Flavio Peresson |
Intervenciones institucionales. Hacia un diseño de un dispositivo para comunicadores*
Contenido
De las posiciones iniciales
Algunos indicadores a manera de guía institucional
Qué vamos a tener en cuenta
Bibliografía
Notas
De las posiciones iniciales
Esta propuesta intenta indagar acerca de las relaciones que se establecen entre un comunicador y la institución, en tanto el comunicador se dispone a llevar adelante una actividad específica en la misma.
Partimos de considerar al comunicador como un especialista, que por lo tanto es alguien que está equipado con diferentes saberes, que es convocado por una demanda a intervenir en una institución con el fin de responder y aportar en relación con algunas dificultades o carencias que una institución tiene en el manejo de lo comunicacional.
De esta manera buscamos destacar que el comunicador al no pertenecer a la institución, y que por lo tanto no forma parte de su estructura de personal estable, se va a posicionar desde una doble perspectiva: primero operando desde la exterioridad como alguien que no está implicado en la trama institucional, y segundo operando desde la interioridad en la cual va a ser implicado en la trama institucional.
Este pasaje del exterior al interior afecta al propio comunicador como a la propia institución, en este sentido deberíamos corregir algo del primer enunciado, o al menos agregar una parte al mismo, diríamos entonces que se trata de indagar acerca de las relaciones entre el comunicador y la institución, como así también tenemos que tener en cuenta las relaciones que se ponen en juego desde la institución hacia el comunicador.
Las relaciones del comunicador con la institución se centran primariamente en analizar y resolver la demanda. Acá se pone en marcha un proceso predominantemente técnico que apunta a responder, mediante la elaboración de un producto, un pedido específico. En este punto el comunicador pone en movimiento todo su saber, toda su experiencia profesional, con el fin de resolver técnicamente el problema que se le plantea. Pero también decíamos que la institución va a poner/se ella misma en juego frente al comunicador, en este caso nos referimos al conjunto de relaciones que los actores institucionales mantienen entre sí y con las reglas, normás y táreas institucionales, lo que podríamos designar como su particular trama vincular. Esta explicación sobre lo que podemos llamar la vida interna de una institución nos lleva a destacar otra situación muy precisa: el especialista va a quedar incluido en alguno de los lugares de esa trama vincular. De esta manera el comunicador queda configurado desde una doble significación: es un representante del saber técnico y al mismo tiempo es soporte de las transferencias institucionales.
Esto nos lleva a proponer que consideremos a esta relación como un nuevo vínculo que se pone en movimiento en un proceso que caracterizamos como una instancia de pasaje, el comunicador pasa por la institución y la afecta, y la institución pasa por el comunicador y también lo afecta.
Concebir el trabajo del comunicador en una institución como una intervención y a la misma como instancia de pasaje que se desarrolla en el campo institucional, nos permite ver cómo la presencia del comunicador en la institución afecta a la misma al punto de poner en movimiento escenas conflictivas, supuestos fantasmáticos, conductas estereotipadas. Digamos que el comunicador se transforma (podríamos decir que a pesar suyo) en un disparador y receptor de una serie de componentes institucionales que están más allá de lo específicamente demandado, pero que tienen la particularidad de poder interferir a la demanda. Estas interferencias, si logran ser detectadas y esclarecidas dejan de ser un obstáculo para la tarea profesional y pueden posibilitar ver con mayor claridad la trama vincular institucional, algo que va a permitir ubicar a la demanda en una dimensión institucional más real. René Lourau rescata, en su libro Libertad de movimientos, un fragmento de M. Bajtin donde este destaca el papel de las interferencias: “Es importante que este mundo de risa esté constantemente abierto por nuevas interferencias. La noción tradicional, habitual, de un conjunto, en el cual cada elemento no recibe su sentido más que relatado por este conjunto, debe ser reconsiderada en profundidad. En efecto, cada uno de los elementos es al mismo tiempo el representante de otro conjunto que de antemano le da su significación.”
Planteadas así las cosas vemos que es posible que se abran dos dimensiones frente al especialista, una es la de los enunciados manifiestos, que son aquellos que van a dar forma a un contrato o acuerdo en el cual lo predominante es la tarea de construir una respuesta a lo demandado, y por otro lado va aparecer la dimensión de la trama vincular latente que son los supuestos fantasmáticos de la historia subjetiva institucional y sus puntos de fijeza actuales.
Llamamos supuestos fantasmáticos de la historia subjetiva institucional a la particular manera de anudarse que tienen todos aquellos sujetos que comparten una tarea, en donde los mismos se vinculan unos con otros a partir de la estructura fantasmática y libidinal que cada uno pone en juego. Así el anudamiento es la estructura grupal, que a la manera de un cliché, repite posiciones cristalizadas, organizadores fantasmáticos, y objetos libidinizados.
Entonces es probable que se activen o se pongan en marcha algunos supuestos fantasmáticos que desde la latencia se presenten en el campo de lo manifiesto, o que ingresan al campo de lo manifiesto, mediante la vía de lo sintomático. Se trata entonces de prestarle atención a algunas manifestaciones que se pueden presentar con el signo de lo problematizador dado que las mismas pueden ser verdaderos rasgos institucionales, que desde cierta negatividad encuentran su modo de presentación.
La presentación de rasgos institucionales mediante lo sintomático puede ser “sentida” o “leída” como interferencias a la labor profesional, como resistencias tanto a la tarea como al agente que la lleva a cabo. Por eso nos interesa insistir en este aspecto: el comunicador no solo se va a encontrar con una demanda explicitada, manifiesta, sino que también se va a encontrar con una gama de comportamientos que poco pueden tener que ver con aquello que se ha formulado en la demanda. Es en este sentido que nos interesa ver y analizar la intervención institucional del comunicador como una instancia de pasaje, en el cual la exterioridad y la temporalidad del mismo propicia el desencadenamiento de algunos rasgos de la estructura de relaciones que los individuos y los grupos vienen manteniendo con (en) la institución.
Esto nos lleva a replantear lo dicho un poco más arriba, en el sentido que toda demanda que formula una institución, (que termina por introducir a un especialista en la misma), en tanto es una solicitud a alguien de algo que la institución no tiene, en la medida que el comunicador-interventor entra, mira, analiza y propone, termina generando y desencadenando síntomás que representan a las relaciones libidinales y fantasmáticas que caracterizan y particularizan a una institución. Estos síntomás necesitan ser considerados e interpretados porque desde su negatividad dicen algo más de lo que se encuentra en lo manifiesto, o muestran algo diferente acerca de lo que fue presentado en la demanda.
Cuál es la importancia de la consideración que estamos planteando, dado que se podría decir que el tema para el comunicador se resuelve en tanto le devuelva a lo formulado en la demanda un buen producto técnico, ya se trate de un diagnóstico o de un plan comunicacional. Es cierto que podría pensarse que ha concluido la intervención, dado que la respuesta (el producto técnico) ha correspondido a lo demandado.
Sin embargo esta perspectiva que planteamos intenta darle relevancia a la complejidad intrínseca que tiene toda institución, mostrando que cualquier demanda formulada o implícita es un efecto de la trama densa que sostiene a toda institución. Con esto queremos ir mostrando que no hay demanda transparente o inarticulada, sino que en la misma se ramifican múltiples juegos de implicancias, tanto positivas como negativas, de los individuos y de los grupos que componen una institución. Y que por otro lado la formulación de una demanda es también un hecho diferente en la vida ordinaria de una institución, en la medida que la misma muestra que una crisis se está revelando, en tanto deja al descubierto lugares de carencia, objetivos inadecuados, digamos ineficacias varias, y esto muchas veces genera diversas alteraciones por el efecto de ruptura de la completitud imaginaria que construye (y acompaña) a toda institución.
Por eso detenerse a observar y analizar estas relaciones latentes puede aportarle al comunicador elementos valiosos que le pueden posibilitar construir una respuesta (diagnóstico o plan) que tenga caminos de inserción institucional más reales en la medida que se amplia la mirada sobre el campo institucional. Con esta mirada ampliada se pueden visualizar y dilucidar los obstáculos y resistencias, evaluando la consistencia de los mismos en relación con la trama subjetiva latente, a fin de poner en marcha las estrategias más pertinentes.
Si bien responder a la demanda supone la puesta en acto de un saber específico trabajado desde lo técnico, nadie desconoce que un producto técnico no tiene vida propia, sino que el mismo cae o se instala en las redes de las relaciones subjetivas que se traman en toda institución. Digamos algo más, no hay institución que se pueda situar más allá, o por fuera de los vínculos subjetivos que los individuos y grupos mantienen entre sí y que ambos mantienen con las táreas y normás de la institución.
Es sabido por todos que “el expediente” materialidad finita en el cual se tramita una demanda, soporte y texto que tiene fijado con antelación un recorrido bien preciso, que tiene normatizado sus pasos y sus tiempos, es al mismo tiempo un “objeto” altamente investido, objeto que carga con el amor, el odio o la indiferencia de los individuos y grupos. Con esto queremos resaltar el valor que tiene detectar los investimientos libidinales y fantasmáticos que se ponen en juego en los objetos que tramita cada institución.
Nada hace pensar que el producto del comunicador, un diagnóstico, un plan (para nosotros un objeto ofrecido a múltiples condensaciones) no corra la misma suerte que es la de encontrarse con las “vías administrativas” interferidas por los juegos deseantes y la puesta en acto de los fantasmás grupales e individuales.
Valida nuestra consideración inicial, considerar a la intervención del comunicador en la institución como una instancia de pasaje, no sólo los límites temporales de la misma, sino la puesta en marcha de un proceso particular, específico, en el cual la presentación en acto de rasgos institucionales deben ser categorizados como verdaderos síntomás, que en la medida que puedan ser trabajados posibilitaran ir descifrando los conflictos nucleares de toda institución.
De esta manera el rasgo-síntoma interfiere en la medida en que no se pueda resituar ciertas posiciones y funciones en la trama vincular, pero si se lo trabaja mediante la interpretación o el esclarecimiento, el síntoma guía, ilumina y revela.
Así considerar a la intervención como instancia de pasaje apunta a plantear los alcances y la profundidad de la misma, que comprende a la especificidad técnica, a la demanda manifiesta, y a captar, analizar y descifrar los rasgos sintomáticos en la medida que los mismos son reveladores de los supuestos fantasmáticos y de los vínculos libidinales que sitúan a los sujetos y sus funciones más allá de lo que fija el ordenamiento conciente (organigrama) de la institución.
De esta manera buscamos abrir un espacio para pensar y tratar lo que podemos llamar el “campo subjetivo institucional”, en el cual todo producto, expediente o plan comunicacional, juega, si se quiere, su destino. Abrir un espacio para mirar de otra manera las interferencias que se producen entre los procesos formalizados (organigrama, normativas, recorridos administrativos más o menos estereotipados) y el despliegue fantasmático y libidinal de los individuos y grupos de una institución.
Algunos indicadores a manera de guía institucional
-Intervención institucional
Entendemos a las “instituciones” como un conjunto material que combina: a) elementos simbólicos (su rasgo diferencial), b) elementos imaginarios (variadas identificaciones, mitos y creencias), c) diversos soportes materiales (su infraestructura, sus herramientas de trabajo, sus materiales y tecnologías), y c) un referente (el destinatario y sus diversas representaciones), este conjunto material está atravesado por los despliegues de diferentes posiciones del Sujeto en el tiempo y en el espacio. No queremos dejar de remarcar que más allá de la pertinencia de hablar de un universal denominado “las instituciones”, para el interventor siempre se trata del encuentro con un acontecimiento institucional, que como tal, es siempre particular. Es por esto que cada intervención debe registrar las marcas de lo que singulariza a cada institución, de lo que la hace diferente y única.
Llamamos “intervención institucional” al proceso de incluirnos como técnicos en determinadas situaciones institucionales con la finalidad de analizar el modo de funcionamiento de las mismas. Este proceso se lleva adelante teniendo en cuenta una serie de principios teóricos-metodológicos que permitan ir trabajando a la Institución con cierta racionalidad que de lugar a ir visualizando los procesos que se pongan en marcha.
Se supone que nos incluiremos en algunas situaciones institucionales a partir que se nos reconoce como portadores de un saber específico, que podría dar lugar a iniciar un proceso de cambio o de modificación de algunos procedimientos o de algunas formas de funcionamiento de la institución.
Este proceso, que a partir de ahora lo llamaremos intervención institucional, se pone en marcha a partir de que alguien representativo de una institución da aval a un pedido de consulta. Esto plantea que se necesitan dos movimientos institucionales, por una parte tenemos a los que se hacen cargo de una inquietud o dificultad que se les presenta en su institución y formulan un pedido de ayuda, y por otro lado es necesario un sostén o aval desde los niveles jerárquicos de la institución al pedido formulado.
Este acercamiento entre técnicos y agentes institucionales busca poner en marcha un proceso que permita indagar sobre ciertos núcleos presumiblemente conflictivos, o problemáticos. O para decirlo más afinadamente la intervención busca poner en marcha un proceso institucional de indagación y también de transformación de ciertas realidades institucionales.
La intervención distingue tres áreas, la local que es aquella en donde está situado el conflicto, la general que son los otros sectores institucionales que pueden o no estar implicados, y el área social que está referido al contexto socio-institucional particular que afecta a la institución, (conflictividad social, tensiones interinstitucionales, estado del destinatario), algo así como un afuera institucional que no es ajeno a la misma, y que inscribe rasgos y representaciones en el espacio interior de la institución.
Las dos primeras áreas son espacios delimitados por objetivos, tareas y funciones específicas, por relaciones grupales e individuales articuladas a esas funciones, y además por una estructura imaginaria que construyen los agentes del área, que da cuenta de quienes son los que están allí, ya no desde los roles que les asigna el organigrama, sino desde las posiciones y enlaces subjetivos que allí se ponen en juego. Asimismo consideramos que cada área tiene una relación de autonomía relativa con las otras, lo particular de cada área se caracteriza por ser una diferencia en relación con las otras áreas (que también se caracterizan por ser particulares), pero todas integran un conjunto que opera diferenciando e integrando. Podemos ver en ese conjunto que opera la presencia de la institución.
La tercer área, llamada por nosotros área social, está referida a aquellas relaciones sociales (instituciones públicas o privadas, grupos, disposiciones, valores, ideologías, beneficiarios, clientes) que de variadas maneras se relacionan con la institución. Algunas serán relaciones directas y hasta formalizadas por convenios, contratos, mientras que otras serán relaciones implícitas o indirectas pero que afectan al funcionamiento, o a los objetivos de la institución. Acá deberemos captar la fuerza determinante, de lo que Lourau llama, transversalidad de las funciones sociales. Esta noción da cuenta de la relación específica que tienen las instituciones con lo político-social, de la articulación entre las funciones sociales propias del contexto histórico y una de ellas, la que da lugar a que se organice una institución. De esta manera plantea Lourau la relación de vinculación y oposición entre el universo de funciones sociales y una de ellas que se ha singularizado en una institución. De este modo una institución tiene como objetivo unificante una función social, pero en la misma se tramitan algunas otras funciones sociales de manera indirecta o secundaria o subyacente.
Siguiendo con nuestro autor, Lourau llama “campo de intervención” al espacio institucional que se crea por la aplicación de los diversos dispositivos que permiten que la intervención se lleve a cabo. Este “campo de intervención” son los ámbitos propios del trabajo de análisis donde se encuentran y relacionan efectivamente los especialistas y los actores institucionales. El mismo está constituido por el equipo de la intervención, por los recursos técnicos que se van a emplear, como, diversos tipos de entrevistas, las modalidades de esclarecimiento e interpretación, cierta manera de ejercer la función de escucha; por otro lado están los dichos y entredichos, las narraciones, los discursos y las vivencias de los actores institucionales. Finalmente tenemos la relación que se establece entre ambos, esta relación que se genera entre el equipo y los actores institucionales pone en marcha un proceso que se llama transferencia institucional.
De esta manera, el campo de intervención lo forman las técnicas y estrategias del equipo que realiza la intervención, y el propio equipo, como así también las vivencias, los relatos y las problematizaciones que atañen a la dimensión subjetiva de los actores institucionales. Y finalmente la manera que tienen los actores institucionales de involucrarse transferencialmente con el equipo en este proceso.
La intervención construye un objeto de análisis, esto quiere decir que da forma a los problemas o conflictos que va a tratar. El solo hecho de que los actores institucionales transformen en relato a los acontecimientos (sean estos manifiestamente problemáticos o no) que tienen el estatuto de lo que se vive habitualmente es el principio de lo que llamamos darle forma a lo problemático. Relatar a otros (en este caso al equipo) es el inicio de un cambio de la posición de los actores institucionales, en la medida que hacen un corte con la inercia de lo habitual, dando lugar a una forma distinta de involucrarse con lo que acontece.
Poder comenzar a decir lo que pasa permite que los sentidos cristalizados pasen al plano de interpelaciones múltiples, dando lugar a otras miradas, a otras interpretaciones, que posibiliten reflexionar acerca de todo aquello que está instalado como modos fijos y repetitivos de hacer las cosas. La intervención debe aportar, para la puesta en forma de los problemas, todo lo necesario para sostener un ámbito de escucha y de esclarecimiento, debe dar contención y resguardo a los actores institucionales con los que trabaja, debe facilitar el intercambio de la diversidad de opiniones y puntos de vista, debe proporcionar elementos que permitan esclarecer las temáticas oscuras o confusas, debe formular todas las preguntas necesarias cuando no entienda algo de lo que se dice, y finalmente debe delinear, en base a lo expuesto, una hipótesis de trabajo.
Entonces el objeto de análisis institucional es un recorte en la trama vincular institucional que reconoce dos dimensiones, una es la de lo manifiesto (el síntoma), la otra es la de la latencia (el problema); y por otro lado tenemos que construir una hipótesis de trabajo y lograr consensuarla.
El reconocido institucionalista F. Ulloa define al síntoma como “la conducta que en ciertos momentos de tensión encuentra como única vía los individuos o grupos en una institución, en la creencia de encontrar en ella una solución”. Con esto se quiere decir que el trabajo parte de aquello que los afectados plantean como sus puntos de dificultad, sus problemas reconocidos, lo sintomático de su padecimiento, en fin lo que les pasa. Esto en general atañe al área local, a uno o a los varios grupos que habitan un sector, pero la indagación y el análisis debe acercarnos al por qué les pasa, lo que podríamos llamar las causas latentes, que muchas veces no están referidas solamente a situaciones inconscientes de ese grupo sectorizado, sino que las causas se complejizan porque tienen que ver con diversos atravesamientos que ponen en evidencia una trama diversificada de relaciones intra e interinstitucionales.
De esta manera la intervención se juega en un recorte espacial propio dentro de la institución, o mejor dicho la intervención genera un espacio distinto en la institución. La finalidad de este espacio o “campo de intervención” es tratar de indagar y de dilucidar el funcionamiento de lo instituido, de analizar su complejidad y de sacar a la luz las contradicciones existentes. A. M. Fernández destaca de la siguiente manera las funciones propias del equipo interviniente: “La intervención interpretante puntúa algún sentido, señala un sinsentido, resalta una paradoja. En ese movimiento, no descubre sino que crea las condiciones de posibilidad para que otros sentidos puedan ser enunciados.”
Entonces se trata de interrogar los sentidos cristalizados, los mitos fundantes y la dimensión política que recorre la Institución, para desnaturalizar las prácticas institucionales que la hacen inoperante e ineficaz y que terminan obstaculizando el desarrollo de su función social, buscando que se vayan gestando e instituyendo nuevos modos de relación y de producción.
El momento de la intervención tiene por finalidad explorar la/s demanda/s actuales, hacer la historia de su pasado para que esta permita visualizar los cambios y las continuidades, darle visibilidad a los problemas que obstaculizan el funcionamiento de la Institución, esto va a permitir construir un mapa del funcionamiento real de la misma (diagnóstico). Sobre esta base se diseñara la propuesta más adecuada, teniendo en cuenta las particularidades de cada caso.
Qué vamos a tener en cuenta
- Relevamiento de la información
En esta investigación denominamos “relevamiento de la información” a una manera particular del trabajo de campo, al mismo lo entendemos como un proceso de trabajo abierto y dinámico que es el resultado de la articulación entre: a) agentes técnicos con objetivos y métodos elaborados y consensuados, con b) una serie de acontecimientos propios de conjuntos materiales particulares que se definen “a priori” como institución.
Decimos agentes técnicos buscando resaltar que aquellos que llevan adelante una intervención (se trate de una observación, o de un diagnóstico o de otro aporte) van a intentar posicionarse a partir de su saber teórico y de sus instrumentos técnicos, es decir más allá de sus valores y creencias subjetivas.
Queremos resaltar el término intentar en el sentido de marcar una tendencia, un esforzarse hacia la racionalidad que aporta el saber teórico y las operaciones técnicas, este tender hacia implica que el agente técnico busca salirse de sus valores y creencias (determinaciones ideológicas), de todo aquello que en él se encuentra inscripto en tanto individuo signado por una época histórica. Tener un saber sobre las cosas es distinto que el saber común y cotidiano que parece que viniera de las cosas mismas, construir un saber es diferente a extraer un saber. En este sentido el agente técnico, si bien parte del saber cotidiano que posee todo sujeto institucional, va a trabajar sobre esta materia prima buscando, ya sea mediante la dilucidación, la desconstrucción, la interpretación, revelar la lógica causal que determina que los actos y los hechos sean como son.
- La historia
La historia no es el pasado. El pasado son datos, hechos, acontecimientos, fechas, recuerdos, documentos, algo así como eslabones sueltos que no llegan a formar una cadena. Hacer una cadena es generar sentidos, encontrar significaciones, hallar nexos entre hechos, construir series, visualizar rupturas y continuidades. Se trata entonces de significar los cambios, las rupturas, las pérdidas a partir de lo que se mantiene vigente, que encuentre su lugar lo relevante y lo accidental. Algo así como poder encontrar una lógica (siempre particular y única) en donde se articulan una serie de datos que encuentran su sentido y ubicación solamente a partir de esa lógica que los mismos posibilitan.
Al respecto dice Lacan: “La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado”. La historia es el resultado del trabajo sobre el pasado, trabajo de relevamiento de reconstrucción y de ilación significante. El pasado es lo perdido, lo que ya no está, en cambio la historia es la construcción de un texto a partir de lo que quedó de lo que ya no es, y que tiene como horizonte el futuro.
Del pasado algo se sabe, algo se recuerda, para construir la historia es necesario el recuerdo, pero la historia ya no es el recuerdo. Hacer la historia es construir un texto que “narra” el pasado al futuro.
En esta reconstrucción nos interesa visualizar los tres “momentos” que propone Lourau (universal, particular y singular), básicamente el momento “particular” y su pasaje a lo “singular”; dicho de otra manera, cuando desde lo grupal se hizo institución.
Nos interesa circunscribir los actos fundantes y sus consecuencias. Queremos encontrar qué se formalizó de esos actos fundantes, y si hubo deseos o proyectos que no encontraron su lugar en la formalización, y cuáles fueron las consecuencias. También nos interesa localizar el universo de transversalidades de funciones sociales que la afectaron y cuáles son las que ahora la afectan.
Acontecimientos del origen:
- dónde
- quiénes
- por qué
Momento de la formalización:
- El proyecto fundante
- Primera organización, estatutos, normas
- El organigrama
El funcionamiento de la institución:
- Objeto
- Metas, propósitos
- Relaciones personales
- Ilusiones, proyectos
- Acontecimientos relevantes
- Transferencia institucional
Una intervención institucional pone a un especialista en la escena institucional, de esta manera las relaciones propias de una institución “sufren” la presencia de alguien ajeno a la misma, esta “intromisión” genera una serie de procesos (fantasías, sospechas, inquietudes) que se ponen en juego en relación a esta presencia.
Por otra parte frente al interventor se presentan y se representan signos y rasgos del entramado vincular de la institución. Inquietudes, fantasías, rasgos conductuales grupales e individuales van saliendo al paso del interventor, la institución a través de distintos “voceros” va revelando de manera sinuosa (a veces también directa) sus problemas y dificultades, sus anhelos y aspiraciones.
Transferencia es el principio teórico que funda la práctica terapéutica del psicoanálisis, el término designa el enlace que el analizado establece con el analista. Este enlace se cimenta desde la reactualización del pasado sintomático del analizante, desde las intervenciones del analista, y desde la suposición de saber que el analista es llevado a ocupar. En el psicoanálisis se distingue claramente de toda forma de influir sobre otros de manera intencionada, o aprovechando el poder que genera la sugestión.
De este modo la transferencia institucional es la relación que la institución establece, mediante los grupos e individuos de la misma, con el interventor, a través de la cual se ponen de manifiesto las características que tienen las relaciones dominantes, el estado de las relaciones subalternas, los vínculos libidinales entre los grupos e individuos, y los fantasmas latentes institucionales.
Transferencia institucional es enlace y tramitación, que permite tomar contacto y dilucidar lo inconsciente y fantasmático de las relaciones grupales e individuales que se entretejen en una institución.
- Localizar las demandas (necesidades)
Podemos partir de tomar el término demanda en su sentido más común, más habitual, este seria similar a pedido, de solicitud, de ayuda. Por alguna razón alguien solicita ayuda a otro. Ahora podemos plantear a la demanda como consulta de análisis institucional, la solicitud o pedido formal que hace un sector de una institución.
Sin embargo en el transcurso de la intervención surgen “otras demandas”, variadas, contradictorias que responden a las “necesidades” particulares que tienen los grupos institucionales. Estas “necesidades” pueden estar presentes y actuadas como “quejas”, “enojos”, “contrariedades”. Hacer de las mismas “verdaderas demandas” es una tarea de la intervención, es un trabajo que busca que los grupos e individuos se impliquen con su queja, que le den otro sentido a su padecimiento institucional, y que localicen interlocutores válidos para las mismas.
- Implicación Institucional
Cómo se relacionan los actores, los individuos y los grupos, en (con) la institución. En principio nos interesa visualizar qué relaciones personales deben ponerse en marcha según lo que espera la institución, (desde el punto de vista del organigrama, de los objetivos y de sus intereses imaginarios), y por otra parte cómo se relacionan los actores según los intereses particulares de cada cual.
Acá tenemos en cuenta el nivel manifiesto de la institución, su organización, las normas y reglamentos (lo establecido, lo ya configurado, lo instituido), su base material, su red simbólica, sus significaciones imaginarias y las múltiples, variadas, contradictorias, como divergentes maneras que tienen de relacionarse los actores institucionales en la misma.
Segmentariedad (lo particular/ lo institucional)
Autonomía y/o sometimiento en relación a las tareas, las normas, los otros.
Distancia en relación a las tareas, normas, los otros.
Integración a las tareas, las normas y los otros.
Modos de vinculación:
- en sus espacios,
- con las tareas,
- con las decisiones,
- con los otros,
- con el afuera.
Sostiene Lourau: “de manera muy general estamos todos implicados en el sentido genérico del término, antes de aclarar en que sector institucional estamos… (la implicación) no es una situación psicológica entre otras que andaría por ahí: es nuestro modo de relación con la institución”.
- Analizadores institucionales (trastornos o síntomas)
Definido por Lourau como: “aquel elemento que consiste a la vez en lugar y recurso privilegiado de abordaje y resolución del análisis”, toda alteración institucional en proceso o los restos (cronificados) que han quedado de la misma, toda las maneras de maniatar o contener u organizar las crisis grupales, todo malentendido individual, toda repetición mortificante debe ser considerado como un analizador, como acto revelador de cierta verdad latente.
Nuevamente R. Laurau, “este último (el analizador) designa elementos o acontecimientos que en la situación son más provocativos que otros, más perturbadores, aunque sean aparentemente banales, “insignificantes”. Por ejemplo la presencia/ ausencia de tales o cuales categorías del personal del establecimiento o de la asociación o del servicio. El analizador esta construido por las relaciones institucionales, pero fundamentalmente esta construido a partir de las variadas modalidades que van tomando estas. Por esto el analizador está ahí como algo más que habita la institución, indicando su fuerte pertenencia a la misma. Podríamos decir que el mismo se explica y se sustenta en las relaciones contradictorias que existen entre lo instituido y lo instituyente. El analizador parece condensar lo singularmente significativo con la insignificancia de lo habitual.
Otra vez Laurau: “Se denominará analizador a lo que permite revelar la estructura de la institución, provocarla, obligarla a hablar…”. En esta perspectiva el analizador por función y estructura se equipara al síntoma subjetivo, en la medida que es el resultado de la transacción entre lo instituido y lo instituyente, (en el caso del síntoma subjetivo es el resultado o efecto del contrapunto entre el deseo y la defensa). De esta manera el analizador-síntoma tiene dos caras, por un lado lo que pugna por realizarse, y por otro lado la defensa y sostenimiento de lo establecido. Este producto de transacción se mantiene en la medida que le da cierta salida, o cierta solución a un conflicto, porque cada una de las instancias en pugna algo logran, algo obtienen. El analizador-síntoma estabiliza cierto malestar, provee de algún tipo de solución… y allí se mantiene esperando que alguien lo ponga a hablar.
- Diagnóstico
Entendemos al diagnóstico institucional como la serie de apreciaciones, de discernimientos, de hipótesis, que nos muestran algunos indicadores que revelan la estructura latente de una institución. El diagnóstico no es una revelación inmediata, no está ahí ya escrito esperando al especialista, sino que el mismo es un proceso en el cual se construye una mirada nueva, esto supone un recorrido y un trabajo sobre los diferentes envoltorios institucionales. Recorrer los nudos, los problemas, los malestares, las formalizaciones instituidas, o las informalidades instituidas, prestándole atención a lo evidente como a lo que existe como obvio o natural. Este recorrido, de lo manifiesto a lo latente, implica tomar a la institución desde su revés.
Situar el problema: su dimensión interpersonal: a quiénes involucra, quiénes están afectados, qué grado de conciencia existe; su dimensión temporal: desde cuándo existe, cual ha sido/ es su núcleo.
Situar el problema: su alcance institucional: organigrama, objetivos, recursos (humanos y físicos) y funcionamientos afectados. Área/s, espacios, lugares afectados; su dimensión temporal: desde cuándo existe, cuál ha sido/ es el núcleo.
En qué se va a actuar: recursos humanos, materiales, disponibilidades subjetivas. Potencialidades manifiestas y/o latentes en relación con lo que se quiere actuar, consensos y compromisos en juego. Límites.
- Propuesta
La propuesta es darle forma a lo que se plantea llevar a cabo, puede tratarse de una acción particular, un programa para un sector o área, o un plan integral. La misma no sólo contiene el plan o programa con objetivos claros, con tiempos pautados, con las funciones discriminadas, con la asignación de responsabilidades, sino que debe incluir un contrato o convenio, en donde se fije con claridad los responsables de cada lado, los interlocutores principales o secundarios, los informes que se presentarán, como así también los honorarios a percibir, y toda otra cuestión que se considerada de interés por alguna de las partes intervinientes.
Bibliografía
BAREMBLITT, Gregorio. El inconsciente institucional, México, Ediciones Nuevomar, 1983.
BLEGER, José. “El grupo como institución y el grupo en las instituciones”, en Temás de psicología, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1972.
BUTELMAN, Ida. “El análisis institucional. Origen grupal y desarrollos”, en Espacio Institucional 2, Buenos Aires, Lugar Editorial, 1991.
FERNÁNDEZ, Ana María. El campo grupal, Buenos Aires, Nueva visión, 1997.
LACAN, Jacques. Seminario I, Barcelona-Buenos Aires, Paidós, 1981.
LOURAU, René. El campo de coherencia del análisis institucional, Cuadernos de Postgrado, Buenos Aires, UBA, 1995.
___________, El análisis institucional, Buenos Aires, Editorial Amorrortu, 1994.
___________, Libertad de movimiento, Buenos Aires, EUDEBA, 2001.
Notas
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación: “Intervenciones institucionales: hacia el diseño de un dispositivo para comunicadores”, que fuera dirigido por el Prof. Flavio Peresson e iniciado el 01/05/01 en el marco del Programa de Incentivos a Docentes e Investigadores. Formaron parte del equipo de investigación: Eva Mariani, Sandra Bianchi y Ana Pagano. La investigación finalizó el 31/12/03.