AA.VV




La comunicación y los comunicadores: concepciones y representaciones en los proyectos de formación y en el imaginario
de los actores universitarios*

AUTORES VARIOS

El presente estudio remite al análisis de las perspectivas y problemáticas presentes en relación con la articulación entre los campos académico-disciplinar y profesional de la comunicación en la formación universitaria en comunicación, a partir del análisis del caso de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Se centra en el estudio de la configuración que adquieren estos campos a partir de los documentos curriculares, de las prácticas y de los imaginarios de los sujetos que intervienen en ella, con el fin de identificar problemáticas pedagógico-didácticas emergentes en los procesos de formación universitarios en este campo de estudio. De este modo los objetivos centrales de la investigación apuntan a:

- Indagar cómo aparece configurado el campo académico de la comunicación social en las propuestas curriculares y en el imaginario de los actores involucrados en la formación.

- Relevar las definiciones curriculares y el imaginario de los actores involucrados en la formación acerca de la identidad profesional del comunicador social.

- Identificar problemáticas emergentes en los procesos de formación en comunicación social relacionadas con la configuración del campo de conocimientos y de las prácticas profesionales implicados en los mismos.

De este modo, el campo material de nuestra investigación lo constituyen tanto el análisis de los Planes y Programas de estudio, como las concepciones, representaciones e imágenes construidas y sostenidas por los sujetos intervinientes en los procesos formativos. En los apartados siguientes se presentan algunas categorías iniciales de comprensión del problema delimitado y se delinean dimensiones de indagación para el relevamiento y análisis en el campo material antes definido. Ellas se organizan en los tres núcleos centrales que delimita la construcción del problema de investigación: el currículum y las prácticas de formación, el campo académico y el campo profesional.

El curriculum y las prácticas de formación
como ámbitos de articulación de los
campos académico y profesional

GLENDA MORANDI

En el campo del curriculum, producto de los debates producidos en las últimas décadas, la diferenciación entre el documento curricular o plan de estudios y el proceso de desarrollo del curriculum(1) ha abierto al análisis de múltiples dimensiones. El primero correspondería a una etapa inicial de definición curricular que enmarca un conjunto de decisiones políticas, académicas y pedagógicas en un momento histórico y en un contexto disciplinar e institucional determinado, que expresa una determinada norma en la que se definen los requisitos de formación y acreditación de los sujetos. Un documento curricular constituye entonces un “texto social”, producto de negociaciones y acuerdos, en el cual se propone un modo de organizar un conjunto de saberes y prácticas para formar a un sujeto en un determinado campo disciplinario y en una práctica de ejercicio profesional.

Sin embargo, esta “expresión curricular” no se mantiene como algo inmutable, sino que se actualiza en las prácticas de los sujetos. Las transformaciones que operan en las prácticas resignifican la propuesta formal tanto en cada situación de aula concreta como a partir de nuevas experiencias y prácticas formativas que surgen de forma paralela o alternativa. Ello da lugar a lo que se denomina el “curriculum real". A eso se suma, el llamado “curriculum oculto”, en referencia a un conjunto variado de actitudes, valores, creencias y prácticas que se trasmiten implícitamente en los vínculos institucionales, la relación docente-alumno y otros factores que interactúan en los procesos de enseñanza-aprendizaje.

En esta línea partimos del reconocimiento de que las definiciones curriculares en el marco de las instituciones materializan o definen un escenario para la formación de los sujetos, marcos de experiencias, de prácticas y de categorías que se ofrecen a los mismos de manera legítima en el marco de una institución. En este sentido el curriculum delinea identidades profesionales y académicas, más allá de las contradicciones y espacios de construcción que quedan abiertos a los sujetos y permiten afirmar una no linealidad entre las definiciones institucionales y los procesos subjetivos de formación.

Estos espacios de formación entendidos como mediadores, no intervienen de manera “neutral” en la formación, sino que articulan un conjunto de instrumentos que “interpelan” a los sujetos desde ciertos lugares, contribuyendo a la conformación/ transformación de su subjetividad, en tanto ésta se convierte en objeto de “problematización”, en estos espacios. Al plantear la idea de un sujeto que se forma, se torna necesario detenernos en la constitución de un modo de “ser”, en la conformación de una subjetividad determinada. Las discusiones acerca de qué competencias, saberes, valores, deben formar parte de los Planes de Estudio, estarían trabajando con este sentido del concepto. Interesa rastrear las formas que asumen estas interpelaciones y las subjetividades que se delimitan en el contexto universitario. Ya sea que esta se articule alrededor de un modo de ser alumno, de ser docente, de ser profesional o académico en este espacio institucional.

Al mismo tiempo, abordar la dimensión curricular implica realizar un análisis de las prácticas de formación en las que se materializa la propuesta curricular formal. Ello permite identificar continuidades y rupturas, reconocer las construcciones metodológicas dominantes en la enseñanza, su articulación con los diferentes enfoques epistemológicos, etc. Asimismo, rastrear los desarrollos de las didácticas específicas relacionadas con estos campos de conocimiento, así como sus derivaciones concretas para la enseñanza.

Observamos en torno del curriculum universitario y los campos académico y profesional que, tal como lo plantea A. Díaz Barriga(2), una tendencia a equiparar conocimiento profesional y académico, lo cual ha impedido analizar las diferencias sustantivas entre ambos campos, y el reconocimiento de sus interrelaciones y mutuas determinaciones en las definiciones curriculares.

Preguntarse por las articulaciones entre el campo profesional y el académico en los procesos de formación hace necesario, en primer lugar, pensar a dichos campos por separado, identificando sus rasgos específicos, sus lógicas y dinámicas de producción y reproducción. En ese sentido nos resulta interesante retomar como primera categoría de análisis la definición de campo que propone Bourdieu dentro del área de las ciencias sociales ya que, como herramienta teórica-analítica nos provee de categorías básicas para encarar el problema, en tanto remite a la identificación de un conjunto de esferas de “juego” relativamente autónomas, que no pueden reducirse a una única lógica dentro de una sociedad. En palabras del autor un campo puede definirse como “espacios de juego históricamente constituidos, con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias”(3). Conforma así, “una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones se definen objetivamente en su existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, ya sean agentes o instituciones, por su situación actual y potencial en la estructura de la distribución de los diferentes espacios de poder (capital), cuya posesión implica el acceso a las ganancias específicas que están en juego dentro del campo”(4).

En esta línea, reconocer a las esferas de “lo académico” y “lo profesional” como campos relacionados pero diferenciados, que responden a lógicas diversas en las que se estructuran relaciones de fuerza entre distintos sujetos, permite reconocer los modos diferenciales en que ambas han incidido en las propuestas formativas a nivel universitario, en función de los marcos político-educativo vigentes y de las trayectorias institucionales particulares. Estos campos expresan, al mismo tiempo, los dos polos de un debate central en las discusiones actuales que tienen como ejes: la identidad de la institución universitaria en tanto formadora de profesionales o intelectuales; la vinculación entre la universidad y escenario laboral en cuanto a la adaptación a las demandas del mercado; los perfiles de formación universitaria que se disputan entre las perspectivas generalistas y especializadas, entre otros.

Otra cuestión relevante, que deviene de los debates en el marco de la sociología de la educación, remite a la estrecha implicación entre las decisiones que atañen a la definición de una propuesta educativa y las decisiones políticas e ideológicas que la enmarcan. De este modo, la configuración curricular, si bien supone la definición de conocimientos y prácticas de determinado campo disciplinar y sus modos de transmisión, implica centralmente la adscripción a un proyecto de formación colectivo que expresa o resuelve la relación universidad-sociedad, educación y campo laboral-productivo, y la relación entre conocimientos e intervención profesional, entre otros. De este modo el curriculum se concibe como una construcción colectiva, producto de pujas y acuerdos, como proyecto formativo que expresa un imaginario colectivo e implica dimensiones políticas y éticas(5).

En las perspectivas esbozadas anteriormente, resulta relevante profundizar en la distinción entre el campo académico y profesional en el ámbito de discusión teórica y proyección en el curriculum universitario, cuestión que será desarrollada en los apartados posteriores.

Notas
* El presente trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación: “Identificación de perfiles y tendencias en las articulaciones entre los campos profesional y académicos en la formación universitaria en Comunicación social. Un estudio de caso”, dirigido por Nancy Díaz Larrañaga e iniciado el 01/01/03 en el marco del Programa de Incentivos a Docentes e Investigadores. Forman parte del equipo de investigación: Mónica Ros, Eva Mariani, Glenda Morandi, Ana María Húngaro, Andrea Iotti y Susana Martins.
La reflexión sobre el curriculum ha generado numeroso trabajos en los últimos años, entre otros se puede mencionar: KEMMIS, S., El curriculum: más allá de la teoría de la reproducción, Madrid, Ed. Morata, 1980; GOODSON, I., “La construcción social del curriculum. Posibilidades y ámbitos de investigación de la historia del curriculum”, en Revista de Educación (Madrid), Nº 297, 1991 e Historia del curriculum: la construcción social de las disciplinas escolares, Barcelona, Ed. Pomares-Corredor, 1995; DE ALBA, A., Curriculum: Crisis, Mito y Perspectivas, Bs. As., Ed. Miño y Dávila, 1995; ARGUMEDO, M., “De entornos, planes de estudio y curriculum”, en Pensamiento Universitario, Año 6, N° 6, pp. 27-47, 1999.
DÍAZ BARRIGA, A. “La profesión y la elaboración de planes de estudio. Puntos de articulación y problemas de diseño”, en La profesión. Su condición social e institucional, México, Centro de Estudios sobre la Universidad, 2000.
BOURDIEU, P. Cosas dichas, Buenos Aires, Gedisa, 1998, p.108.
4 BORDIEU, P. y WACQANT, S. Respuestas. Por una antropología reflexiva, México, Ed. Grijalbo, 1995, p. 64.
5DE ALBA, A. Evaluación curricular. Conformación del campo, México, UNAM, 1991.

El campo académico

SUSANA MARTINS
ANA UNGARO

¿Qué implica pensar lo académico como campo? Al pensar lo académico desde la categoría de campo el conocimiento se constituye como eje estructurador alrededor del cual se conforman las diferentes dimensiones del mismo. De este modo, el campo académico de la comunicación se define como un espacio estructurado de posiciones, históricamente conformadas, con propiedades que pueden ser analizadas independientemente de quienes las ocupen y cuya estructura se anuda fuertemente con las lógicas de producción, legitimación y circulación del “saber académico” en un momento histórico determinado. Este configura al mismo tiempo un espacio de lucha, conflicto y negociación en que los contendientes rivalizan por conservar o acrecentar el capital (el conocimiento), e incluso por conservar o modificar las reglas mismas del juego, es decir transformar el campo de fuerzas. Es importante rescatar el aspecto dinámico del campo, en tanto en los mismos se producen constantes definiciones y redefiniciones de las relaciones de fuerza entre los agentes y las instituciones comprometidas en el juego.

En dicho marco, las prácticas (¿profesionales?) asociadas al campo de la comunicación tendrán mayor o menor lazo identitario con “lo académico” de acuerdo a la mayor o menor cercanía respecto al punto central donde ubicamos al saber.

En esta reconstrucción creada a fin de ubicar y ordenar las distintas dimensiones asociadas a lo específico del campo, podemos definir con fines exclusivamente analíticos, al “saber académico” como aquellos conocimientos, producciones teóricas y paradigmas vigentes que se legitiman como propios de una disciplina, así como sus estrategias de producción y validación. Los conocimientos y habilidades propias del ejercicio de una profesión corresponderían al campo profesional. La diferenciación entre ambos campos se hace compleja en función de sus mutuas relaciones, ya que “el académico”, si bien podría encuadrarse participando del campo profesional, responde a lógicas y prácticas que colaboran en la delimitación del campo académico. Del mismo modo, aquellos saberes y habilidades que se asocian al ejercicio profesional se constituyen como pertenecientes al campo académico al legitimarse en los marcos institucionales y discursos de los sujetos que constituyen el campo académico.

La relación disciplina-establecimiento en la configuración de lo académico en la Universidad

Si es que existe un espacio social privilegiado para que el campo académico se construya y desarrolle, ese es el de la Universidad, y en esa relación (disciplina-establecimiento) es posible rastrear representaciones comunes, históricamente construidas, en un proceso continuado a partir de dispositivos materiales y simbólicos tanto de la cultura de la disciplina como de la cultura de la institución.

Es en la Universidad donde pueden verse más claramente los contornos de la disciplina pero, a su vez, se establece una relación de mutua necesariedad en la que, si bien la institución se articula en torno a la disciplina, ésta se ve atravesada por los distintos niveles de organización de la institución.

En esta línea Burton Clark plantea que la Universidad se configura en torno a un sistema de creencias, valores y normas que delimitan la dimensión simbólica de la institución, de manera que incluye a los miembros en subculturas particulares. Mientras que la disciplina opera con una tradición cognitiva y códigos de comportamiento que incluyen modos de vida a los que son introducidos gradualmente los nuevos miembros.

Es así que es imposible pensar la relación entre ambas por fuera del conflicto y las tensiones que hacen que estemos frente a un equilibrio lábil donde constantemente se reformulan las identidades de una y otro, la disciplina y el establecimiento. Una vez más rescatamos la dimensión dinámica a la que remitíamos anteriormente desde la categoría de campo de Bourdieu.

Para Clark, un punto central desde donde empezar a mirar la relación disciplina-establecimiento es a partir de las tareas concretas que llevan adelante los académicos en el marco organizacional y valorativo de la institución. En palabras del autor "... las tareas y los trabajadores se agrupan de acuerdo con los paquetes de conocimiento (...) ¿qué significa hablar del agrupamiento de las tareas y trabajadores en torno a los campos de conocimiento? (...) Por ejemplo los analistas que han comparado la organización académica con la de otros sectores de la sociedad, señalan que en el mundo académico las configuraciones jerárquicas en el trabajo resultan extraordinariamente planas y superficialmente estructuradas. Una organización de tipo universitario se compone de múltiples células de especialización colocadas horizontalmente y débilmente articuladas en los niveles operativos junto con un pequeño número de niveles superiores de coordinación (...) La forma predominante ha sido la estructura plana de piezas débilmente acopladas y esto obliga a concebir la organización académica en términos de una federación o una coalición, antes que como un sistema unitario comúnmente conocido como burocracia.” (cfr. Clark, 1991).

Este modo de pensar la relación entre disciplina y establecimiento es fundamental para nuestra indagación acerca de las articulaciones del campo académico en la propuesta de formación institucional, en tanto el campo académico se reconfigura en un marco institucional con características particulares, en los atravesamientos políticos, de poder y de relaciones de fuerzas que se han desarrollado históricamente al interior del establecimiento y con otras instituciones del sistema de Educación Superior.

Además de las variables institucionales que atraviesan la conformación de una identidad académica, existen otros ejes a tener en cuenta, tales como: los distintos tipos y grados de articulación de los sujetos entre sí dentro de la disciplina, las trayectorias de formación diferenciadas que implican distintas valoraciones respecto de su legitimidad, los circuitos de producción/ circulación e investigación del conocimiento científico de los actores, la presencia en debates importantes para la constitución de la disciplina en distintos niveles (local, nacional, internacional).

Es importante señalar que la vinculación entre los académicos, en tanto sujetos constitutivos del campo, cuyas actividades se centran en las disciplinas con las que establecen sus compromisos fundamentales, y los establecimientos universitarios que, como entidades, expresan compromisos sociales para el desarrollo de la enseñanza y la extensión, no es en absoluta armoniosa dado los diferentes intereses que las nuclean.

De este modo, empezar a preguntarse por lo académico no sólo tendrá que ver con lo estrictamente disciplinar, en tanto materias o contenidos dictados y/o aprendidos, sino también con cuáles son las actividades que configuran una identidad académica y que se relacionan directamente con ese conocimiento que estructura y es estructurado desde lo institucional y que se expresa en los procesos de formación.

Bibliografía
CLARK, B. El sistema de Educación Superior: una visión comparativa de la organización académica, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Nueva Imagen, 1991.

El campo profesional

MÓNICA ROS
ANDREA IOTTI

Interrogarnos sobre el campo profesional de la comunicación en el currículum implica, como ha sido expresado previamente, asumir la diferenciación entre éste y el campo académico. En este sentido, si la categoría de campo académico refiere al desarrollo teórico, conceptual y metodológico de una disciplina particular, el término de campo profesional remite al conjunto de conocimientos y habilidades técnico-conceptuales asociados a una profesión, que se manifiesta en los imaginarios individuales y colectivos, así como en las características que asumen las prácticas profesionales concretas. De este modo, si bien la configuración curricular supone la recontextualización de conocimientos y prácticas de un/ unos determinado/s campo/s disciplinar/res, buena parte de éstos expresan la adscripción a un proyecto de formación colectivo que contribuye a conformar una identidad profesional, en tanto que configuran definiciones acerca de “qué es” y “qué sabe” o “debe saber-hacer” este profesional. Al aproximarnos a la categoría de “lo profesional” nos encontramos con definiciones provenientes de la sociología de las profesiones que incluyen entre sus rasgos básicos: la existencia de un cuerpo de conocimientos consistente; fuertes lazos entre sus miembros auto-organizados en asociaciones profesionales; autonomía y control de su propio trabajo, aún dentro de las regulaciones legales vigentes; y una ética compartida.

Desde esta perspectiva resultaría casi imposible reconocer al comunicador como integrante de una profesión. Sin embargo, las transformaciones sociales acaecidas en las últimas décadas han reconfigurado los modos de ejercicio profesional/ laboral, resultando difícil reconocer estos rasgos aún en el caso de las profesiones más tradicionales. Ello da cuenta de las limitaciones de esta perspectiva, en tanto la profesión es definida exclusivamente desde las características que asume en las prácticas laborales.

En este marco, partimos de la distinción inicial entre campo laboral y campo profesional. Por el primero, entendemos el conjunto de ámbitos y prácticas de desempeño efectivo del comunicador. Remite, de alguna manera, a la lógica del mercado laboral y las instituciones y tareas a él asociadas; mientras que por campo profesional concebimos a la articulación entre los imaginarios profesionales de los sujetos e instituciones insertos en el campo comunicacional[1] y los imaginarios sociales sobre el rol del comunicador, que configuran la legitimidad que la sociedad le otorga a la profesión. Este último aspecto no constituye un eje central de análisis en la presente investigación, de manera que nos aproximaremos a estos imaginarios sociales a partir de cómo son reconocidos y articulados en los discursos que sostienen los sujetos insertos en el campo comunicacional.

De este modo, aproximarnos al análisis del campo profesional en este estudio, implica interrogarnos centralmente por los imaginarios profesionales que se construyen en los discursos institucionales -formalizados en el Plan de Estudios y resignificados en los Programas de las materias- y en aquellos otros que sostienen los diferentes sujetos involucrados en los procesos de formación (autoridades, docentes y alumnos).

Una primera puerta de acceso a dicho interrogante son las definiciones curriculares relativas al perfil profesional y los “modelos profesionales” a él asociados. Ello involucra la identificación, en la propuesta institucional de formación, del mapa de las prácticas sociales que se convierten en objetos de comprensión/ intervención del comunicador[2]; de los modos de articulación del campo académico con las prácticas y habilidades que se reconocen como rasgos de identidad de la profesión; así como de los sujetos e instituciones del espacio social amplio que son vislumbrados como ámbitos de inserción posibles. El cruce de estas perspectivas permite una aproximación a los “modelos profesionales”, explícitos y subyacentes en el curriculum.

Una segunda perspectiva remite al análisis de los procesos de resignificación que de los discursos y experiencias institucionales realizan los sujetos involucrados en la formación. Este eje de análisis implica comprender estos procesos como subjetivos pero anclados en la dimensión institucional, en tanto que si bien se configuran como construcciones de los sujetos, que pueden incluso ser divergentes del discurso oficial, surgen en diálogo con él.


Finalmente, una dimensión que cruza a las perspectivas anteriores remite al análisis de las jerarquías, las tendencias dominantes y divergentes, los límites y las relaciones entre los diversos “modelos profesionales” identificados en los discursos institucionales y subjetivos.

Notas
[1] Por ejemplo: instituciones formadoras, intelectuales legitimados por la comunidad de productores de conocimiento, estudiantes y docentes de carreras de comunicación, sujetos que se desempeñan en actividades laborales vinculadas al campo, entre otros.
[2] Nos referimos a aquellas prácticas sobre las que el campo de la comunicación construye miradas específicas, más allá de que sean compartidas con otras disciplinas.


La aproximación al campo/ Los accesos al campo

EVA MARIANI

Conscientes de las dificultades que esta diferenciación analítica plantea, ya que los tres aspectos antes señalados se entrecruzan y configuran mutuamente, es que establecimos algunas líneas teóricas desde donde empezar a mirarlos y a delinear estrategias y herramientas que nos permitan ir al terreno en busca de los documentos y los imaginarios de los sujetos, vías principales de acceso al estudio del caso.

- En el cruce de lo curricular con el campo académico, consideramos que es pertinente analizar los documentos en dos niveles: el plan de estudios, por un lado, y los distintos programas de las asignaturas, por otro. Una vez hecha esta distinción nos resulta clave interpelarlos desde los saberes que prevalecen, la organización de dicho saberes en espacios institucionales concretos, los requisitos necesarios para la acreditación, el peso relativo de los contenidos teóricos respecto de los prácticos, las distintas valoraciones y lugares de legitimación de las diferentes orientaciones, el lugar de la disciplina en el universo académico (relación con la tradición, las características del campo), los objetos que se definen como constitutivos des campo de la comunicación (los medios, las instituciones, las relaciones interpersonales, etc.), entre otros.

- Por otra parte, y ya en la indagación de los imaginarios que construyen los sujetos institucionales (docentes, alumnos y autoridades) es interesante preguntar acerca de los referentes de la comunicación, la relación con los autores, los libros, las tareas de docencia e investigación, el status de legitimidad que los saberes de la comunicación adquieren en relación con otras disciplinas, los sentidos de la Universidad en la formación de los comunicadores sociales, la relación con otras instituciones de formación, entre otros. También nos interesa indagar acerca del papel que juegan las lógicas de mercado y las opiniones de los “expertos” en la conformación de los imaginarios de los sujetos institucionales, ya que consideramos que estas variables inciden fuertemente en el recorte del campo y de los saberes legítimos.

- En el cruce de lo curricular con el campo profesional, resulta significativo rastrear al nivel de los documentos curriculares, cuáles son las prácticas para las que un comunicador se forma, cuáles son las instituciones del campo social que se configuran como destinatarios de esas prácticas y qué relaciones se establecen entre los saberes académicos y las prácticas profesionales. Asimismo, los espacios curriculares destinados a la aproximación a las prácticas de ejercicio profesional, los saberes que recortan, los modos de articulación teoría-práctica y las modalidades de formación que asumen. En la dimensión de los imaginarios rastrear las afirmaciones que dan cuenta de las resignificaciones que de los discursos institucionales hacen los sujetos, intentando identificar las “identidades profesionales” que se perfilan como dominantes y alternativas.

Históricamente, en el ámbito de la formación en Ciencias Sociales, lo académico y las prácticas profesionales han aparecido como campos escindidos. Por lo tanto, preguntarse hoy por los cruces nos revela, no sólo la complejidad de cada uno sino, la relación conflictiva que se establece entre ellos y opera en la conformación de los imaginarios de los sujetos que se están formando.