cuarto oscuro. El 81% jamás recibió información electoral sobre las elecciones a realizarse. Al 59% no le interesa la política. Para el 47,9% la política es sinónimo de corrupción y negociados.
En tanto, el sociólogo Artemio López aseguró -en 1999- que “la situación de los nuevos votantes es preocupante, ya que el 63 por ciento de estos chicos tiene como máximo nivel educativo la secundaria incompleta. Además -agregó- el 32% está buscando empleo; de ese total, se estima que el 37% terminará sin obtenerlo y se convertirá en desocupado.”(7).
Apatía
La apatía constituye -sin duda alguna- un concepto fundamental a la hora de analizar la vinculación que existe entre los jóvenes y la política. Desde el punto de vista estrictamente semántico, el vocablo “apatía” (del griego apatheia) significa impasibilidad de ánimo. Falta de vigor o energía. Dejadez. Asadura, calma, cachaza, flema, pachorra, incuria, indolencia, displicencia. Ahora bien, la impasibilidad indica falta de interés e indiferencia frente a las emociones. Y también quiere decir dejadez, definida como negligencia de sí mismo o de sus propias cosas. Como observamos, hay diferencias entre lo que se puede entender por apatía. No es lo mismo la dejadez (negligencia) que la impasibilidad (falta de vigor o energía).
Un primer planteo para profundizar la discusión sobre el tema apareció en la revista Oficios Terrestres N° 13: “Si observamos con profundidad los últimos acontecimientos políticos y sociales de la Argentina, podemos afirmar que existe un grupo dentro de nuestra sociedad que -mediante la expresión de diferentes síntomas- posibilitó anticipar el actual desencanto, ahora, generalizado de los votantes. Y ese grupo es el de los jóvenes. ¿Cuántas veces hemos escuchado quejarse a los adultos sobre el comportamiento cívico de la juventud? La respuesta es: muchísimas. ‘Son apáticos. No participan en política. No les interesa nada. Están en otra cosa. No conocen ni a los gobernantes, menos a los candidatos’. Estas son tan sólo algunas de las acusaciones lanzadas por los mayores.
Sin embargo, estas actitudes ‘juveniles’ parecen haber contagiado a los mayores que -en gran medida- reiteraron los mismos comportamientos que ellos criticaban a otros. Ahora, la desconfianza hacia la dirigencia política tradicional se ha tornado en un sentimiento general; no son únicamente los jóvenes quienes reclaman nuevas formas de participación, oportunidades más amplias en los canales de toma de decisiones y de acción y el acceso de nuevos representantes que no conserven las ideas y los comportamientos de los políticos de siempre. Ahora bien, entonces se impone otra pregunta: ¿Por qué se propagó el desaliento juvenil?
En realidad, el desinterés por las cuestiones políticas y el desconocimiento acerca de los asuntos públicos no son características exclusivas de un grupo social (en este caso los jóvenes). Son conductas bastante comunes en la totalidad de la población. Tan es así, que Lippmann las marcaba en el público norteamericano en la década del ’20. Quizás, la diferencia más destacada entre los jóvenes y los adultos consiste en que los primeros son más pasionales a la hora de expresarse. Por ello, en nuestro país parece que los jóvenes están menos interesados en la política que los mayores; pero sólo es una ilusión, porque lo que no les interesa a los jóvenes argentinos es participar en un sistema político partidario cuasi-petrificado, donde los cambios se vislumbran como imposibles.”(8)
A esta altura ya podemos preguntarnos si muchos -como tituló su ensayo Muraro- políticos, periodistas y ciudadanos no suelen confundir la apatía con la falta de identificación partidaria (explicada en este informe con conceptos de Paramio), la falta de representación de los partidos políticos, la escasez de alternativas de elección y la desconfianza hacia el gobierno (debatidas ampliamente también en este trabajo, a través de la visión de numerosos autores). Incorporemos, entonces algunos pensamientos expresados por Hentschel: “El hombre no nace como ‘homus políticus’ y el interés en la política crece con la edad. Pero, sólo el factor de la edad no puede explicar que no más de un 22% de los jóvenes argentinos (14 a 24 años de edad) tiene mucho o bastante interés en la política y que aquellos que tienen poco o ningún interés en la política conforman el 78% de ese grupo etario.
Un dato adicional en ese contexto es que la población adulta (25 y más años de edad) no se distingue mucho de los jóvenes. Si bien un 38% de los adultos manifiesta estar interesado en la política, la franja que se caracteriza por su desinterés alcanza un 62%. El desinterés en la política no es privativo de los jóvenes. Ante la pregunta: ‘Entre los partidos políticos de la Argentina, ¿hay alguno con el cual Ud. se identifica, que representa sus puntos de vista y cumple con sus expectativas, o no diría eso?’. Un 13% de los jóvenes encontró un partido político con el cual se identifica, un 78% no diría eso y el restante 9% no responde a esa pregunta. Para finalizar, Hentschel preguntó: “¿Tiene confianza en el gobierno?’. Un 3,7% de los jóvenes responde positivamente, un 89% no tiene confianza y un 7,3% se muestra indeciso al respecto. También en el ’92 dominaba la desconfianza, pero el clima empeoró sensiblemente. En ese año un 23% manifestaba su confianza, un 19% por lo menos estaba indeciso. El grupo de desconfiados que llegaba al 58% ascendió al 90%.”(9)
Sin embargo, todas estas cuestiones no constituyen una problemática novedosa ni extraordinaria, puesto que -como lo expuso Fernando Laborda- “hacia la década de 1970, un grupo de politólogos, encabezados por Samuel Huntington y Michel Crozier, sostuvo que el funcionamiento eficaz de un sistema político requería ciertas dosis de apatía e indiferencia de una parte de la sociedad. A juicio de esos autores, cuando los grupos sociales marginales, acostumbrados a no participar activamente en política, se transformaban en plenos participantes del juego democrático, se corría el riesgo de sobrecargar al sistema político con demandas que lo debilitarían y lo llevarían hacia la inestabilidad.”(10)
Una encuesta efectuada en 1998 por el Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría revelaba que para el 37% de los ciudadanos de todas las edades el grado de compromiso de los jóvenes con la política era bajo y para el 27%, nulo. Otro sondeo realizado por la consultora Graciela Römer para UNICEF Argentina, señalaba que “una gran mayoría de jóvenes se declara a favor de la democracia, pero cuando se les pide que mencionen alguna virtud de este sistema, el 35% no es capaz de mencionar una sola”. Mientras tanto, las soluciones se buscan de extremo a extremo, entre habilitar para votar a los jóvenes a partir de los 16 años de edad, hasta abolir la obligatoriedad del voto (tema que abordaremos más adelante en este informe).
Así, “del mismo modo, frente a la sorpresa de algunos dirigentes por el desinterés juvenil en la política, tal vez la explicación resida en que los jóvenes comprenden demasiado bien lo que muchos políticos les transmiten”, reflexionaba Laborda(11).
Quizás, el escritor Eduardo Galeano en su “Teoría de la Vaca” (artículo referido a las últimas elecciones llevadas a cabo en su país, Uruguay,) contribuya para explicar el funcionamiento de la política en nuestra propia Argentina. “El miedo al socialismo -escribió Galeano- sirve para socializar al miedo. El frente de izquierdas acaba de perder la segunda vuelta de las elecciones en el Uruguay. Fue derrotado por el miedo. A la hora de la verdad, el miedo impidió que se moviera hacia la izquierda la mano de los votantes indecisos que decidieron la elección. Pero a pesar del miedo, y contra el miedo, esta fuerza alternativa ha pasado, en cinco años, del 30 al 44 por ciento de los votos. No está nada mal, al fin y al cabo: era el Club Progreso contra los dos grandes a la vez, Nacional y Peñarol jugando juntos. (...) Una amplia base social, formada sobre todo por los jóvenes y por los muy jóvenes, está haciendo posible el entusiasmo. (...) Los dos grandes partidos se unieron contra el enemigo común, el Partido Colorado y el Partido Blanco en una fuerza única que podría llamarse Partido Coloranco, y juraron que harán mañana todo lo que no hacen hoy, ni han hecho ayer, ocupados como han estado, y siguen estando, en el ordeñamiento de la vaca, desde los lejanos tiempos en que Dios creó el cielo, la tierra y el Uruguay.
La vaca pública en manos privadas: por decisión de un plebiscito popular, las empresas públicas siguen perteneciendo al Estado, pero la gran pregunta es: ¿a quién pertenece el Estado? El monopolio político de la vaca, que ha reducido los derechos ciudadanos a favores del poder, acaba de sufrir, en estas elecciones, la más grave amenaza de toda su historia. Entonces se puso en evidencia un fenómeno muy interesante para los hombres de ciencia: el síndrome de la pérdida de la vaca, que no había sido estudiado por don Segismundo Freud ni por sus numerosos seguidores. El síndrome de la pérdida de la vaca se manifiesta a través de una crisis de pánico.
El pánico empieza atacando a los dueños del cuadrúpedo, pero rápidamente se proyecta sobre la colectividad. Los expertos publicitarios actúan como agentes de contagio de esta peste del miedo, que se propaga, la prueba está, con la rapidez necesaria para decidir una elección. La historia universal enseña que los dueños de la vaca tienen la habilidad y la costumbre de trasladar a los demás todo, menos la vaca: sobre la sociedad entera descargan sus deudas, sus bancarrotas, sus crisis, y también sus pánicos. La vaca tendrá que pasarse, todavía, otros cinco años atada.”(12)
Para cerrar este título debemos aclarar que la mayoría de los periodistas consultados mencionaron la apatía como una característica de los jóvenes -en particular- y del resto de la ciudadanía, en general; pero también aclararon que dicha conducta es sencillamente el efecto que han causado en las últimas décadas las deficiencias de la mayoría de los partidos y políticos tradicionales que instauraron -dicho por los mismos periodistas- una gerontocracia.
¿Es democrático el voto obligatorio?
Otro de los puntos de importancia sobre el que se refirieron los periodistas que contestaron nuestro cuestionario fue el de la obligatoriedad del voto. Mientras unos sostuvieron que la eliminación del sufragio obligatorio podría derivar en el desmoronamiento del sistema democrático de gobierno; otros dijeron que dicha supresión contribuiría para la construcción de una democracia saludable, transparente.
En concordancia con esta última consideración, como director de este proyecto de investigación, oportunamente opiné: “La proximidad de los actos electorales en las diferentes jurisdicciones (nacional, provincial y municipal) no sólo ha puesto en marcha las campañas de propaganda de los distintos candidatos y partidos políticos y mantienen en estado de monitoreo permanente a las empresas encargadas de realizar las encuestas, sino que además comienza a poner en evidencia un incipiente grado de autoritarismo y desesperación por parte de algunos políticos. En consonancia con los análisis efectuados después de las últimas elecciones caracterizadas por los votos blancos y nulos, surgen -desde ahora- dirigentes que intentan impedir ambas posibilidades de expresión por parte de los ciudadanos, argumentando que actitudes de esa índole atentan directamente contra el sistema de gobierno y ponen en peligro a las instituciones democráticas.
Si bien la cuestión estrictamente constitucional no es materia de este trabajo, vale la pena aclarar cuanto antes algunas cuestiones. En primer lugar, hay que recordar que si bien la ley dispone que el ejercicio del voto es obligatorio, el derecho a decidirlo es completamente libre. Segundo, ya es momento que los dirigentes políticos comiencen a evaluar sinceramente sus propios desempeños y el de sus respectivos partidos. Quizás de esa manera tomen conciencia de que un efecto indeseado (el voto blanco y/o nulo) se corresponde con causas que ellos prefieren no observar; por ejemplo, sus ineficiencias, sus constantes incumplimientos de las promesas preelectorales, sus interminables pujas partidarias internas alejadas de las preocupaciones y los padecimientos cotidianos de los ciudadanos. Por último, también sería beneficioso que estos dirigentes políticos reflexionaran acerca de quiénes son los que verdaderamente constituyen un riesgo real para la democracia. Y si orientan sus pensamientos hacia lo que ellos mismos generan, es factible que acepten como una posibilidad la necesidad de corregir sus propios errores y conductas.
¿Acaso no son esos mismos dirigentes los exponentes más representativos de comportamientos antidemocráticos cada vez que critican las decisiones de los ciudadanos que sufragan -con absoluto respaldo legal- no eligiéndolos? Es hora de que esos dirigentes sean legitimados en función de sus propios actos y no a través de la presión ejercida sobre cada ciudadano para que se decida y vote sí o sí por un candidato. Y más aún, la construcción de un sistema democrático fuerte, sano y confiable procuraría un máximo grado de sinceridad si se promoviera un nivel más amplio de libertad para los ciudadanos; ante todo, el voto debe constituir un infranqueable derecho individual y no un mero acto compulsivo. Esta opinión no procura disparar ninguna polémica ni azuzar a nadie en contra de la participación política, sino que -por el contrario- intenta promoverla, buscando y creando caminos más apropiados que los que se ofrecen actualmente desde un sistema partidario.”(13)
Desde ya, creemos que también existe una estrechísima correlación entre la apatía y la obligatoriedad del voto. No obstante, entendemos que los ciudadanos que expresan de algún modo su descontento hacia los políticos y hacia el sistema partidario no deben ser calificados como apáticos; una cosa es que no se sientan identificados ni representados por estos últimos -hecho que hace que no les interese jugar un rol obligado que perpetúa dirigentes en las funciones de gobierno- y otra muy distinta es que les dé o no lo mismo vivir en democracia o en cualquier otro sistema gubernamental.
Quizás, citando como ejemplo una nota publicada en el diario La Nación de Buenos Aires en octubre de 1999 logremos aclarar nuestra explicación: “Dicen que no hablan con periodistas porque no quieren ser parte ‘del espectáculo de la política’. Pero con su anonimato a toda prueba y su propuesta del ‘kilómetro 501’ , los jóvenes que el día de las elecciones se subirán a un tren alquilado rumbo a Sierra de la Ventana para quedar eximidos de la obligación de votar por encontrarse a más de 500 kilómetros de su domicilio se convirtieron en el centro de las miradas. Se autodefinen como ‘los que están hartos de estar hartos y de tener que elegir el mal menor’. Pero no pueden calcular cuántos son: sólo lo sabrán cuando se vean ‘cara a cara’ en el kilómetro 501.
La idea surgió de un grupito de estudiantes y jóvenes profesionales sobre la base del Código Electoral. En el título 1, artículo 1, capítulo 12 de la norma se establece que quedarán eximidas de votar todas las personas que el día de las elecciones se encuentren a más de 500 kilómetros de su domicilio legal. Sus ideas están reunidas en una ‘Carta a los no votantes’, una suerte de manifiesto en el que afirman: ‘En la última elección presidencial, dos millones y medio de personas no se presentaron a votar, votaron en blanco o impugnaron su voto... Boletas convertidas en papel picado, una feta de jamón o un sobre vacío sirvieron como forma de protesta... Dentro de un tiempo, cuando los fuegos artificiales de la campaña hayan pasado, casi todo permanecerá igual; o peor’. El documento completo puede obtenerse solicitándolo a la dirección de e-mail, 501aper.net, o en la página Web www.aper.net/501.
¿La propuesta? ‘Que el 24 de octubre nos encuentre en el kilómetro 501, más allá del voto, que hoy se nos presenta como una imposición.’ Las reacciones no tardaron en llegar. Algunos tildaron al grupo de enemigos del sistema democrático. Como el candidato presidencial del Partido Obrero, Jorge Altamira, que los acusó de tener una actitud reaccionaria.
El constitucionalista Daniel Sabsay fue todavía más duro: afirmó que transgreden normas de orden público y no tienen ’el coraje de arriesgar ni la identidad de sus propulsores’. Otros, en cambio, llaman entusiasmados a agencias de turismo para preguntar cómo llegar al encuentro en Sierra de la Ventana. La vocero del grupo explicó a La Nación que todavía no se definió el costo del pasaje. ‘La idea es que puedan viajar todos’, sostuvo.
Entre el aluvión de reacciones, hay quienes aseguran que lo del grupo 501 no pasa de ser una broma. Eso los preocupa. Como comentó el padre de uno de los jóvenes mentores de la idea: ‘Al principio dieron notas a los medios, pero después decidieron no hablar más. Hasta le dijeron que no a la CNN. Es una lástima, porque ya los están malinterpretando’. Lo cierto es que el grupo existe y cosecha adeptos sin campaña. En una fiesta que organizó en una fábrica cooperativizada, en Almagro, reunió a casi 1000 personas. Con el precio de las entradas (entre 2 y 5 pesos) ya podrían pagar el alquiler de ‘medio tren’ a Sierra de la Ventana. Aunque la empresa ferroviaria que cubre el trayecto todavía no decidió si aceptará el trato, el 501 no pierde el tiempo: el sábado próximo hará otra fiesta en el mismo lugar, Querandíes 4290. El domingo harán una ‘parodia de manifestación, con murgas y tinte de circo’, explicaron, que llamarán irónicamente ‘Caravana hacia la democracia’. Partirá a las 15, desde plaza Italia, y terminará en plaza Francia, en la Recoleta, donde se realizará una asamblea.(14)
¿Cómo concluyó esta iniciativa? En otra nota publicada posteriormente por el mismo diario nos enteramos: “SIERRA DE LA VENTANA.- Esta pequeña localidad del sur bonaerense se convirtió en la primera del país a la que arribó un grupo organizado con la consigna de no votar como forma de expresar su rechazo a la oferta electoral.
Desde las 14 a las 15.30 de ayer los integrantes de la agrupación 501 desfilaron por la comisaría, con los rostros tiznados, sus documentos y la fotocopia del certificado de distancia (mínimo de 500 kilómetros para eximirse de sufragar), en el que volcaron sus datos, cumpliendo con un pedido de la dependencia para ‘posibilitar un trámite más ágil’. El oficial Raúl Sánchez estampó su firma al pie de 350 formularios. Cuando se le acalambró la mano lo reemplazó la inspectora Patricia Burgos. Se trató de una cifra muy inferior a los 2000 previstos en un momento según el anuncio entusiasta del grupo, que llegó a espantar a una población de no más de 1300 almas.
‘Hubo miedo por lo que podían hacer aquí o por lo que los contrarios a ellos vinieran a hacerles y que todo terminara mal’, confesó el quiosquero Beto Lozano, y añadió que hasta se pensó en cerrar negocios. Pero los temores se fueron disipando con las señales transmitidas por las autoridades. ‘Son bochincheros, pero se portan bien’, fue el parte que comunicó el personal de la línea Roca, una formación de doce coches, tres de los cuales quedaron bajo dominio de los 501 desde Constitución a Torquinst. Allí los esperaban ómnibus para viajar hasta aquí.
Resultó curiosa la escena observada por este enviado a las 10 de anteayer, cuando luego de 12 horas de viaje, el contingente, compuesto mayormente por jóvenes de entre 12 y 30 años, fue recibido por el secretario de Gobierno y Hacienda y por el director de Turismo de la comuna local, Rubén Pancitta y Guillermo Beck, respectivamente. Aquello ya se instalaba como un contrasentido, y encima se agregó un juego de disimulos mutuo. Los funcionarios saludaban cordialmente a los extraños sin revelar, claro, que ya habían recibido el favorable dictamen de los guardas. Los extraños agradecían la bienvenida y escondían un manifiesto que hablaba con ilimitado alcance de una ‘corte de bufones’.
Los 350, clase media, algunos de un peldaño más arriba, muchos tatuajes y aritos, se acomodaron en los vagones con música y truco. Hubo cigarrillos y se bebió vino tetrabrick y cerveza. En los demás coches iban exactamente sus antípodas: quienes se trasladaban a su lugar de residencia para votar.
Llegados a su destino, esta suerte de anarquistas de la posmodernidad enfiló al camping de la Asociación Cristiana de Jóvenes, donde acamparon por 4 pesos cada uno. Quizá queda, como positiva, la tendencia básica de unos pocos de querer que algo cambie en este fin de siglo. Pero aún parecieron lejos de los jóvenes franceses del Mayo del 68, cuando junto con vociferar que no querían más de lo que veían, sin importar con qué sustituirlo, enarbolaron la inquietante bandera de la imaginación al poder.”(15)
Como vemos, la relación entre los jóvenes y la participación política ofrece múltiples enfoques, numerosas posibilidades de análisis y abre infinitos debates intra y extra científicos. Pero estimamos conveniente cerrar esta síntesis con algunas reflexiones de Hentschel: “En la medida en que se habla sobre un valor (responsabilidad), este valor parece despedirse de la realidad cotidiana” (¿disfunción narcotizante?). Sobre los valores o actitudes vinculadas con valores que estén presentes en una sociedad, habitualmente no se habla. Sólo el hecho de que la responsabilidad de la sociedad frente a los jóvenes parece ser un tema, señala que algo no está funcionando.”(16)
Bibliografía
BARÓN, A. “Crece en Estados Unidos la apatía de la generación X hacia la política”, diario Clarín, Bs. As., 24/10/00.
BOSCHI, S. “En qué piensan los primerizos”, diario Clarín, Bs. As., 15/09/99.
Botana, N. “Una democracia sin Estado y sin moneda”, diario Clarín, Bs. As., 28/04/02.
BOURDIEU, P. Sobre la televisión, Barcelona, Anagrama, 1997.
CONVERSE, P. “Of time and partisan satability”, Comparative Political Studies, N° 2.
GARCÍA CANCLINI, N. Consumidores y ciudadanos. Conflictos culturales de la globalización, México, Grijalbo, 1995.
GIBERTI, E. “Los jóvenes tienen su propia manera de hacer política”, diario Clarín, Bs. As., 21/10/99.
HEREDIA, B. “Clientelism in flux: democratization and interest intermediation in contemporary México”, México, CIDE, documento de trabajo.
IGLESIAS, C. “Democracia y deliberación. Medios y ciudadanía”, en revista Textos, Bs. As., Nº 2, abril de 2003.
LEO, J. “Baja credibilidad de la prensa en Estados Unidos”, diario Clarín, Bs. As., 28/04/98.
LYNE, M. “The voters dilemma, factions and strange bedfellows, or why Latin American political parties historically weakened democracy and how we can tell”, ponencia para el Congreso de la Latin Studies Association, Guadalajara , 1997.
MURARO, H. Políticos, periodistas y ciudadanos, Bs. As., Fondo de Cultura Económica, 1997.
O’DONELL, G. “Democracia delegativa”, en Contrapuntos: ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización, Bs. As., Paidós, 1997.
__________, “La democracia está en un proceso de muerte lenta”, diario Clarín, Bs. As., 22/09/02.
OLLIER, M. “De la bipolaridad maltrecha a las incógnitas de la dispersión”, en revista Textos, Bs. As., N° 2, abril de 2003.
PARAMIO, L. “Cambios sociales y desconfianza política: el problema de la agregación de preferencias”, en Revista española de ciencia política, España, Nº 1, 1999.
_________, “La democracia tras las reformas económicas en América Latina”, en Anales de la cátedra Francisco Suárez, N° 33, 1999.
_________, “Clase y voto: intereses, identidades y preferencias”, en Revista española de investigaciones sociológicas, España, N° 90, 2000.
SANGUINETTI, L. “Espacio y ciudadanía: la encapsulación de la política”, en revista Textos, Bs. As., N° 2, abril de 2003.
SIDICARO, R. (comp.). La Argentina de los jóvenes. Entre la indiferencia y la indignación, Bs. As., Losada, 1999.
TOURAINE, A. “Juventud y democracia en Chile”, en Revista Iberoamericana de Juventud, Madrid, Organización Iberoamericana de Juventud, N° 1, 1996.
Notas
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación: “Los jóvenes y el voto mediático”, dirigido por el profesor Gabriel Lamanna e iniciado el 01/01/01 en el Programa de Incentivos a Docentes e Investigadores. Forman parte del equipo de investigación: Juliana Bertucci, Gustavo Castro García, Florencia Censi, Ángel Cufré, Fabrizio Frisorger y Néstor Valazza.
1 LANDI, O. “La generación XY”, en suplemento Zona, diario Clarín, Bs. As., 14/05/00.
2 “Cambios en la cultura política juvenil”, diario La Nación, Bs. As., 27/09/99.
3]HENTSCHEL, H. “La responsabilidad de la sociedad frente a la juventud. Jóvenes y política. El caso argentino”, en revista Contribuciones, Bs. As., CIEDLA, Nº 3, 1999.
4Idem.
5LAMANNA, G. “La participación política de los jóvenes”, en revista Oficios Terrestres, La Plata, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, Nº 13, 2003 y “La juventud argentina y la participación política”, en http://www.cambiocultural.com.ar/investigación/jóvenes.htm.
6 LAMANNA, G. “Democraticidio argentino”, diario El Día, La Plata, 28/04/01;
http://www.cambiocultural.com.ar/actualidad/lamanna.htm.
7 ALTER, V. “Educación y empleo para captar jóvenes”, diario La Nación, Bs. As., 16/10/99.
8 LAMANNA, G. “La participación política de los jóvenes”, Op. Cit.
9 HENTSCHEL, H. Op. Cit.
10 LABORDA, F. “Los jóvenes y su apatía: un divino tesoro”, diario La Nación, Bs. As., 6/12/98.
11 Idem.
12 GALEANO, E. “Teoría de la Vaca”, diario Página 12, Bs. As., 1/12/99.
13 LAMANNA, G. “Desde el fin de las ideologías, hasta el fin de la política. Los jóvenes ante la encrucijada electoral”, en revista Textos, Bs. As., Nº 2, abril de 2003.
14 LITRE, G. “Insólita iniciativa de un grupo que no quiere votar”, diario La Nación, Bs. As., 3/10/99.
15 BOUILLON, W. “La sucesión presidencial. Viajaron para abstenerse”, diario La Nación, Bs. As., 25/10/99.
16 HENTSCHEL, H. Op. Cit.